- ¿Q-Quién era él … ?
- ¡Lady Lisbeth! ¡¿Qué está sucediendo?! - preguntó aquel joven mayordomo llamado Bruno al ver que su ama estaba en el suelo llena de pasto.
Dos sirvientas que aparecieron en el lugar fueron de inmediato a recoger a Lisbeth tratando de limpiarla de los restos del pasto en su ropa y cabello.
- ¿Qué sucedió? - preguntó Bruno nuevamente, pero mucho más sereno esta vez.
- No … nada. Solo estaba jugando con Maxi.
El joven al observarla por un momento puso luego su mirada al perro de al lado. De repente, se agachó, puso su mano sobre la cabeza de aquella mascota y lo comenzó a acariciar.
̶ Oye, chico … no debes jugar bruscamente con Lisbeth. - por primera vez se refirió a su ama con solo su nombre aquel mayordomo.
Estando ya todos listos, cada uno ingresó al interior de la residencia.
En aquel apartamento donde los cuatro, no, ahora cinco jóvenes se hospedaban, Daniel había regresado y vio dentro de la sala como aún seguían sentados Glen y Renato frente a frente.
- Con que así son las cosas, ¿eh? - comentó Glen con una sonrisa desafiante en su rostro.
- Siempre lo fueron. - comentó Renato con la misma sonrisa.
Daniel no entendía en que se había tornado la situación; en realidad, nunca lo entendió.
- Ya bésense, ¿quieren? - comentó Daniel con desinterés al caminar por la sala.
Mientras que ambos seguían diciendo oraciones que Daniel ya ni siquiera trataba de entender, él se preguntaba dónde estaba Aren y Liam ya que mañana tendrían que irse de viaje según el cronograma de la agencia de viajes.
- Supongo que nuestra relación cambiará a partir de ahora, ¿no crees? - comentó Glen ignorando la pregunta de Daniel.
- Es una pena y yo que pensaba que ya éramos muy buenos amigos. - respondió Renato igualmente ignorando a Daniel.
- Váyanse al oscurito. - murmuró Daniel dejándolos solos mientras que fue a ver a la habitación de Aren.
Al llegar, notó que la puerta estaba abierta y dentro no había nadie y, por tanto, fue a ver a Liam.
- Liam, ¿estás? ¿Sabes a dónde se fue Aren?
Dentro de la habitación se encontraba el muchacho echado en su cama mientras leía un libro. Sí, era algo no muy común de ver en estos días.
- No … solo dijo que saldría.
- Entiendo … cambiando de tema, pasé por el hospital de ayer y parece que … el cuerpo del niño fue cremado.
̶ ¿Cremado? ¿Quién pago por eso? - preguntó Liam algo interesado.
- Sí, al pasar por la morgue, algunos enfermeros y técnicos mencionaron sobre la cremación hecha en la madrugada del cadáver de un niño … luego mencionaron el nombre de Marcelo.
̶ … Ya veo … espero que el niño esté descansando ahora … donde sea que esté. - respondió Liam como si ya no tratara de darle vueltas al asunto y volvió a leer su libro.
- Sí … que en paz descanse. - dijo Glen repentinamente quien estaba detrás de Daniel.
- Que su alma haya encontrado la paz. - agregó Renato quien estaba al lado de Glen.
Daniel se sorprendió por la presencia de estos dos, pero luego volvió a la calma y se retiró a su habitación.
Después de esto, aquel grupo solo quedó esperando a que viniera el próximo día para irse.
Habiendo pasado una hora más desde su recorrido y al haber preguntado a algunas personas, Aren había llegado a una calle algo amplia donde las casas estaban algo deterioradas, pero su diseño era igualmente elegante.
Realmente, eran alguno de ellos como el diseño de hogares de la época monárquica y mientras iba revisando las direcciones pegadas en los muros de las edificaciones, pudo notar una que sobresalía sobre las demás.
Era debido a que era bastante grande en su superficie y estaba cercada por muros de piedras con orificios que permitían ver que dentro había como un jardín interior que estaba deteriorado y descuidado, una fuente de agua que estaba destruida y una edificación al fondo del lugar.
Al ver la dirección que se mostraba en la placa pegada en el muro cerca de la entrada principal pudo notar las siguientes palabras:
Calle Rosvelt, lote 51, Mz. C, Cipreses
«¡Al fin!» pensó Aren.
Al ver la hoja con la dirección escrita, supo que estaba en la calle indicada, pero no en el lote correcto.
- Lote 51 … ¿Dónde está el lote 53? - dijo Aren a sí mismo.
Caminando por las casas adyacentes comenzó a fijarse en las direcciones; sin embargo, antes de este lugar, estaba el lote 52 y el de después le seguía el 56.
A primera vista, Aren pensó que en esta zona debería estar desde el lote 53 al 55, pero se cuestionaba por qué el lote 51 estaba en medio del 52 y 56 y no estaban los demás.
El orden era confuso y las demás casas pudo notar algo extraño, alguna de ellas no tenía dirección y los lotes 53, 54 y 55 eran unos de los que no aparecían.
Aquella calle no había ni una sola alma y no había a nadie a quien preguntar, además la entrada de aquel espacioso terreno tenía una reja como puerta que estaba encadenada. Todo se tornaba más extraño ¿Cómo una calle como ésta estaba en una zona residencial altamente cuidada? ¿Por qué los lotes estaban desordenados?
- Bien … creo que me rindo. - dijo Aren al ver las dificultades agregando el cansancio del viaje.
El joven se dio media vuelta para volver de donde vino; sin embargo, un pensamiento lo retuvo.
Al recordar los últimos momentos de aquel niño, hacía como un eco que no dejaba que Aren se rindiera de su objetivo.
El joven suspiró.
- ¿Qué hago ahora?
Al volver a ver la dirección de aquel espacioso lugar y luego viendo el interior a través de las rejas notó algo extraño. Pudo percibir como al fondo del lugar como la silueta de una persona quien pasó rápidamente.
Sea cierto o no, esto esperanzó un poco al joven. Pudiera ser que si realmente fuera una persona quien viviera en este lugar, podría ayudarlo en saber dónde estaba aquella dirección.
El problema ahora era cómo se podría comunicar o mejor dicho entrar al interior de aquel lugar.
Un inesperado instinto se apoderó del joven. Como si fuese una especie de ladrón, el joven comenzó a subir por la puerta hasta llegar a la cima y luego saltar dentro del terreno.
No le fue difícil y más aún que no había gente en los alrededores motivó a hacer su cometido.
- El haber estado por horas buscando este lugar … una puerta no me va a detener. - murmuró Aren.
Aren al estar dentro comenzó a caminar pasando por el jardín hasta llegar cerca de la antigua fuente de agua y mientras observaba el lugar detrás de él en el muro de piedra al lado de la puerta de rejas estaba escrito un número y una letra.
53-C
Al seguir caminando como si fuese un turista, Aren trató de ir hacia aquel lugar donde había visto la silueta de antes.
Los diseños ciertamente eran de la época antigua, donde la monarquía española estaba en su apogeo, pero ahora solo era una reliquia del pasado toda construcción.
Al llegar al fondo, se mostraba una gran casa de unos tres pisos de alto y, a su costado, una especie de cabaña.
El joven comenzó a ver por todos lados, pero no pudo encontrar aquella silueta. Esto hizo que se preguntare si realmente había alguien aquí o se había equivocado.
Por tanto, trató de regresar a la entrada algo confundido y desmotivado, pero ese sentir se esfumó al ver aquel grabado en el muro cerca de la puerta.
- ¿53-C?
Sí, al ver ese número su mente hizo recordar la dirección que buscaba. El número encajaba.
El joven volteó de inmediato nuevamente con la mirada puesta en aquella deteriorada, pero gran casa. Al acercase a la edificación, comenzó a tocar la puerta.
- … ¿hay alguien ahí? - al decir esto, realmente no sabía si alguien saldría realmente, pues su mente había llegado a una conclusión.
«Y ahora ¿Qué se supone que haga?»
Sí, los pensamientos que tuvo que haber tenido desde un principio comenzaban a aparecer.
«Qué o quién busco? ¿Será que aquí vivía el niño? … Por otro lado, ¿Qué pensarán de alguien que se metió ilegalmente? … »
Pasó alrededor de diez minutos y nadie habría; no se escuchaba ningún sonido dentro de aquella casa, solo el sonido de los pajaritos que iban y venían.
«¿Qué procede entonces?»
Al estar la puerta cerrada, Aren optó por ver a través de las ventanas de la casa; sin embargo, estaban muy altas; por lo tanto, se las ingenió tomando unos escombros haciéndolos como un pequeño desmonte que le permitiera alcanzar y subirse a la ventana que estaba abierta.
Pero antes de poder ver algo, al estar en el marco de la ventana que tenía vidrios rotos, se resbaló haciendo que cayera dentro.
La caída pareció seria, pero inesperadamente Aren se levantó como si nada hubiera pasado.
«Quería ser lo más discreto posible … pero ya no importa, ya estoy dentro.»
El panorama que observó fue un lugar desordenado, con cortinas rotas y empolvadas, algunos pocos muebles de madera apolillada e inesperadamente un televisor antiguo.
- Disculpen … vengo por un pedido de Marcelo … ¿hay alguien aquí? - dijo Aren en un tono monótono como si supiera que a estas alturas sería tonto preguntar eso.
Al ir viendo cuidadosamente el lugar, su confuso objetivo principal fue cambiado por una repentina curiosidad que terminó en convertirse en una extraña fascinación explorando el lugar.
- Wow … me siento como Dora.
Al revisar la primera planta, solo encontró escombros, herramientas y dispositivos disfuncionales. Pero la emoción de ver qué había en las dos plantas superiores hizo que su curiosidad no disminuyera.
Desafortunadamente, la segunda planta hizo que se desmotivara un poco.
Solo había habitaciones con algunos sillones destrozados, una cocina sin utensilios y demás basura que encontró, además de que estar una especie de tablero para portar llaves en la cocina encima de un mueble, pero obviamente no había ninguna.
Aquel tablero mencionaba números del 1 al 16 ordenadamente, pero, como se veía, no había utilidad alguna de aquel pedazo de madera.
- Creo que de aquí viene el término de ama de llaves.
En ese momento, Aren dudó en seguir explorando y, viendo a través de una ventana de aquel piso, el cielo estaba atardeciendo un poco lo cual hizo que se desmotivara aún más.
- … Esto se vuelve aburrido … supongo que iré a ver lo último … no tengo nada que perder igualmente.
Con esta idea, Aren se animó a revisar el último piso; sin embargo, igualmente no encontró nada interesante. Fue entonces que recordó que tenía un objetivo por el que vino.
- Bueno … hice lo que pude … no hay nada interesante aquí … ni siquiera le pregunté al niño qué quería al decirme esta dirección … … me voy.
Aren regresó por donde vino o eso era lo que estaba haciendo.
Un ligero ruido proveniente de aquel piso pudo ser escuchado, pero no era un sonido identificable. Pudo haber sido el ruido de una pisada, de un animal pequeño o tal vez de algo cayéndose; no era factible saber su origen.
Esto hizo que el joven se detuviera y se quedara quieto tratando de ver si se producía nuevamente aquel sonido.
Pasaron segundos y no se escuchó nada, Aren pensó que solo fue su imaginación al igual que la supuesta silueta que vio desde antes de entrar. Por tanto, se dirigió hacia las escaleras rumbo al segundo piso; sin embargo, al dar el primer paso, se escuchó nuevamente un ligero ruido, pero esta vez era algo conocido.
Parecía como el sonido de metal chocando y arrastrándose por el piso.
Esta vez no era una alucinación, pensó Aren.
Al comenzar a revisar nuevamente el tercer piso, Aren observó un único mueble que era un ropero grande con prendas destrozadas tiradas y, dentro. un espejo rectangular grande con bordes de bronce puesto al lado de la pared de una habitación.
El varón tomó interés en este lugar, pues el resto de habitaciones no tenían objetos de metal pesado a diferencia del ropero. Pero aun así este espejo se mantenía en su posición, por tanto, no habría sido la causa de aquel sonido.
Aren no encontraba razón a lo que sucedía, pero nuevamente el sonido se volvió a escuchar.
- Así que no proviene de aquí, pero … ¿de dónde?
Aren fue a la habitación contigua y, mientras esperaba, buscaba la causa del sonido.
A los pocos minutos, nuevamente se escuchó, pero con menor intensidad que en la habitación anterior. Aren se dio cuenta que su instinto no lo engañaba y, al volver a la habitación anterior, Aren comenzó por ver las paredes sin encontrar nada de interés.
Sin embargo, al ver el armario, pudo notar algo extraño en el contorno de aquel espejo, parecía mal colocado e inclinado al verlo detenidamente. Aren, al mover las prendas y retirar aquel espejo, observó que el espacio dejado por el espejo era un hueco donde no había parte del armario, sino que una especie de puerta lo suficientemente grande para que entrara un niño.
Aquella puerta era del mismo color que la pared de la habitación lo cual haría que uno se confundiera al no verlo detenidamente. De repente, aquel sonido se volvió a escuchar y las deducciones eran obvias: provenía de lo que estuviera detrás de esa puerta.
Al tratar de abrir la puerta observó que tenía una pequeña manija con el orificio respectivo de una llave; sin embargo, la puerta estaba cerrada.
El joven trató de forzarla, pero no había resultado. Afortunadamente, sus ánimos regresaron y comenzó a pensar en como ingresar, pero pasaba el tiempo y no había ningún plan.
Fue en ese momento que recordó que, en la cocina del segundo piso, había un tablero con llaves y, aunque no vio ninguna antes, se propuso a revisar el lugar.
Ciertamente frente a él solo estaba el tablero, pero no había nada más, por tanto, comenzó a buscar en el piso y rincones del lugar en búsqueda de llaves.
Pasaron un cuarto de hora, pero no halló nada. Finalmente intentó revisar el mueble debajo del tablero con la esperanza de encontrar algo; no obstante, fue igual que antes.
Frente al tablero, su molestia se hacía evidente y, apoyado sus manos sobre el mueble, chocó su cabeza con el tablero como símbolo de su cansancio, mas la respuesta vino a él: se escuchó el sonido de pequeños metales al chocar con el tablero.
Aren se levantó y volteó el tablero vacío viendo un llavero con trece llaves colgadas.
De inmediato subió al tercer piso en donde estaba aquella puerta y comenzó a probar las llaves, pero parecía que ninguna era la indicada. Su frustración comenzaba a aumentar.
- ¿Por qué no sirve ninguna?
En realidad, era difícil saber que llave había utilizado pues todas eran del mismo diseño y parecían que su cifrado eran exactamente igual entre ellos. Pero al tocar la superficie del agarre notó un relieve extraño; al verlo detenidamente, pudo observar un numero grabado en cada llave del 1 al 16, faltando los números 5, 9 y 13.
En ese momento, Aren recordó aquellas palabras del niño quien le había dado la dirección.
- Las manijas … sus números concuerda con … las llaves.
El joven comenzó a revisar la manija de la puerta y vio que debajo de ella había un número grabado que era el 15.
Al revisar sus llaves, pudo percibir que tenía aquella llave. Y, con gran emoción, la colocó en la manija y, al darle vueltas, notó que había desbloqueado la puerta.
Lentamente, como si fuera a abrir un cofre de tesoro, Aren abrió la puerta; sin embargo, lo que encontró no fue un tesoro, sino un hecho lamentable.
A un poco lejos se notaba la presencia de una mujer encadenada, sin brazos ni piernas y con ropas que parecían manteles sucios. Aquella mujer trató de moverse haciendo que se escuchara el arrastre de las cadenas en el suelo.
Sí, Aren había encontrado, en condiciones decadentes, a una persona apresada.