El rugido escalofriante de Ezgal resonó en el estadio mientras la cabeza de Kwozma rodaba cerca de sus pies. Una sensación de fracaso invadió a Ezgal mientras caía de rodillas frente a Kwozma y sostenía su cuerpo.
—¡Kwozma, hermano... no! —exclamó Ezgal con voz temblorosa—. Debido a que era su deber ser su defensor, Ezgal estaba increíblemente angustiado por la supuesta muerte de Kwozma. Su reacción no era demasiado diferente a cómo los soldados novatos miraban impotentes mientras su hermano de armas perecía.
Después de un corto tiempo, Ezgal se levantó con los ojos enrojecidos y rugió al cielo:
—¡Jol, arregla!
De repente, un círculo mágico inusual se expandió, con Jol sirviendo como punto focal. Los cuerpos de los esbirros goblin cercanos se marchitaron rápidamente mientras una energía desconocida escapaba de sus cuerpos.
Esta energía actuó entonces como un catalizador necesario para el ritual de Jol. Al notar lo que Jol intentaba hacer, los ojos de Kieran se estrecharon.