Íleo reunió a Anastasia en sus brazos e indicó a los demás que se colocaran frente a la pared de piedra del lado izquierdo. Tan pronto como se alinearon frente a ella, asintió a Haldir. Presionaron sus manos contra la pared y susurraron un hechizo en voz baja. La pared ondeó como agua, se deshizo y su mano la atravesó. —Pasen —instruyó Haldir a los demás.
Anastasia abrió la boca sorprendida al ver la exquisita magia. Íleo la arrastró adentro con él. Todos entraron en la roca, que se sentía como un tanque de agua, excepto que en lugar de agua, había finas piezas de piedras flotando alrededor de ellos en un estado espeso y gelatinoso. Anastasia quiso hablar, pero su voz no podía ser escuchada por nadie. Se encontró viendo la habitación exterior y se preguntó si ellos también podían ser vistos. La pared se reorganizó en su forma original, ocultando a los intrusos. Desde fuera, todo estaba como antes.