Lentamente, ambos se estaban asomando en la superficie del campus y se hacía evidente debido al ruido ensordecedor de gritos de lamentos y éxtasis en conjunto a un asqueroso olor a sangre, los pasos que cada uno de los chicos daba venía acompañado de un charco de esperanzas desmenuzadas en el rojo.
Alguna vez vibrante y lleno de vida, ahora parecía un campo de batalla abandonado. Los pasillos en donde caminaban, cubiertos de rayones en las paredes, rayones que eran testigos mudos de la desesperación de las personas. Vidrios rotos, papeles dispersos y un olor penetrante creaban un escenario de pesadilla.
Contradicción. Esa era la palabra que describía la situación en la cabeza de Alexander. Decisión tras decisión y una mala de ellas podía dar como resultado la muerte. ¿Cómo puede tener un chico ese cargo de conciencia tan grande?
Cada decisión, cada paso, era una apuesta. no saber qué hacer, actuar por instinto y esperar por buenos resultados era lo único que tenía en su baraja. Saber que tienes el peso de tu vida y la de tu amigo en tus manos, el mando de las acciones no era algo que él podría sostener sin que le afecte una disputa interna. La duda era una sombra constante, pero debía seguir adelante.
"Me pregunto cómo estará Melanie..." susurró Alexander, su voz apenas audible sobre el caos circundante.
Querer y no poder era algo que atravesaba en cada escenario de la obra a la que muchos llaman vida, sin embargo él jamás se rindió. La sensación de que su hermana se encuentre bien es efímera e incierta. ¿Quién le asegura eso? Así como esos ángeles decidieron asesinar a todos sin siquiera pestañear, ¿por qué los que tuvieron la suerte de ser salvados, deberían estar vivos?
Pero claro, seguía sin haber respuestas para esas preguntas que aparecían sin cesar en la mente del chico, quién inconscientemente decidió hallarlas, debía saber en dónde estaba su hermana, en dónde estaba su... Madre... Su familia; por muy extraño que sonara lo último.
"Ella creía en Dios, ¿cierto? Seguramente está en un lugar seguro, mucho mejor que este infierno" en los ojos de Jake se podía discernir la misma sensación que Alexander, un chico desesperado, asustado pero paradójicamente decidido a seguir adelante, aún con el riesgo que todo eso conllevaría.
"Espero que sí..." escuchar las palabras de su amigo aliviaron momentáneamente su incertidumbre y luego de un profundo suspiro, ayudándole a centrarse. La cabeza de Alexander se estaba centrando nuevamente en el objetivo que debían cumplir en estos momentos.
"La sala de profesores, debemos llegar ahí, Jake. Es la sala más segura de la universidad, queda en el último piso y nadie suele ir, estoy seguro de que habrá gente que pensó lo mismo que yo" explicó el chico.
"¿Y si la gente no se une a nosotros, Alex? Sabes perfectamente que nadie es tan poco cuerdo como tú, jugando al héroe en esta mierda tan absurda" respondió Jake sarcásticamente, la figura del chico estaba rodeada de un aura desolada al no saber si las cosas iban a salir bien.
"Entonces deberías recoger unas cuantas flores para adornar tu tumba, si quieres puedes escribir tu testamento y dejarle tus gafas a la beneficencia" respondió alzando los hombros.
"Cómo puedes bromear en este tipo de situaciones, amigo..." negando con la cabeza, la ironía en su rostro era evidente.
"¿Crees que estoy bromeando?" preguntó seriamente Alexander, mirando a su amigo a los ojos.
"Sólo cállate y sigamos" respondió Jake resignado.
No quería arriesgarse, no quería morir pero debía tomar una decisión, y definitivamente esa decisión no era esperar sentado en un rincón a que su cabeza volara y su cuerpo se volviese algo indescriptible.
No intercambiaron una sola palabra durante el trayecto, sabían perfectamente el pensamiento del otro, no hubo necesidad de preguntar. Sólo fue el silbido del aire y las figuras de ambos chicos que corrieron apresuradamente en una dirección de la universidad, sin titubear ni mirar a sus alrededores.
"Por ahí" la mano de Alexander señalaba un edificio apartado, que no se encontraba en una situación precaria en comparación al resto.
Lentamente, el edificio se hacía cada vez más visible para ellos, un suspiro de alivio surgía al notar la cercanía que había, poco más de 20 metros y lograban estar ahí, impacientados, apresuraron el ritmo y alcanzaron su objetivo.
"¡Lo logramos, Jake" dijo Alexander, emocionado.
"¡Carajo!" Jake incrédulo, apenas podía creer que realmente lo habían logrado.
Entraron al edificio con la respiración agitada, cerrando la puerta detrás de ellos con un ruido seco que resonó en el pasillo vacío.
El silencio en el interior era casi tan inquietante como el caos en el exterior. Las paredes aquí estaban menos dañadas, aunque aún se podían ver rastros de desesperación: mensajes garabateados con prisas, manos ensangrentadas que habían dejado huellas en su intento de escapar.
Alexander se apoyó contra la pared, tratando de recuperar el aliento y aclarar sus pensamientos. Miró a Jake, quien estaba en una situación similar. Ambos sabían que este respiro sería breve.
"Tenemos que subir" dijo Alexander, señalando la escalera al final del pasillo. "La sala de profesores está en el último piso"
Jake asintió, sin palabras. La fatiga y el miedo se reflejaban en sus ojos, pero también una determinación silenciosa. Era un momento de supervivencia pura, donde cada movimiento debía ser calculado.
Avanzaron lentamente por el pasillo, con los sentidos alerta a cualquier sonido o movimiento. Cada paso parecía resonar en todo el edificio, el crujido ocasional de escombros bajo sus pies era inquietante. Gotas de sudor caían de sus frentes, su ropa teñida entre restos humanos y sus propios vómitos los hacía lucir terribles.
Finalmente, llegaron a la escalera.
"Vamos, rápido" murmuró Alexander, tomando la delantera. Subieron los escalones de dos en dos, el corazón latiendo al unísono con el ritmo frenético de sus pensamientos.