Era una humilde morada en las provincias de Aragón, donde el cielo nublado dejaba caer una fuerte lluvia; en aquel lugar estaba una mujer sentada junto a una de las ventanas del segundo piso y a su lado estaba una pequeña niña de tal vez unos ocho años de edad quien se recostaba en el regazo de su madre.
La hermosa mujer estaba cosiendo una chompa algo grande como para que su hija o ella se lo pusiera y, mientras hacía esto, la dama comenzó a tararear un cantico desconocido para cualquiera que no sea algún miembro de su familia.
Pronto, se pudo escuchar las letras de aquella canción salir de su boca.
~ Nosotros, siendo nada, lo queremos todo.
Sabemos muy poco, pero nos hacemos conocedores de todo.
Afanados estamos por el porvenir,
nos desgastamos por un futuro incierto,
mas solo somos polvo de la tierra.
Buscando el propósito, hemos desfallecido;
huimos de la verdad, pero aparentamos ser de ella.
Envidiamos el triunfo del otro,
y nos engrandecemos en nuestros éxitos.
Qué herencia dejaremos a la siguiente generación.
¿Hay algún rastro de nobleza en nuestras acciones?
Día de ira y angustia será el último día,
todos nos lamentaremos al final,
pero después que pase eso, vendrá la alegría.
Solo nos queda ser pacientes. ~
Al terminar su cántico, la pequeña a su lado parecía estar algo disgustada.
- Mamá … ¿Por qué cantas algo tan triste? No me gusta la letra. - decía la niña mientras jugaba con la chompa que tejía su madre.
La mujer solo sonrió levemente con una mirada maternal y, al momento de ponerse de pie, le dijo a su hija que esperare ahí por ella.
La niña se sentó en donde había estado su madre y esperó cerca de cinco minutos. Al momento en que la mujer regresó, traía consigo un pequeño cofre algo curioso, pues parecía tener un emblema en la cerradura.
- … ¿Qué eso, mamá? - pregunto inocentemente la niña.
- Dentro de un mes, cumplirás 9 años. Cuando llegue ese día, como obsequio te dejaré la herencia de nuestra familia; un legado de más de cinco generaciones.
Al mostrar aquel cofre frente a la pequeña, la mujer abrió el cofre dejando ver un hermoso anillo que tenía grabado el mismo emblema que la cerradura del cofre.
Esta joya parecía ser de oro blanco fabricado hace siglos, pero muy bien cuidado.
La pequeña quedó impregnada de aquel brillo que provenía del anillo, pero luego se preguntaba que era aquel emblema en el anillo.
- Escucha, Alicia; en nuestra familia parece que solo nacen mujeres y nuestros antepasados tenían temor de nuestro futuro. Después de la primera guerra mundial, se hizo este anillo para recordarnos nuestro origen y se le entrega a la primogénita de cada generación … así que no se lo digas a tu hermana, puede que no le guste la idea.
La pequeña niña sonrió y comentó no decir nada.
- Aunque solo haya un año de diferencia entre ustedes, esto te pertenecerá solo a ti por herencia, pero, cuando cada una de ustedes sepan el significado de este anillo, espero que no se peleen por él … No quiero que le pase lo mismo que me sucedió a mí. - comentó la mujer algo triste.
- Entiendo. - dijo la niña tratando de aparentar madurez - … pero … ¿qué significa este anillo?
- Cuando tengas 15 años, te revelaré la verdad de este legado. Hasta entonces, te pido que seas paciente.
La niña comenzó a refunfuñar tiernamente. De pronto, se escuchó la puerta de entrada del primer piso siendo abierta.
- ¡Ya llegamos! - dijo la voz de un hombre junto a una niña que venía con él al entrar a la casa.
La pequeña Alicia se emocionó al escuchar aquellas voces y fue corriendo a recibirlos, pero, antes de salir de la habitación, la madre volvió a recalcarle lo que le había dicho antes.
La niña asintió y se fue del cuarto.
La mujer quien tenía una sonrisa afable, al preparase para recibir a su esposo, volteó a ver aquel cofre el cual tenía intenciones de ocultarlo de nuevo. En ese momento, la sonrisa de la mujer decayó mostrando una mirada fría.
Estando en una habitación lo suficientemente espacio y amoblada como para considerarse de lujo, estaba una joven mujer de cabello castaño quien sostenía un anillo de oro blanco y un emblema inscrito, la letra E era lo que se veía en el emblema adornado de bordados.
La mirada de aquella joven era de tristeza y nostalgia al ver aquel objeto.
«Al final, no pude preguntarle qué era este anillo … ¿Cuál era el significado de esta herencia? … Antes me preguntaba ¿Por qué me lo dio cuando era una niña? ... Aunque la repuesta parece ser obvia ahora.» se preguntaba la joven.
Aquel anillo nunca se lo mostró a nadie, ni siquiera a quien estuvo con el por casi media década. De pronto, se escuchó como pasos acercándose a la habitación; por tanto, la muchacha guardó aquel objeto dentro de su maleta.
La puerta fue tocada suavemente.
- Pase. - dijo la mujer.
La silueta de una mujer en sus veinte se presentó en la habitación; de cabello rubio y una mirada algo astuta, eran las características más notorias de aquella mujer quine había ingresado a la habitación.
- ¿Y bien? ¿Cómo estás?
- … Bien, creo. - contestó la joven de mirada triste.
La joven rubia se acercó a ella y se sentó en la cama que estaba al lado de la pared.
- Vamos, Alicia; no puedes estar así todo el tiempo. Mira el esfuerzo que hice para venir hasta aquí.
La joven quedó en silencio como si tratara de reflexionar.
- Cambiando de tema, ¿Cómo van tus planes? ¿Planeas partir pronto?
- … Sí, en tres días me iré …
Actuando algo tímida, Alicia se sentó en la cama junto a la otra joven mujer.
- Lois, te agradezco por todo lo que has hecho … realmente no quería preocuparte, pero no tuve opción.
- Si, sí, entiendo … sabes, me sorprendí cuando recibí tu llamada desde la comisaria de Madrid … aunque tu historial debería ser confidencial, parece que alguien no quiere verte feliz … ¿tienes alguna idea de quien pueda ser?
- … No … por el momento, no.
Mientras que ambas jóvenes mujeres conversaban, el establecimiento donde se alojaban mostraba en su entrada un panel que decía Grupo Valdelomar.
Algunos camiones de carga pesada iban y venían de aquel lugar; se podía observar a los trabajadores y operarios con sus montacargas desplazándose por el estacionamiento y los almacenes. Aquel lugar era bastante amplio en comparación al local ubicado en Luesia.
- Sabes, esto me recuerda a la primera vez que nos conocimos … la expresión en tu rostro es la misma de aquella vez. - comentó Lois mirando el techo.
Alicia quedándose viendo hacia el suelo, comenzó a rememorar sucesos de un pasado que quería olvidar, pero venían naturalmente a su mente.
«Sí … aquel tiempo …»
Aquel día era un lluvioso y oscuro en la ciudad de Luesia; se podía observar a los transeúntes caminando de un lado a otro, cada uno por su camino. En las afueras de una tienda, estaban reunidos un grupo de jóvenes quienes aparentaban tener cerca de 12 años.
Sus ropas estaban sucias y andrajosas, y sus rostros parecían estar como desviados. Aquel grupo estaba conformado por cuatros chicos y dos niñas. De repente, otro niño más apareció trayendo consigo una bolsa de papel que dio a los otros.
- Y ahora ¿Cómo se supone que lo prendamos? - dijo uno de los niños.
- Yo qué sé. Ya hice mi parte, ahora resuélvanlo ustedes.
Mientras que los transeúntes ignoraban de lo que hacían estos jóvenes, ellos se repartían el contenido de la bolsa traída que en realidad era un tipo de droga. Al parecer esos niños eran huérfanos o, al menos, vagabundos; la fuerte lluvia ciertamente les impedía que pudieran dañarse con aquella sustancia y, por tanto, decidieron irse a un lugar más privado.
Aunque ellos se vieran así o tuvieran esos paquetes de droga, ninguna persona, ni policía que pudiera pasar, decía algo sobre esto. Aquellos niños solo eran vistos como una molestia.
- Wow, qué fuerte lluvia … tal ves tuvimos que salir en auto. - comentó a lo lejos una niña de cabellos rubios quien iba pasando.
- Señorita, ¿quiere que compremos un paragua? Creo que los impermeables no serán suficiente. - dijo un hombre mayor que la acompañaba en tono sarcástico.
- …
- Déjalo, Thomas. Ahora debemos regresar pronto a la casa, no queremos que Lois se enferme. - comentó un hombre de cabellos blancos quien parecía ocultar en su ropas un especie de palo largo como si fuera del tamaño de una espada.
- Está bien, pero parece que no hay transportes que vayan directo al local en estos momentos.
- Yo sé de un atajo; cuando llegué junto con Eric, los dos fuimos a pasear por todo el lugar. - comentó la joven muchacha.
- Dirás que lo obligaste … - comentó con risas en su boca el hombre de negro.
- ¡Oigan, dejen de burlarse de su jefa! - decía tiernamente la niña que quería parecer molesta.
Mientras los dos guardaespaldas trataban de ocultar sus risas, la niña volteó a ver a sus alrededores donde pudo notar a un grupo de niños quienes con sus miradas muertas en exceso por el consumo de drogas iban levantándose para irse de aquel lugar.
Sin embargo, la mirada de Lois se quedó algo interesada por una de las dos niñas quien tenía un rostro muerto, pero parecía en cierta manera un poco más saludable que el resto.
La vista solo duró unos segundos hasta que aquel grupo se retiró del lugar siendo evitados por todos a sus alrededores.
- No debe sorprenderse de esto, señorita. Debe aprender que el mundo no es un lugar agradable. Usted tuvo la fortuna de nacer en una familia de bien, a diferencia de esos niños que tal vez no tuvieron la misma suerte o tal vez la perdieron en el camino. - comentó Hayato comprensivo de lo que sucedía.
- Sí … lo sé. - contestó la niña en un tono monótono.
Había pasado cerca de media hora; aquel grupo de niños estaban en un callejón donde solo había basura y desperdicios, pero, al menos, la lluvia estaba limitada de ingresar.
La llama de un encendedor fue lo que ilumino en aquel lugar y cada niño comenzó a prender los cigarros que habían hecho, aunque fue un poco difícil, pues la lluvia los había mojado.
Todos a excepción de un niño y una niña se apresuraron a ser parte de este acto; el olor era evidente, pero solo aquel grupo estaba allí y, entre risas y palabras, uno de ellos habló.
- Somos unos gilipollas, nada nos ha salido bien. No pudimos vender ni la tercera parte de la merca. Ahora, cuando lo sepan, irán por nosotros. - dijo el muchacho que parecía ser el mayor de todos.
- No es nuestra culpa, los azules han estado guardando terreno y yo no quiero ir a cana.- respondió otro joven.
- Al menos, Verónica pudo traer lana. Creo que ya se sabe vender. - comentó otro - Pero ¿Qué hay de Alicia?
La niña quedó siendo vista por el resto, pues cada uno trataba de echarle la culpa a otro. Ciertamente eran niños.
- Eso ya no importa … debemos de pensar qué le diremos mañana. - dijo el mayor de ellos.
- No puedo pensar cuando estamos así, al menos déjanos divertirnos con Alicia. - sugirió uno de los niños.
Parecían los niños varones ponerse de acuerdo, pero solo uno de ellos trató de impedirlo; era aquel niño que parecía dudar en drogarse junto con Alicia.
Al momento, todos trataron de prenderlo y, aunque nadie hubiera visto el rostro de aquella niña a la que querían hacerle daño, ella estaba igualmente con una expresión muerta, pero algo preocupada por el que la defendió.
Sin embargo, su preocupación no haría nada por salvarlo y, peor aún, fue cuando se escuchó un sonido.
Lo único que todos pudieron ver fue como aquel muchacho que fue tomado por el resto para golpearlo fue asestado por una bala en la cabeza. Fue una muerte instantánea.
El grito de la otra niña, Verónica, fue escuchado. Todos los niños voltearon a ver por la entrada del callejón a un grupo de hombres adultos quienes sus apariencias delataban que eran delincuentes.
- ¡Nos encontraron! - gritó uno de los niños.
- ¡Claro que los encontramos! - exclamó uno de los hombres - Ya le había dicho al jefe que usar niños era una tontería, ahora mírenlos … fumándose nuestra merca. - aquel hombre mecía su cabeza con desaprobación.
- Acabemos con esto, Henry. - dijo uno que, a pesar de su apariencia, parecía tener algo de modales.
No obstante, los niños no eran tontos, pues de inmediato corrieron hacia ellos con alguna basura en mano que pudieran usarlo como escudo.
Después de esto se escucharon algunos disparos más; solo después de esto, se podía ver salir a un par de niños y el sonido de dos disparos más que alcanzó en el brazo a uno de ellos y al otro en su pierna.
Sin embargo, los niños trataron de huir.
Los dos niños corrieron en direcciones opuestas, mientras que, al pasar los segundos, salieron los cuatro hombres de aquel callejón corriendo detrás de ellos.
Inesperadamente las calles parecían deshabitadas, pero la niña que escapó trató de buscar por ayuda, mas no había nadie. De pronto, escuchó las voces de aquellos hombres maldiciéndola mientras que se acercaban hacia ella.
Entrando por un pasadizo angosto, la niña trató de esconderse de ellos; los hombres tras ella pasaron de largo como si no se hubieran percatado que su objetivo se había escondido.
La niña, al escuchar como sus voces maldicientes desaparecían con el sonido de las gotas cayendo, suspiró aliviadamente. Pasaron los minutos y la niña quedó en aquel lugar donde era mojada por la lluvia, parecía como si no tuviera fuerza.
«Mamá … Papá …» pensaba la niña dentro de su corazón mientras que el lloro se mostraba en su rostro.
Lamentablemente, su descanso fue destruido en pedazos. Al costado de ella, escuchó el sonido como si una gran bolsa de basura cayera al suelo, al fijarse que era, vio al otro niño que había podido escapar con una herida en la pierna.
Al voltear su mirada detrás de ella, vio a dos hombres algo exhaustos, pero con sonrisas temibles en sus rostros.
El rostro de Alicia estaba lleno de miedo y desesperación, pero, al cerrar sus ojos, pensó alivianar el dolor de su muerte; sin embargo, no fue así, los dos hombres tomaron a la niña con otras intenciones perversas.
La niña estaba llena de terror, mientras que estos hombres llevaban a cabo su acto.
Fue entonces, que un grito desesperado se escuchó.
- ¡AYUDAAA! ¡AYUDAA POR FAVOR!
Era lo que se escuchaba; sin embargo, nadie vino en su ayuda y aquellos hombres enojados la amordazaron.
Pronto todo daría comienzo y, al momento de tomarla, Alicia vio el rostro distorsionado de aquel hombre que se puso encima de ella. Parecía el rostro de un demonio.
En ese momento, aquel rostro quedó en blanco, una bala había atravesado el rostro de aquel pervertido haciendo que cayera sobre la niña.
El otro hombre miró a su al frente y pudo notar la presencia de un varón de cabellos blancos y una niña rubia. Sin embargo, ninguno de ellos parecía portar una pistola.
Alicia quien echada en el piso mojado vio también la presencia de estos. En ese momento, el otro hombre trató de sacar un arma para acabar con la vida de los dos que estaban delante de él. Sin embargo, el sonido de otro disparo se escuchó de inmediato.
Otro disparo en la cabeza, pero se pudo ver que había sido por detrás. El ultimo hombre cayó al suelo dejando embarrado de sangre el pavimento.
- Realmente quería hacerlo de otra forma … pero por la niña, lo hice rápido e indoloro … qué suerte tuvieron, por así decirlo. - comentó la voz de Thomas quien estaba al otro lado del camino estrecho.
Alicia parecía perder el conocimiento cuando de repente escuchó una voz.
- Descansa, ya no tienes de qué preocuparte.
Al escuchar la voz infantil, la niña trató de ver quien era. Una niña de cabellos rubios era lo único que vio antes de desmayarse.
- Realmente estabas en un gran aprieto en ese entonces; venta ilegal de drogas, falsificación de documentos y demás cosas llenaban tu historial. - comentó Lois después de haber recordado todo lo sucedido aquel día de su encuentro.
La joven mujer se levantó de la cama y se dirigió a la puerta para retirarse; sin embargo, Alicia trató de darle nuevamente las gracias por lo que hizo aquel día. Sin embargo, un asistente tocó la puerta antes de que la mujer pudiera decir algo.
- ¿Qué sucede? - preguntó Lois.
- Discúlpeme, señorita, pero alguien ha venido a buscarla.
- ¿? … ¿Quién me busca?
- Eh … no a usted, sino a la señorita Alicia. - corrigió el trabajador.
Esto dejó en incertidumbre a ambas mujeres.
- ¿Quién es? - preguntó Lois seriamente.
- Es un hombre de cabellos largos de color blanco … alguien que se hace llamar Vicent Veramente.
Alicia no sabía quien era, aunque había escuchado ese nombre en algún lugar.
Por otro lado, Lois quedó consternada al escuchar tal nombre.