De repente, la oscuridad se intensificó, como si una nube negra y densa hubiera devorado la luz de la luna. Un frío glacial recorrió el bosque, erizando la piel de Andrés y Estefanía. Un sonido gutural, como un rugido lejano, resonó en la noche, llenando el aire de un terror palpable. La cabaña, antes un refugio acogedor, se convirtió en una jaula de madera que los separaba de un horror desconocido.
Las ventanas se oscurecieron, como si una sombra espesa las cubriera desde el exterior. Los muebles crujían y las paredes parecían vibrar con una energía invisible. La cabaña, que antes era un remanso de paz, se convirtió en un escenario de terror.