Con manos hábiles y un sentido de urgencia, los soldados evaluaron las heridas, aplicando vendajes y férulas improvisadas a las extremidades fracturadas. Se movieron rápidamente y con eficiencia, guiados por su entrenamiento y el instinto de salvar vidas. Los heridos fueron cuidadosamente levantados en camillas y llevados con el mayor cuidado a los carromatos que esperaban.
Los carromatos, robustos y fiables, estaban preparados cerca. Se transformaron rápidamente en ambulancias improvisadas, con sus interiores forrados de camas suaves y suministros médicos. Los soldados colocaron suavemente a los supervivientes heridos en los carromatos, asegurándose de su comodidad y estabilidad para el viaje venidero.