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Chapter 7 - Capítulo 5 – La niña del peluche blanco

Oía el lloriqueo de un bebé recién nacido.

—¿Una enfermedad congénita?

Era una madre conversando con un doctor, junto a un hombre sujetando su mano para calmarla.

Todos eran personas gato, desde niños hasta adultos.

—De salud no corre ningún riesgo; no tenemos tratamiento. Afecta a la melanina izquierda de su cuerpo, es como si fuera hecho a propósito: una casualidad extraordinaria.

—¡Qué fea!

—¡Parece un monstruo!

—¡Mirad su pelo! ¡Parece sangre, es como un demonio!

—¡Dicen que quedarás maldito si la miras un rato!

—¡No te acerques, no quiero contagiarme!

Eran niños que acosaban y repudiaban a diario de una niña.

Nadie la aceptaba, mantenían cualquier contacto físico y visual. 

Algunos tiraban su mochila al contenedor para alejarla, otros la culpaban de delitos que no cometió, otros hablaban mal a sus espaldas generando rumores desagradables.

—¿¡Cuándo será feliz!? ¿¡Cuándo la dejarán tranquila!? ¡Nos hemos mudado múltiples veces y, a diario, nos llegan quejas como si fuera la responsable! —gritó la madre llorando en plena noche. 

—Lo siento por haber nacido… Lo siento… —susurró destrozada y en lágrimas al oírla desde el dormitorio.

Tras aguantar un tiempo, la madre colapsó.

—¡Mamá!

—¡Aiko! —Asustados, el padre y la niña corrieron a su lado.

—Es a causa del estrés, su cuerpo está débil, a este paso… —explicó el médico renegando. 

El padre sujetaba con fuerza la mano de su hija de siete años.

—Éste será nuestro nuevo hogar —anunció su padre como si hubiera encontrado el lugar indicado.

—A partir de hoy seré tu profesora particular —dijo la madre con una vulnerable sonrisa—. Lo siento, cariño, por mantenernos a ambas y dejarte todo el trabajo…

—No pasa nada, pase lo que pase, yo os amo —expresó con una sonrisa que transmitía seguridad.

—¡Mamá! —La niña de ocho años se acercó a su madre, sentada en una mecedora, y le abrazó las piernas; ella miraba a través de la ventana a un inmenso prado verde:

—¿Hum?…

—¿Por qué siempre colocas flores blancas? ¿Es tu color favorito? —preguntó curiosa.

—¿No crees que es relajante? Transmite armonía, también se dice que trae buena salud. ¿Sabías que acepta cualquier color encima de él? —Le sonrió dándole golpecitos suaves en la cabeza.

Su hija agachó la mirada al escuchar «se dice», pues no tenía buenos recuerdos de los rumores.

—¿Papá?

Estaban cerca del lago, preparando un bote para pescar.

—¡Hoy comeremos pescado, ve preparando tu estómago, Nugu! —dijo con una sonrisa.

—¿¡Pescado!? ¡Mi comida favorita! —Babeando movió su cola a gran velocidad.

A los nueve años aprendió a coser peluches e hizo uno blanco para su madre.

—¡Mamá! ¡Tengo un regalo para ti! —Le mostró una sonrisa de oreja a oreja.

—Hum… ¿Qué cosa?

Le enseñó el peluche que escondía en la espalda.

—¡Tachán! ¡Un erizo! No me ha salido bien, ¡pero prometo que te haré más! —aseguró feliz moviendo la cola.

—¡Qué lindo! Lo pondré junto a mi cama para dormir —halagó intentando sonreír, y la abrazó.

La niña pasaba más tiempo fuera mirando el cielo detrás de su casa, delante del lago.

Su madre empeoró y, en consecuencia, estaba más tiempo en la cama.

Salió a diario a contemplar la noche estrellada; abrazaba una de sus creaciones para no sentirse sola y frecuentó conversaciones con él.

—¿Sabías, Koly? Leí en un libro que las estrellas fugaces cumplen tu deseo… Si cada día consigo pedir el mayor número de deseos, mamá se curará y, entonces, pasaríamos más tiempo juntas. —Sonrió al ver un rayo de esperanza.

Una noche nublada, esperó durante horas a que despejara para rogarlas. El cielo no mejoraba y, como tenía frío, decidió meterse en casa.

…¿Había dejado la puerta tan abierta? —pensó.

Antes de subir los escalones, unas gotas cayeron en su mejilla, por la oscuridad no veía qué era.

Alzó la vista al segundo piso y vio a dos desconocidos que cargaban el cuerpo de su padre manchado de sangre con un puñal clavado en el corazón.

—¡Está abajo! ¡No la pierdas de vista!

Temblaba del miedo, pero tuvo el coraje y la reacción necesaria para huir hacia el lago. Los hombres tuvieron problemas para bajar y perseguirla en la oscuridad.

Empujó el bote de su padre con todas sus fuerzas, se montó y se agachó; éste se deslizó en silencio dentro del lago calmado.

—¡Mierda! ¡No la veo! —Oyó de fondo.

Como el cielo estaba nublado, no veían con claridad los alrededores.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Que alguien me ayude! Lo siento, por culpa de haber nacido… —Lloró y abrazó a su peluche con fuerza; era la primera vez que se subía a un bote.

No paraba de temblar; nerviosa y sin saber qué hacer, se levantó para ojear su casa. El bote se balanceó y, como si una corriente de aire la hubiera empujado, resbaló hacia fuera.

Intentó mantenerse a flote, pero no sabía nadar, era su primera vez en aguas profundas. Chapoteó angustiada para subir de vuelta, pero lo único que conseguía era alejarlo.

Su ropa dificultaba sus movimientos y no pretendía ceder a su preciado erizo. Agotada y abrumada se hundió; sujetó a su peluche para que fuera una simple pesadilla.

…¡Todo es por mi culpa! ¡Por haber nacido! Yo… os quería hacer feliz… Lo siento, mamá…

~Eso es, acércate al resto de colores y, por favor te lo pido, llena tu felicidad para mí.

Recuperé mis sentidos y mi existencia. Desperté en la cama junto a ella, dormía abrazándome junto a su erizo.

Estaba agotado como si hubiera tragado agua salada. La voz de una joven fue tan momentánea que mi memoria enseguida la olvidó; cuanto más pensaba, menos la recordaba.

Le acaricié la cabeza, parecía que me había estado cuidando desde que perdí el conocimiento.

Cuando la sorprendí en las escaleras, le recordé esos acontecimientos y por eso se asustó, pensé.

…Si siguiera viva, ¿hubiera sufrido más?…

Pocos segundos después, alguien puso una libreta delante de mí.

«¡¿Estás bien?! Nugu dijo que colapsaste y me llamó preocupada». Era Mugon, la chica muda.

—Ojalá no haber despertado…; estoy bien, gracias. —Sin comprender la razón, soltó lágrimas—. ¿Por qué estás llorando? Lo de ojalá no haber despertado no es por ti.

«Tu actitud y sueño me recuerda al de alguien, estoy contenta»

…¿Por qué estarías contenta de alguien así?

La primera vez que la vi me recordaba a alguien, pero estaba equivocado.

Era imposible que nos conociéramos, era diosa de otro universo y yo la primera alma de Chiouri.

—Lo siento… Alégrate, o ella también se pondrá triste. —Acaricié su cabeza para calmarla.

Pero más importante, ¿por qué soñé algo relacionado con Nugu?

…¿Éste es aquel regalo?

—Al ser dios, ¿es normal soñar como si fueras otro o ver sus recuerdos? —pregunté para solventar.

«No, debería ser igual a cuando no lo eras. Cuando te vuelves uno olvidas tus vidas pasadas, menos la más impactante», escribió pensándolo.

Ahora que lo mencionaba, no conseguía recordar casi nada. Pero mi personalidad no había cambiado, como si estuviera predefinida por el alma.

—¿Y qué clase de raza eres? ¿Eres algo raro como los demás? ¿Qué te hace diferente? Tu aspecto es similar a la de un humano —pregunté sin delicadeza.

Se quedó bloqueada unos segundos al escucharlo.

«¡Soy humana!»

—¿Humana?… —Dejé de mirarla. 

Queriendo transmitir algo importante, continuó escribiendo; pero se detuvo cuando Nugu despertó.

—¿¡P-Por qué me abrazas!? —En un instante me soltó y se apartó de mí.

—Eras tú quien lo hacía… Eras más linda dormida.

Se avergonzó del dudoso halago.

En su mundo la trataban como un monstruo, pero yo no la veía de esa forma.

No quería que se preocupara por saber su pasado, por lo que no mencioné nada; no era mi pasatiempo rememorar cosas desagradables.

—¡Espero que estés preparado hoy, no vuelvas a dormirte así, me asustaste!

…Desmayarme no es algo que controle…

Pensé que a lo mejor le recordó a lo sucedido con su madre y se preocupó en exceso.

—Soy inmortal, ¿cierto? No hace falta que te preocupes. —Acaricié su cabeza y movió la cola.

—Pero puedes sufrir; ten más cuidado.

…¿Qué cuidado si no fue mi culpa?

—Hoy ya he cumplido con nuestro trato.

Mugon escribió en una nueva página y la mostró:

«Yo vuelvo a casa, apenas he dormido★»

—Perdón por las molestias y gracias por cuidarnos. Aunque exageráis —le agradecí aunque me desagradaba su presencia como humana.

Sonrió y abanicó las manos como si no hubiera sido para tanto:

«Somos amigos, ¿no? ★ Puedes llamarme o visitarme siempre que quieras★»

…Yo no necesito amigos.