III
Los únicos sobrevivientes
El arco estaba tenso. La respiración era paciente. Cuando la flecha salió, se liberó la tensión. Los ojos se quedaron fijos en la presa.
Alex estaba viendo como el ciervo caía. Al principio, sintió un momento de alegría, obviamente inspirado por su triunfo. Sin embargo, y mientras más iban pasando los segundos, esa felicidad se fue diluyendo.
-¿Te sientes bien?- Mathieu notó su rostro de inmediato.
-¿Lo maté?- Alex se oía nervioso.
-Pues, sí, ¿ves? No se está moviendo. Fue un excelente tiro.
-¿Cómo pude haber hecho eso?
-¿A qué demonios te estás refiriendo?
Mathieu explotó en furia. La muerte de un ciervo era lo de menos, pero la pasividad de Alex lo mataba. Estaba enojado al darse cuenta de que el niño en cualquier situación en donde necesitara matar simplemente no lo haría. Y eso lo ponía a punto de explotar.
-No pasa nada...
Sin embargo, trató de tranquilizarlo.
-¿En serio?
Alex seguía con ese rostro compungido.
-Sí quieres lo destazo yo…
Y eso hizo. Por mucho que quisiera enseñarle una y otra vez al chico, siempre terminaba haciendo lo mismo. Era una sensación frustrante, pero más que todo molesta. Parecía que sus esfuerzos no valían, aunque no estaba seguro. Al fin y al cabo, el niño sí sabía hacer buenos tiros.
Y se lo mencionó cuando estaban cocinando. Cuando la fogata los estaba calentando.
-Eres buen tirador, Alex- dijo-. Solo necesitas un poco de sangre fría. Nada más. Es cierto que los animales son inocentes y todo, pero no puedes hacer otra cosa con ellos. Recuerda que estamos en un lugar en donde no hay nadie. Aquí no puedes simplemente entrar en una taberna y pedir algo.
Alex lo miraba sin entenderlo.
-No sé…- estaba tartamudeando.
-Alex- Mathieu trató de ser más firme. Miró al chico a los ojos-. Algún día tendrás que hacer algo. No puedes seguir así para siempre.
Y era cierto. Pero Alex no quería cambiar. Esta vida, estos días que pasaban, lo estaban cambiando. Pero no como había esperado.
Aunque era algo importante, esperar no valía de mucho. La vida no cambiaría si no se esforzaba. Era algo que tenía que tomar en cuenta.
La noche cayó, fría. Se durmieron al abrigo de un enorme viento. Las llamas de la fogata crepitaron y bailaron al compás del aire. Era una danza sutil y delicada, perlada en rojo y naranja. La danza de las llamas perpetuas. Alguien de cerca la observaba…
Esa persona se quedó mirando fijamente a los cuerpos en la tierra. Los dos durmientes, los dos forasteros. Sus respiraciones tranquilas le inspiraban paz. Una paz que no tenía. Era como volver a aquellos tiempos en donde no había nada.
Y la nada era mejor que ahora. De eso no cabía duda.
-¿Qué miras, hermano?- una voz le hablaba al forastero desde atrás. Era una voz dura y rasposa.
-Son humanos. Hacía tiempo que no veía unos tan de cerca.
-Y no son los que buscamos.
-No, pero son interesantes. El niño está aprendiendo a cazar. Es demasiado bueno con las bestias.
-Eso no te incumbe.
-Pero…
-¡Entiende!
Hubo movimiento cerca de la fogata. El grito había alertado a uno de los cuerpos. Este se levantaba dando un sobresalto. Sus ojos se quedaron fijos en el horizonte. Sin embargo, no se miraba nada.
¿Qué había pasado con los forasteros? Nadie sabía nada. Alex se volvió a dormir pensando que había sido un sueño.
A la mañana siguiente, Alex se levantó algo agitado. Mathieu, en cambio, estaba de mejor humor.
-¿Partimos?- sus palabras se oyeron más como una orden que como una sugerencia. Alex no pareció tener otra alternativa.
Empezaron a caminar iluminados por el sol. El bosque estaba frondoso y oscuro, pero en el centro del camino el lugar estaba abierto. Alex observaba como las sombras que formaban los árboles parecían alejarse del sendero. Era como si estuvieran huyendo de algo.
Y fue en ese momento en que se acordó. Lo mencionó de pronto, y no le pareció gran cosa cuando lo dijo.
-¿Sabes?- miró a Mathieu fijamente- Creo que ayer nos observaban.
Mathieu se detuvo de manera brusca. Miró a Alex sin saber exactamente qué pensar.
-¿Estás seguro?- la pregunta tenía un dejo de nerviosismo.
-Ese es el problema- Alex trataba de ser sincero-. No estoy seguro.
-¿Viste algo?
-No.
-Solo lo oíste entonces…
-Así es.
-Tal vez no sea nada.
Sin embargo, esa suposición no duró mucho tiempo. Mathieu de pronto empezó a escuchar algo.
-Siento que nos observan- dijo.
Alex le respondió tartamudeando.
-A decir verdad, yo también.
¿Qué sucedió después? Alex no sabría decirlo en el futuro. Solo le quedó la impresión de que todo pasó tan rápido.
Una sombra corrió cerca de ellos. Pasó volando cual centella. Al sentir su presencia, Mathieu desenvainó la espada.
-Quédate detrás de mí- le dijo a Alex.
El niño sintió una corriente de aire. El viento se dispersaba muy cerca. Mathieu levantó tranquilamente su espada. Acto seguido, se oyó un choque de metales. Mathieu estaba repeliendo a un atacante. Este se miraba extraño. Humano, pero no tanto. Era algo que nunca había visto.
El forastero era rápido. Mathieu lo empujó usando la fuerza de su cuerpo. Luego, tratando de sorprenderlo, intentó golpearlo con su espada. El atacante detuvo el mandoble, cambiando rápidamente a un contraataque. Los golpes subsiguientes fueron repelidos eficientemente por Mathieu, quien terminó la faena derribando a su enemigo.
Ya en el suelo, se encaminó de inmediato a desarmarlo. No más lo hizo, otro oponente surgió de las sombras. Mathieu se batió con él durante unos segundos más hasta también derribarlo. El otro forastero cayó de manera violenta contra el suelo. Mathieu lanzó un grito desesperado.
-¡Se me calman los dos!- dijo.
Y no hubo más movimiento. Alex notó que los dos extraños se quedaban petrificados. Claramente estaban sorprendidos de haber sido derrotados. Mathieu los tenía allí, vencidos, siendo apuntados por su acero.
-Y ahora me van a decir quiénes son.
Alex pensó que la pregunta era muy apropiada. O quizás, demasiado apropiada. Él mismo se moría por saber la respuesta.
Los hombres (aunque eso sería decir mucho) trataron de mostrarse impasibles. Sus ojos cristalinos, totalmente extraños al visor común, se movían para todos lados como mostrando incomodidad. Mathieu estaba perdiendo la paciencia.
-¡Hablen!- sus palabras brotaron expulsadas cual flecha.
-No tenemos nada que decirte-
El hombre que había hablado fue el primero en caer. Era un tipo delgado y alto. Tenía el cabello blanco y las orejas muy largas. Sobre su cabello corría una enorme línea negra. Sus vestiduras también eran negras.
Por su expresión se veía cansado. Obviamente agotado después de haber pasado la noche en vela. Sin embargo, sus ojos se veían demasiado blancos, con sus pupilas negras. Su extraña juventud molestaba.
-Ustedes no son humanos- dijo Mathieu.
-¿Te parece?- Alex estaba aterrado.
El otro hombre trató de moverse. Este era mucho más fornido. Fuera de eso, no había mucha diferencia con su amigo. Tenía hasta la raya en el cabello y todo. Mathieu pasó un momento mirándolo.
-Son elfos oscuros- sentenció.
-¿Qué?
-Tiene razón- dijo el elfo delgado-. Eso somos. Pero desde hace mucho tiempo que nadie nos ve. Me sorprende que nos hayan reconocido.
-Tengo mis habilidades- respondió Mathieu-. ¿Qué están haciendo aquí?
-Eso no te incumbe, mortal.
Mathieu acercó un poco más su espada.
-Creo que una buena herida también te pondría a mi nivel…-
-¡No puedes hacer eso!-
-Mira cómo lo hago…-
-¡Basta!- Alex intervino.
Se colocó frente al campo de visión de Mathieu. Este lo miró con una expresión que decía: "vete". Sin embargo, se calmó. No podía hacer otra cosa.
-Sería horrible que vieras tanta sangre- dijo.
-Gracias por protegerme.
-Eso veremos…
Mathieu dejó a los elfos levantarse.
-Gracias- dijo el elfo fornido. Se notaba que hablaba solo cuando era necesario.
A pesar de ya estar libres, los elfos no huyeron. Se quedaron allí, mirando a Mathieu como si estuvieran viendo a un maestro. Era algo raro viniendo de unos seres que habían vivido cientos o quizás miles de años.
Alex se preguntó qué podría estar pasando. ¿Por qué unos individuos tan elusivos como estos los atacaron de pronto? ¿Qué podría estar transitando por sus mentes? Las preguntas volaban por su cerebro.
-Quiero saber- comenzó a decir-… qué están haciendo aquí. ¿Por qué nos atacaron?
-Eso sí sería bueno que lo dijeran- agregó Mathieu.
-Creo que nos equivocamos- el elfo delgado se sentó en el suelo y lanzó un suspiro-. Estábamos en busca de un grupo de humanos. Pensamos que ustedes estaban con ellos. Mi nombre es Tull, por cierto. Este es mi hermano Drom-
-Mucho gusto- respondió Alex, sonriendo.
Pero Mathieu se quedó callado.
Los elfos los acompañaron por un tramo largo y tendido. Caminaban mientras el sol llegaba al centro del cielo. El calor era insoportable, pero los árboles ayudaban en algo. Alex se pasó todo el camino jadeando.
Y a Mathieu no le importaba.
-¿Dices que esos hombres mataron a tus familiares?
Estaba demasiado ocupado hablando.
-Sí- Tull escupió en el suelo-. Nosotros estábamos cazando. Éramos un grupo de elfos nómadas, expulsados de nuestro clan por ser oscuros. Nos asentamos aquí cuando nos atacaron.
-¿Cuántos eran?-
-Muchos. Posiblemente veinte. Los vimos de lejos mientras regresamos al campamento.
-Es horrible- dijo Drom.
-Estoy cansado- soltó Alex.
Acto seguido, se derrumbó. Cerró los ojos como buscando dormirse. Mathieu estaba furioso.
-No seas tan duro con el niño- dijo Tull sonriendo efusivamente-. Hay mucho calor. Además, se nota que él no es tan avispado como tú.
-Yo solo soy un simple hombre- dijo Mathieu.
Drom lanzó una gran carcajada.
-¡Y yo soy una princesa!- exclamó.
Mathieu no se lo tomó como algo tan gracioso. Bueno, sí lo que era, aunque no para él. Era obvio que ellos lo consideraban algo que no era.
¿O sí? No estaba seguro.
-Ustedes me malinterpretan- dijo.
-No hay de qué avergonzarse, amigo- Tull le dio a Mathieu una palmada en la espalda-. De hecho, deberías estar orgulloso. Eres el primero que nos ha derrotado a los dos juntos. Tienes unas habilidades increíbles.
-¿Las tengo?
-Así es.
-Vaya…
Alex se quedó dormido.
-Deberíamos descansar un rato- dijo Tull-. Tu amigo tiene sueño-
Se sentaron a la sombra de un árbol. Se quedaron viendo al horizonte con mucha calma. Cerca, los pájaros cantaban. Además, las sombras parecían mostrar a otros animales. El bosque actuaba mientras lo miraban.
-Es tan hermoso- Drom parecía aspirar el viento. Su hermano lo miraba conmovido.
-Ama mucho a la naturaleza- le dijo a Mathieu-. Mucho más que un elfo cualquiera. A veces pienso que no debería pelear.
-¡Pero si se me da bien!- respondió Drom algo enfadado.
-Mira cómo perdiste con este caballero. Te viste peor que yo. Te aconsejo que vuelvas a las plantas.
-Eso no es justo…
El aire los envolvía por completo. El calor residía un poco. Algo se sentía en el viento.
-Hay algo en el aire- dijo Mathieu.
Tull también lo sintió.
-Veo que no soy el único-
Era un sonido lejano. Como un murmullo. Mathieu se puso en pie y observó a lo largo.
Detectó unas sombras a lo lejos. Estas estaban perfectamente agazapadas detrás de unos matorrales. Raudo, Mathieu le hizo una seña a Tull. Este se levantó y comenzó a caminar hacia ellos.
Mathieu también lo hizo. Solo que a diferencia del elfo se movió al lado contrario. Mientras más se iban acercando, Mathieu notó que eran tan solo dos hombres. Sin embargo, su apariencia no reflejaba ninguna tranquilidad.
¿Quiénes eran? ¿Acaso importaba? Lo mejor era acabar con las cosas.
La señal fue dada. Mathieu levantó ligeramente la mano y se lanzó contra uno. Rápidamente lo agarró y comenzó a apretar su cuello. Frente a él, Tull hacía lo mismo.
No más perdieron el conocimiento, comenzaron a revisarlos. No tenían más cosas que armas: pequeños cuchillos y espadas. Los aceros estaban bastante oxidados, como si llevaran mucho tiempo en uso. Era obvio que no eran solo por espectáculo.
-¿Son estos de los que buscas?- Mathieu hizo la pregunta casi al aire. El rostro del elfo se iluminó.
-Ya los he visto antes- dijo.
-Qué alegría escuchar eso.
Mathieu lo dijo con una gran sonrisa en sus labios. Y así, sonriendo, levantaron a los hombres y se los llevaron. Los depositaron frente a sus amigos con un estruendo. Alex se levantó con el impacto.
-¿Qué demonios pasa?- preguntó.
-Que te perdiste una buena- dijo Mathieu.
-¿A cuántos mataron?
-Nunca pensé que dirías eso
Los hombres se veían mareados. Luego de haber sido noqueados sin más dilación, sus mentes estaban en un letargo del cual no parecía haber solución alguna. Mientras más se movían, luchando con sus ataduras, las sombras se volvían más claras y los contornos más vivos. Los hombres y el niño que los miraban estaban atentos.
Mathieu empezó a chasquear los dedos frente a sus ojos. Su mano se movía rápido frente a su vista tratando de hacerlos reaccionar. Sin embargo, era difícil.
-Creo que fue demasiado- dijo.
-¿Tú crees?- Alex parecía consternado- ¡Casi los matas!
-Pues habría sido mejor- agregó Drom.
-Pero no sabríamos nada
Tull fue el último que habló. Se sentó tranquilamente al lado de Mathieu. Miró a los hombres con mucho interés.
-Hay un truco- dijo-… algo que hacemos los elfos cuando alguien no se despierta. Tratamos de hacer que el cuerpo sienta frío, que se refresque un momento. Casi siempre funciona
Mathieu se rió socarrónamente.
-Eso solo no es cosa de los elfos.
-¿Tienes un poco?
-Allí está la cantimplora.
Tull sonrió de lo lindo. Luego se hizo con la cantimplora y miró a los hombres. Seguidamente les derramó el agua que había dentro sobre sus cabezas.
Estos comenzaron rápido a reaccionar. Parecía igual que la magia.
-Siempre funciona.
Alex no podía creerlo.
-Lo hubieran hecho antes- dijo.
Pero Mathieu lo ignoró. En cambio, se quedó mirando fijamente a los prisioneros.
-¿Quiénes son?- les preguntó.
Estos lo miraron sin entender nada.
-No te diremos nada- dijo uno.
-Me lo esperaba…
Tull le propinó un tremendo golpe en la cabeza. Mathieu luego lo tomó de los cabellos.
-A ver si ahora reaccionas...
-¡No diré nada!-
-Bien. Tú te lo buscaste
Los golpes que se sucedieron fueron raudos, precisos y violentos. Alex observaba como Mathieu y el elfo se devanaban con sus víctimas. Era un experimento bastante duro, casi igual de duro de ver a lo que quizás sería sentirlo. No tenía comparación.
Cuando terminaron, los hombres vibraban de la sorpresa. Sus rostros estaban hinchados y llenos de sangre. Se veía que no lo soportaban.
-¡Está bien!- exclamó uno- ¡Vamos a hablar!
Drom lanzó una carcajada.
-Eso me gusta.
Los hombres lo dijeron todo. Sus bocas se movían sin parar mientras soltaban la información. Las palabras salían tan rápido que parecían haber sido dichas en otro idioma. Alex seguía atentamente lo que decían.
-Son ellos…- susurró.
-Por supuesto- Drom sonreía de manera extraña. Su sonrisa era horrenda, llena de un odio interno gigantesco. Alex estaba aterrado de solo verlo.
Sus ojos mostraban una enorme resolución. Mathieu lo miró fijamente como esperando la orden. Estaba dispuesto a ayudarlos y no parecía importarle. Luego se volvió para ver a Alex.
Su sonrisa era nerviosa. Había cierta ansia en ella. Sin embargo, se contenía.
-Pequeño- se lo dijo con cierta suavidad-. ¿Quieres hacerlo?-
Alex no sabía porque se lo preguntaba. ¿Acaso importaba? Él podía hacer lo que quería. Pero también sabía lo que pasaba.
-Estamos juntos en esto- respondió-. No puedo hacer otra cosa.
Tull lo miró con respeto.
-Gracias, niño.
Luego Drom le revolvió el cabello.
-Eres muy bueno-
Alex no quiso saber qué hicieron con los prisioneros. Solo pudo ver como Drom y Tull se internaban con ellos en el bosque. Luego solo pudo observar como los pájaros gritaban y emprendían el vuelo. Parecían aterrados.
Cuando los elfos regresaron, venían manchados de sangre. Alex los miró con mucha aprehensión. Ellos simplemente se rieron.
-Estuvo un poco feo- dijo Drom sonriendo-. Ellos querían resistirse. Tendrían que haberse quedado tranquilos-
Alex tragó algo de saliva.
-Pero fuera de eso fue muy bien.
Mathieu no pareció prestarles atención. Estaba haciendo algo.
-Alex- le dijo-, ten esto. Es un arco para ti. Así podrás ayudarnos.
Alex observó con detenimiento el arma. Se miraba muy amenazante para él. Demasiado quizás. No quería saber nada de ella.
-Pero…- quiso protestar.
-Pero nada, Alex- Mathieu se oía firme-. Vas a ayudarnos. Sabes disparar muy bien. Nos serás buen apoyo.
Y así quedó todo. Alex ahora tenía el arco en sus manos. Lo miró con mucha calma. Trató de recordar su episodio con el ciervo.
Sabía que no le había ido tan bien como esperaba. De hecho, le había ido terrible. Sin embargo, intentó ser positivo. Sujetó el arco muy fuerte con los dedos. Al poco tiempo, se fueron.
Tomaron la ruta que supuestamente les habían indicado los prisioneros. Marchaban rápidamente, sin ver en ningún momento hacia atrás. Los elfos mostraban una gran dosis de habilidad. Sus piernas se movían como espigas atravesadas por el viento. Mathieu tampoco se quedaba atrás. Alex los miraba embobado. Tanto que se distrajo.
Se movía mecánicamente. Sus piernas no parecían saber a dónde iban. Pasado algún rato se detenían.
Estaban detrás de un matorral. Los elfos y Mathieu se pusieron en cuclillas. Alex los imitó, aunque por su tamaño no importaba. Sus ojos se quedaron fijos en algo que aparecía.
-Allí están- susurró Tull.
Era un campamento relativamente grande. Estaba lleno de hombres, muchos de ellos armados. Tenían lanzas, espadas y arcos. Se miraban enfurecidos. Sin embargo, y debido a la hora, también se miraban algo cansados.
La noche estaba entrando. El sol se metía, dejando que la oscuridad matara a la luz. Fuera de las antorchas, la única iluminación que permanecía era una luna grande y blanca. Esta mostraba un poco a las sombras. Estas se movían calmadas.
-Creo que debemos proceder- dijo Mathieu.
-Espera…- Alex estaba inquieto.
-¿Qué quieres?
-Está oscuro. ¿Cómo sabré cuando apuntar?
-No pierdas de vista la luna…
Esas palabras se le quedaron grabadas como fuego. Alex sostuvo nervioso el arco y comenzó a respirar. Mathieu y los elfos se movieron hacia el campamento. Mientras lo hacían, no generaban ningún ruido.
El silencio se extendió por varios momentos. Alex observaba como las sombras que eran sus compañeros atravesaban las defensas e incapacitaban silenciosamente a dos centinelas. Luego observó cómo seguían y dejaban fuera de combate a más hombres. Todo eso pasaba sin ningún sonido.
Sin embargo, eso acabó. Al poco tiempo, alguien pudo verlos. Alex observó como la sombra que se había dado cuenta corría directamente hacia sus compañeros. Aterrado, levantó el arco y le apuntó. Quiso disparar de inmediato.
Los segundos que pasaron se sintieron largos. Alex estaba dudando mucho. Su respiración era agitada. El tiempo pasaba. La sombra poco a poco se acercaba. Sus compañeros parecían no mirarla. La pregunta pasaba por su cabeza. El tiempo se acababa.
¿Qué fue lo que provocó que lo hiciera? La sensación de quedarse solo. La flecha salió disparada mientras que en su mente brotaba un grito.
La sombra cayó abatida. Sus compañeros la vieron caer. Se lanzaron corriendo sin pensar en nada.
El campamento se había despertado. Muchas sombras brotaban de las carpas. Sus compañeros desenvainaron las espadas. La batalla campal que se sucedió fue cruenta. Se oían gritos, los aceros chocaban. Alex vio como sus compañeros eludían a la muerte a cada momento.
El tiempo pasó rápido. Todo fue como en un santiamén. Alex pudo ver como las sombras desaparecían. Tan solo quedaba una.
Alex corrió desesperado hacia el campo de batalla. Mientras más se acercaba, más notaba que no era una sombra. Estando justo enfrente pudo notar que era Mathieu sosteniendo a alguien bajo sus brazos. Era un cuerpo que se contoneaba por los espasmos.
-Aguanta…
La voz de su amigo se oía desesperada. El hombre que sufría no parecía que lo soportara.
-No creo que pueda- dijo
Era Tull. Estaba al borde la muerte. Drom no se miraba por ningún lado. Alex entendió que lo peor había pasado.
-Tienes que seguir- Mathieu trataba de animar al elfo-. La vida sigue. No puedes rendirte ahora.
-Ya he vivido demasiado- Tull soltaba una carcajada bastante grande-. Creo que no será tan malo terminar.
-Pero…
-No pasa nada, amigo. El poco tiempo que compartimos… fue maravilloso. Me habría encantado aparecer en tu libro.
-Todavía puedes hacerlo.
-¿En serio?
-Sí. Pero no te esfuerces. Dímelo todo en el oído-
Mathieu se inclinó cerca del rostro de Tull. ¿Qué habrá dicho el elfo? Alex nunca lo supo. Sin embargo, no podía dudar que había sido bueno.
Minutos después, expiró. El cuerpo quedó inerte, rodeado de las sombras caídas y de la luz de las antorchas. Mathieu se paró mientras lo miraba. Se volvió para ver a Alex.
El niño contempló sus ojos. La pena cubría el rostro de su amigo.
-Ojalá no hubiera muerto- dijo.
-No podrías haber hecho nada- respondió Alex-. Eso era lo que él habría querido.
-Es injusto.
-La vida nunca es justa.
Mathieu sonrió ligeramente.
-Parece que has aprendido algo.
¿Y lo había hecho? Alex no estaba seguro. No obstante, no importaba. La soledad, los choques del tiempo, la muerte, todo tenía algo que mostrarle. Algún día lo encontraría.
Mientras tanto, seguiría. ¿Qué otra más le quedaba?