—Gahrye siempre había sido atento, siempre había demostrado ser un amante emocionante y considerado —algo que ella sabía que era lo suficientemente raro que a veces pasaba minutos en silencio en su propia mente, simplemente apreciándolo.
—Pero la intensidad en sus ojos ahora mientras se inclinaba sobre ella y la hacía prometer recordar cómo la amaba, la turbulencia en su voz... cuando finalmente se inclinó y dejó que sus cuerpos descansaran juntos, un escalofrío la sacudió de cabeza a pies, su respiración saltaba en su pecho como si estar piel con piel con él fuera electricidad para sus huesos.
—Se sentía cargada, resplandeciendo con amor y miedo, pasión y pena. Sus dedos temblaban cuando alzaba las manos para clavar sus dedos en su cabello y atraerlo hacia abajo para besarla. Toda su piel temblaba con tensión y deseo. Entonces Gahrye susurró, —¿Estás lista? —y ella asintió, sin confiar en su voz.