En los meses siguientes, Andrés no pudo encontrar paz. La imagen de Estefanía lo perseguía en sus sueños y en su vigilia. Cada noche, regresaba a la cabaña, buscando alguna señal de su amada, una prueba de que todavía estaba viva. En vano, sus ojos recorrían el bosque, esperando un destello de esperanza que nunca llegaba.
Un año después, la noche de luna llena volvió a brillar sobre la cabaña. Andrés, consumido por la pena y la soledad, se encontraba en el interior, sumido en sus pensamientos. De repente, la oscuridad familiar se apoderó del lugar, un frío gélido que erizó su piel. La voz profunda que había escuchado antes resonó en la habitación: "Ha pasado un año. Tu dolor ha sido equivalente a mil."
Andrés, con el corazón palpitando con terror, se enfrentó a la criatura. La oscuridad se arremolinó a su alrededor, mostrando imágenes de la agonía de Estefanía, su alma vagando en un vacío sin fin. La voz le susurró al oído: "Para traerla de vuelta, debes sacrificar a una persona querida. La vida por vida. Es la única manera."