Mientras tanto, Estefanía corría por el bosque, buscando ayuda. La oscuridad la perseguía, pero ella no se rendía. Finalmente, llegó a la cabaña de sus vecinos, pero solo encontró un lugar vacío. La desesperación se apoderó de ella, pero no se rindió. Decidió regresar a la cabaña donde Andrés se enfrentaba a la criatura.
Estefanía se arrodilló junto a Andrés, su cuerpo convulsionando en el suelo. La oscuridad los envolvía, espesa y sofocante. Con un corazón lleno de tristeza y determinación, Estefanía miró al cielo donde la luna llena brillaba con intensidad. Elevando su voz por encima del rugido de la criatura, gritó con todas sus fuerzas: "¡Llévate mi alma! ¡Que sea tuya si eso libera a Andrés del sufrimiento!"
Al instante, el bosque se llenó de una oscuridad aún más profunda, un frío glacial que marchitaba las flores y el follaje a su paso. Una voz poderosa, como el trueno resonando en las montañas, resonó en el aire: "Aceptaré tu sacrificio. Tu alma me pertenecerá y pasarás la eternidad en la nada. Tu sufrimiento será equivalente a mil años de agonía."
Estefanía, con los ojos cerrados y el rostro pálido, aceptó su destino. Un último pensamiento de amor por Andrés cruzó por su mente antes de que la oscuridad la absorbiera por completo.