Andrés y Estefanía, una pareja joven y enamorada, celebraban su primer aniversario con una escapada romántica a una cabaña en lo profundo del bosque. La cabaña, de madera rústica y acogedora, se encontraba en un entorno idílico, rodeada de árboles centenarios, un río cristalino y el canto de las aves. El día transcurría con la alegría y la complicidad propias de dos almas que se complementan a la perfección. Paseos por la floresta, risas compartidas, confidencias junto al fuego de la chimenea y besos apasionados bajo la luz de la luna. Un día perfecto para celebrar un amor que se fortalecía con cada experiencia compartida.

Sin embargo, la llegada de la noche trajo consigo un cambio en la atmósfera. Un silencio inusual se apoderó del bosque, solo roto por el susurro del viento entre las ramas y el canto lejano de una lechuza. Una sensación de inquietud comenzó a oprimir el pecho de Estefanía, como si una presencia invisible la observara desde las sombras. Andrés, ajeno a la premonición de su amada, disfrutaba del paisaje nocturno y la compañía de la mujer que amaba.