- Cambiando de tema, ¿Qué opinas de los que nos seguían? - comentó Liam.
Aren lo miró como si estuviera algo sorprendido de que el muchacho confesara eso.
-No hagas como si no supieras … por lo menos, no soy lo suficientemente tonto como para no darme cuenta de esto.
- … Parece que son al menos unos tres. - comentó Aren.
- Sí, pero … ¿Por qué dejaron de seguirnos? ¿crees que sean los que nos topamos en la mañana?
- No estoy seguro, pero parece ser que siguieron a Glen y Renato.
- Así que piensas lo mismo que yo … ¿crees que debamos ir?
- No … seguramente están esperando a que nos vayamos para que dejemos solo al niño.
Liam sonrió.
- Es bueno tener con quien hablar.
Los dos jóvenes quedaron en silencio después de esto mientras esperaban.
La respuesta de los dos jóvenes fue instantánea, sin vacilar, sin dudar. A los pocos segundos, los tres hombres armados estaban tirados en el suelo. Uno de ellos estaba con la muñeca torcida, otro se estaba agarrando su pierna derecha, mientras que al ultimo estaba arrodillado mirando hacia arriba, pues el filo de la espada en su cuello solo le permitía estar en esa posición.
- ¿Q-Quienes son … ustedes? - comentó el hombre arrodillado con temor.
- Eso debería ser nuestra pregunta. - respondió Renato.
- E-Ese mocoso no … debería tener la … protección de alguien … después de lo que hizo … entonces ¿Cómo? - seguía hablando aquel hombre.
Mientras tanto Glen había botado lejos las armas de los hombres por precaución y agarró a otro de ellos para interrogarlo en un rincón.
- ¿Qué quieren con ese niño?
- T-Tú … monstro … no eres … humano … - fue lo único que respondió el hombre de la muñeca torcida.
- Ya deja de hablar tonterías y responde, no querrás que te rompa la otra muñeca ¿verdad?
Como si le fuera difícil respirar, el hombre jadeaba de dolor sin responder.
Mientas tanto, Renato pudo hacer hablar a su rehén.
- P-Por favor, no me mates … solo seguíamos ordenes … - respondió el hombre arrodillado.
- ¿Órdenes? ¿Afiliación? ¿Cuál es su grupo? - preguntó Renato.
- … S-Sotomayor …
Como si el ambiente se hubiera vuelto frio y amenazante, Renato habló nuevamente.
- Si estas mintiendo … aquí acabará todo.
El miedo de aquel hombre no reflejaba rastro alguno de su anterior confianza.
- ¡C-Casa Sotomayor! ¡Es lo único que puedo decir! - exclamó el hombre.
Fue entonces que Glen se percató de algo, inmediatamente dejó a su rehén y corrió hasta la puerta para ingresar al interior del hospital. Renato lo percibió segundos después y siguió a Glen.
No hubo ruido; sin embargo, repentinamente se observó como la trayectoria de una bala llegó hasta la cabeza de aquel hombre arrodillado que había confesado, posteriormente, hubo dos disparos más que llegaron a la cabeza de los otros dos hombres.
Para ese momento, Glen y Renato apuradamente ingresaron dentro de la entrada y se colocaron al lado del muro que rodeaba la puerta. Inmediatamente se vio como dos balas atravesaron la puerta impactando contra el piso.
Sí, había un francotirador en alguna parte.
Antes de poder reaccionar, escucharon ambos una alarma dentro del hospital, pero no era a causa del tiroteo, sino que era por un paciente.
Los paramédicos habían ingresado a una habitación donde se encontraba un niño cuyos signos vitales estaban cayendo.
Liam y Aren se preocuparon y trataron de ver que es lo que sucedía; sin embargo, no los dejaron pasar. Solo podían esperar en la recepción.
Pasó casi unos diez minutos cuando Daniel acompañado de Glen y Renato se reencontraron con Aren y Liam.
- ¡¿Qué sucedió?! - preguntó Daniel.
- … Parece que la condición del niño está empeorando … nos han dicho que esperemos … ¿Qué hay de ustedes? ¿Pudieron saber algo del seguro? - comentó Liam.
- Ah … sobre eso … - respondió Glen.
La respuesta era obvia, pero nadie dijo nada.
Pasaban los minutos hasta hacerse horas, llegó la tarde y en la recepción solo estaban Aren y Daniel, pues el resto habían ido por comida.
A los instantes, salió un medico preguntando por los familiares del niño. Solo Aren y Daniel fueron a hablar con él. Ciertamente la situación era crítica y el comentario fue definitivo: solo resistiría hasta esta noche.
Aunque estaba un poco más estable, el doctor solo permitió que uno ingresara a verlo, aquel que era su tutor legal por así decirlo.
- Yo iré. - dijo Aren.
Daniel no dijo nada, solo asintió.
Pasado unos minutos, el resto habían llegado con el almuerzo o talvez la cena y solo se encontraron esperando en la recepción a Daniel.
- ¿Y Aren? - preguntó Glen.
- … Se fue a ver al niño. - respondió Daniel desanimadamente.
El resto podía intuir lo que pasaba y solo se quedaron en silencio dándole uno de los almuerzos que habían comprado.
- ¿Tuvieron algún problema al salir? - preguntó Daniel mientras comía.
- No … nada … - respondió Glen.
A la verdad, con el asunto de los atacantes, ellos estaban con cierto temor de salir del hospital; sin embargo, se encontraron con alguien en su camino.
Era un hombre de bata blanca, joven y alto. Parecía ser otro doctor; sin embargo, su mirada era fría. Este hombre estaba a la espera de la puerta de la salida del hospital, era como si estuviera esperando.
Los tres jóvenes se dieron cuenta y se quedaron quietos. A los segundos aquel hombre salió a su encuentro y tuvieron una pequeña charla.
- Así que salieron ilesos, ¿eh?
Glen y Renato entendieron que era uno de aquellos atacantes.
- ¿Qué es lo que quieres? - preguntó Glen.
- Tranquilos … no les haremos nada.
Al decir esto, Liam y Renato se dieron cuenta de que había algunas personas dentro del hospital quienes los veían fijamente.
- Parecen que no son lo que aparentan, ¿verdad? … Por lo que sé, ustedes recién han conocido a Marcelo, ¿no es así?
- Sí … ¿y qué tiene? - respondió Liam.
- Miren, chicos … no queremos realmente involucrarlos en esto … como verán ese niño está por dar sus últimos suspiros … solo no intervengan más en el asunto, ¿entienden?
A diferencia de la anterior vez, la actitud de Glen y Renato era más reservada, pues eran conscientes de aquel francotirador. Es decir que fuera o dentro del hospital, ellos estaban en territorio enemigo; pero, a la vez, se percataron sobre el insistente pedido de aquellos hombres en no querer que los jóvenes se entrometieran.
- Oye, ¿acaso nos arriesgaremos por alguien que recién hemos visto? - dijo Renato a Glen.
- …
- Opino lo mismo … no es conveniente que tengamos enemigos por alguien que lamentablemente fallecerá pronto. - argumentó Liam.
Siendo influenciado por ellos dos, Glen desistió.
- Está bien … pero al menos déjanos acompañar al niño hasta su ultimo momento. - hizo Glen una petición.
El hombre de bata blanca sonrió.
- Está bien. Es bueno que nos podamos comunicar civilizadamente, ¿no creen? Siendo así, ya pueden salir. No les pasará nada.
Al terminar de hablar aquel hombre ingresó al hospital pasando al lado de los jóvenes con una sonrisa en su rostro.
Habiendo recordado aquel momento, Glen se quedó en silencio. Esto era extraño para Daniel y por esta misma razón había hecho aquella pregunta.
Dentro de la habitación donde estaba aquel niño dormido, un joven quien estaba se sentaba frente a la cama lo veía en silencio.
A los segundos, parecía que el moribundo muchacho comenzaba a despertar de su sueño y al abrir los ojos comenzó a ver sus alrededores hasta que logró ver la silueta del hombre quien estaba sentado junto a él.
Por un momento reaccionó con temor; sin embargo, las palabras del joven lo tranquilizaron.
- No temas, Marcelo. No estoy para hacerte daño.
El joven observó bien quien era y vio la figura de un hombre de aspecto agraciado y cabellos largo con unos intensos ojos color carmesí quien lo observaba apaciblemente.
- ¿Usted … quién es? - fue lo primero que Aren escuchó decir al niño.
- Cuando te tropezaste hoy en la mañana mientras escapabas, soy parte del grupo con el que te topaste. Luego de eso te trajimos al hospital cuando te desmayaste.
- Un … hospital …
- …
- ¿Qué dijeron … los doctores? - dijo el joven quien a pesar de una corta edad parecía similar al comportamiento maduro de Liam.
- …
- Dime la verdad, por favor.
- … Solo hasta esta noche.
- Ya veo.
Quedaron en silencio. Pasaron los minutos y algo pudo notarse en el rostro del pequeño.
Las lagrimas comenzaban a aparecer debajo de sus ojos; los gemidos indecibles y el repentino sollozo era lo que se mostraba en aquel niño.
Luego se escuchó decir una sola palabra en su boca.
- P-Perdón …
Aren quedó algo confundido ¿Perdón? ¿A quién le pedía disculpas ese niño?
- P-Por favor … perdónenme …
Aren no interrumpió la confesión del niño.
- Y-Yo solo … estaba …
El joven de cabellos largos no podía entender a quienes se refería.
- S-Señorita … Emi … por … por favor … perdóname … al final quise … pero no pude …
Como si no pudiera encontrar consuelo, el niño se ahogaba en sus lamentos mientras se tapaba los ojos. Sin embargo, pudo sentir la calidez en su frente. La mano de Aren estaba puesta sobre él.
- Estás perdonado, Marcelo. - dijo Aren.
El sonido de las ondas vitales que se habían perturbado comenzaba a estabilizarse.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó Aren.
En niño que había comenzado a limpiarse sus lágrimas, extendió su mano hacia una mesa que tenía papeles y un lapicero.
Aren entendió el mensaje y los tomó.
Repentinamente, tratando de no tartamudear, el niño comenzó a decir una serie de palabras:
Calle Rosvelt, lote 53, Mz. C, Cipreses.
Luego agregó.
Las manijas … sus números concuerdan con … las llaves
Al terminar de decirlo quedó en silencio.
Aren apuntó todo esto sin preguntar la razón.
El niño miró como el cielo comenzaba a atardecer a través de la ventana que estaba a su lado.
- ¿Crees que … podré irme al cielo? - preguntó Marcelo.
El joven no respondió.
- Yo creo que … no iré. - agregó el niño.
- ¿Quieres ir allí? - dijo Aren.
- Sí … creo que papá y mamá están allá. - como si la madurez de aquel niño se transformara en la inocencia de alguien de su edad, la voz del niño se hacía cada vez más infantil.
Poco a poco, el sonido de las ondas iba haciéndose más lento.
- ¿Y qué evita que vayas a donde están ellos? - preguntó Aren.
- … Porque … soy malo … - contestó el niño.
- …
- ¿Crees que Diosito me aceptará? - volvió a preguntar el pequeño.
- Dios … ¿crees en él?
- Sí … tal vez … cuando me vaya lo sabré …
Aren sonrió levemente con amabilidad y con su mano derecha que había antes tocado la frente del niño volvió a ponerla para acariciarlo.
- Pues, entonces irás allá. - afirmó Aren.
El niño dejó de ver por la ventana y, como si estuviera esperanzado, miró hacia el joven de cabellos largos.
- ¡¿En serio?! - como si la inocente felicidad de un niño fuera expresado con esa pregunta, el muchacho se llenó de esperanza.
- Sí, pero dime … ¿ya no quieres vivir?
El niño dejó de sonreír y agachó la mirada.
- No … ya no quiero estar … aquí.
Aren entendió el sentir del niño y cerró sus ojos.
- Entiendo … ahora duerme, yo me encargaré de lo que me has dicho. Otro día hablaremos. - dijo Aren.
Como si el niño se hubiera olvidado de su condición, felizmente se echó a dormir en paz.
A los pocos segundos, el sonido de las ondas comenzó a detenerse hasta que se escuchó un pitido constante.
Marcelo había fallecido.
A los minutos, una enfermera quien había ingresado para tomar cuidado del niño quedó pasmada al ver que el paciente ya no estaba en este mundo. Rápidamente se fue a avisar a los doctores quienes al poco tiempo ingresaron a ver el cuerpo del niño.
Aquel día fue confirmada la muerte de Marcelo Quispe.
Los hombres sacaron a Aren fuera de la habitación y se llevaron en la camilla el cuerpo del infante.
Los registros indicaban que no tenían familiares ni nadie que lo ayudase a excepción de un tutor quien lo acompañó en sus últimos momentos.
Al salir del área de internado, Aren se mostró frente al resto de jóvenes quienes lo esperaban.
Daniel, Glen, Liam y Renato quisieron preguntar que había sucedido; sin embargo, al solo ver el rostro de Aren supieron lo que sucedía. Su rostro reflejaba nostalgia.
Todos quedaron en silencio y no preguntaron; aquel grupo se retiró del hospital habiendo hecho lo posible.
Si fue algo de qué entristecerse o no, solo uno de ellos lo sabía.