—Eres demasiado hermoso para ser un hombre, Xen —susurró adoradamente.
Ya podía sentir un calor familiar acumulándose dentro de su cuerpo. Estaba ardiendo con un deseo imparable ahora, y no quería hacer otra cosa más que quedarse mirando la belleza seductora de este hombre mientras dormía.
Parpadeando, Darío tragó saliva mientras fijaba sus ojos en los labios de Xen... Esos labios suaves y flexibles... en ese punto, simplemente lo llamaban.
Con un gemido, combatió el impulso de capturar esos labios con los suyos, pero la llamada era demasiado grande como para ignorarla. Desplazando su mano hacia arriba, el Rey tocó delicadamente esos labios besables con su pulgar, sintiendo su suavidad mientras lentamente dejaba que el impulso se apoderara de él.
—Quiero probarlos —murmuró Darío con voz ronca.