—Yo… ¡Ahh! —Xenia sintió su espina dorsal arquearse, sus simples palabras de repente se convirtieron en jadeos de placer mientras Darío, inesperadamente, succionaba y mordisqueaba la base de su cuello. Algo dentro de ella comenzó a removerse, una tensión dentro de su estómago se hacía más fuerte a medida que el área entre sus muslos se sentía realmente extraña.
Siguiendo sus instintos, Xenia hizo lo que su cuerpo quería que hiciera, frotándose contra Darío sin saberlo mientras sus caderas se movían con abandono imprudente. Debajo de ella, se frotó contra algo duro y caliente, algo que parecía tocarla justo desde su entrepierna.
—Ahhh... —gemía en éxtasis, la abrumadora sensación eliminando el dolor del calor que se acumulaba en su interior. Continuaba gimiendo, cada uno siendo más fuerte y ronco mientras continuaba frotándose contra él.
—Yo… —susurró débilmente—. Está bien, Xen. Alivia tu dolor —la animó Darío, casi con un jadeo que Xenia apenas podía oír.