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Chapter 5 - Apocronos : Sombras en Neo-Tokyo Capitulo 5 : "Arena de Secretos"

El sol descendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas mientras Kaito y Aika se adentraban en el árido paisaje que rodeaba el distrito Nakamura. A medida que avanzaban por las polvorientas y antiguas calles ya en ruinas, el silencio pesaba sobre ellos, roto solo por el crujir de sus pasos sobre el suelo árido.

Kaito miró de reojo a Aika, notando la determinación en sus ojos a pesar del velo de tristeza que los cubría. "¿Estás lista para esto?" preguntó, su voz resonando en el tranquilo paisaje.

Aika asintió con firmeza, su rostro iluminado por la determinación. "Sí", respondió con seguridad. "Tenemos que llegar a Takahara. No podemos permitir que lo que pasó quede sin respuesta".

Kaito asintió, compartiendo la determinación de Aika. A pesar del peligro que acechaba en las sombras, sabía que no podían darse el lujo de detenerse. Tenían un objetivo claro, y estaban dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

Con cada paso que daban, el paisaje cambiaba gradualmente, pasando de las calles polvorientas a los desiertos sin fin que rodeaban el distrito Takahara. El sol se ocultaba en el horizonte, sumiendo el paisaje en la oscuridad de la noche.

Kaito apretó el paso, guiando a Aika a través del oscuro desierto hacia su destino. Sabía que el camino sería difícil y peligroso, pero estaba decidido a descubrir la verdad detrás de los eventos que los habían llevado hasta allí.

Mientras avanzaban hacia las sombras del desconocido distrito de Takahara, Kaito se preparó mentalmente para lo que vendría a continuación. Sabía que el camino sería largo y difícil, pero estaba decidido a llegar al fondo de la oscura conspiración que amenazaba con consumirlos a ambos.

Con la noche cayendo sobre el desierto y las sombras envolviendo las ruinas donde descansaban, la conversación entre Kaito y Aika se tornaba seria y cargada de pesar. Kaito observó con atención el rostro de Aika, notando la tensión que se escondía detrás de su aparente calma. "Entiendo cómo te sientes", dijo Kaito con empatía, mientras agregaba más leña al fuego para avivar las llamas. "A veces, los recuerdos y las miradas del pasado pueden ser más pesados que cualquier carga física que llevemos". Aika asintió en silencio, su expresión revelando la lucha interna que enfrentaba. Mientras las sombras danzaban alrededor de ellos, Kaito y Aika compartieron un momento de comprensión mutua en medio de la vastedad del desierto, donde los secretos y las penas se entrelazaban en la oscuridad de la noche.

Aika escuchó atentamente las palabras de Kaito, sintiendo la gravedad de su dolor en cada una de ellas. Cuando Kaito mencionó la pérdida de sus padres, Aika pudo percibir el peso de ese recuerdo en su voz. "Lo siento mucho", dijo con sinceridad, tratando de ofrecerle consuelo en medio de la oscuridad que los rodeaba. Kaito asintió en silencio, agradecido por el gesto de compasión de Aika. Miró al cielo estrellado, como si buscara respuestas en las infinitas profundidades del firmamento. Entre susurros apenas audibles, continuó: "A veces me pregunto si podríamos haber hecho algo diferente... si podríamos haber evitado todo esto". Sus palabras se perdieron en el eco del desierto, mientras la noche avanzaba implacablemente.

Aika escuchó atentamente las palabras de Kaito, su rostro reflejando compasión por el dolor que había experimentado. "Lo siento mucho", dijo con sinceridad. Kaito asintió en silencio, dejando que los recuerdos fluyeran por su mente una vez más. "Fue una noche como esta, después de la Crono-Plaga. Las sirenas resonaban en las calles, y el caos reinaba en cada rincón de la ciudad", comenzó Kaito, su voz resonando con melancolía. "Mis padres y yo estábamos en casa, tratando de mantenernos a salvo. Pero cuando las sombras de la noche se hicieron más oscuras, todo cambió". Un escalofrío recorrió su espalda al recordar la imagen de aquella noche fatídica. "Fueron los últimos momentos que compartimos juntos", continuó Kaito con voz entrecortada. "El destino es cruel a veces, arrebatándonos lo que más queremos en un instante". Sus palabras se perdieron en el silencio de la noche, mientras los recuerdos del pasado se entrelazaban con el presente en la vastedad del desierto.

Kaito compartió el tormentoso pasado que lo había perseguido durante tanto tiempo. Un año después de que la crono-plaga asolara la ciudad, Kaito y su familia lucharon por sobrevivir en un mundo desolado. Se las arreglaban con lo que encontraban y se adaptaban a la vida entre la miseria y el caos que la plaga había dejado a su paso. En una noche oscura y helada de invierno, los padres de Kaito regresaron a casa con una expresión extraña en sus rostros.

Mientras tanto, Kaito estaba en su habitación, pensando en cómo mantener a su familia a salvo en medio de ese caos. De repente, su padre, Hiroshi Yukimura, golpeó la puerta de su habitación con desesperación. Le ordenó a Kaito que empacara sus cosas y se reuniera con su madre, Akari, en la sala de estar. Pero antes de que pudieran reaccionar, el sonido de un disparo resonó en la casa. La puerta principal había sido perforada por una antigua escopeta, seguida de un grito ensordecedor.

Con un nudo en la garganta, Hiroshi le contó a Kaito la verdad sobre lo que había ocurrido. Habían estado buscando provisiones en un supermercado devastado cuando se toparon con un grupo de hombres armados con una extraña tecnología. Vieron cómo tomaban a dos personas como rehenes, suplicando por sus vidas en la distancia. Hiroshi intentó desesperadamente distraer a los hombres para salvar a los rehenes, pero sus esfuerzos fueron en vano. Uno de los hombres se dio cuenta y disparó, matando a uno de los rehenes en el acto.

Con un coraje impulsado por la desesperación, Hiroshi luchó contra los hombres para proteger a su familia. En un acto de valentía, logró abatir a uno de los hombres, pero su acción no pasó desapercibida. Los hombres se lanzaron en su persecución, y Hiroshi se vio obligado a defenderse con todas sus fuerzas. Aunque logró herir gravemente a uno de los agresores, recibió un disparo en la pierna por parte del líder del grupo.

Herido y desesperado, Hiroshi se refugió en la habitación de Kaito, donde descubrió el ingenioso escondite de su hijo. Con el tiempo y el espacio limitados, Hiroshi instó a Kaito a mantenerse oculto mientras enfrentaba a los hombres que habían irrumpido en su hogar.

El grupo de hombres irrumpió en la habitación de Kaito, desatando una lluvia de balas dirigidas hacia Hiroshi. Sin embargo, los disparos no apuntaban a puntos vitales, sino a sus piernas. Con las extremidades destrozadas y un charco de sangre creciendo en el suelo, Hiroshi gritaba de dolor mientras recordaba a su esposa y a su hijo.

El líder del grupo sacó su arma y disparó dos veces a los brazos de Hiroshi. Luego, con desprecio evidente, le espetó: "Mataste a mi maldito hermano, así que yo maté a la zorra de tu esposa... ¿Tienes hijos?", mientras Hiroshi, agonizante, respondía entre dientes: "Vete a la mierda y mátame de una vez".

Las palabras de Hiroshi fueron recibidas con desprecio y burla por parte del hombre: "Mataste a mi hermano a sangre fría... Y ahora pides compasión. No me hagas reír". Con una frialdad implacable, el líder decidió dejar a Hiroshi desangrándose como un cerdo, negándole cualquier atisbo de compasión.

Con la mente nublada por el dolor y los recuerdos de su vida pasando rápidamente ante sus ojos, Hiroshi se enfrentó a su terrible destino. Mientras el grupo de hombres se retiraba de la habitación, Kaito observaba impotente toda la escena desde un pequeño orificio en la pared.

Con lágrimas y desesperación inundando sus ojos, Kaito gritaba a su padre, rogándole que recuperara el conocimiento. Aunque era demasiado tarde, las palabras de Kaito resonaban en la mente de su padre: "¡Papá! ¡Papá! ¡Despierta! ¡Despierta! ¡No me dejes solo, por favor!"

El joven, desesperado y bañado en lágrimas, era consciente del cruel destino que acechaba a su padre, pero no perdía la fe en que aún pudiera salvarse.

Hiroshi, al ver en su mente el recuerdo de su feliz familia, solo pudo dirigir una palabra a Kaito: "Kaito... hijo mío... Vive una vida feliz". Pronunció esas palabras con su último aliento, mientras una sonrisa se formaba en su rostro al ser llamado por su esposa en una breve alucinación causada por la falta de sangre.

Segundos después, los latidos de su corazón se detuvieron, dejando la fría habitación únicamente habitada por su hijo, que rompía en llanto por su partida.