Hola, me llamo Edgar y hoy les vengo a contar mi historia. Soy un chico muy habilidoso y siempre he estado interesado en electrónica y por eso estudié ingeniería electrónica. Me gusta mucho armar y desarmar equipos para ver sus funciones; en este campo se podría decir que soy de los mejores, claro, siempre y cuando esté en la civilización, ya me entenderán.
Con pocos años sobresalía bastante en mi colegio; me decían que tenía mucho potencial para muchas cosas, pero yo elegí la electrónica. Como les dije, me gusta ver y experimentar con los aparatos eléctricos desde muy pequeño. Ya llegado a mis 20 años, logré sacar un título de la universidad y mi familia se puso muy feliz por mí, ya que, como somos de bajos recursos, mis padres lo apostaron todo por mí y, claro, no los decepcioné.
Ya con 25 años logré abrir mi empresa de electrónica. Trabajé muy duro para estar donde estoy; nunca tuve tiempo para el amor porque estaba muy ocupado con mis proyectos como para estar pensando en eso. Ya con 30 años me consagré como uno de los mejores ingenieros electrónicos y mi empresa subió mucho en la bolsa. Era tan famoso que me llamaban para dar conferencias en varias empresas a sus ingenieros para poder actualizarlos y, en uno de esos viajes por el mundo, pasó lo peor.
Un día como cualquiera, ya teniendo 35 años, me dirigía a España para una de mis conferencias. Estábamos pasando por mar abierto en mi avión privado; a estas alturas ya era un empresario reconocido. Cuando estábamos a medio camino de llegar a mi destino, una gran tormenta apareció de la nada y envolvió a mi avión con nubes de tormenta. Al principio pensé que solo era turbulencia, pero más equivocado no pude estar: la tormenta se embraveció más y, poco a poco, sentado en mi asiento, veía cómo el avión se iba destruyendo asustado. Solo me puse el cinturón y, sin más, empecé a rezar.
Yo no soy alguien tan devoto, pero como toda persona cobarde que cuando pasa algo fuerte recién se acuerda del de arriba, siento mucho mi hipocresía, pero es así. Regresando a la historia, mi avión se empezó a despedazar y caíamos rápidamente hacia el mar. Mi piloto salió corriendo para decirme algo, pero el pobre no pudo porque fue succionado al momento de salir de la cabina, ya que una de las paredes del avión se rompió y vi como todas las azafatas que tenía y el piloto salieron volando.
Yo me salvé porque me puse el cinturón, pero algo en mí decía que tenía que buscar un paracaídas, ya que sabía que había uno en este avión. Rápidamente me desabroché el cinturón y comencé a buscar el bendito paracaídas, agarrándome fuertemente. Pasaron los segundos y justo cuando tenía a la vista el paracaídas quise acercarme, pero vi a través de la puerta abierta de la cabina como ya era muy tarde y mi avión chocaba contra el mar.
Todo se puso oscuro; no sabía dónde estaba. Por un momento recordé toda mi vida; parecía que estaba muriendo, pero abrí los ojos y desperté en una playa. Tosiendo por el agua en mis pulmones, logré recomponerme y poco a poco me fui levantando del suelo. En mi mente pensé por un momento que logré llegar a una playa de un país, pero otra vez estuve equivocado.
Cuando terminé de levantar mi cabeza, me di cuenta de que estaba en una especie de isla. Todo era bosque tropical al frente de mí. Miré a mi alrededor y vi que había piezas del avión tiradas por todas partes, pero la cabina del piloto no estaba; lo más probable era que el avión estuviera bajo el agua. Ya sin muchas opciones, decidí agarrar un pedazo de metal en forma de cuchillo y adentrarme en la selva que estaba adelante de mí. Caminando por la isla, por las geometrías, me di cuenta de que era de un tamaño como si de una gran ciudad se tratara, claro, con la diferencia de que había un volcán en el medio de la isla. Esta isla era curiosa, típica isla de historias de fantasía, pero esta no era una fantasía, era mi realidad. Ya avanzando más adelante, encontré árboles con plátanos; pensé que esta era mi salvación, pero mira qué caprichosa es la vida: esta isla estaba dominada por monos y eran muy territoriales. Ni bien me vieron, empezaron a tirarme cosas para alejarme. Sin más, tuve que correr; no podía acercarme a la comida.
Esto era un problema completo; ya sin más, tuve que buscar un refugio para pasar la noche. En este mundo de prehistoria, un ingeniero de sistemas como yo no tenía nada que hacer, pero como a mí nunca me gustó quedarme atrás, tenía conocimientos de supervivencia básica, así que me puse a hacer fuego con madera seca que encontré. Para mi suerte, encontré una pequeña cueva al pie del volcán donde pude refugiarme de la noche y la entrada era pequeña, así que pude taparla con un pedazo de madera para que animales no entraran a molestar. Esta fue mi primera noche en esta isla.
Al día siguiente me dediqué a buscar comida porque esos animales no querían compartir. Lo único que conseguí eran bayas y una que otra fruta que estaba tirada en el suelo. En esta isla escuchaba un rugido de una fiera; pensé que era de un tipo de felino, no sabía exactamente a qué me estaba enfrentando. No soy muy fuerte que digamos, ya que mi fuerte era mi cerebro. Pasé días comiendo pequeñas cosas para sobrevivir, pero no me sentía bien; el ruido de ese animal desconocido me ponía de los nervios y cada día perdía más la esperanza.
Pasó un día más en esta isla; estaba desesperado, ya no sabía qué hacer por el ruido y fue ahí cuando lo encontré. Ese molesto ruido de bestia que me asechaba todos los días era un enorme jaguar. Parece que esa bestia era el único en esta gran isla. Desde que llegué no me he movido mucho del lugar donde caí para no conocer a más bestias, así que supongo que este animal gigantesco era dueño del territorio donde me encontraba. Cuando lo vi, rápidamente me escondí en los matorrales y recé para que este gigantesco animal no me encontrara. La fiera pasó de largo, ya que parece que mi olor ya se había fundido con la naturaleza, pero retrocediendo como típico cliché, rompí una rama y la bestia se dio cuenta de mi presencia y empecé a correr.
Escapando del gigantesco animal, esquivando sus zarpazos, me metía por los árboles para que no pudiera agarrarme. Con habilidad como nunca en mi vida logré escaparme mientras los monos en la cima de los árboles me miraban y gritaban, como echándome ánimos, y salí a terreno abierto. De inmediato pensé en mi cueva, pero estaba un poco alejado de ella. Rápidamente empecé a escalar por una parte del volcán para poder escapar de esta bestia. Cuando estaba subiendo, miré atrás para darme cuenta de que el animal había salido del bosque y me estaba persiguiendo insistentemente. Sin descanso, comencé a escalar y la bestia se percató de mi presencia y comenzó a escalar también. Mientras subía, le arrojaba rocas para poder ralentizarlo en su subida.
En una de esas que le estaba tirando rocas, logré darle en la cabeza y el animal se resbaló y cayó, dándome más ventaja de escapar, pero como un demonio, la maldita bestia no había perdido el interés y siguió persiguiéndome esta vez con más insistencia. Fue una persecución brutal de unos 30 minutos. Logré alentar a la bestia con rocas que dejaba caer en su cabeza y logré llegar a la cima del volcán. Hacía un calor muy fuerte; este volcán estaba inactivo, pero en su interior había lava; para ser más preciso, estaba en calma. Intenté buscar un refugio para poder esconderme. Ya sin mucha energía, no sabía dónde correr y ya estaba muy cansado. Me acerqué a la orilla del volcán y miré hacia abajo y, en ese instante, la bestia había subido y caminaba lentamente hacia mi persona porque el animal sabía que no tenía dónde correr. Ya resignado, lo único que me quedaba era la muerte, pero no quería morir a manos de este animal.
Ya sin fuerzas en mi persona, miré el fondo del volcán y decidí que mejor sería morir a manos del volcán y no a manos de esta vestía. Mi mente se llenó de pensamientos negativos de cómo yo, alguien grande, había logrado estar en esta situación y no tenía otra alternativa que quitarme la vida. Muy triste, retrocedí paso a paso hacia mi fin; el gigantesco animal intuyó lo que pretendía y aceleró su paso. Se lanzó rápidamente hacia mí, pero ya era muy tarde; yo me tiré de espaldas hacia el volcán con las manos abiertas, como aceptando mi destino, ya resignado y dolido por mi miserable suerte. El animal no calculó bien su salto; ya que estaba desesperado por agarrarme, terminó cayendo conmigo. Por obvias razones, el animal cayó más rápido por el peso de su cuerpo.
Yo choqué en unas rocas y ya mi poca ropa que tenía estaba destrozada por todo el tiempo y ahora está más rota por la caída. Por el movimiento en el aire, el maldito jaguar logró arañarme en mi espalda un poco y me arrojó a la orilla de esa piscina de magma que tenía abajo. No caí en la lava gracias al jaguar, pero me golpeé y me desmayé . Antes de cerrar los ojos, vi cómo el jaguar se sumergió en la lava y se quemaba y estaba moviéndose para lograr salir.
Al abrir mis ojos, sentí un ardor en mi pierna; resulta que mi pie estaba cubierto por un poco de lava que intuyo el jaguar había lanzado con tanto movimiento que hizo tratando de salir de la lava. Mi pierna izquierda había desaparecido. Se preguntarán por qué no morí desangrado; porque la herida de la espalda era superficial y la misma lava cauterizó mi herida de la pierna. Ya con poca energía, logré salir de la boca del volcán.
Me llevó medio día llegar al bosque y, ya estando ahí, otra vez caí al piso. Traté de levantarme, pero ya no podía. Resignado, me dejé llevar por la muerte y empecé a cerrar mis ojos. Total, ya igual había decidido morir en la cima del volcán, pero en mi mente recordé todo lo que había logrado, pensé cómo mi gran conocimiento me había sacado de muchos problemas, y me empezó a entrar una furia porque pasé por mucho y esta isla no iba a acabar conmigo. Abrí los ojos nuevamente, junté mis fuerzas para seguir y empecé a andar en cuatro patas, bueno, 3, soltando un poco de lágrimas; recé por ayuda.
Ya pensando que nadie me iba a ayudar, caí nuevamente al suelo, pero grande fue mi sorpresa cuando vi a esos mismos raros monos trayéndome agua en un tipo de vaso hecho con hojas de plantas y un poco de fruta. Parece que ante sus ojos yo había matado a su enemigo y me lo estaban agradeciendo. ¿Quién lo diría? Que estas criaturas supieran costumbres humanas, parece que habían evolucionado a su manera; no sabría decirles en qué clase de isla terminé.
A la mañana siguiente, ya un poco mejor porque tenía el estómago lleno gracias a mis nuevos amigos, decidí salir como sea de esta isla. Con un poco de madera me fabriqué una pierna ortopédica; me costó un poco acostumbrarme a esta nueva pierna, pero como siempre salí adelante con mi intelecto. Lo gracioso era que los mismos monos estaban muy atentos a mis movimientos y aprendían lo que yo hacía. Hasta fuego les enseñé a hacer, tratando de explicarle lo peligroso de este material. Al parecer eran muy inteligentes; parece que esta isla estaba perdida en el tiempo y estos monos son como parientes nuestros que tienen inteligencia. Luego de un tiempo con ellos, nos llevamos muy bien y pasaba ratos agradables con ellos; ya había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto tiempo había estado en esta isla, pero eso ya me daba igual.
Una noche, mientras descansaba, me acordé de mi madre al ver a una pareja de monos con su cría, y pensé cómo salir de esta isla y me acordé de la cabina del piloto. Quizás esté en el fondo del mar, me dije a mí mismo. Ya muy temprano en la mañana decidí sumergirme en el mar. Claro, armé otro tipo de pierna con madera para poder nadar; la armé como en forma de remo para poder nadar bien. Me da risa solo de acordarme; habrán pasado días. No lo recuerdo bien, pero logré encontrar la cabina del piloto. Feliz, logré sacar algunas piezas y, luego de un tiempo, logré armar un tipo de radio de frecuencias para poder comunicarme con cualquiera que pasara cerca de esta isla. Pasaron días y estaba con mis amigos monos hasta que en la radio sonó una transmisión. Era uno de esos milagros: pasó uno de esos hidroaviones que estaba intentando cruzar el océano. Sé que era sospechoso, pero no tenía otra opción, así que les hablé y les comenté mi situación. Gracias a Dios hablaban inglés y pudimos comunicarnos.
Salté de alegría y mis amigos monos me miraban sorprendidos por mi comportamiento. Rápidamente salí a la playa, pero antes de irme me despedí de los monos y ellos quisieron seguirme. Logré hacerles entrar en razón y logré persuadirles que no me siguieran, ya que tenía un mal presentimiento.
Al salir a la playa vi cómo esa hidro avioneta que era un poco grande aterrizaba a unos metros de la isla y un pequeño bote inflable venía a recogerme. En el bote venían unos hombres muy sospechosos con armas; pensé lo peor. Subiéndome al bote, miré atrás y vi cómo los monos me miraban desde lo alto de los árboles sin dejarse ver por los otros que me ayudaron. Rápidamente levantaron la mano como despidiéndose y se retiraron. Cuando llegué al avión, me recibió un hombre con toda la pinta de capo de la mafia y vi de reojo que había paquetes en forma de ladrillos; sí, era droga.
Yo solo me hice el que no vi nada y cuando el hombre que parecía el jefe me habló, me entró un miedo, pero era muy amable y eso me sorprendió. Me preguntó si había algo interesante en la isla. Yo, pensando en los monos inteligentes, recordé los momentos con ellos y decidí no decir nada, porque la mano del hombre solo malogra las cosas. Sin más, solo se limitaron a dejarme en un puerto en el país de EE. UU. y me botaron en un muelle. Más adelante, logré con ayuda de un hombre que pasaba por ahí comunicarme con mi empresa y mi pesadilla por fin había terminado.
Todo pasó tan rápido, es como si hubiera despertado de una pesadilla y me quedé completamente quieto en mi lugar. Agradecí al señor que me prestó el teléfono y luego estuve sin moverme ni un milímetro por horas hasta que me recogieron. Esta experiencia me sirvió para ver mejor mi mundo. Me había dedicado completamente a la tecnología y cuando se me fue arrebatada de las manos no supe qué hacer; decidí que tenía que abrir mis conocimientos y comencé a estudiar muchas cosas más. Dejé por un rato la tecnología y abrí mi mente a otras cosas. Resulta que sobreviví 2 meses fuera y me habían dado por muerto. Recuperé mis cosas, poco a poco logré pasar más tiempo con mi familia y conseguí una esposa y ya ha pasado tiempo y voy a tener un hijo y prometo que le enseñaré de todo para que sobreviva en este mundo cruel llamado vida.
Ya solo me queda darles un último mensaje: no se enfoquen solo en una cosa, abran más sus ideas. Recuerden que en cualquier momento puedes necesitar más de la que ya sabes y no caigan en la desesperación cuando la situación esté difícil. Yo casi muero, pero la suerte no me abandonó. Verán que siempre hay una luz al final del túnel y no se olviden que siempre recibirán ayuda del que menos lo esperan y eso ha sido todo por parte de mí. Gracias por escuchar mi historia y buena suerte, sobreviviente.