Salí del castillo montando una llama sin destino alguno, por mi mente solo había odio y algo de felicidad por dejar morir a esa perra de Hana. Cabalgué hasta llegar a un lugar conocido, era mi pueblo natal que aparentemente estaba destruido. Bajo de mi noble corcel y busqué por todos lados sobrevivientes, pero solo había cadáveres. Me acerqué a la casa de mi antigua familia y vi un retrato de mi madre.
<¡TE LO MERECÍAS, MALDITA ZORRA!, ¡JA, JA, JA!, ¡¿ACASO CREÍSTE QUE TE LIBRARÍAS DE MÍ?!, ¡LAMENTO DECIRLO PERO ESTOY MALDITO DESDE QUE NACÍ!, ¡TODO POR CULPA DE SU AMADO DIOS ''INZALO''!>
<¡MIERDA! ¡CÓMO DOY ASCO, MALDITA SEA!>
Al cabo de un rato, comencé a explorar el pueblo. Me di cuenta de que los únicos cadáveres que faltaban eran los de mis amigos de la infancia y comprendí que aún seguían vivos, o al menos eso quería creer.