En la sala del trono, Urraca se encontraba sentada en el trono de la derecha, ligeramente más bajo que el trono central. Su mirada, recorría la estancia mientras esperaba la llegada de los invitados.
En ese momento, una sirvienta entró por la puerta con paso ligero y se acercó a Urraca con una reverencia respetuosa. "Señora," dijo con voz suave pero urgente, "los invitados ya han llegado. Un guardia los está guiando hacia aquí en este momento."
Urraca asintió con calma. "Gracias por informarme", respondió con amabilidad. "Por favor, ve a recibirlos y asegúrate de que se les dé la bienvenida adecuadamente."
Antes de que la sirvienta se retirara, Urraca la detuvo con un gesto de la mano y dijo: "Espera un momento. Antes de irte, asegúrate de informar a las demás sirvientas que pueden empezar a limpiar y poner la mesa en el comedor grande. Quiero que todo esté listo para recibir a nuestros invitados."
La sirvienta asintió y se apresuró a cumplir con la orden de Urraca.
Después de unos minutos, Urraca escuchó los distintivos pasos que anunciaban la llegada de los invitados. El sonido resonaba en los pasillos del castillo, indicando su aproximación.
Finalmente, los invitados llegaron a la puerta principal del salón del trono. Con un suave crujido, las puertas se abrieron lentamente, revelando la figura de los recién llegados.
Al entrar en la sala del trono, Emma quedó impresionada por la atmósfera que la envolvía.
La luz natural se filtraba a través de pequeñas ventanas, bañando el espacio en una suave luminosidad. Además, antorchas estratégicamente colocadas en los muros de piedra proporcionaban una iluminación cálida y acogedora.
En el centro de la sala, sobre un estrado elevado, se alzaban majestuosos tronos tallados en madera, adornados con grabados simples pero elegantes. Flanqueándolos, dos grandes candelabros de hierro forjado esparcían una luz tenue y atmosférica por toda la estancia.
Las paredes estaban ricamente decoradas con tapices que narraban escenas de batallas épicas, gestas heroicas y la ilustre historia del linaje del dueño del castillo.
Bajo los pies de Emma, el suelo se encontraba cubierto por exquisitas alfombras, añadiendo una sensación de confort y elegancia a la habitación.
Emma dirigió su mirada hacia la única figura presente en la sala: Urraca, sentada en el trono izquierdo. Su presencia imponente llenaba el espacio, y Emma se sintió momentáneamente abrumada por la solemnidad del momento.
Sin embargo, recordó su propósito y avanzó con determinación hacia donde estaba Urraca, lista para comenzar su nueva vida como sirvienta en aquel majestuoso castillo.
Emma se acercó a Urraca y en un tono
respetuoso, dijo: "Señora Urraca, soy Emma, y esta persona a mi izquierda es mi hermana pequeña, Agnes. Somos hijas del Conde de A Coruña y hemos venido aquí con el propósito de servirle a sus hijos."
Urraca las miró detenidamente y notó un parecido familiar entre las gemelas y su esposo, Raimundo, así como también con su hija Sancha. Este parecido le causó una sensación incómoda y un presentimiento inquietante.
Después de un momento de reflexión, Urraca respondió a Emma con una voz serena pero firme: "Bien, acepto vuestros servicios. Empezaréis a formaros para ser sirvientas a partir de mañana. Hoy ya es tarde y necesitáis descansar para el día de mañana."
Urraca agitó una campanilla llenando la sala con su delicado tintineo. Al instante, varias sirvientas entraron en la habitación, con una reverencia respetuosa hacia Urraca.
"Por favor, llevad a los guardias a la sala donde se guardan las armas de los invitados y después enviadlos a la habitación de sirvientes para que dejen sus armaduras y se preparen para la cena", ordenó Urraca.
Urraca miró a las sirvientas y añadió: "A los mayordomos los podéis enviar directamente a la habitación de sirvientes.Y las gemelas a la habitación de invitados", indicó Urraca con calma, confirmando la disposición de las niñas.
Las sirvientas, siguiendo las instrucciones de Urraca, se dividieron en tres grupos. Un grupo se encargó de acompañar a las gemelas a su habitación de invitados, asegurándose de que estuvieran cómodas y atendidas.
Otro grupo se dirigió hacia los mayordomos, guiándolos hacia la habitación de los sirvientes, donde podrían descansar y prepararse para la cena.
El último grupo se encargó de escoltar a los guardias hacia la sala donde se guardaban las armas de los invitados, y luego los llevarían a la habitación de los sirvientes para que dejaran sus armaduras y se refrescaran antes de la cena. Con esta organización, Urraca garantizaba que todos los invitados y su séquito fueran atendidos adecuadamente.
Las sirvientas guiaron al grupo de guardias hacia una habitación donde se encontraban armarios numerados del 1 al 100. Explicaron a los guardias que debían elegir un armario y abrirlo. Al hacerlo, encontrarían un conjunto de tubos de madera en el interior, junto con una tabla de madera tallada que llevaba el número del armario.
Les indicaron que debían tomar la tabla con el número correspondiente al armario que habían seleccionado y dejar sus espadas colocadas sobre los tubos, con el mango sobre los tubos de madera y la punta de la espada apuntando hacia el suelo. Este procedimiento garantizaba un orden adecuado y un cuidado apropiado de las armas mientras los guardias se hospedan.
Después de completar el procedimiento con las espadas, las sirvientas condujeron a los guardias al tercer piso, donde se encontraban las habitaciones de los sirvientes. Los guiaron hacia una habitación destinada para dos personas.
Las sirvientas explicaron a cada grupo de dos guardias que las toallas y la ropa estaban disponibles en el armario asignado a cada habitación. Además, les recordaron que tenían aproximadamente una hora a una hora y media para prepararse antes de la cena.
Las sirvientas continuaron instruyendo a los guardias: "En unos 5 minutos les traeremos agua caliente para que se refresquen. Dentro de 30 minutos, volveremos a pasar con más agua. Y si por casualidad necesitan más agua caliente en cualquier momento, no duden en avisar a cualquier sirvienta que vean por el pasillo".
El guardia A expresó su gratitud con un simple "Gracias", mientras que el guardia B añadió: "Si necesitamos algo, no duden en que los avisaremos".
Después de transcurrir una hora y quince minutos, Urraca se dirigió a María y le indicó: "Puedes decirle a los cocineros que comiencen a preparar la mesa y a prepararse para servir la cena. Además, ve avisando a los invitados que en 15 minutos deberán descender al comedor para la cena".
María asintió con diligencia, aceptando la orden de Urraca.
María se apresuró hacia la cocina y se dirigió a Diego, el jefe de cocina, diciéndole: "Diego, Urraca ha dado la orden de que ya pueden preparar la mesa. La cena está casi lista, así que asegúrate de que todo esté listo a tiempo".
Diego asintió con entusiasmo al recibir la instrucción de María y respondió: "¡Bien, manos a la obra!". Con determinación, comenzó a organizar al equipo de cocineros y a dirigir los preparativos para la cena.
Diego se volvió hacia Martín, Miguel y Javier y les indicó: "Martín, Miguel y Javier, vayan poniendo los cubiertos en la mesa principal. Carlos, encárgate de abrir los barriles de vino y asegúrate de que estén listos para servir cuando lleguen los invitados."
Los cocineros asintieron con determinación y se pusieron manos a la obra, aceptando la orden de Diego con diligencia y eficiencia. Martín, Miguel y Javier se dirigieron hacia la mesa con los cubiertos en mano, mientras Carlos se encargaba de la tarea de abrir las botellas de vino.