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Chapter 16 - Capítulo 16: El Malestar del Príncipe

Peninsula Iberica,Reino de León y Castilla,

Burgos,23 de noviembre de 1105.

En una apacible mañana en el castillo, Alfonso, el pequeño príncipe, jugaba en su cuna con sus juguetes favoritos. Sin embargo, de repente, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

La nodriza del niño, escuchó sus lamentos y corrió hacia su lado con preocupación.

Al acercarse, notó que el pequeño parecía inquieto y angustiado. Con ternura, lo levantó en brazos y lo acunó suavemente, tratando de calmar su llanto.

"¿Qué te sucede, mi príncipe?", preguntó la nodriza con voz preocupada, acariciando con delicadeza la cabecita del bebé.

Alfonso continuaba llorando, y la nodriza intentaba consolarlo de todas las maneras posibles. Finalmente, decidió que tal vez tenía hambre y que la leche materna podría calmarlo.

Con cuidado, lo acercó a su pecho para que empezase a beber leche, esperando que eso lo tranquilizara. Sin embargo, en lugar de encontrar consuelo, Alfonso comenzó a tener arcadas, indicando claramente que algo no estaba bien.

Alarmada, la nodriza dejó a Alfonso en su cuna y corrió hacia la oficina donde se encontraba Urraca. Golpeó la puerta con fuerza y entró sin esperar respuesta, encontrándose con Urraca absorta en sus quehaceres.

"Mi señora, Alfonso está llorando y parece tener malestar al intentar alimentarlo", exclamó la nodriza, con voz apresurada y preocupada. "Necesitamos hacer algo rápido, ¡ven conmigo!"

Urraca, al escuchar las palabras de la nodriza, dejó a un lado sus quehaceres y siguió rápidamente a la nodriza hacia la cuna de Alfonso.

Urraca siguió a la nodriza con pasos rápidos y determinados hasta llegar a la cuna de Alfonso. Al ver al pequeño príncipe llorando con angustia, Urraca se arrodilló junto a él y comenzó a examinarlo con atención.

Con delicadeza, Urraca separó los labios de Alfonso y observó sus encías con detenimiento. Fue entonces cuando notó algo inusual: dos pequeños bultitos blancos asomaban en las encías del bebé.

"¡Oh, Alfonso!" exclamó Urraca con ternura, comprendiendo de inmediato la causa de su malestar. "¡Te están saliendo los dientes, mi pequeño!"

La nodriza observó con asombro mientras Urraca acariciaba suavemente las encías de Alfonso, tratando de aliviar su malestar. Aunque era un momento inevitable en el crecimiento de cualquier niño, Urraca sabía que los primeros dientes podían ser dolorosos y molestos para el bebé.

Urraca miró a la nodriza con calma y comprensión, colocando una mano reconfortante en su hombro.

"No te preocupes, querida nodriza", dijo Urraca con voz tranquilizadora. "Lo que le está sucediendo a Alfonso es completamente normal. Simplemente le están empezando a salir los dientes, y es natural que cause algo de malestar y molestia."

La nodriza asintió con alivió al escuchar las palabras de Urraca, sintiendo un peso levantado de sus hombros. Era reconfortante saber que no se trataba de algo grave y que era parte del proceso natural de crecimiento de Alfonso.

"Además," continuó Urraca, "creo que es hora de que Alfonso comience a beber leche de vaca. Es posible que las arcadas que experimentó se deban a que está listo para hacer la transición a este nuevo alimento."

La nodriza escuchó atentamente las palabras de Urraca y asintió con entendimiento.

"Entiendo, mi señora", respondió la nodriza con gratitud. "Prepararé un poco de leche de vaca para Alfonso de inmediato."

"Espera un momento", dijo Urraca con voz calmada pero decidida. "Al preparar la leche, añade una pequeña cucharada de miel a la leche."

La nodriza asintió con entendimiento y se dispuso a seguir las indicaciones de Urraca. Mientras tanto, Urraca continuó dando instrucciones.

"Y también necesitarás un cuerno hueco con la puenta abierta para que Alfonso pueda beber", agregó Urraca. "No te preocupes por buscarlo, yo me encargaré de traerlo. Por ahora, asegúrate de preparar la leche con cuidado."

La nodriza, siguiendo las instrucciones de Urraca, se apresuró a dirigirse hacia la cocina del castillo. Entró con determinación y buscó a los cocineros que estaban ocupados preparando los alimentos del día.

Con voz apresurada pero educada, la nodriza se acercó a los cocineros y les explicó la situación de Alfonso. Les pidió amablemente si podrían calentar un poco de leche de vaca y añadirle una pequeña cucharada de miel, como indicó Urraca, y luego ponerla en un recipiente con pico para facilitar su consumo por parte del pequeño príncipe.

Los cocineros, comprensivos y dispuestos a ayudar, asintieron y se pusieron manos a la obra de inmediato. Encendieron el fuego y colocaron una olla con leche en el fogón, añadiendo cuidadosamente la miel mientras la leche se calentaba.

Una vez que la leche estuvo lo suficientemente caliente y la miel se había disuelto por completo, los cocineros vertieron cuidadosamente la mezcla en un recipiente con un pico para que Alfonso pudiera beber cómodamente sin dificultad.

La nodriza regresó rápidamente a la habitación donde se encontraba Alfonso, llevando consigo el recipiente con la leche caliente y endulzada. También traía el cuerno con el pico, provisto por Urraca para facilitar que Alfonso pudiera beber cómodamente.

Con cuidado, colocó el cuerno con el pico cerca de la boca del pequeño príncipe y le ofreció el primer sorbo de leche. Alfonso, aunque aún se sentía molesto por la incomodidad de sus encías, aceptó la leche con curiosidad. Con la ayuda de la nodriza, inclinó el cuerno suavemente para que Alfonso pudiera beber sin dificultad.

Con cada sorbo, Alfonso parecía más tranquilo y relajado. El dulce sabor de la leche endulzada con miel le reconfortaba, y el calor del líquido le reconfortaba.

La nodriza observaba con satisfacción cómo Alfonso bebía con avidez, sabiendo que pronto se sentiría mejor gracias al alivio proporcionado por la leche caliente y la dulzura de la miel.

Después de asegurarse de que Alfonso hubiera tomado suficiente leche para calmar su malestar, la nodriza retiró con cuidado el cuerno y lo colocó a un lado. Con una sonrisa, acarició suavemente la cabecita de Alfonso y lo observó mientras se relajaba lentamente.

Con el malestar de Alfonso aliviado y su llanto calmado, la nodriza se sintió aliviada y agradecida.

Ahora, con Alfonso descansando tranquilo en su cuna, la nodriza se sentó a su lado, vigilándolo con cariño mientras disfrutaba de la paz y la tranquilidad que volvía a reinar en la habitación del pequeño príncipe.