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—Veo cosas que otros no pueden.
Un voraz incendio se extendió por la ciudad capital que una vez se erigió en el continente durante miles de años.
—Oigo cosas que otros no oyen.
El sonido de los gritos de guerra, maldiciones y alaridos de muerte se esparcían por toda la ciudad mientras los invasores atacaban sin piedad todo lo que encontraban a su paso.
—Derramo lágrimas cuando otros no lo hacen.
El sonido de bebés y niños llorando en los brazos de sus madres se oía por doquier, mientras sus padres buscaban desesperadamente un lugar seguro donde esconderse para salvarse de la masacre unilateral que sucedía a su alrededor.
—Y lucho cuando otros no lo hacen.
Un chico de cabellos rojos miraba a las vastas hordas de monstruos que estaban a punto de destruir todo lo que él apreciaba en su vida. Aun así, caminó hacia ellos sin miedo mientras varios hombres y mujeres marchaban a su lado.
—Busco a los monstruos que más teméis —dijo suavemente el Semielfo mientras levantaba su mano, invocando a innumerables No-muertos para que luchasen de su lado—. Persigo las pesadillas que asedian vuestros más dulces sueños.
—Camino en la oscuridad para que otros puedan ver la luz. Lucha contra las criaturas que amenazan este mundo con toda mi fortaleza.
Un gigantesco dragón de hueso aterrizó frente al Semielfo e inclinó su cabeza en señal de respeto. El chico de cabellos rojos acarició su cabeza antes de saltar sobre su lomo, preparándose para luchar junto a su Legión No Muerta.
Con un poderoso aleteo de sus desgarradas alas, el dragón de hueso se elevó hacia el cielo y emitió un rugido ensordecedor de desafío. Su Maestro se mantuvo erguido en su lomo como una espada, mirando a los incontables monstruos que avanzaban lentamente en su dirección.
—En un mundo donde mi existencia ha sido olvidada hace tiempo... —declaró el Semielfo mientras su dragón de hueso abría la boca para desatar su Aliento de Dragón—. ¡Os haré saber el error del camino que habéis tomado!
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