—¿Qué? —preguntó, con un filo en su voz—. ¿Por qué pones esa cara, Elia?
—Mi entrenamiento... —dijo ella débilmente.
—¿Sí?
—No siempre es solo Gahrye y yo.
—¿Qué? —su voz era muy baja, muy plana, y estaba teñida de advertencia.
Elia tragó saliva. —Algunos de los otros desformados... son todos amigos. Se llaman entre ellos el orgullo que eligieron. De todas formas, algunos de ellos se unen a nosotros. Practicamos juntos. Cada uno es bueno en cosas distintas. Nos hace más fuertes. Y si una persona no logró captar algo, usualmente alguien más sí lo hizo... —Ella hizo una pausa.
—Todavía estoy esperando la parte que te hizo palidecer cuando me oíste hablar de los robos —escupió él.
Ella mantuvo su mirada. —No lo sé, porque nadie me lo ha mencionado. Pero he tenido la sensación durante un tiempo de que varios de ellos están... hartos de vivir aquí. Creo que están planeando irse.
La mandíbula de Reth se contrajo. —Están robando para hacer un comienzo.