—Mientras Kieran escuchaba hablar a Agatha, miraba alrededor con asombro, contemplando los cristales centelleantes incrustados en los imponentes cerros que los rodeaban. Unos cuantos enormes crisálidas de un profundo azul sobresalían del agua, creando bifurcaciones en el arroyo. Estos arroyos se habían formado de manera natural, pero servían como guías hacia diferentes áreas en la Colonia de Runas Místicas.
Cuando llegaron al Desfiladero Crisálida de Runas, los Vykins de todas las edades salieron de sus rústicos hogares y saludaron a la Agatha y a los Guardianes de la Serenidad. No obstante, sus expresiones se tornaron preocupadas y algo asustadas cuando posaron sus ojos en Kieran. Debido a las prácticas místicas, la mayoría, si no todos, los Vykins estaban conscientes de su historia, por lo que albergaban un temor intrínseco hacia los humanos. Kieran esperaba una situación así, pero ser rechazado de esta manera no era la mejor sensación.