```
LERRIN
Suhle dejó caer su brazo como si quemara. —¡Lo siento! —jadeó, llevándose las manos a la boca—. Lo siento mucho, me asustaste y
—Suhle, ¿quién te enseñó a luchar? —preguntó Lerrin débilmente.
Ella lo miró, sorprendida. —Un amigo de la familia.
—Dijiste... dijiste que elegiste el servicio incluso antes de tu primera menstruación.
—Así fue.
Él aspiró aire. —Entonces, ¿por qué aprendiste a luchar?
Su rostro se tensó, pero no apartó la mirada. —Para protegerme.
—¿De qué?
Su respiración era rápida y superficial, esas sombras atormentadas que él había visto en sus ojos de vez en cuando volvían. Pensó que ella apartaría la mirada, que intentaría huir de él. Pero en lugar de eso, echó los hombros hacia atrás y le transmitió.
—Durante mi duodécimo verano fui... atacada.
Lerrin lo sintió como un puñetazo en el estómago. Lo había sabido. Lo había sabido.
—¿Quién? —preguntó.