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—Reth despertó horas antes del amanecer, su nariz llena del aroma de ella y su cuerpo anhelando unirse al de ella.
Se había arrastrado hasta las pieles bien después de la alta luna. Elia había dejado las reuniones horas antes y ya estaba profundamente dormida cuando él llegó a la habitación. Su único consuelo había sido que ella eligiera sus pieles para dormir. Se había deslizado entre ellas en el cálido bolsillo que ella había creado y se envolvió a su alrededor. Pero o ella no se había despertado o no habló, y él se había quedado dormido inmediatamente.
Pero ahora... ahora estaba despierto.
Muy decididamente despierto.
Elia yacía con la espalda hacia él, su cabello esparcido sobre la almohada y su cara. Su hombro sobresalía fuera de las pieles y del amplio cuello de su camisa de dormir.
La piel descubierta era una invitación que no podía rechazar.