Chapter 6 - 6.

1

La marcha

Cuando el mensajero llegó a Maná, ésta estaba en desorden.

Las nubes eran negras y la gente vivía en oscuridad. La vida del mensajero en este mundo significó recorrerlo de palmo a palmo y a marchas forzadas. Pronto, ganó seguidores, pues su mensaje de esperanza hacía que la gente olvidase las penas que solían ser el pan diario. Aunque era cierto que nadie le creía, pero aun así le seguían. Se había vuelto una especie de rutina.

Pero que rutina era aquella. Parecía ser mentira el hecho de que no le creyeran. Los niños en especial eran los más susceptibles. No pasó mucho tiempo para que los adultos también comenzaran a pensar que todo era verdad. Su mente se había vuelto cada vez más inocente, imitando los sueños de los pequeños. La vida cambiaba sin duda.

Así pasaron varios años. Cuando terminó todo, Maná ya nunca fue lo mismo.

El mensajero partió un día. Y con él se fue la oscuridad. Maná pronto se convirtió en algo diferente. Los ríos por fin corrían limpios y el sol finalmente daba su luz. La noche, antes temida, ahora era hermosa.

¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué el mensajero había cambiado al mundo? ¿Qué había propiciado la llegada de los Cuatro? No había nada más incierto...

Alex se despertó con un sobresalto. La última visión lo había confundido. Había pasado algunas semanas viendo cosas, experimentando ideas extrañas. Desde su encuentro con el mago, habían pasado meses. Meses que habrían sido muy aburridos si no hubiese sido por todo esto. No negaba que todo lo visto era interesante. Pero le daba miedo.

Mathieu ignoraba lo que pasaba. Su mente estaba concentrada en seguir llenando su libro con las historias de los olvidados. Desde el mago, la única gente que habían encontrado en su viaje fueron personas comunes y corrientes. Para nada material digno de un libro.

Aquello le causaba desesperación. Alex nunca había visto a su amigo en ese estado. La ausencia de la emoción por encontrar algo nuevo lo abrumaba. Él no podía hacer otra cosa que verlo.

Cierto día, recorrían una planicie bastante extensa. El bosque había quedado atrás y ahora solo quedaba el espacio abierto. La vida en esta zona era bastante escasa. Apenas miraban animales y los pocos que había eran pequeños. Alex nunca había visto seres tan diminutos. Sonreía cada vez que tenía oportunidad de tocar uno. Mathieu no podía dejar de mostrar su desdicha.

-Es horrible- decía-. Siento que el libro se ha convertido en un peso muerto. Me cansa darme cuenta que soy un inútil-

Alex lo ignoraba.

-¿No piensas responderme?- Mathieu le hablaba con una ira contenida.

-Ya conozco tu cháchara-

Aquella fue una afirmación muy fuerte.

-¿Dices que mis palabras no valen nada?-

-No es eso… Se repiten demasiado-

-¿No te importan?-

-Yo nunca dije eso-

Alex tenía mejores cosas de qué preocuparse. Hablar de porqué no llenaban un librito no parecía tener mucho sentido.

-A veces creo que te hundes en un charco…- dijo.

Mathieu se detuvo en seco. Pensó que quizás el chico tendría razón. Pero no, él no comprendía.

-Cuando hagas lo que yo te darás cuenta-

-¿Lo haré?-

La pregunta parecía broma.

-¿Es que no piensas hacerlo?-

-¿Hacer qué?-

-Mi trabajo-

-No lo creo…-

-¿Por qué crees que estás conmigo?-

-¿Acaso no era tu amigo?-

¿Lo era? ¿Acaso todo esto era pura amistad? ¿Fue por amistad que lo llamaron a él, que recorrió el mundo con su maestro? Alex tendría que saber algo.

-Quisiera que mi trabajo continuara- dijo Mathieu.

-Seguirás vivo-

-Es posible que no-

-Eso nadie lo sabe-

-Lo sé yo…-

Alex sintió como un espinazo. Pensó que lo había picado un escorpión, o alguna que otra cosa rara. No obstante, no fue eso. Es más, no fue nada físico. Tan solo sintió una sacudida en su alma.

La muerte estaba cerca. La vida era demasiado corta como para negarlo. Tarde o temprano alguien moriría. Mathieu era fuerte, sí, pero su vida seguía siendo finita. Su preocupación era más que válida.

Además, la misión era importante. Algún día valdría todo lo que estuviera recolectando. Cuando la libertad llegara, cuando el mundo viera la luz, valdría la pena. Sería indispensable.

Pero…

-No sé si puedo…-

Esa era una realidad que había que tomar en cuenta. Apenas estaba disfrutando de la libertad, ¿por qué ponerse en penas? Estaba metido en un dilema.

Mathieu solo lo miró. Su voz sonó delicada.

-Yo también pensé lo mismo-

-¿Y eso se supone que deba ayudarme?-

-Espero-

-No sé si puedo-

-Esto es difícil. Pero piénsalo, ¿estarías mejor en tu antigua vida?-

-Esta es mi vida…-

-¿Tiene propósito?-

¿Lo tenía? La pregunta era dura. La tuvo metida todo el día.

Esa noche volvió a soñar. Sus sueños esta vez fueron más vagos. Veía luces y estas luces le hablaban. Extrañamente, no sabía que le decían. Era como escuchar una larga letanía siendo un niño pequeño. La repites, pero no sabes lo que te dice. La confusión de Alex era eso.

Se despertó con ella rondando el cuerpo. Levantó la parte superior del mismo y observó la oscuridad que se empezaba a difuminar por el amanecer. Cuando el sol finalmente salió, el calor lo llenó de ignorancia. Una ignorancia que le ocultó su dolor.

Pero sabía que no había muerto. Decir que no existía era como mentirse a sí mismo y decir que él mismo estaba muerto. Era obvio que no lo estaba, pues sentía su respiración. Sin embargo, esa sensación de que había algo allí, lo molestaba. Ojalá la perdiera.

Mathieu se levantó ignorando lo que pasaba. No más abrió los ojos, encontró a Alex parado y observando al sol naciente. No vio su cara, pero vio que sufría. ¿Pero qué era lo que ignoraba?

¿Debería dejarlo pensar? Mathieu no hacía eso, pero sentía la necesidad. Era tan difícil no preguntar considerando lo que era.

-El sol es tan hermoso- las palabras de Alex le llegaron directamente al oído-. Hay una paz hermosa en el día-

-¿La hay? Yo pensaba que era mejor la noche-

-La noche ya no me gusta…-

-¿Qué significa eso?-

Alex se calló de pronto.

Quiso tirarse a llorar. Estaba sintiendo una presión que ya había olvidado. ¿Qué tenía que hacer? ¿Por qué le pasaba esto?

-¿Sueñas mucho?- la pregunta era para calmarse a sí mismo.

-Ya no tanto como quisiera-

-Yo estoy soñando demasiado-

-Nunca se puede soñar tanto-

-Yo no dejo de soñar…-

-Eso es bueno-

-Para mi no lo es-

-¿Estás bien?-

Silencio.

-No lo sé…-

Si lo estaba, no podía asegurarlo. Pero la pregunta era grande. La respuesta lo era más. La duda era demasiado.

-¿Nos vamos a ir?-

Era obvio que quería olvidarlo todo. ¿Quizás si caminara?

Se alejaron de donde estaban silenciosamente. Mientras levantaban las cosas y deshacían la fogata, no se miraron. Solo se vieron una vez cuando comenzaron a caminar. Luego se volvieron a ver cuando tuvieron que girar la cabeza para refugiarse del sol. Finalmente se vieron otra vez cuando Alex se hartó.

-¿Qué te pasa?-

-Ya no puedo…-

Alex se rindió. Su boca se abrió y dentro de su lengua había mucho que decir. Tenía miedo, pero sabía que no debía hacer otra cosa.

-Creo que estoy loco- dijo.

Mathieu se quedó mirándolo fijamente.

-¿Por qué dices eso?-

-Miro visiones. Tengo sueños que me hablan de algo que no entiendo. No sé qué me sucede-

-¿Qué clase de sueños?-

-Veo al mensajero. También veo algo que parece ser un futuro extraño. No estoy seguro. Tengo tantas cosas en la mente-

-¿Quieres contarme más?-

-¿Para qué? ¿Para ponerlas en tu libro?-

Mathieu se quedó callado.

Pero no podía hacer nada más. ¿Acaso sabía sobre algo de lo que le hablaba? Él simplemente recolectaba. No tenía idea del pasado o mucho menos del futuro.

-Quiero ayudarte. En serio lo digo. Pero si no me hablas nunca podré hacerlo-

-No quiero quedar como un fenómeno-

-Esas personas no son fenómenos-

-¿En serio? ¿Magos? ¿Lobos que se vuelven hombres? ¿Elfos? No hay nada más extraño que eso-

-Ella no era extraña…-

-¿Qué quieres decir?-

-Tú lo sabes-

Y era cierto. Melina no lo era. En cambio, se trataba de la persona más dulce del mundo, la más sufrida. De pronto el corazón volvió a llenársele de pena.

-Ella no merecía lo que le pasó-

-Ella lo eligió-

-Ojalá no hubiese sido así-

-No podíamos hacer nada-

Y ojalá hubiese tenido sentido. Sabía que lo único que necesitaba era verla, estar con ella quizás un momento, pedirle perdón por fallarle. Quizás eso le quitaría lo que lo mataba.

Pero había algo más. Algo que ni Mathieu sabía bien. Con todo lo que sabía su amigo, ¿por qué eso lo eludía? Estaba seguro que había algo más. Aunque no podía saber qué.

-Hay muchas cosas que se nos escapan-

-No podemos saberlo todo-

-Yo necesito saber más...-

-¿Qué crees que puedo hacer?-

-No lo sé-

Mathieu pensó en eso. No tuvo nada más en la cabeza.

Faltaba mucho para la ciudad. Después de algún tiempo, quizás la verían. Por el momento, los campos se hacían más extensos, los animales más diversos. El olor de la soledad mucho más fuerte.

Alex pensaba mucho. Mathieu también lo hacía. Mientras tanto, el sol cubría sus cabezas y la luna cobijaba esos pensamientos. Cuando dormían, había miedo: miedo a los sueños propios o a los ajenos. Era un total y completo calvario.

Todas las mañanas, Alex se levantaba sudando. Su mente se volvía cada vez más compleja, sus sueños más crípticos. Esa noche en especial, soñó con mucha destrucción. Aunque no tenía idea de que se trataba.

-Quiero saber que te pasa- dijo Mathieu.

Pero Alex no le dijo nada.

Mientras tanto, Mathieu pensaba. Pensaba en soluciones. Había formas de hacerlo, de descubrirlo. Sin embargo, se dio cuenta de que en todo el continente se había destruído la información o esta se habría controlado. Pero, aún así, tendría que haber algo.

Un día le dijo a Alex:

-Creo que podemos hacer algo-

-¿Qué se te viene a la mente?-

-Debe de haber gente con el conocimiento necesario-

-¿Hablas de gente como tú?-

-No, como yo no. Hablo de gente que sepa que las cosas que tu buscas. Gente que esté involucrada en ese mundo-

-¿Hablas de nigromantes?-

-Eso suena muy extremo-

-¿Adivinos?-

-No lo creo-

-¿Gente que lee la mente?-

-Eso suena muy loco-

-No veo que puedas hacer-

Mathieu tragó saliva.

-Alguien debe saber algo. Solo debemos preguntar. Espera cuando lleguemos a la ciudad-

-Eso puede traernos problemas-

-Lo que hacemos ya de por sí es muy peligroso…-

Alex se quedó callado y cultivó eso en su mente. Mathieu no podía estar más en lo correcto. Había una verdad muy reveladora en sus palabras, algo que parecía muy sensato.

Sin embargo, parecía también irreal. ¿Quién podría saber lo que le pasaba? Él pensaba que era único. Pero quizás valía la pena intentarlo.

A los días llegaron a su primera ciudad. Cómo esperaban, se encontraron con una inmensidad de personas. Al mismo tiempo, sintieron que muchos ojos los miraban. Alex comenzaba a ponerse nervioso.

-Aquí no estaremos a salvo- dijo.

-En ningún lugar lo estaremos-

-¿Cómo lo sabes?-

-Solo lo sé-

Y no podía haber nada más cierto que eso.

2

El refugio

La ciudad en donde estaban tenía un extraño olor a hierba. Alex sentía como su nariz bailaba ante esa extraña sensación. Mathieu caminaba a su lado, pensando en todo lo que tenía que hacer. Pero más que todo en cómo hacerlo.

-¿Sabes cómo saldrá todo?- la pregunta de Alex rondó y se mezcló con la hierba.

-No. Pero tengo una corazonada. Quizás me salga algo de lo que planeo-

¿Qué planeaba? Alex no tenía idea. Pero tampoco quería saberlo.

Se movieron por varias calles. La ciudad en donde estaban, Sina, tenía callejuelas bastante estrechas. Alex pensó que el extraño olor tenía que mucho que ver con que todo estaba tan junto. La gente se arremolinaba en esos pequeños espacios. Pronto, Alex y Mathieu llegaron a una calle en donde no había mucho.

-Me han contado de este lugar- dijo-. Existen varios lugares como este en varias ciudades. Muchos son rumores. Espero que este no lo sea-

-¿A qué te refieres?-

-¿Sabes a dónde va nuestra información?-

-No tengo idea-

-Todos los de mi grupo saben de unos pequeños refugios. Es algo que nos dicen desde que nos ordenan. Mi maestro me indicó algunos lugares. No los conozco todos-

-¿Conoces este?-

-Aparentemente sí. Aunque espero que no lo hayan cerrado. He oído rumores de que algunos los han descubierto-

-¿Van a dejar información a estos lugares?-

-Sí. Pero no siempre. Generalmente lo hacemos cuando ya no podemos continuar, lo que usualmente sería acercarse a la muerte. Sin embargo, la información es bastante buena. Casi siempre es correcta-

-¿Qué piensas buscar?-

-Ya verás cuando lo encontremos-

Alex decidió quedarse callado ante esto. Quizás no valía la pena seguir preguntando. Siguieron caminando un poco más. Luego, penetraron en un callejón. El lugar no tenía salida.

-Esto está abandonado- dijo Alex.

-Ya lo veremos-

Mathieu dio un paso al frente. Luego siguió caminando hasta llegar a la pared. Finalmente se detuvo frente a ella y extendió la mano hasta tocarla. Acto seguido, comenzó a golpearla con los nudillos como formando una secuencia.

Cuando terminó, al principio no pasó nada. La pared se quedó inmóvil como esperando a comprobar quien estaba fuera. No obstante, eso no duró mucho.

La pared se abrió de súbito. Alex dio un paso atrás, asombrado. Mathieu lanzó una enorme carcajada.

-Chico, parece que la vida nos sonríe-

-¿Estás seguro?-

-¿No lo parece?-

-Puede ser-

-¿Vas a entrar?-

-Enseguida-

Mathieu entró primero. Alex lo siguió detrás con bastante reserva. El túnel en el que estaban era bastante oscuro. Pero se puso aún más negro cuando la pared se cerró. Alex lanzó un alarido.

La risa de Mathieu se hizo más fuerte. Era obvio que disfrutaba lo que estaba pasando.

-No te burles de mi-

-No te asustes…-

Marcharon por un largo tramo. Luego de algunos segundos, apareció una luz. Ambos la siguieron durante varios segundos más hasta finalmente detenerse.

Mathieu entró en una habitación solitaria. Cuando movió la mirada, se encontró con un hombre solo. A la luz de una única vela, se notaba como un anciano. Alex notó que el hombre estaba tosiendo.

-Cuenta la memoria…- dijo Mathieu en forma de saludo.

-Pero también responde…-agregó el viejo.

Mathieu le sonrió efusivamente. El hombre se miraba bastante magullado. No obstante, también sonrió.

-Es bueno ver a un hermano- dijo.

-¿Ha pasado mucho tiempo?-

-No tienes idea…-

El viejo lanzó una carcajada. Sin embargo, pronto se detuvo.

-Entra, niño…-

Alex no supo como lo vio. El lugar estaba demasiado oscuro para que lo hiciera. Además, él se había ocultado.

Pero no podía negar que pasó. Salió un poco desconfiado a la luz.

-¿Trajiste compañía, hermano?- preguntó el viejo.

Mathieu sonrió ligeramente.

-Es mi aprendiz-

-¿Ah, sí? Que bueno. Me alegra saber que aún no estamos extintos-

-Mientras el mensaje exista creo que no lo estaremos-

-¿Cómo está el mundo afuera?-

-Duro…-

-Ya me lo temía-

El hombre agachó la cabeza.

-¿Estás triste de verme?- Mathieu trató de alivianar el momento.

-Para nada. Es solo que me da nostalgia el mundo de arriba. Tanto tiempo solo cansa un poco-

-No me imagino lo que debe ser-

-Es casi insoportable…-

-¿Casi?- Alex por fin se animó a preguntar.

-Ojalá fuera más sencillo…-

El hombre se paró luego de decir esto. Cuando se puso en pie, se encorvó un poco. Alex notó que quizás no se movía mucho.

-¿Está cansado?- la pregunta de Alex retumbó por las paredes.

-No, muchacho. No lo estoy. Es solo que la edad mitiga mis fuerzas. Pero nunca estaré cansado de la vida. Yo simplemente no siento nada…-

Alex lo contempló fijamente. Estaba maravillado al observar a esta persona. Ver su rostro, ver el deterioro de su cuerpo, pero al mismo tiempo notar la vida, era fascinante. Por un momento deseó ser como él.

Ese pensamiento se quedó congelado por un momento. Luego observó como el rostro de Mathieu se preocupaba. De pronto, la preocupación volvió a su mente.

-Necesito tu ayuda- dijo Mathieu-. Estamos en un ajetreo que nos gustaría responder-

-Dime- el viejo parecía no prestarle atención.

-Mi amigo… él… está soñando cosas raras-

-¿Visiones?-

Mathieu asintió.

-¿Qué clase de visiones?-

-Sueños de todo tipo. El futuro, el pasado, la vida. No entiende lo que pasa-

-Entonces está pasando-

-¿Qué?-

-Sígueme-

El hombre penetró en la habitación. Mathieu y Alex lo siguieron muy de cerca. El anciano se movió por los pasillos y empezó a buscar algo con su memoria. Pronto entraron a lo que parecía una biblioteca.

Era un lugar bastante raro. Primero, porque no habían libros. Segundo, la cosa parecía no ser un lugar de uso público. Tenía un extraño secreto.

El viejo se acercó a una repisa. Extrajo de ella un extraño pergamino.

-Esto nos servirá- dijo-. Pero ten cuidado. Es de hace mucho-

-¿Cuánto?- preguntó Mathieu.

-Siglos-

-Muchas gracias…-

-No puedes llevártelo. Tendrás que memorizarlo-

Alex se quedó sorprendido. ¿Y si era demasiado?

-Bien-

Pero Mathieu ni se inmutó.

Estuvieron varias horas esperando. Alex se sentó en una silla mientras Mathieu recibía la información directamente en el oído. El anciano ni siquiera leía el pergamino.

Mathieu susurraba lo que oía. Parecía algo demasiado importante como para decirlo en voz alta. Era obvio que aunque no lo odiaban, aún no confiaban.

Pero eso no molestó a Mathieu. Lo más que quería en ese momento era saber de sus sueños. No le importaba si una extraña sociedad secreta le guardaba secretos. Sin duda no era algo que lo molestara.

Mathieu estuvo así durante un momento. Pronto terminó. Su rostro se miraba complacido.

-Creo que no lo olvidaré- dijo.

-Perfecto- el anciano no sonrió ni un momento-. Recuerda que no puedes escribirlo-

3

La posada secreta

Sina tenía lugares bastante ocultos. Alex y Mathieu se movían por ellos como agua. Sus pasos resonaban, pero no eran oídos. Parecía que no había nada.

-¿Nos quedaremos aquí de noche?-

-Sí. Por desgracia no podemos salir a tiempo. Pero te aseguro que conseguiremos un buen lugar-

-No sé si quiero un buen lugar-

-Todo el mundo necesita eso-

-Yo no lo sé. Hemos dormido todo este tiempo en la intemperie. No creo que sea necesario. Además, ¿no tienes miedo?-

-¿Miedo de qué?-

-De que nos encuentren-

-¿Lo harán?-

-¿Cómo dices?-

Mathieu lo miró con una sonrisa.

Alex se quedó callado. Ojalá pudiera decirle algo a su amigo. No obstante, esa idea parecía algo remoto. Es más, no parecía tener sentido. Caminando, la oscuridad los cubría. Los pensamientos parecían perderse en la penumbra.

Al poco tiempo, llegaron a una calle aún más solitaria. Sin embargo, de un callejón cercano parecía provenir una luz. Mathieu se quedó viendo el reflejo. Luego, desevainó su espada y le dijo a Alex que no se moviera.

Alex se quedó completamente frío. Cuando Mathieu se fue, se quedó mirando al vacío que dejó su partida. Los ruidos que se sucedieron fueron bastante extraños. Alex pensó que pasaba algo pero al mismo tiempo no pudo decir nada. Sus pensamientos se estaban diluyendo.

Mathieu regresó al rato. Venía con una extraña sonrisa. Al ver la preocupación de Alex, le puso una mano en el hombro.

-No pasa nada- le dijo.

Y lo condujo al callejón. Cuando se acercaron, la luz se hizo más fuerte. El brillo provenía de una pequeña casita. Detrás de una puerta, se oía cierto barullo.

-Es un lugar muy alegre- dijo Mathieu.

Alex lanzó un suspiro. Mathieu procedió a abrir la puerta. El brillo se expandió.

Pronto se vieron en el interior de una posada. Alex notó que estaba llena de gente y que el ambiente era sorprendentemente ruidoso. Mientras se movían dentro, notaban las sonrisas de la gente.

-Esto no es posible- dijo Alex.

-Los secretos abundan en el mundo-

-¿Pero cómo?-

-Ojalá supiera la respuesta-

Y Alex también quiso saber.

Pero no lo supo de inmediato. Cuando llegaron a la barra, se encontraron con que el misterio aumentaba. La gente que trabajaba detrás de ella se movía rápido y preparaba los tragos con mucha maestría. Tragos de hidromiel, vinos y demás cosas eran servidas sin mucha pérdida.

-Parece un sueño- Alex no salía de su asombro.

Se sentaron en la barra. Alex sabía que por su edad no podía estar allí. Sin embargo, nadie lo miraba. Era una sensación tan rara. La gente parecía estar en una especie de trance. Había tantas preguntas en el aire.

Mathieu pidió unas bebidas. Alex recibió un tarro de algo que parecía licor pero no lo era. Su amigo desprendía un olor bastante sospechoso.

-¿Qué es eso?- preguntó.

-Una bebida muy especial-

-Se ve fuerte…-

-Y claro que lo es-

-¿Puedo probarla?

-Ni siquiera lo pienses-

Y ya no dijo nada más. Mejor se concentró en lo que le habían traído. El sabor fuerte de la bebida contrastaba mucho con el frío. Era un sabor bastante placentero.

Comenzó a ver a todos lados para distraerse. Sus ojos se centraban exclusivamente en los rostros. La alegría del lugar contrastaba mucho con el extraño nerviosismo que había en ellos.

Eso le pareció bastante curioso. Por un momento pensó que podría pasar algo. Sin embargo, la alegría del lugar parecía mandar eso a una especie de rincón. Alex dejó de pensar mucho en ello.

Le habría encantado olvidarlo. No obstante, parecía una imposibilidad. Cada cosa que tenía en su mente le hablaba de una extraña idea. Y esa se extendía de manera violenta en su cabeza.

-Algo pasa aquí- le dijo a Mathieu.

-Creo que estás delirando-

-Eso no es cierto-

-¿Lo soñaste?-

-No…-

-Entonces no lo creo-

Esa era una gran contradicción. Pero, aún así, Alex trató de olvidarlo. Que malo que no había manera.

Las voces se empezaron a confundir. Alex sintió que el ambiente se tornaba cada vez más sospechoso. Pronto, sombras se empezaron a mover frente a sus ojos. Esas figuras fueron a dar directo a donde estaban ellos.

Los hombres se sentaron al lado de Mathieu. Este pareció ignorarlos.

-Creo que te he visto en algún lado- la voz del recién llegado era bastante rara. Parecía que tenía un acento bastante único.

-Creo que te equivocas- Mathieu se mostró muy confiado.

-No veo cómo eso pueda ser cierto-

-Puede que tengas razón…-

El hombre soltó una carcajada. Se quedó riendo por varios segundos.

Finalmente terminó. Pronto, su sonrisa se difuminó y una extraña mueca tomó su lugar. Alex puso sus ojos en el rostro del hombre y su rostro se crispó. El miedo empezó a correrle por todo el cuerpo.

-¿Sabes a qué vengo?- el hombre hizo la pregunta sin esperar respuesta.

-Creo que sí…-

El hombre volvió a reírse. Mathieu lo acompañó por un momento.

Los segundos pasaron. Luego, Mathieu cortó la alegría. Sorprendió al hombre con un golpe bastante fuerte. El recién llegado chocó de manera violenta contra el suelo.

Alex lanzó un alarido. Mathieu respondió a su reacción desenvainando. Los demás atacantes comenzaron a arrojarse contra ellos. Alex notó como su amigo los recibía cortando.

Cuerpos caían. Pronto, los gritos se extendían. Alex pudo ver cómo más gente entraba.

-Creo que tenemos que irnos- dijo.

Pero Mathieu no dijo nada.

Alex jadeaba mientras corrían. Las sombras de los atacantes se proyectaban cuando volvía la cabeza. Mathieu corría a su lado. Los pasos de sus perseguidores se juntaban con los suyos. El final se miraba lejos.

Doblaron una esquina de súbito. El camino se hacía cada vez más angosto. Alex trataba desesperadamente de mantener la calma, de tener alguna pizca de concentración. Sin embargo, era imposible.

No había manera que esto terminara. Los hombres no hacían ni siquiera el intento de detenerse. Alex notó que Mathieu ni siquiera se mosqueaba. Quiso decirle algo. Pero no se le ocurrió nada.

Finalmente llegaron a un tope. El callejón terminaba con una pared. Alex pensó que se le estaba parando el corazón. Sus nervios parecían estarlo dejándolo sin nada. Quizás se moriría antes de que todo pasara. Pero no encontraba esperanza.

-Creo que llegaron al final- las voces de los perseguidores se mezclaban con la lluvia que empezaba a caer-. ¿Desean morir rápido?-

-Aquí no pasará nada- respondió Mathieu.

-¿Estás seguro?-

-Tanto como que llueve-

-Eso lo veremos-

Alex tragó saliva.

-Aquí los espero- Mathieu sonrió cuando dijo esto.

Y eso fue lo que hizo. Alex contempló cómo su amigo levantaba su espada y se quedaba fijo mirando como los perseguidores se aproximaban. Cuando el primero estuvo suficiente cerca, Mathieu levantó el acero mojado por la lluvia y lo blandió contra su enemigo. Este lo esquivó de manera rápida mientras otro se aproximaba y lanzaba un violento tajo. Mathieu evadía y detenía cada turno. Así fue durante varios minutos.

La danza de Mathieu se hizo más fuerte. Hubo momentos en los que Alex notó como que estaba jugando. Los rivales lanzaban gritos de desesperación y buscaban cómo contraatacar cuando eran tocados por el acero. Se los notaba muy cansados.

Alex lo observaba todo embobado. Mathieu estaba mostrándose como un depredador. Sus movimientos eran cautos, sus ataques precisos. Sentía que todo esto estaba durando mucho tiempo.

Pero pronto terminó. En un segundo, Mathieu decidió terminarlo. Los últimos cuerpos cayeron con un estruendo.

Mathieu se agachó ante uno que todavía respiraba. Alex pudo ver como la sangre de su rostro se mezclaba con la fría lluvia. Sus jadeos eran pesados y dolorosos.

-¿Quien eres?- Mathieu acentuó cada palabra con mucha fuerza.

-Miralo tu mismo…-

El hombre lanzó un alarido. Luego, expiró.