En lo que parecía ser un hermoso amanecer, se lograba apreciar la figura bañada en sangre de un hombre con una lanza en su mano, ese hombre de piel morena y cabello largo recogido detrás de su cabeza, era Alexander. Los ojos de color rojo, tan profundos como el abismo, recorrían el lugar en el que se encontraban.
Decenas de cuerpos inertes y desmembrados estaban debajo de Alexander, quien sentado encima de ellos de manera arrogante, escuchaba voces en la lejanía. "Se acabó tu suerte, Alex", lentamente, los ojos rojos de Alexander lograron identificar las figuras que se acercaban a él.
"¿Suerte?", respondió totalmente calmado, su rostro sereno y su expresión inmutable dejaban claro que no temía de aquellos seres que buscaban asesinarlo. "No creo que esa palabra defina el camino que he recorrido, Miguel..."
La expresión de Miguel se retorcía de la ira mientras escuchaba al hombre sentado en la pila de cadáveres, no parecía querer seguir escuchándolo. "Cierra la boca!", escupió él.
"Hermano, no actúes impulsivo, recuerda la misión que nos encomendó padre...", le recordó el segundo hermano.
"Escucha las palabras de Gabriel, hermano. Nuestra fuerza no se compara a la de esa escoria que sólo nos está provocando...", aseguró el tercer hermano.
"Nuestros lazos deben ser imperturbables, somos los únicos capaces de ejercer el orden en el universo", les recordó el cuarto hermano.
"Mientras yo esté aquí, ninguno de ustedes, hermanos, será herido...", aseguró el quinto de los hermanos.
"No debemos bajar la guardia ante él, su fuerza ha sido más que demostrada ante nosotros", explicó el sexto hermano.
"¡Es nuestro deber dejar claro que lado es más dominante en esta batalla, hermanos!", gritó el séptimo hermano.
"...", Miguel, aún enfurecido parecía reflexionar antes de dar un largo suspiro y decidir calmarse.
"Tienen razón, me disculpo."
Miguel, Gabriel, Uriel, Chamuel, Rafael, Jofiel y Zadkiel.
Los 7 Arcángeles bajo el mando de Dios, aquellos que se manchaban las manos por su creador. Cada uno de ellos tenía un aura celestial rodeándoles, vestidos con prendas elegantes que sólo le cubrían lo suficiente, parecían presumir de sus esculpidos cuerpos. El entendimiento tácito entre los hermanos era tan natural, que en un intercambio de miradas, los 7 sabían cual era su trabajo.
¿Su trabajo?
No era más que asesinar a Alexander y destruir su alma, ¡borrándolo de la faz de la creación!
Alexander notó los sutiles cambios en los hombres que se hallaban de pie, debajo de él, en esos ojos rojizos, apareció un tenue brillo, una leve sonrisa se formaba en el rostro de Alexander, que se burlaba descaradamente de los hermanos, "¿Qué es esto? ¿Una reunión de niños de primaria?", dijo enojado. "¡No me jodan, malditos hipócritas!", rugió Alexander.
"¡¿Creen que son los buenos si juegan a su juego de cumplir las órdenes de Dios?! Todo eso es basura..." La mirada del hombre parecía perdida, su memoria parecía escarbar en recuerdos dolorosos, causando que su expresión se arrugara. "Sólo siguen los deseos de un hijo de puta egoísta, que juega con la vida de las personas como si no tuvieran valor a sus ojos..."
"¿Y saben qué? Esas vidas sí tienen un valor, y es mucho más alto que el suyo, ¡marionetas de mierda!" El cuerpo que reposaba en esa pila de muertos se levantó y su gran lanza manchada en la sangre de muchos fue sacudida, regando la sangre que tenía a un lado.
Una aura oscura, tenebrosa y sangrienta surgió alrededor de Alexander, quien apuntó su lanza en dirección a los Arcángeles.
Las expresiones de los siete hombres no fue muy diferente una de otra, todos estaban enojados con la actitud de ese que les hablaba tan altivo y arrogante. Parecían recordar a alguien quien alguna vez actuó igual, alguien quien alguna vez fue uno de ellos.
"Samael...", el rostro de Miguel se oscureció cuando recordó el nombre de uno de sus antiguos hermanos, que fue al igual que otros; desterrado del reino de los cielos.
Sin embargo, eso poco le importaba a Alexander, quien con una gran intención asesina, dijo:
"Vengan a mí, Arcángeles, hoy se decidirá cual moral será la correcta."