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Chapter 6 - Capítulo 4 – Reunión de dioses

—Es por intuición, pero ¿usáis poderes para viajar a través de este túnel?

—Sí♪ Puedes imaginar el escritorio de un ordenador donde cada carpeta es un universo, viajamos de carpeta en carpeta o volvemos al escritorio♪

—¿No debiste ejercer de profesora en vez de diosa?

—Si se me presenta la ocasión, lo haré♪

Al cruzar la niebla, el túnel carecía de paredes o techo: era como estar en el espacio con brillos azulados; el suelo era un morado luminiscente; flotaban dados y peluches de felinos fuera de nuestro alcance.

—Es distinto al que crucé con Chiouri.

—Este espacio se llama TIS: Túneles Individuales Singularizados. En otras palabras: un túnel personal que personalizamos. No te preocupes, no puedes caerte y no son peligrosos, todos tienen las mismas dimensiones —explicó Ramia; caminando, deslizó el dedo índice a una pared invisible, revelando los límites por partículas azuladas por donde lo hacía. Probé a tocar y era tal como decía.

Al cruzar, había un pasillo de castillo con su alfombra roja que parecía llevar al trono donde estaría el gobernante en su típica silla real.

Estaba iluminado por luz natural por tres grandes ventanas huecas terminadas en arco a cada lado; por el paisaje que veía, estábamos sobre las nubes.

Ramia se puso el dedo delante del labio para que Nugu permaneciese callada.

Fuimos hasta la gran puerta de oro puro con grabados de alguien tapado de pies a cabezas por vendas y, al acercarnos, se abrió.

Dentro estaba oscuro, sentí una especie de déjà vu. En el centro había un sofá trono y una mesa baja de cristal con un portátil encendido.

Sin percatarme, un gato negro se frotaba en mis pies: tenía el ojo izquierdo naranja y el otro morado. Por instinto, me agaché para acariciarlo al ver que exponía la panza. En una de mis vidas pasadas cuidaba de bastantes, por lo que sabía acariciarlos.

Nugu, envidiándolo, se puso al lado a tres patas abrazando a su erizo para que le hiciera lo mismo. Aun siendo medio humana, sus instintos felinos se sobreponían. Me miraba con intensidad, quería que lo hiciera a toda costa, era tan mona que accedí a su petición; usé la izquierda en ella con moderación para que no ronronease.

Ramia también se puso a cuatro patas, sentía que se burlaba de mí, por lo que le seguí el juego. Ella chocaba su cabeza contra la de Nugu y ésta, como una pelea de gatos, le dio un golpe en la cabeza enfadada.

Acaricié su barbilla como si de un gato se tratase.

—Buena chica, luego te dejaré beber mi leche especial —bromeé como venganza para asustarla.

…La piel y dureza ósea de amabas es igual a la de un humano…

—¿¡L-Leche especial!? ¡Yo también quiero! —exigió Nugu con emoción e inocencia.

—No querrías…

Ramia lo entendió y se alejó; le afectó más de lo planeado. En parte lo entendía, ni siquiera yo acostumbraba a bromas vulgares, me prometí no repetirlo:

—No sé cómo reaccionar ante las distintas formas en la que tomáis una broma… Bajaré el nivel.

Las luces se encendieron y el gato desapareció.

La arquitectura recordaba al de una iglesia en forma de cruz, con un presbiterio tras unos escalones.

Más que un trono, era la habitación de un friki: llena de estanterías con estuches, mangas y novelas en el transepto.

A nuestro alrededor aparecieron siete personas más: tres chicos y cuatro chicas, entre ellos Chiouri; una se asemejaba a un humano, con un rasgo facial similar al de alguien que conocí como si fuera la viva imagen de su hermana mayor.

Sentado en el trono estaba aquel gato, transformándose en una muchacha más madura que Ramia, debía rondar los veinticinco: su pelo era negro con un degradado blanco con toques rosados; sus ojos eran iguales al gato; su pupila izquierda era una bola de pinchos y la otra un copo de nieve.

Portaba vendas doradas que envolvía las muñecas, el pecho y otra que hacía de pantalón corto; las puntas despegadas se tornaban azul cian. Exponía la piel y sus curvas: su cuerpo era, sin duda, el de una diosa. Las uñas estaban pintadas de amarillo.

—Muajaja, no me importaría beberla —comentó desde su trono. 

Esperé que supiera lo que era una broma.

—Pensándolo mejor, sería ilegal dársela a unas chicas tan jóvenes y hermosas.

Nugu se avergonzó con una sonrisa torpe, aunque era ironía.

—Siendo diosa y teniendo tantos años, no creo que haya ilegalidad, muajaja.

…No lo quiero ni imaginar, pero supongo que es la jefa.

—En efecto, muajaja.

…¿Puede leer la mente?

—En efecto, muajaja.

…Parece irreal… Si de verdad puedes, quítate la tela del pecho.

La levantó desde el medio y se detuvo a la mitad.

—¿Creías que lo haría? Muajaja.

…No sería nuevo ver a una mujer desnuda, incluso las diosas pueden ser inmaduras.

—¿¡Hasta que no me la quite, no estarás contento!? ¿¡Es eso!? —La levantó de nuevo lloriqueando, como si fuera una adolescente jugando a ser dios.

—Tampoco demostrarás nada… ¿No tenías una reunión?

Aclaró su garganta y comenzó:

—Os he reunido para hablar sobre ti. —Me ojeó con una mirada desagradable.

—¿He hecho algo malo? ¿Aparte de molestar y hacer sentir bien a Nugu hasta dejarla exhausta, ganar a Ramia con la condición de cumplir uno de mis caprichos y ofrecerles mi leche especial? —Todos me miraron en silencio—. Era broma —aclaré—, o no del todo…

…Desconozco vuestro humor.

—Me dejé ganar a propósito… A propósito♪ —recalcó con una sonrisa incómoda.

—Las promesas hay que cumplirlas.

La diosa suprema, seria, prosiguió:

—Los tratas como críos, no crees en los dioses: los odias, pues no cumplen tus sueños. ¿Cómo lo sé? ¡Soy dios, conozco toda gota! —exclamó extendiendo sus brazos con aires de grandeza. En ese instante, se escuchó una notificación en su portátil—. Disculpadme… ¡Un nuevo capítulo, me pregunto qué pasará después de aquello, ah! ¡Lo quiero ver ya!

Estaba sin palabras, el resto de la sala rio discreto ante tal estupidez.

…¿Esto es lo que se considera un dios?… ¿¡¡Y de eso sí os reís!!?

La diosa suprema, avergonzada, continuó como si nada:

—Tu esfuerzo era en vano, pues no dependía sólo de ti, por lo cual nunca se cumpliría. Ni siquiera el de descansar eternamente, por lo que los odias y menosprecias.

La chica que yo comparaba se vio sorprendida; pensante, agachó la cabeza. La diosa le echó un vistazo y quedó atónita.

—Y es la verdad, ¿no? Aunque os odie, no significa que vaya a hacer algo malo, no tiene sentido discutir lo inevitable. Me da igual el discurso que tengas preparado, no cambiaré mis ideales —dije con una mezcla de sentimientos: impotencia, melancolía y cansancio.

—Sí, no niego que, incluso siendo dios, no lo puedo hacer todo: tengo mis limitaciones. Ramia, ¿qué opinas de él tras la misión?

…Un dios con limitaciones es una farsa… ¿De verdad perdió a propósito?, ¿por qué preguntar si puede escuchar los pensamientos?

—Es agotador y un dolor de cabeza leer a varios, muajaja.

—No es tan malo como aparenta, ha sido entretenido jugar como he querido con él~♪

…¿Por qué tienen que opinar de mí? También me entretuve, aunque no me interesan.

—Muajaja. ¿Nugu y Chiouri?

—S-Sus caricias son suaves y cálidas… ¡No puede ser mala persona!

…Eso no tiene ni pies ni cabeza, Nugu; aunque en tu caso: no tiene ni cola ni orejas…

—Quería dejar mi universo… Aunque esté lleno de odio…, puede estar justificado… No creo que sea malo… —justificó Chiouri, como una madre que no puede criticar o menospreciar a su hijo; pese a las palabras de mi diosa, evitaba el contacto visual conmigo.

…Odiar sin razón sería absurdo. ¿A qué quieren llegar? ¿Si soy malo me encerrarán?

—Muajaja, Chiouri nunca transfirió un alma. ¿Quién no querría conocerte? —Cruzó las piernas y, con la palma hacia arriba, me señaló diligente sin tramar nada bueno.

—¿Y cuál era la necesidad de que vinieran? —Indiqué hacia el grupo de mi diosa.

—Son los representantes a cargo de los universos de tu lista.

—Eso no contesta a mi pregunta.

—De hecho, nosotros tampoco sabemos la razón —aclaró con amabilidad uno de ellos.

Era un hombre respetable de treinta años con el pelo corto y alborotado, una escasa barba cuidada y ojos negros. Vestía un chaleco de esmoquin a líneas rojizas; debajo, una camiseta azul a líneas junto a una corbata color sangre; un pantalón rojo y zapatillas negras. Enganchado con una cadena en el pantalón, portaba un reloj de bolsillo.

La diosa se tumbó dándonos la espalda y se rascó el trasero por debajo de su tela, con la derecha apoyó la cabeza.

No podía parar de pensar en lo poco creíble que era lo que presenciaba.

Paró y levantó la mano moviéndola de un lado a otro como si fuera a decir algo sin importancia:

—Es vuestro nuevo compañero, tratadlo como corresponda.

Me quedé atontado, noté como mi corazón se congelaba.

—¡Eh! —exclamaron sorprendidos los presentes, menos una niña dormida encima de una tortuga de peluche gigante y aquella chica la cual no reconocía.

—¡Espera! ¡Espera! ¿¡Qué!?

—Significa que serás un dios; mejor dicho: ya lo eres.

Mi aspecto físico cambió, y mantenía la estatura.

—¡Eh! Pero… ¡¡Eh!! —Desesperado, no me salían las palabras—. ¡No me interesa jugar a ser dios, no quiero vuestro trabajo, quiero lo contrario! —Decaído y cansado me tiré a cuatro patas. Aún portaba el grillete de mi diosa en la muñeca—. ¿Esto es el infierno? ¡No, sería mucho mejor!, ahí al menos pulverizarían con amabilidad mi alma. ¿Esto es lo que llaman desesperación? —Me acosté por completo en el suelo—. Sería más feliz tirado aquí el resto de mi vida.

—Muajaja, no seas tan negativo, no te obligaré a trabajar; si lo deseas, puedes quedarte en la estancia de Chiouri, Ramia, Nugu o incluso Mugon.

Me arrodillé ante Nugu y le sujeté la mano como si le pidiera matrimonio.

—Nugu, por favor, cuento contigo; quiero estar contigo.

Mi nueva prioridad era evitar vivir con mi diosa y morirme de frío.

Nugu miró avergonzada al suelo, su flequillo cubrió sus ojos y sus mejillas se enrojecieron.

—S-Si prometes que me acariciaras a diario…, n-no me importaría… —exigió con una suave voz, levantó la cabeza y me miró con pura inocencia.

—¡Claro, cuento contigo! —La abracé como si de mi diosa de la salvación se tratase, y me acarició la cabeza con su diminuta mano.

—Entonces está decidido —declaró con una cálida sonrisa.

Me levanté y miré a la gobernante:

—¿Y qué dios soy?

—No lo sé, el título de lolicon está libre por si te interesa, muajaja. No es algo que se decida del día a la mañana.

…Mis bromas son mejores…

—¿Y mi nombre?

—¿Eres un bebé que no elige por sí mismo? Me gustaría que te llevaras bien con el resto, que te enseñen lo básico: los poderes, las reglas, las costumbres y todo eso. Por último, te he dado un regalo, muajaja.

…Las reglas nunca traen nada bueno.

—Gracias a alguien no estoy de ánimo ahora para elegirlo… ¿Qué regalo?

…De un día para otro nadie se espera ser dios, es normal no tener nada preparado.

—Muajaja, lo descubrirás pronto. Y si no os importa, me gustaría ver el nuevo episodio; no tengo tiempo para estar pendiente de vosotros. —Finalizó echándonos abanicando su mano.

…Si esto es el cielo, era peor de lo que imaginaba.

La diosa suprema me miró e hizo una sonrisa de superioridad.

…No era un halago, y deja de leerme.

Los nueve dioses y yo estábamos en el pasillo para presentarnos.

Un peluche grande se movía por la niña que dormía sobre él: parecía de la misma edad de Nugu; su cabello violeta ondulado le llegaba hasta la cadera; vestía un pijama con falda de volantes y mangas largas marrón, con las oberturas blancas y líneas ondulantes cerca de ellas, también con un botón y una pajarita verde; calzaba calcetines desparejados: uno corto blanco y otro largo negro.

Desde hace rato, Ramia desapareció.

—Estarás cansado, hacía tiempo que no la veía emocionada —reveló aquel hombre amable—. Me presento: soy Yuta, conocido también como el dios de los parques de atracciones; es un placer conocerte. Siempre puedes pasarte por mi universo a divertirte. —Me estrechó la mano.

…¿Emocionada? Más bien pesada y molesta.

—El placer es mío. —Le seguí la corriente y la estreché. No tenía nada que comentar, no estaba preparado y no sabía cómo actuar.

La chica que más se asemejaba a una humana se acercó. Aparentaba veintipocos; al igual que sus ojos, su pelo corto, ondulado y despeinado marrón oscuro llegaba hasta su barbilla; en la mejilla derecha tenía una pegatina de un pingüino infantil.

Usaba una braga de cuello negro con toques anaranjados; con un lindo vestido negro de cuello alto sin mangas; la falda del vestido tenía aberturas con estampados naranjas de diferentes animales y, gracias a éstas, se apreciaba una falda del mismo color debajo.

Calzaba medias largas a rayas negras y naranjas con las que le daban un toque sexy por sus muslos; y unas botas negras.

A diferencia de lo que había visto hasta ahora, su busto era pequeño pero más firmes que los de Ramia.

Su sonrisa era cálida, hizo señas como si fuera muda: me señaló y luego a sí misma, después se agarró las manos, pero yo no entendía el lenguaje de señas.

Se percató y sacó una pequeña libreta del bolsillo, escribió y lo enseñó alegre:

«Me llamo Mugon, diosa del sin sonido, me encantaría que nos llevásemos bien, un gusto★»

Hizo una sonrisa angelical, me daba pena que alguien así no tuviera la capacidad de hablar.

No quería que se diera cuenta y, sin pensarlo, acaricié su cabeza.

—El placer es mío, espero que nos llevemos bien.

…Aunque me incomoda que se parezca a una humana…

No esperaba nada de ningún presente, forcé una sonrisa y dirigí la mirada a la ventana.

En ese momento recordé estas palabras: «Los tratas como niños».

Mugon de a poco rompió su sonrisa. Me sorprendí cuando aparté mi mano y vi que estaba llorando.

—¿Estás bien? No era mi intención…

«No es eso, estoy feliz. Me alegro de conocerte, no esperaba que me recibieras tan bien». Mostró con dificultad.

—No digas tonterías, eres mona y amable, ¿por qué te trataría mal? —halagué para tranquilizarla.

…¿Esperaba que la recibiera mal? Parece humana, pero no tiene culpa de su aspecto físico…

Nugu se acercó y la abrazó; ella hizo lo mismo, la diferencia de altura la obligaba a agacharse.

—Si te hace daño, puedes contármelo: para eso están las amigas.

Ella asintió con la cabeza.

Esta vez se acercó un hombre demonio de unos veinte años con el pelo azulado corto y de ojos rojos; tenía dos cuernos negros sobre su cabeza, uno estaba roto por la mitad; sobre su nariz tenía una cicatriz horizontal. Vestía una gabardina negra larga de cuello alto; una camiseta aguamarina; pantalones y botas color carbón.

—¡Es mi turno! ¡Escucha bien! ¡Soy Gran Demonio, dios de los reyes demonios! ¡Todos me temen, estoy en la cima de…!

Nugu se acercó a mí, me agaché y susurró en mi oído:

—¿Ves? Pero no lo hace con malas intenciones…

—¿Estás segura? —le cuestioné bajito.

—¿¡Qué susurráis!? ¡Si quieres que te trate por igual, será mejor que te arrodilles ante mí!

—¿Quién ha dicho que quiera ser tu amigo? —insinué sin escrúpulos.

—No quería decir eso… N-No importa si no te arrodillas… —Cambió a una actitud tímida.

…Que molesto, habla con superioridad y es tsundere, ahora entiendo a Nugu.

—Bueno… no me importaría serlo —le respondí con falsas esperanzas para que dejase de hablar.

—¡Yo no necesito amigos, sólo esclavos! ¡Este mundo estaría podrido sin mí…! —continuó soltando chorradas solo. 

Otra con vendas rojas que debía rondar la misma edad, se escondió detrás de Chiouri. Su pelo rojo puro bien arreglado era liso y fino, tapaba uno de sus ojos y llegaba antes del pecho; le caía en arco una trenza en la parte superior derecha con una goma de un murciélago mordiendo una estrella; y los ojos eran como el oro puro.

Su cuello estaba vendado; vestía una camiseta holgada de manga corta de doble color perpendicular: hasta el pecho era blanca con el diseño de estrellitas rojas, y la inferior roja con lo mismo pero blancas; pantalones cortos blancos; unas vendas hacían de medias y zapatillas blanquecinas.

Sus manos y antebrazos estaban vendados e iba dándole vueltas alrededor del brazo nerviosa. Me miraba sin pronunciar palabra, sus ojos hipnotizaban, una vez los mirabas parecía absorberte.

—Es Gena…, la diosa del maid café; es tímida...…, y es mi amiga —explicó Chiouri; Gena afirmó con la cabeza.

…Una que habla con muchas pausas y otra tímida: el combo perfecto.

Lo extraño era que no vestía de sirvienta.

—Espero que nos llevemos bien.

Reafirmó; sonreí contento de que la conversación terminase tan rápido y ella me miró molesta.

Por último, se acercó alguien semidesnudo de unos veintipocos: tenía el pelo largo; ojos y orejas azules semblantes a los de Nugu; unos tejanos cortos marrones de lino y unas chanclas. Tenía cicatrices largas por el cuerpo: una en el hombro izquierdo, dos en el pecho, una en la barriga y dos en su pierna derecha.

Chasqueó la lengua molesto y se frotó el pelo:

—Iko, baños termales. —Marchó hasta la salida, levantó el flequillo y desapareció.

—Perdónale, cuando está seco no puede quedarse quieto —aclaró Yuta como si fueran amigos.

…Siento que me estoy mareando.

—Al fin y al cabo me aceptó en su universo. ¿No había alguien más?

—Sí, la bella durmiente —mencionó Yuta.

—Falta A, la diosa vaga. Se ha marchado, creo que no se enteró de lo que pasó. Desde que le hice ese peluche ha estado más tiempo dormida —respondió Nugu arrepentida con una sonrisa torpe.

—No pasa nada. Me gustaría acostarme y pensar con claridad, deberíamos volver.

Nugu afirmó, ambos nos despedimos y nos fuimos; no quise ni imaginar qué pensarían de mí.

El TIS de Nugu era simple: un pasillo elegante con estanterías empotradas repletas de peluches.

—¿También hay ciclo día y noche? —pregunté contemplando el anochecer ya en el camino.

—Sí, el alma de nuestros cuerpos necesita dormir y descansar. Una vez dentro, te enseñaré las reglas absolutas.

—Me las pudo enseñar ella, ya que estábamos.

Me sentía extraño: cansado y mareado.

Una vez en casa, aguantando a duras penas y al entrar en su cuarto, perdí la consciencia. Mi mente quedó en blanco, mis pensamientos y sentidos dejaron de existir. Como si tratase de una camiseta blanca, una mancha azul cayó sobre mí devorando mi existencia.