Tras la partida de Allan y Altair, la suite se quedó en silencio, o al menos eso parecía. En el fondo se podían escuchar dos ruidos distintos, que actuaban como un ambiente intercambiable de cadencia variada.
Los truenos y los ronquidos prolongados de Bastión y Nemean, a quienes se les había dado las habitaciones más alejadas del salón por esta razón.
Minutos después de que los ronquidos continuaran con un ímpetu inagotable, Alice comenzó a fruncir el ceño.
—¿Cómo puede alguien dormir en este ambiente? Esos dos son como osos hibernando con pulmones monstruosos. ¡Son tan ruidosos! —Kieran se divertía con todo eso. Estaba de acuerdo en que eran ruidosos y pendencieros, pero esta vez, no les echaba mucha culpa. Contener a Daedric, ese titán de hombre, era agotador, más cansador que cualquier entrenamiento que hubieran soportado.
Era simplemente cuánta fuerza bruta y energía generaba Daedric.
