En este predecible mundo, es fácil calcular la brillante idea de Maurice.
El correo tradicional se utiliza entre campesinos y personas de escasos recursos, mientras que las palomas mensajeras, costosas y exclusivas, son para pocos. El emperador y los altos generales emplean un método más avanzado para asegurar la comunicación rápida y segura, incluyendo a los cuatro templos y la torre de los magos, quienes prefieren cartas selladas.
La antigua escritora sentía una fascinación por las criaturas extravagantes o hermosas. Aunque amaba las mariposas, no las consideraba adecuadas para este trabajo. Necesitaba algo más rápido: un colibrí.
Darius toma una de las bolillas de cristal que guarda en su cajón, del tamaño de una canica. La presiona en su frente, transfiriendo el mensaje y el destinatario, y luego la sopla con suavidad.
—Vuela —susurra.
La esfera, perteneciente al emperador, luce un resplandeciente color dorado. La pequeña esfera de cristal se transforma en un hermoso colibrí. Cuando este pequeño pajarillo llega a su destino, se desvanece y transfiere el mensaje de manera segura.
El colibrí emprende su vuelo hacia el encuentro con Philip. Aunque por distancia el tiempo estimado es de unas dos horas, no debemos olvidar que, después de todo, se trata de criaturas mágicas.
Darius se sienta y cruza los dedos.
—Espero que esto sea lo correcto.
El joven y atractivo Maurice responde:
—Mi señor, a lo sumo perderemos tiempo.
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En el patio del orfanato, Milennia patea piedras y suelta insultos al viento.
—¡Linxz! ¡Hijo de puta! ¡Debería cortarte la polla y metértela por el culo!
Aprieta los dientes con tanta fuerza que parecen crujir, el rostro rojo de ira.
Hace unos minutos concluyó la conversación con la directora y Philip recibió un colibrí mensajero. Pero a la santa no le interesa en lo más mínimo. Solo desea encontrar un tótem transportador que la lleve a la torre de magos para arrancarle las tripas al desgraciado. Las manos tiemblan de rabia. «¡Monstruo infeliz! ¡Te voy a romper todos los huesos! ¡Juro que te voy a matar, Linxz!»
El escolta regresa con una expresión extraña y ella se ve obligada a calmarse.
—Señorita, debemos regresar de inmediato.
Milennia, aún agitada, cruza los brazos y consulta:
—¿Por qué? ¿No te quedarías dos días?
Philip permanece en silencio. Por lo que la mujer deduce que algo grave ha ocurrido.
—¿El emperador te regañó? ¿Te ofendió?
—No se preocupe, no ha sucedido nada por el estilo. Pero debemos apresurarnos a partir, aunque no me informaron el motivo —responde el adolescente con seriedad.
La mujer frunce los labios con fastidio.
—¡Bien! ¡Volvamos! Pero primero quiero ver al niño y saludar a los demás.
Philip se retira a preparar el caballo y a terminar asuntos pendientes con la directora, dejando que Milennia haga lo que quiera. Ella también sale de ese lugar y se emprende en su búsqueda.
Última Luz, es un orfanato cálido y apacible. Los niños estudian y juegan. Los menores de tres años tienen su propio espacio donde reciben atención completa. Este lugar ha sido una residencia confiscada por Darius a un traidor, por lo que las habitaciones son espaciosas y las instalaciones de primer nivel. Las habitaciones se comparten entre cuatro, lo que les proporciona espacio y comodidad.
Luego de revisar cuarto por cuarto, Milennia finalmente lo encuentra.
El jovencito permanece aferrado a su cama con la mirada triste.
Una sensación de angustia invade el corazón de la mujer al verlo así.
—Hola, disculpa. Estoy buscando a un niño llamado Agustín —dice con gentileza.
Él la ignora y se gira, dándole la espalda.
Milennia se sienta en el extremo de la cama. Con una mirada tierna y una voz suave, le pregunta:
—¿Lo conoces? Me han contado que es alguien muy valiente e inteligente.
Ante el silencio, ella decide insistir un poco más. Sin embargo, no quiere molestarlo y si esto no funciona, se retirará.
Eleva la mano y el maná comienza a brillar.
—Quería hacerle un regalo. Sé que en la zona donde él vivía, tenían grandes plantaciones de flores y las procesaban para hacer aceites esenciales.
El destello mágico molesta los ojos del niño. No tiene más remedio que voltear para ver a la mujer que interrumpe su momento de depresión. Es ahí cuando observa cómo la energía púrpura se transforma en un tallo largo, con seis jazmines blancos como la nieve. Aunque no son perfectos, tienen pequeñas venas violáceas.
—¿Te gustan? Estos son para ti. Ponlos en agua y siempre perfumarán la habitación.
—Pero, ¿cómo lo hizo? —El niño parpadea incrédulo.
Milennia dice con orgullo:
—Soy como un mago, pero mira estos...
Al escuchar "mago", el niño tiembla. Ella agita las manos en un intento por tranquilizarlo.
—Mago bueno, mago bueno, soy un mago bueno. —Extiende el ramillete e intenta que lo tome—. No todos los magos son malos, yo soy buena, no te haré daño, no me tengas miedo.
El niño permanece temeroso y en silencio. Al verlo así, la mujer comprende la situación.
—Está bien, te dejaré tranquilo, pero me gustaría que aceptaras este regalo. Verás que no se marchitará. —Coloca las flores con suavidad sobre las sábanas y antes de irse, le pide algo con una sonrisa—. Volveré en unos días, hablaré con los otros niños. Piensa en lo que te gustaría que cree para ustedes. Cuídate, Agustín.
Al retirarse de la habitación y luego de despedirse de todos, Milennia siente pesar en el corazón. Quiere pasar más tiempo con los niños; no le agradan las criaturas, pero estar con ellos no es tan malo. Desea ser como Papá Noel y colmarlos de regalos, aunque sabe que tiene que perfeccionar su habilidad. Si todo va según su cálculo, podría crear muchas cosas: castillos, toboganes y un jardín con flores que nunca se marchitarán.
Su energía transmutada ha alcanzado un nivel extraordinario. Ha alcanzado el estado de "Creador". Necesita explorar los límites de esta nueva habilidad y descubrir cuánto puede resistir su cuerpo. Pero este no es el momento; tendrá oportunidades para hacerlo en el futuro.
La santa, junto a Philip, emprenden el regreso.
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Es reconfortante ser recibida con los brazos abiertos después de un largo viaje. Ingresan por la entrada principal, donde Darius los aguarda. Philip extiende la mano para ayudar a Milennia a descender del caballo. Sin embargo, cuando presenta sus respetos al emperador, este lo ignora.
Darius muestra una actitud hosca mientras observa a la mujer.
—Adentro —ordena.
Philip, que mantiene la mano en el pecho como muestra de respeto, explica:
—Mi señor, le ruego me disculpe. Todo recae en mi responsabilidad, le…
Pero el emperador no permite que termine de hablar.
—¡Lo sé, ahora lárgate!
Los ojos del joven tiemblan.
—¡Mi señor! —exclama.
—¿Acaso vas a desobedecer mis palabras?
Durante todos estos años, Philip ha sido como un niño mimado para el hombre, quien lo trata con el mismo cariño que a un hijo. Nunca antes le ha hablado con tal dureza. El adolescente oculta su vergüenza y se retira en silencio.
Milennia está indecisa sobre si intervenir; sabe que en realidad todo es culpa suya. Nunca imaginó que el emperador se enojaría de esa manera. La atmósfera se vuelve sofocante y camina unos pasos detrás de él mientras lo sigue hacia su estudio.
El hombre no le habla, ni siquiera la insulta; algo que resulta inusual. La mujer presiona con incertidumbre sus pantalones, experimentando por primera vez el miedo hacia Darius.
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