La mañana en la academia amaneció con una anticipación palpable aireando el aula. El maestro, frente a los ansiosos estudiantes, anunció la próxima clase de campo: una serie de misiones de escolta en zonas aliadas de la Federación, decididas por sorteo.
La atmósfera en el aula vibraba con emoción cuando el maestro dio el anunció Elizabeth, como líder de su equipo, se adelantó para tomar el papel que definiría su destino. Para su sorpresa, el papel revelaba que su equipo sería enviado al mundo de los elfos.
Mientras el equipo de Elizabeth se preparaba, los demás grupos se acercaban al recipiente para descubrir sus destinos asignados. Entre ellos se encontraba el Equipo Alfa, asignado a la Ciudad de las Montañas, famosa por sus artesanos y sus fortificaciones; el Equipo Gamma tendría su misión en el Desierto de Cristal, conocido por sus misteriosas formaciones rocosas y su flora única; y el Equipo Delta partiría hacia la Costa de las Mareas, un lugar donde las mareas gobiernan la vida cotidiana y los secretos ancestrales reposan en las profundidades del mar.
Cada equipo, con su destino revelado, se preparaba para emprender su viaje.
Llevando un nuevo desafío y la responsabilidad de proteger a los aliados de la Federación, se embarcaba en una jornada llena de descubrimientos, peligros y lecciones que fortalecerían su espíritu de equipo y su determinación en este mundo interdimensional de diversidad y desafíos.
Mientras el equipo de Elizabeth se preparaba para su misión, un aire de emoción los envolvía a todos, excepto a Sophie, quien parecía consumida por la inquietud. No pasó mucho tiempo antes de que los miembros del equipo expresaran su curiosidad ante la visible tensión de Sophie.
En un momento de pausa, con el bosque de elfos extendiéndose majestuosamente a su alrededor, Sophie detuvo su marcha, la inquietud era evidente en su semblante. Sus compañeros de equipo notaron su preocupación y se reunieron alrededor.
-Miren... -Empezó Sophie, su voz revelando nervios, -hay algo que nunca les conté sobre mí. Parte de mi sangre es élfica. Mi papá es un elfo.
La revelación quedó suspendida en el aire, sorprendiendo a sus amigos no por el hecho en sí, sino por la vulnerabilidad en la voz de Sophie.
-¿Esto... esto cambia algo para ustedes? - preguntó tímidamente, evitando sus miradas.
Natalie fue la primera en reaccionar, acercándose a Sophie y tomándola del hombro con cariño. "Sophie, eso no cambia nada. Eres parte de este equipo, nuestra amiga. Eso es lo único que importa."
Jamie, quien siempre buscaba el lado cómico, añadió con una sonrisa pícara, "Bueno, eso solo te hace más genial. ¡Imagina todas las increíbles historias que podrás contarnos!"
Ryan asintió, mostrando su apoyo. "Si alguien tiene problema con eso, va a tener que pasar por encima de nosotros. Pero aquí, entre amigos, solo eres Sophie. Y eso es todo."
-Yo no veo el problema, después de todo, todos tenemos nuestros secretos... Dijo Elizabeth mientras volteba por la ventana.
Sophie miró a sus amigos, un sentimiento de alivio y agradecimiento iluminando su mirada. "Gracias, de verdad. Tenía miedo de que... bueno, ya no importa. Lo que vale es que puedo contar con ustedes."
Este intercambio fortaleció aún más el vínculo entre ellos...
Con los corazones ligeros, el equipo avanzó hacia el misterioso bosque, sin sospechar que el mayor reto aún estaba por venir. La confesión de Sophie, lejos de ser motivo de división, había reforzado su unidad, preparándolos para enfrentar juntos lo desconocido.
Armados con esta nueva comprensión, el equipo llegó al mundo de los elfos, donde fueron recibidos por la hija de un señorío elfo, una alquimista con la tarea de recolectar ingredientes raros para su investigación.
Aria, la alquimista elfa, se presentó con una mirada desafiante y una actitud que reflejaba su linaje noble y soberbio.
-Saludos, forasteros. Soy Aria, de la Casa de los Alquimistas. Espero que estén a la altura de nuestra tierra-, declaró con frialdad.
Elizabeth, con su astucia, notó la arrogancia en las palabras de Aria, pero decidió abordar la situación con diplomacia.
-Nos honra tu presencia, Aria. Estamos aquí para ayudarte en lo que sea necesario-, respondió con cortesía.
Aria, con una sonrisa condescendiente, replicó:
-Sí, es bueno saber que contamos con su... ayuda. Síganme, no tenemos tiempo que perder-.
Aria liderando con su actitud altiva, el equipo Beta siguió adelante, conscientes de que la misión no solo implicaba recolectar ingredientes, sino también navegar por la difícil personalidad de la elfa alquimista.
En los profundos y ancestrales bosques elfos, se encontraban acompañando a la elfa en su búsqueda.
Mientras el equipo Beta acompañaba a Aria en la recolección de ingredientes, la elfa exudaba un aura de superioridad que no pasaba desapercibida.
-Estos ingredientes son esenciales para nuestra alquimia. Espero que no retrasen mi labor-, declaró Aria con tono imperioso.
Elizabeth, intentando mantener la paz, respondió con cautela:
-Entendemos la importancia de tu labor, Aria. Estamos aquí para asistirte en lo que necesites-, dijo con cortesía.
A cada paso, Aria parecía impaciente y crítica, su actitud desafiante creando una tensión palpable en el aire. Mientras el equipo recogía las hierbas y raíces solicitadas, la elfa alquimista inspeccionaba cada gesto con una mirada escrutadora.
-Presten atención y asegúrense de no dañar ni una sola hoja. Esto es crucial para el equilibrio de nuestro bosque-, instruyó Aria de forma severa.
Sophie, notando la hostilidad encubierta de Aria, decidió abordar el tema delicadamente.
-Aria, ¿algo te preocupa? Estamos aquí para colaborar y respetamos tu sabiduría-, expresó Sophie con calma.
Los ojos azules de Aria se posaron en Sophie por un instante, su expresión suavizándose ligeramente.
-La responsabilidad pesa sobre mis hombros, y rara vez confío en extraños. Demuestren su valía y concluiremos esta tarea sin incidentes-, respondió Aria con una mezcla de desconfianza y aceptación.
Mientras el equipo Beta se adentraba más profundamente en el bosque guiados por Aria, la elfa alquimista, un silencio cargado de anticipación colmaba el aire. Aria, en su búsqueda meticulosa de ingredientes, detuvo de repente su paso junto a una pequeña montaña bañado por la luz del sol que se filtraba entre las frondosas copas de los árboles.
Todos quedaron cautivados por la extraña flor de pétalos iridiscentes que brillaba en lo alto del pequeño acantilado.
― *Lunaris Ethereal*, la flor de la luminiscencia... Es raro verla en estas tierras. Su mera presencia indica una perturbación en el equilibrio natural ―comentó Aria con voz serena pero cargada de significado.
En un gesto de determinación, Aria se volvió hacia el equipo, mirándolos con intensidad antes de dirigirles sus instrucciones:
― Será mejor que yo recolecte la flor. No quiero correr el riesgo de que se dañe en manos descuidadas. Permanezcan aquí y manténganse alerta ―concluyó, revelando tanto su preocupación por la delicadeza de la flor como su deseo de protegerla de cualquier daño.
Sus palabras resonaron en el claro del bosque, mientras Aria se encaminaba con gracia y reverencia hacia la flor resplandeciente, dejando al equipo Beta expectante y maravillado por la escena que se desenvolvía frente a ellos.
Mientras tanto un brillo carmesí surgió súbitamente en el suelo, proyectando sombras grotescas y retorcidas a su alrededor. El zumbido profundo y ominoso que acompañaba la aparición del portal llenó el bosque de una energía inquietante, como si el mismo inframundo estuviera llamando desde el otro lado.
El equipo Beta, paralizado por la presencia del portal, contemplaba horrorizado cómo esta brecha en la realidad se abría lentamente, emitiendo destellos de un universo desconocido y perturbador. La aparición del portal infundía una sensación de terror ancestral, como si estuvieran a punto de enfrentarse a fuerzas más allá de cualquier comprensión humana.
En ese preciso momento, el bosque parecía retorcerse en agonía, como si la mismísima naturaleza gritara en desesperación por la llegada de algo más allá del entendimiento.
El profesor a cargo del equipo se mantuvo firme y ordenó rápidamente: "¡Todos, reúnanse y reorganicémonos según el protocolo! ¡Mantengan la formación y vigilen sus alrededores!"
― "¡Algo no va bien aquí! Este portal no es natural... ¡Tenemos que tener cuidado!" ―exclamó Aria con voz temblorosa, sus ojos reflejando el miedo y la determinación.
Justo en ese momento, tres bestias oscuras similares a las que Elizabeth había visto en su infancia, en sus pesadillas más vívidas, surgieron súbitamente del portal con un gruñido aterrador. Aria tropezó en su intento de retroceder y, en un instante, atravesó accidentalmente el portal.
Las criaturas, con ojos inyectados en sangre, pasaron a través del equipo Beta sin siquiera mirarles. Uno de los miembros del equipo, con voz temblorosa, expresó: "¿Qué... qué son esas cosas? ¿Nos ignoraron... completamente?"