Mirándose ambos jóvenes frente a frente sin decir alguna palabra solo sonriendo y, por otro lado, otro varón estaba viendo hacia la ventana pareciendo que evitara la atención de aquel muchacho que leía las noticias de la mañana en su smartphone pero que de reojo ponía su mirada sobre él, hacia que todo el ambiente se pusiera tenso.
Aquel único quien parecía cuerdo estaba realmente confundido por tal escena, al poco rato, salió de la mansión sin decir alguna palabra, no era como si alguien le prestara atención tampoco.
«No sé lo que esté pasando … pero creo que mejor me largo de aquí.» pensó Daniel mientras se retiraba del apartamento.
Como si le siguiera los pasos, Aren se levantó y se dirigió a la salida. Sin embargo, una avisó hizo que su expresión generalmente serena decayera.
- No te olvides lo que hablamos … queda un día. - comentó Liam mientras revisaba las noticias.
- S-Sí …
Era la primera vez que se escuchó a Aren tener 'miedo'; no, puede que en realidad sea molestia.
Mientras salía del apartamento, Liam se dispuso a irse a su habitación dejando así a aquel par que no dejaba de mirarse con expresiones desafiantes.
Como si estuvieran esperando desde temprano a que nadie estuviera en la sala, ambos comenzaron su charla.
- Entonces … ¿Eres uno de ellos? - preguntó Glen.
- ¿Acaso no lo eres tú también? - respondió Renato.
- Algo me decía sobre ti … cuando nos atacaste en el cañón, sería realmente tonto que uno solo pudiera contra cuatro. Pero, ahora con lo que pasó ayer, veo por que hiciste algo tan temerario.
- Bueno … también me lleve una sorpresa ayer. Quién diría que tenías un as bajo la manga, ¿eh? - comentó Renato.
Los dos jóvenes comenzaron a reír levemente.
Los sonidos del bullicio dentro de una gran residencia en una zona privilegiada de la ciudad indicaban el transcurso de una celebración.
Dentro de aquella mansión, varios invitados vestidos elegantemente daban sus felicitaciones a una joven mujer quien recientemente se había mostrado.
- ¡Feliz 25vo cumpleaños, Srta. Sofía!
- ¡Qué siempre goce de buena salud!
- Esperamos que le gusten nuestros obsequios.
Iban y venían algunas personas congraciándola a la celebrada. Y esta con gran cortesía y amabilidad trataba de responder a cada uno de ellos. Aquella mujer era acompañada por algunos hombres de traje que la seguían para protegerla.
Mientras tanto, se presentaron ante ella, una pareja ya de edad con rostros afables.
- Esperamos no ser una molestia, querida Sofía. - dijo aquel hombre corpulento.
- De ninguna manera; me honra su visita, duque de Híjar. - respondió la mujer.
- Por favor, somos casi familia, solo llámanos como si fuéramos tus padres.
La joven mujer pelirroja sonrió en señal de cortesía.
Mientras estos conversaban, en un rincón de la mansión, se encontraba un joven de unos 23 años vestido elegantemente con ropas blancas y a su lado se encontraba un niño de unos 12 años quien lo seguía por todos lados.
- Ian, ¿Por qué no vas a saludar a Sofía? - preguntó inocentemente aquel niño.
- Mateo, llámala como debe ser … además, nuestros padres ya están ocupados con ella. A menos que no nos llamen, los dejaremos solos. - contestó el joven de apariencia suave y algo tímida.
Pero, así como había declarado, aquella mujer de edad quien estaba al lado del corpulento duque miró a los dos jóvenes y los llamó.
- Creo que … debo ser más cuidadoso de lo que hablo. - comentó en voz baja aquel tímido joven.
Los dos jóvenes se abrieron paso entre los demás invitados, aunque no molestaron las conversaciones de los demás. Era como si desearan pasar desapercibidos.
Al llegar donde estaban reunidos, el joven mayor se presentó primero.
- E-Es un gusto verla nuevamente, duquesa de Zaragoza, Sofía Bartolomé de Zaragoza.
- Que tenga un agradable cumpleaños, duquesa Sofía. - agregó el niño.
La vieja pareja al igual que la muchacha pelirroja sonrieron al verlos.
- Que tanto hacían allá hablando; deberían haber sido los primero en saludar. - comentó la esposa del duque con un tono algo frustrado pero no en demasía.
Los dos hermanos se atemorizaron un poco.
- Ya, ya, querida … la cuestión es que ahora estamos todos reunidos. Además, pronto seremos una familia por ley. - dijo el duque tratando de amenizar el ambiente.
- Es verdad, justamente de eso quería hablar. Sobre la planificación y el cronograma de la boda, creo que sería conveniente … - comenzó a hablar entusiasmadamente la esposa del duque como si fuese su propio trabajo.
Durante la celebración, el rostro de la duquesa de Zaragoza era visto a través de un puntero. Sí, estaba siendo apuntada por un francotirador que observaba todo a través de una ventana de aquella mansión.
- Sí, el objetivo está en la mira. - habló aquella persona ocultada en una habitación de un edificio que tenía sus ventanas como si estuvieran polarizadas.
- No hagas nada aún … solo vigílala. - se escuchó desde un transmisor pegado al oído de aquel hombre que estaba con el arma en el suelo.
Como si ese fuera todo el mensaje, la comunicación se cortó.
Un hombre quien tenía puesto su mano sobre su oreja derecha informó de esto a los presentes que estaban en una pequeña sala decorada; el lugar era amueblado y un gran televisor pegado a la pared estaba encendido dando las noticias sobre el accidente de aquel tren que había partido a Madrid.
- Entonces … ¿lo lograron? - se escuchó hablar a uno de los presentes quien era una mujer de unos 30 años.
Aquella sala estaban reunidos tres hombres de alto estatus, dos mujeres de elegantes vestidos, aquel hombre quien portaba el intercomunicador parecía ser un mayordomo y dos hombres más.
- Por supuesto … Marcus está muerto y nosotros tenemos lo que queríamos … eso es lo que me gustaría decir, pero … ¿Por qué llegó a los tres días un grupo de rescate desde Rivas? - preguntó Gajel quien estaba acompañado de un joven hombre de cabello negro vestido con camisa blanca y pantalón negro.
- Tampoco lo sabemos, pero les daremos tiempo para que tomen los que necesiten. - habló uno de los hombres bien vestidos.
- Sí, sí … nosotros les avisaremos en el transcurso del día. - habló otro de los hombres quien tenía un aspecto algo prepotente.
- Entendido, siendo así nos retiramos … esperamos su pronto aviso. - comentó Gajel mientras se retiraba junto con su compañero escoltados por el mayordomo.
Dejando aquella sala, las personas reunidas comenzaron a hablar entre ellos.
- ¿Podemos confiar en ellos? - preguntó la otra mujer.
- No, claro que no, pero los utilizaremos hasta que quieran rebelarse. - dijo el primer hombre quien había hablado.
- Sí, por el momento nos dan buenos resultados … pero no me fio en nada con ese tipo llamado Gajel … puedo verlo en sus ojos, es un monstro. - comentó la primera mujer.
Todos parecían estar de acuerdo con aquel comentario.
Al salir de la morada, Gajel mantuvo aún su sonrisa y expresión amable; sin embargo, su compañero sabía que por dentro era lo contrario.
- ¿Qué haremos ahora? ¿Solo esperaremos?
Gajel siguió sonriendo.
- Solo disfrutemos nuestra estancia por este día, cuando lleguemos a Madrid pensaremos qué acción tomar. - esto no lo decía como una sugerencia, sino como una especie de amenaza.
- ¡Ah, sí! Avísale a Rord que se nos guarde un lugar cuando lleguemos. - terminó de hablar Gajel.
Mientras aún se llevaba la celebración en horas tempranas, la joven Sofía parecía estar algo incómoda y tosigada de las ideas de quien sería su futura suegra acerca de los planes de la boda.
Su esposo, el duque de Híjar se percató de esto.
- Bueno, creo que deberíamos dejar los ajetreos para otro momento, hoy es un día de celebración … siendo así hay que dejar a los prometidos que tomen su tiempo, ¿verdad, Irene? - propuso el duque a su esposa y esta, sabiendo a lo que su esposo se refería, aceptó.
Tomando con al niño con ellos, la pareja se retiró del lugar dando espacio a los jóvenes prometidos.
Aunque la expresión de la mujer pelirroja no se había visto alterada en lo absoluto, ella pudo notar como la timidez y vergüenza se apoderaba de su futuro esposo.
Esto hizo que sonriera, pero antes de poder decir algo, fueron interrumpidos.
- Disculpen que arruine el momento, pero podría tomarla prestada por un momento. - se escuchó la voz de un joven mujer.
La pareja, al voltear a ver quién era, pudieron notar la presencia de una mujer de largos cabellos casi purpuras; un simple, pero elegante vestimenta quien era acompañada por un joven de expresión seria, pero serena.
No solo aquella pareja de prometidos se sorprendió al verlos, sino los demás invitados parecían conmocionados al ver a aquella mujer quien había ingresado a la fiesta recientemente.
- Espero no haber llegado muy tarde, pero igual quería pasar y dar mis saludos. - dijo aquella mujer.
Todo el público parecía no solo sorprenderse de la apariencia de aquella mujer, sino que había algo más.
El joven prometido como si entendiera la situación, dio un paso atrás dejando que aquel par de mujeres solas.
- Agradezco su intención y más que bienvenida prin-… - antes de poder terminar de hablar, la joven frente a ella la detuvo.
- No es necesario las formalidades, en cambio, quisiera saber si tienes algo de tiempo. - comentó la mujer de cabello púrpura.
La duquesa Sofía asintió con su cabeza y, pidiendo disculpas a su prometido, se retiró del centro de la fiesta junto con la otra invitada y algunos pocos guardaespaldas.
- ¿Cómo estás? - preguntó la invitada.
Estando en una habitación de la primera planta la cual tenía un pequeño jardín al lado, ambas mujeres conversaban.
- Sí … estoy bien. - como si la apariencia tranquila y feliz de hace un rato se desvaneciera, la celebrada mostró una expresión triste y melancólica.
- ¿Has encontrado alguna pista?
- No, nada aún. - respondió la mujer de cabellos pelirrojos.
Como si tratara de entender el sentir de aquella triste mujer, la invitada trató de darle ánimos.
- Mira, Sofía … después de que termine mis asuntos en Luesia, volveré a la capital y preguntaré a mis servidores si es que han podido hallar algo … pero ahora al menos intenta no pensar demasiado en eso.
La duquesa quedó en silencio, pero levantó su mirada con una leve sonrisa como si comprendiera las intenciones de aquella mujer a su lado.
- Disculpa que haya sido una breve visita, pero al menos quería pasar y ver la cara de mi mejor amiga. - comentó la invitada.
- Gracias, Lisbeth. - fue lo último que dijo la duquesa a aquella mujer.
Habiéndose despedido, la mujer de cabellos púrpura salió de la mansión junto con un grupo de guardaespaldas y uno en especial que era casi de la edad de la mujer.
Entrando la mujer sola con aquel joven guardaespalda en un auto y el resto se dividió en dos coches más, se retiraron del lugar.
En el auto que estaba al medio de entre los tres, se encontraba aquel par de adultos jóvenes; ambos estaban en silencio.
- ¿Realmente tendrás tiempo para eso? - preguntó el joven guardia cortésmente.
Inicialmente, la joven dudó en contestar, pero luego se llenó de determinación.
- Sí … haré lo necesario. - respondió.
El guardaespalda suspiró, pero con una leve sonrisa.
- Bueno, ahora nos dirigiremos hacia el apartamento. Debe revisar algunos reportes sobre el incidente del tren y sobre los casos de desapariciones antes de irnos a Luesia.
Como si estuviera a la altura de sus funciones, la mujer expresó su compromiso elegantemente.
Pasado algunas horas, siendo la tarde, un joven de cabellos negros y largos vestido de traje ligero pero formal caminaba por las avenidas de aquella ciudad.
El joven parecía algo desorientado, ya que parecía ver las calles y, a la vez, revisar la nota escrita en un papel.
Después de haber recorrido por varias horas desde temprano, había llegado a una zona residencial. El lugar era bastante agradable de ver: pistas y veredas limpias, jardines y parques bien cuidados y mantenidos, las fachadas de las casas eran modernas y elegantes, entre más cosas.
Realmente era una zona privilegiada, aunque poca gente caminaba en las afueras.
El joven seguía caminando sin realmente saber dónde estaba, pues nunca había salido sin compañía desde que despertó.
Mientras que seguía caminando, algunas personas que pasaban cerca de él pudieron notar su apariencia resultando en que eran cautivados por su aspecto; sin embargo, a él no parecía realmente importarle lo que otros pensaran sobre él.
Él varón solo tenía un objetivo: llegar a cierto lugar de la forma más discreta posible.
«Tal vez fue … mala idea salir solo … No, así está bien … creo …»
Los extraños, y talvez incomprendidos, pensamientos de aquel joven solo hacía que fuera más condenador la búsqueda.
«El conductor del bus me dijo que era a unas cuantas cuadras … pero … ni siquiera sé dónde estoy … tendré que preguntarle a alguien.»
«Creo que … debo replantearme la forma en como acepto las peticiones de otros … ¡¿Por qué siempre dejo que mis sentimientos me ganen?!»
El joven siguió caminando.
Dentro de una residencia de unos cuatro pisos de alto, en la planta baja había un pequeño jardín y en él estaba una mujer jugando con su mascota.
La joven mujer de cabellos púrpura parecía pensativa y algo triste estaba sentada en un banco de piedra mientras se divertía con aquel golden retrieve.
«Parece que la desaparición de Emily realmente afectó a Sofía … pero ¿Cómo sucedió? ¿Quién lo hizo?»
Éstas y más preguntas rondaban en la mente de la mujer; no obstante, seguía sin respuestas.
De repente, un hombre de traje que estaba al interior de la casa salió y se acercó a ella.
- Lady Lisbeth, el jefe Bruno ha enviado a informarle que se han actualizado dos reportes sobre el incidente del tren. Pide que venga pronto a verlos.
La mujer suspiró.
- Sí, dile que iré en un par de minutos, por favor llama al cuidador para que salga a pasear con Maxi. - refiriéndose a su mascota.
El guardaespalda entendió y se retiró.
Por otro lado, como si el perro hubiese entendido de que su dueña ya no jugaría más con él, salió corriendo por los alrededores del jardín. Sin embargo, esto no preocupó a la mujer, pues toda la residencia estaba cercada con rejas de metal lo suficientemente altos y estrechos como para que el golden retrieve no pudiera escapar.
Como si caminara lentamente hacia donde su mascota corría, la joven trataba de detenerlo, y, al acercarse lo suficiente como para atraparlo, la mujer se lazó rápidamente sobre su querido perro cayendo así sobre el grass.
Algunas hojas del pasto se desprendieron levemente y una repentina brisa las llevó en el viento alzándolas aún más igual que el hermoso cabello de la joven mujer.
El sonido de un paso se escuchó cerca de donde estaba ella, otro paso más dejó entender que alguien estaba caminando en la vereda adyacente a donde estaba la residencia de la joven.
Al tratar de acomodar sus cabellos y sostener a su mascota, la joven, al reconocer que alguien se acercaba, miró hacia la vereda frente suyo, pues estaba al límite de las rejas.
Un hombre de cabellos largos, ojos escarlatas quien portaba una figura de suma elegancia y serenidad acompañado de un traje formal, pero ligero se mostró caminando al lado de la reja sin siquiera prestar atención a la mujer en el suelo.
Las pupilas de aquella mujer llamada Lisbeth quedaron impregnados de la imagen de aquel varón que pasaba y, a la vez, lo siguieron sin decir nada.
La figura de aquel varón se desvanecía de sus ojos, pues cada vez se alejaba más y más.
Lisbeth quedó pasmada y solo recobró la conciencia cuando fue llamada por uno de sus servidores.