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—El mundo a su alrededor, la gente, la música, todo desapareció.
—Nunca se había imaginado—ni siquiera soñado...
—Elia —preguntó con voz ronca—, ¿sabes lo que haces?
—Ella asintió, y él tragó una y otra vez, esperanza luchando con miedo, luchando con pura alegría.
—Aymora me enseñó. Es... Entiendo. Quería hacerlo, Reth. Quería mostrarte—a ti y a todos los demás—lo que significas para mí.
—Su aliento se detuvo. Simplemente se detuvo. Su corazón latía en sus oídos y sus dedos temblaban mientras alcanzaba la tela suave en su mano, y la envolvía alrededor de su palma dejando sus dedos libres. Luego encontró su mirada y supo que sus propios ojos brillaban.
—No te muevas —dijo con aspereza.
—Ella parpadeó pero hizo lo que él dijo y se quedó perfectamente quieta.