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—Este es tu día de suerte, 'Mi Rey'. No te preocupes porque no te abandonaré —murmuró Xenia mientras hacía todo lo posible para llevarlos a un lugar seguro, el sudor le corría por todo el cuerpo mientras atravesaba la naturaleza salvaje.
—Al mirar el cielo, notó que el sol estaba a punto de ponerse, lo que significaba que debía darse prisa en encontrar un lugar seguro para ella y Darío esconderse.
Xenia gruñó mientras buscaba comida y otras cosas que pudieran ser útiles. Por mucho que quisiera alejarse por su cuenta para tener más movilidad, no podía dejar atrás a Darío debido a que su hechizo duraría hasta la mañana.
Como tal, no tenía más opción que conseguir todo lo que necesitaba a lo largo del camino antes de encontrar un lugar seguro donde ella y Darío pudieran instalarse.
—Ah… Mira… ¡Es una suerte que haya tenido ese entrenamiento contigo, Hermano! —se felicitó a sí misma Xenia mientras caminaba.