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Chapter 27 - Rumores

Wow … qué escena.

Lo primero que pensó, lo primero que dijo. Ciertamente aquella no era una agradable vista, pero era la realidad.

Una mujer de largos cabellos dorados quien llena de suciedad, ropas desastrosas como camisas de fuerza y un olor nauseabundo que había contenido la habitación era lo que se podía percibir.

Lo peor era que aquella mujer no tenía brazos ni piernas y, además, estaba encadenada para que no se moviera.

«¿Qué significa esto? … ¿Por qué hay una mujer aquí?»

Al ver tal condición de aquel a persona, el joven se hacía más preguntas por la situación.

«Sus brazos … sus piernas … ¿fueron mutilados? … ¿Cuánto tiempo ha estado en este lugar?»

Cuanto más lo pensara, al final solo llegaba un pensamiento final.

«¿Por qué ese niño me dio esta dirección? ... ¿Fue por ella?»

La mujer sentada en el suelo con la mirada agachada y tapada por su desordenado cabello parecía estar inconsciente, pues, aunque se viera moverse, más bien parecían espasmos que le daba cada cierto tiempo lo cual hacía que las cadenas se movieran.

Lentamente como si la luz entrase por sus ojos y, al alzar la mirada, aquella mujer despertó por el ruido estruendoso del chirrido de la puerta que fue abierta.

La joven parecía no ver bien, y su rostro pálido y desnutrido se tambaleaba un poco, pero al fijarse en una borrosa figura negra delante de ella, de inmediato abrió los ojos y trató de arrastrarse hacia atrás.

Sí, el miedo hacía que su cuerpo comenzara a temblar mientras que su rostro solo miraba hacia el suelo.

Aren, al verla en tal estado, sintió pena por aquella persona.

Aún no habiendo hecho algún movimiento, el joven se quedó parado viéndola por pocos minutos.

La mujer como si se hubiera cansado de su desesperación y, aunque tuviera la vista borrosa, habló.

S-Solo … mátenme …

El joven hombre no se sorprendió de aquella petición.

- Y-Ya han … h-hecho lo que q-querían … conmigo …

La joven seguía hablando, pero Aren no decía ni se movía.

La mujer dejó de hablar y se quedó temblando. Justamente, en ese momento, Aren comenzó a caminar hacia ella.

La desastrosa joven sintió un gran temor y trató de arrastrarse hacia atrás, pero la habitación era cerrada, solo había una ventana en el techo que permitía la entrada de la luz durante el día.

- N-No te acerques … ¿q-qué más vas a hacerme? …

Ignorando sus palabras, Aren no se detuvo hasta estar a un paso de ella.

- N-No … p-por favor … ya no más …

Los gemidos y lloros de aquella mujer no detuvieron al joven delante de ella.

Como si no le importase el hedor y la suciedad que cubría a la mujer, Aren puso su mano sobre la cabeza de aquella mujer con gran amabilidad, luego, comenzó a acariciarla acompañada de una oración.

- No tengas miedo … no te haré daño …

Estas palabras realmente no calmaron a aquella mujer, sino que fueron las siguientes.

- A la verdad, ni siquiera te conozco.

La mujer sintió algo de calma, pero a la vez desconfianza. No obstante, la calidez de la mano que la acariciaba hizo que repentinamente se durmiera cayendo al suelo.

Era como si hubiera pasado mucho desde que había sentido la amabilidad.

Esto … me recuerda cuando conocí a Alicia … qué tiempos, ¿eh?

El joven se fijó en las cadenas que la ataban a la mujer. Eran de un grosor considerable, pero estaban algo oxidadas. Lamentablemente no era posible romperlas.

Aren siguió observando a aquellas cadenas con frialdad hasta que, al tomarlas con sus manos como si fuesen de hilo, rompió las cadenas con una extraña fuerza que no pertenecía a un hombre normal.

No, a la verdad, ni siquiera un deportista o atleta en temas de fuerza y agarre podría lograr algo así.

Cargando con sumo cuidado y delicadeza a la mujer, Aren se la llevó consigo, pero observó un gran problema: la puerta era pequeña como para salir ambos.

Primero lo de Luesia, luego lo del tren, después lo de esa criatura y ahora esto … no me la dejan fácil, ¿verdad?

Con algo de esfuerzo, le tomó alrededor de unos cinco minutos el que ambos pudieran salir de aquel pequeño cuarto.

Al estar saliendo del ropero que ocultaba la puerta, el joven la cargó nuevamente para esta vez llevársela con cuidado; sin embargo, al irse en dirección a las escaleras, Aren vio a una mujer mayor de ropas finas en contraste a su rostro lleno de sorpresa y enojo al verlo junto con aquella mujer.

- …

- …

- T-Tú … ¡¿Quién eres?!

- …

- ¡¿Cómo descubriste este lugar?! ¡¿Quién te envió?!

Aunque la mujer tratara de averiguar lo que sucedía, lo único que recibió fue miedo.

El joven ignorando sus preguntas caminó por su lado con naturalidad, pero el ambiente indicaba que cualquier otra palabra o acción imprudente terminaría en la muerte de aquella señora.

Tranquilamente el varón de cabellos largos siguió caminando y luego bajó por las escaleras hasta que desapareció de la vista de aquel piso.

Repentinamente la señora cayó al suelo transpirando y exhalando fuertemente.

Bajando hasta el primer piso, el segundo obstáculo era que la puerta estaba cerrada cuando había llegado el joven; sin embargo, la puerta estaba abierta. Ciertamente, la señora de antes la dejó abierta al entrar.

Pero lo que no había considerado era que, saliendo de aquella casa y caminando por el jardín interior, las rejas de la entrada estaban cerradas.

- Ahora … ¿qué? 

Aren estaba en un problema ahora, pues, con las manos ocupadas, no podía escalar y salir del lugar.

Pasado unos segundos, una brisa sopló los cabellos de ambas personas.

- Supongo que … deberé de forzarme otra vez …

Repentinamente, la vieja mujer salió de aquella casa en búsqueda del hombre que había encontrado, pero no encontró a nadie.

La puerta no estaba abierta, entonces, ella se preguntaba ¿Dónde estaba?

Al final, no encontró nada; el joven había desaparecido junto con la mujer de cabello rubio.

Saliendo del apartamento siendo cerca de las cinco de la tarde, Renato se dispuso ir a caminar o eso era lo que decía a quien le preguntaba dónde iba.

Sin embargo, Glen se dispuso a seguirlo en secreto.

Realmente ni tan secreto, ya que Renato se había dado cuenta de su presencia desde el inicio.

Caminando por las veredas de las amplias calles, los autos iban y venían, además de verse a los transeúntes caminando al igual que él.

En un momento, cuando el joven llegó hasta un restaurante de comida rápida donde vendían especialmente hamburguesas, un hombre levantó su mano saludando desde una de las mesas del establecimiento.

¡Por aquí, Ren!

Renato vio a dos hombres sentados y se acercó a ellos.

Deja de llamarme así.

- Vamos, si somos como hermanos. - comentó aquel hombre de largos cabellos blancos con un tono infantil.

Sí, sí …

- Dejemos los saludos para otro momento, entonces … ¿Podrías contarnos más sobre lo que encontraste en el cañón, Renato? - comentó un hombre de cabello negro quien vestía una camisa y pantalón negro de vestir.

- … Como se los dije, era un monstro … sostenía la cabeza de Vil como si fuese alguna basura que recogió del piso.

- ¿De verdad? ¿Puedes explicarnos como era su apariencia otra vez? - comentó Gajel.

Renato suspiró.

Tenía la forma de un hombre, pero sus brazos eran muy largos, por así decirlo, además en uno de sus hombros parecía tener verrugas o llagas podridas que llegaban hasta su cabeza. Lo último que vi era que tenía una cola y sus patas eran como de un leopardo …

- …

- Realmente pareciese un monstro de fantasía, ¿verdad? Pero si lo que dices es cierto, supongo que el equipo que enviarán para llevarse los cadáveres se encontrará con esa cosa.

… Cierto, ¿Qué hay del trabajo? - preguntó Renato seriamente.

Sobre eso … ya le hemos hablado con nuestros contratistas … y hemos enviado a Licard con otros más para que se lleven lo mínimo requerido.

- Ya veo, pero ¿tendrán tiempo? Además ¿ya le han avisado sobre esa criatura?

- No te preocupes, todo está fríamente calculado. - comentó Gajel con el mismo tono infantil.

- …

Por otro lado … parece que has hecho buenos amigos, ¿no es así, Renato? - comentó el hombre de cabello negro sarcásticamente.

 Renato se quedó callado dirigiendo su mirada en un joven que estaba cerca del counter comprando un par de hamburguesas.

Sí, con doble queso, por favor.

Era Glen quien estaba comprando.

En la habitación de un hotel, una joven de ropas vistas como trapos sucios estaba echada en una cama; aquella mujer de cabellos rubios maltratados parecía estar dentro de una bolsa, pues no se mostraban ni sus brazos ni piernas.

Por otro lado, un joven estaba trayendo consigo una toalla y comida. Un par de panes y una botella de agua junto a una toalla húmeda era lo que sostenía.

La mujer parecía estar inconsciente y el joven aprovechó en limpiarla un poco, pues el hedor que desprendía era muy fuerte.

El hotel no era muy higiénico tampoco, pero justo por esa razón el joven no tuvo problemas en ingresar.

- Esto … es peor que cuando traté a Alicia … ¿Qué la llevó a estar en esta condición? - murmuró el varón mientras le limpiaba el rostro.

Con cuidado trataba de quitar aquellas sucias telas que vestía y lo que encontró era desastroso: brazos y piernas cortadas como si de un animal se tratare, marcas de golpes y heridas sin tratarse, además de feos moretones y llagas en varias partes de su cuerpo.

Realmente habían abusado sin piedad de ella, pero lo que sorprendía al joven era que la mente de la mujer no había perdido la razón, pues aún era coherente; esto significaba una gran fortaleza mental que tenía la joven.

Al tener a la mujer desnuda frente a él notó algo extraño, parecía que aquella mujer no sufrió de violación sexual, tal vez era que al estar en tal estado, los que hicieron esto no sentían ninguna atracción sexual.

Todo esto era algo confuso, más aún con el fuerte hedor que desprendía la mujer; era como si se estuviera pudriendo.

Tomando la toalla humedecida, el joven comenzó a limpiarla tratando de no infectar las heridas, luego, con las sábanas trató de cubrirla para que ya no usara la ensuciada ropa que traía antes.

Poco a poco, la mujer fue despertando.

La primera vista que observó fue como una sombra se movía por varios lugares y, aunque su visión seguía igual de borrosa, pudo entender que era aquel hombre de antes quien ahora seguía con ella.

- ¿D-Donde … estoy? - preguntó la mujer en voz baja.

¿Ya despertaste? … Estamos en otro lugar, uno donde los que te secuestraron, no podrán encontrar. - comentó el joven.

Esto lleno de alivio a la mujer que comenzó a llorar.

- ¿T-Tú … quién … e-eres? - tartamudeaba la joven.

- Soy … Aren …

- … Ya veo … e-es la primera vez que … escucho un n-nombre así …

- No te fuerces en hablar …

- N-No importa eso … p-pronto moriré … pero antes q-quisiera saber … ¿cómo me hallaste?

Mientras que Aren iba levantándola para que pudiera comer y tomar algo de agua, respondió.

- Alguien me dio esta dirección … fue como su última petición.

La mujer mostró una expresión de confusión.

- ¿Última … petición?

- Sí, ya que falleció. - respondió Aren con indiferencia.

- ¿Q-Quién … fue?

- Un niño … su nombre era Marcelo.

Esto hizo que la mujer quedara en silencio, sus parpados se abrieron un poco y se quedó mirando hacia el techo. Después de varios segundos, la mujer comenzó a reírse levemente.

A-Así que murió … y … te envió en … su lugar …

- …

¿Cree que … por hacer esto … lo voy a … p-perdonar?

Las lagrimas en su rostro volvieron a aparecer.

- Parece que lo conocías.

La mujer sonrió de frustración.

- ¿Conocerlo? … F-Fue como … un hermano menor …

Aren quien la estaba alimentando, fijó su mirada en los ojos de la mujer.

Pero … él … m-me vendió …

Parecía como si el enojo de aquella mujer iba aumentando, pero no era nada beneficioso, en su estado, el enojarse. Por tanto, el joven hizo una pregunta.

- … ¿Quieres vivir?

- ¿?

La mujer no entendió la pregunta de inmediato.

- Le hice la misma pregunta a Marcelo, pero el se negó. Así que dime tú … ¿Qué escoges?

Muchos pensamientos venían a la mente de la moribunda mujer: odio, tristeza, rencor, decepción, pero respondió con otra pregunta.

- ¿V-Vivir? … ¿Cómo se s-supone que viva ahora?

- … Eso no importa, pero dime … ¿tienes ganas de seguir viviendo?

Las lágrimas de la mujer seguían brotando más y más; y, aunque tuviera muchas cosas qué preguntar y muchas otras más por decir, solo contestó una palabra.

- Sí.

Entonces Aren se puso de pie y, habiéndole dado de comer y beber lo suficiente, la acurrucó en la cama tapándola.

Los efectos de la comida y su condición hicieron que sintiera sueño nuevamente y, antes de quedar dormida, escuchó decir.

- Descansa, mañana tendrás otra oportunidad.

Estando sentado Glen, Renato y los dos hombres conocidos de este último, comenzó una no tan amena charla.

Es un gusto conocerte, Glen. Dinos, ¿en qué podemos ayudarte? - dijo Gajel.

Glen estaba incómodo.

- S-Solo estaba pasando … por aquí …

Gajel y su compañero sonrieron algo burlescos, mientras que Renato suspiró.

Oye, al menos ocúltate bien si vas a acosar a alguien. - dijo Renato algo frustrado.

Glen se avergonzó.

Vamos, no lo trates así. Además, acaso no fue él uno de los que te 'ayudaron'. - comentó Gajel.

- …

Glen se quedó algo pensativo y confuso, pues no sabía de que habían hablado antes.

- Tú eres uno de los que encontró a aquella criatura en el cañón, ¿no es así?

Glen se quedó algo pasmado.

-No te preocupes, Ren ya nos lo contó, pero, si no te importa, quisiéramos escuchar tu versión. - comentó Gajel con una sonrisa algo intimidante al igual que sus ojos.