La sangre de la masiva explosión rebotó contra la sólida membrana del santuario, saltando de manera esporádica. La mayor parte convergió en la altura de la cúpula translúcida y cayó en un chubasco, repiqueteando contra el suelo de piedra embutido en la sala del trono.
En medio de ese diluvio, había una figura vestida con una armadura carmesí sangrienta directamente salida de un cuento de pesadilla. Un gradiente de tonos negros daba a la exquisita armadura un sentimiento ominoso.
Kieran solo había captado un vislumbre de Scar utilizando la armadura de sangre.
Era especulación, pero una parte profunda de sus instintos le decía que la utilización actual de esa armadura de sangre por parte de Scar superaba con creces la aplicación simplista del Cardenal Weiss. Probablemente había más aspectos de poder incrustados en esa armadura. Se sentía como si el propósito de la armadura no fuera solo defender, sino que otros efectos yacían latentes bajo la superficie.