—Solo hay una forma en que podemos ser uno —dijo, manteniendo su voz tranquila pese a tener que proyectarla hacia los últimos de la multitud—. Se giró para enfrentar al Anima de la Ciudad del Árbol. —Tienen razón en estar preocupados. Nosotros, los lobos, nos movemos en la oscuridad. Y cuando lo hacemos con buena intención, es beneficioso para todos. Pero la razón por la que traje de vuelta a los lobos fue porque vi la oscuridad interna —luego, se volvió hacia los lobos, que lo miraban fijamente con una mezcla de asombro e ira—. Cuando llevamos la oscuridad con nosotros, no solo dañamos a nuestros enemigos, nos dañamos a nosotros mismos.
El claro estaba en silencio. Lerrin podía sentir que su pueblo lo instaba a no revelar sus secretos. Se aferraría a tantos como pudiera. Pero había llegado la hora de llevar a su pueblo de vuelta al Anima y si sus secretos eran el sacrificio... él los haría.