4
Sobreviviendo en las montañas
Alex observó el dije que soltó el hombre muerto. Parecía cosa de fantasía.
Era de oro sólido. Alex lo sintió pesado en su mano. La inscripción que se mostraba en la parte de enfrente develaba un extraño símbolo. Pero no era completamente ajeno.
Es más, parecía tan presente que asustaba. Alex contempló cómo sus temores se hacían realidad. Pero no parecía cierto.
-Mira cómo es tu iglesia-
Las palabras de Mathieu eran fuertes. Su rostro estaba compungido. La calma que demostró durante todo el incidente ahora no era más que sufrimiento.
-No puede ser- Alex no pudo decir nada más.
¿En serio pensaba que Lucano era el único? No había manera. Ya le habían advertido antes. Tendría que haberlo pensado mejor.
Pero era imposible no hacerlo. La ignorancia y los buenos deseos parecían algo demasiado bueno como para no hacerlo. No obstante, la muerte no pensaba lo mismo.
Alex quiso vomitar de solo pensarlo. Estos hombres venían a matarlos. Y la iglesia los había mandado. Este dije encontrado en el pecho de su atacante lo decía. Parecía que el secreto era gritado con furia.
-¿De qué parte de la iglesia crees que es esto?- Alex trató de desviar la conversación.
-Creo que es el del centro, quizás del mismo Pontífice. Pero no estoy seguro…-
-No lo entiendo-
-No hay necesidad-
-Intentaron matarnos-
-No será la última vez...-
Esta declaración lo aterró. ¿Pero qué podía esperar?-
-Lo que haces es peligroso- dijo Alex-. Nunca pensé que tanto-
-Es lo más peligroso del mundo-
-¿Por qué?-
-Las historias. La iglesia no quiere que se sepan-
-¿La razón?-
-No les gusta el mundo de antes-
Alex no pudo evitar sorprenderse. Parecía una extraña razón. Pero, ¿qué racional podía ser todo esto?
-¿Qué había antes?-
-Nada. Nada para matar. No lo entiendo-
-Pero la historia…-
-Hay muchas cosas ocultas-
-No estoy seguro de lo que hablas-
Mathieu lo miró fijamente.
-No tienes porqué saberlo todo- dijo-. Ni yo sé exactamente qué pasaba-
-Pero me gustaría…-
-No creo que eso sea cierto-
-¿Por qué dices eso?-
-No importa…-
Pero Alex no pensaba así. Si algo le importaba mucho era esto. Saber el origen, todo, habría algún sentido. Estaba seguro que las visiones tendrían algo.
-Tenemos que ir a donde dijo el anciano- Alex tenía una mirada de extraña resolución-. ¿Te acuerdas de todo?-
-Más claro que el agua-
Se dispusieron a desaparecer. Los cuerpos se quedaron sufriendo frío bajo la lluvia. Cuando los encontraran, ellos ya estarían lejos. Durmiendo solos en la penumbra.
Sina se quedó muy atrás. El camino se abría hacia un ambiente totalmente distinto. Alex ahora solo seguía a Mathieu y no tenía idea de que estaban haciendo. Los ojos de su amigo se veían impasibles, como si nada estuviese frente a ellos. Parecía que la distancia no existía.
Los caminos se hacían más anchos. Las montañas se volvían cada vez más cercanas. Alex pasó las noches en las faldas de montañas. El frío aumentaba.
-Tendremos que matar algunos animales- dijo Mathieu-. Posiblemente osos. ¿Estás preparado para esto?-
-No lo sé…-
-Eso no importa-
-Quizás sí-
-Eso suena mejor-
Alex se preparó como pudo. Mathieu estuvo trabajando todo el día para hacer unos arcos más o menos decentes. El poco fuego que había trató de usarlo para reforzar la madera. A las horas, tuvo un resultado más o menos decente. Al parecer funcionaba.
-Ya sabes cómo hacerlo- Mathieu se oía bastante solemne-. Recuerda cuando me salvaste aquella vez-
-Pero eso fue un instinto-
-Ahora necesitas de todos los instintos-
Alex trató de llamarlos. Se aferró a lo que recordaba del momento.
Pero quiso morirse. Cuando se internaron en lo profundo del bosque, casi murió. Mathieu iba al frente mirando la distancia, determinando lo que aparecía. Alex respiraba profundo, sacando el viento helado por la boca. Al tiempo, el silencio se volvió ruido. Escuchaban un sonido lejano.
-¿Qué es eso?- preguntó Alex.
-Tú sígueme-
Lo siguieron por un momento. El sonido pronto se reveló: agua de río.
-Aquí es casi seguro que encontraremos algo. Solo no hagas ruido-
Alex estaba demasiado callado.
-¿Qué haremos cuando lo miremos?-
-Tú solo obsérvame…-
Pero no quería ver nada.
-¿Ese es?-
-¿Nunca has visto un oso?-
-Al parecer no-
-Quédate aquí-
-¿Y si me ataca?-
-Tú quédate aquí-
Alex se volvió como piedra. Su respiración casi se detuvo. El corazón le rebotó de manera ligera, casi sin hacer ruido. Sus ojos no se quitaban de encima de Mathieu. Este caminaba tranquilamente. Sus pasos no hacían ruido. Quizás las hojas podían sentir algo, pero el oso no escuchaba. El animal era grande, más grande que esa roca que se levantaba frente al monasterio. Alex creía que ningún ser sería más grande que eso. Oh, qué error había cometido.
Estaba pensando demasiado en esa idea. Tenía la cabeza llena de muchos temores, temores de que todo terminara. Un zarpazo, un mordisco, todo eso sería suficiente. Alex deseaba que no pasara nada. Mathieu, en cambio, no pensaba. Su mente estaba centrada en el objetivo. Caminaba para ponerse en una mejor situación, cargando el arco con delicadeza. Su espada, pegada a la espalda, bailaba con el movimiento. Casi no salía ningún ruido.
-Vamos…-
Los susurros le daban fuerza. Miraba al animal como ensimismado. Todo parecía estar en un trance. Era casi hipnótico...
Alex quiso decir algo. Pero el silencio era demasiado. Mathieu levantó el arco. Se quedó en una posición que consideraba buena. El arma estaba dirigida al objetivo, la flecha colocada en el lugar, la punta afilada apuntando. La respiración se hizo más acompasada. Mantuvo el ritmo.
La flecha salió disparada del arco. Se incrustó delicadamente en el oso. El animal lanzó un alarido. Sin embargo, la flecha no fue tan certera. El lugar a donde impactó, como cosa rara, no fue tan bueno. Mathieu sintió como se ponía nervioso, por lo que desenvainó la espada. Estaba listo para enfrentarse al oso. Este corrió de manera violenta hacia él, siempre gritando. Mathieu se quedó completamente helado. Se quedó listo para recibir el zarpazo.
Alex de pronto lanzó un grito. Acto seguido, una flecha se impactó contra el rostro del animal. Mathieu, motivado, aprovechó el momento para apuñalar al oso directo en el ojo. Se hizo un largo silencio.
La bestia cayó fulminada. Todo sucedió tan rápido que ni se sintió. Alex bajó el arco.
-Me salvaste de nuevo…- Mathieu lo decía todo jadeando- ¡Por el mensajero, lo hiciste!-
-¿En serio?- Alex no se veía convencido.
-¿Lo dudas?-
-No, pero es difícil de creer-
Mathieu lanzó una carcajada.
-Eres demasiado modesto-
Alex no pudo evitar sonreír.
-Gracias...-
-No me lo agradezcas. Eres tú quien nos salvó del frío esta noche-
5
Cuatro luces
Alex trataba de no ver la sangre. El humo se levantaba como un manto oscuro, tocando hasta lo divino. La muerte, la vida, la soledad y la compañía… todo estaba junto.
Mathieu destazaba al oso con precisión e indiferencia. La piel era retirada, los pedazos de carne dejados y la expresión del animal callada. Cualquiera que lo viera se horrorizaría. ¿Pero valía la pena?
-Tienes que decirme que eso no es cierto…-
Mathieu esbozó una sonrisa. La oscuridad de la noche apenas daba lugar a que la fogata lo iluminara. La expresión era más tranquila de lo que esperaba.
-El frío es una realidad. Tenemos que pasar esta zona. Esta piel es lo de menos-
-¿Nos habría matado?-
-Es probable-
-No quiero saber más-
-No lo necesitas-
Alex se preguntaba cuando lo dejaría, cuando cambiaría esa actitud extremadamente aterrada. La frialdad (si es que era algo bueno) parecería más apropiada. Pero no terminaba de comprenderla.
-Quiero saber algo- dijo-. ¿Por qué matas?-
-¿Te molesta que mate animales?-
-No lo sé. Pero contéstame la pregunta-
-No podía decirlo…-
-¿Te confundes?-
-No, es solo que no sé qué decir. Solo he hecho lo que he tenido que hacer. No veo por qué debería cuestionarme-
-Quisiera entenderlo…-
-¿Por qué?-
-¡Porque no estoy acostumbrado!- Alex soltó el grito de forma desesperada- Creo que nunca sabré nada…-
-Sigues viviendo en ese mundo-
-Pero en el monasterio me enseñaron…-
-Ya no estás allí-
-El prior…-
-Tú prior quiso matarme-
Aquel fue un duro golpe. Alex se quedó callado. No le habló a Mathieu por un minuto. Luego dijo casi susurrando:
-Quisiera no creer que fue verdad-
-Pero lo fue-
-No es justo…-
-Eso no quita que haya pasado-
-¿Debería gustarme?-
-Nunca te dije eso…-
Y no le gustaba. Pero eso no significaba que no tuviera razón. Alex empezaba a creer algo.
-Puede que seas mejor que él-
-¿Puede?-
-Todavía no estoy seguro…-
Mathieu esbozó una sonrisa.
-Eso es mejor que nada-
La noche se pasó en un santiamén. Luego de la conversación, Alex durmió plenamente. Aunque no soñó nada que lo perturbara esta vez, sí vio cuatro luces que lo miraban. Estas eran de varios colores, de muchos y de ninguno. Alex las miró sin dejarlo un momento. Así estuvo hasta que el sol salió.
Los primeros rayos lo despertaron. Bostezó porque sintió no había dormido lo suficiente. Gran mentira, pues cuando se levantó con la enorme piel de oso a su espalda, se sentía más renovado que nunca. La energía corría por sus venas, era fuerte porque se sentía así. Alex levantó los brazos y sintió la briza.
Le entraron ganas de ir a caminar. Las montañas se miraban bastante tranquilas. No obstante, perdió las ganas al acordarse del oso. Alex decidió volver a sentarse y observar la fogata apagada. Mathieu roncaba con fuerza.
Su amigo soltaba ruidos extraños. Alex rió de solo pensar en que no lo sabía. Pensó en el gran Mathieu, asesino de osos y humanos, roncando como un tonto.
Soltó una enorme carcajada. Mathieu se levantó con el ruido.
-¿Qué diablos pasa?- preguntó.
-Solo estaba pensando…-
-¿En qué pensabas?-
-En lo raro que te ves durmiendo-
-¿Qué es lo que hago?-
-Nada…-
-Vamos, dime-
-Roncas-
-¡No!-
-Sí-
-Oh, no…-
Alex se rió con más fuerza. Horrible revelación, pensó. No quisiera que se lo dijeran.
-Por cierto, también soñé algo…-
Mathieu se le quedó mirando.
-¿Qué viste?-
-Cuatro luces…-
-¿Luces?-
-No sé qué significa-
-No te olvides de eso-
-¿Por qué?-
-Creo que nos servirá de algo-
Alex no tenía idea de lo que pasaba. Odiaba los secretos. Pero esperaba que lo que sucediera fuera bueno.
6
La adivina
-¿Sabes exactamente a dónde vamos?-
-Es difícil de decir-
-¿Por qué?-
-Tenemos encontrar una montaña en forma de aguja, perfectamente alineada hacia el cielo. El libro del anciano me dijo que allí estaba-
-¿Qué?-
-Ya te darás cuenta-
Alex odiaba eso. Se estaba hartando demasiado. Su ánimo, mezclado con el sol que golpeaba el lugar, lo estaban desesperando. Llevaban más de un día fuera de la nieve, y el calor comenzaba a aumentar. Mientras bajaban, el ambiente se volvía más árido. Era como un desierto, pero tampoco tanto. Pero no por eso no molestaba.
Las montañas eran todas parecidas. Alex observaba como Mathieu se detenía por segundos y observaba el horizonte. Centrándose en su mirada, el niño pudo notar como su amigo miraba las cuestas y medía los picos. Era un análisis minucioso, casi obsesivo. Alex se estaba confundiendo.
-Creo que exageras- le dijo-. No creo que la montaña sea tal como lo dices. No parece algo realista-
-Parece que no conoces el mundo, Alex. ¿Este tiempo conmigo no te ha enseñado nada?-
-Sí, pero no lo que crees. El mundo es duro, ya lo sé. Y sí, también sé que hay cosas raras-
-Entonces ten un poco de fe-
-La fe se me agotó hace mucho-
Mathieu soltó una risita.
-No seas tonto. Que tu religión sea mala no significa que no haya algo allí-
-No te entiendo-
-Alex, en este mundo existe la magia. Hay magos y gente que se transforma en cosas. ¿Por qué no existirían los dioses?-
-Pero si tú crees que lo que creía era tonto. ¿Por qué demonios me dices eso?-
-Porque lo tuyo eran reglas. La verdadera fe no se trata de vivir como un esclavo-
-¿Y tú tienes fe?-
-Sí, lo que hago es un acto de fe. No lo haría si no creyera en algo-
-¿En qué crees?-
-En que esto pronto terminará. Nada es para siempre. Algún día veremos algo distinto a lo que tenemos-
-Estás loco-
-¿Por qué?-
-Porque la iglesia ha dominado por miles de años. Tiene comprados a los reyes y decide lo que pasa. Lucano hablaba mucho de eso. No creo que haya forma de salir de este sistema-
-Puede que pase algo-
-¿Puede?-
-Bueno, no puede: pasará. Como te digo, las cosas no son eternas-
-El pontífice ha vivido miles de años. Él sí es eterno-
-Alex, los humanos nunca serán eternos. Alguien vendrá y le quitará a tu pontífice lo que tiene-
-¿Y quién es ese?-
Pero Mathieu no le dijo nada.
Ese silencio dejó pasar el tiempo. Las montañas se hacían más grandes mientras caminaban. A lo largo de la desolación, de la nada inmensa, Alex observó las formas, los diseños que se levantaban. Centró la vista, dejó que sus ojos se quedarán pegados en cada coloso. Eso hizo hasta que finalmente apareció.
-No puede ser…-
Mathieu soltó una larga carcajada. Su risa se extendió por el ancho e inmenso lugar. Su dedo señalaba poderosamente hacia la distancia. Estaba fijado en un lugar, en una forma más que curiosa.
La aguja. Levantada hasta el cielo, apuntaba hacia el firmamento como una flecha. Alex creyó que deliraba, pero por más que frotaba sus ojos allí estaba. Mathieu empezó a correr hacia ella. El niño lo siguió sin saber qué pasaba.
Llegaron a las faldas en poco tiempo. Los minutos que pasaron se sintieron como relámpagos. Se quedaron parados observando lo que había. Mathieu buscaba una especie de entrada.
-Creo que aquí debe de haber algo- dijo-. Pero no puedo verlo-
-Parece que estás ciego-
-No deberías decirme eso-
-¿Por qué? ¿Te enojarías?-
-Eso no será necesario-
-¡Mira!- Alex lo gritó con todas sus fuerzas.
Su dedo señalaba una pequeña abertura. Era suficiente para que cupiera una persona. Pero no se notaba a simple vista.
-¿Cómo lo encontraste?- Mathieu sonaba bastante molesto- Ni siquiera vi que lo buscaras tanto-
-Pero lo hacía-
-Aja…-
-¿No me crees?-
-¿Tengo que hacerlo?-
-Perfecto-
Mathieu no lo parecía pero estaba contento. Su falso enojo era solo una forma de mostrarse diferente con Alex. No obstante, su forma de pensar estaba llena de orgullo por el niño.
-¿Vamos a entrar?-
-Por supuesto…-
Entraron sin pensar en nada. Alex temblaba porque no sabía exactamente lo que vería. Mathieu tenía una extraña sensación de calma. La oscuridad los cubrió cuando cruzaron la entrada.
Nadie tenía idea de cómo pasarían las horas.
-¿Puedes ver?-
-¿Necesitas ver?-
-No te burles-
Iban a tientas por un túnel. Sus manos tocaban las paredes buscando apoyo. Sus pies se movían arrastrándose por un camino peligroso. Levantaban y movían sus extremidades sin saber que estaban haciendo.
Alex se sentía desesperado. Quizás Mathieu fingía que estaba contento, pero estaba seguro que pensaba igual. No existía otra cosa que la desesperación. Era imposible estar tranquilo cuando no sabías nada. Mirar, esa cosa que siempre damos por sentado, parecía ahora demasiado importante.
Y quizás era así. No, era así. Alex no podía estar más convencido. Su mente estaba perdida en un mundo de desconcierto. Quería salir, pero no le gustaba la idea. Lo mejor parecía estar en seguir hacia adelante.
Además, ¿por qué no hacerlo? ¿Qué tal si su futuro dependiera de ello? Ese pensamiento lo carcomía. Lo hacía continuar. Pero era tan difícil.
No te sientas así.
Alex sintió un escalofrío. Se sintió aterrado de pronto. ¿Qué le estaba hablando?
-¿Quién eres?-
Mathieu se sobresaltó.
-¿Con quién hablas?-
Alex trató de regresar a la realidad.
-Con nadie…-
Se hizo un silencio extraño. Mathieu decidió ignorar lo que pasaba. Alex prosiguió caminando tratando de estar tranquilo.
Pronto llegaron a una encrucijada. Las dos vías se extendían frente a sus ojos. Podían saberlo porque sentían como el aire les llegaba a los ojos.
-¿Te diste cuenta?- Mathieu sentía que estaba en un problema.
-Siento que hay algo. Pero no sé qué podemos hacer-
-La impresión que me da es que podemos perdernos…-
-¿Pero no eras tú el sabio? ¿Estás asustado?-
-No es eso…-
-¿Entonces?-
-No tengo idea-
Pero Alex lo sabía. Lo sentía en el interior. Estaba asustado porque tenía esos pensamientos.
-No te vayas a espantar con lo que te voy a decir-
-Ahora si me asustas...-
-Yo sé por dónde es-
-¿En serio?-
-Sí, toma el camino de la izquierda-
Y eso hicieron. Pronto, una luz hizo su entrada.
Llegaron a una extraña habitación. Un lugar grande pero al mismo tiempo compacto. Parecía estar encerrado en una especie de burbuja. Era una visión contradictoria.
Se quedaron viendo hacia el frente. Cerca de ellos se levantaba una enorme sombra. Era una silla, y una mujer estaba sentada sobre ella. Esta los miraba con unos ojos profundos, reflejados por las antorchas y revelados como eternos. Estos ojos hablaban de muchos siglos, de una existencia extendida en el tiempo.
La sonrisa se asomó en sus labios. La mujer los miraba como sabiendo de antemano lo que iba a pasar. Alex tembló de solo pensar en la idea, aunque luego se calmó al pensar que lo necesitaba.
-¿Quieren acercarse?- la voz de ella se oía delicada.
Alex dio un paso al frente. De inmediato, Mathieu lo detuvo. Le puso la mano sobre el hombro, aunque sus ojos miraban directamente a la bruja. Había una resolución y precaución en su mirada.
-¿Por qué debemos confiar en ti?- preguntó- No sabemos quién eres. No estamos seguros si eres mala-
-¿No te dijeron que vinieras aquí?-
-Sí, pero no eso vamos a dejarnos a llevar tan fácil. Puedes apostar que no somos tan tontos-
Ella sonrió aún más. Qué bonito le parecía todo.
-Acepto que no soy buena- dijo-. Mis poderes vienen de lo oscuro. Sin embargo, soy la única esperanza del niño y la solución a los problemas que lo aquejan-
-¿Cómo…?-
-¿Qué cómo lo sé? Eso es un secreto. Pero tú necesitas mis servicios. O bueno, el niño los necesita-
Alex le sostuvo la mirada por un momento. La bruja lo miró como escrutando su interior. Su rostro se contrajo con cierto asco.
-Este chico tiene algo dentro- dijo-. No sé qué es, pero me asusta…-
-¿A qué diablos te refieres?-
-Ojalá pudiera saberlo-
-¿Vas a ayudarnos?- Alex lo preguntó cómo preocupado.
Ella asintió de inmediato.
Alex se quedó allí parado. La mujer lo miró por varios segundos. Luego cerró los ojos y empezó a aspirar un viento que entraba por quien sabe donde. El viento era helado, heraldo de lugares muy oscuros. Alex sintió un escalofrío por el miedo.
La mujer abrió los ojos al tiempo. Alex la miró esperando la respuesta. Ella tenía el rostro bastante extraño.
-Algo pasará- dijo. No se veía muy convencida-. Tienes que viajar al este. Allí encontrarás lo que buscas-
Alex no pudo evitar enojarse.
-¡Acabas de engañarnos!-
-Eso no es cierto…-
-Pero no dijiste nada-
Ella se rió.
-No lo necesitas-
Alex se sintió algo traicionado. Mathieu miró a la mujer con una mirada preocupada. Luego miró al chico. Algo pasaba.
7
La avalancha de niños
El este estaba oculto detrás de las montañas. Mathieu le contó a Alex que era un lugar bastante hermoso. Le habló de una ciudad a la orilla de una playa. Todo se lo dijo tratando de animarlo. Pero era imposible.
Alex estaba en un estado de parálisis. Su mente divagaba, no estaba en su lugar. Oía las palabras de Mathieu y le parecían fantasía. Estaba viendo algo que no existía.
¿Qué era? El futuro. Desde que salía de la cueva, lo miraba. Era borroso, pero se podía ver de alguna manera. El impacto que creaba era demasiado para ignorarlo. Le causaba mareos. Estaba sintiéndose molesto.
El sol estaba en lo más alto cuando salieron de la cueva. La bruja les indicó una salida que atravesó un túnel mucho menos oscuro que el anterior. Cuando emergieron hacia la luz, estaban en un lugar diferente. Un nuevo paisaje se revelaba ante sus ojos.
La montaña parecía extenderse hacia un camino. Las faldas de los montes terminaban en un lugar bajo, de clima fuerte pero húmedo. Mathieu señaló hacia el frente. Lo azul se miraba desde lejos.
Alex no quería verlo.
-Ese es el mar- dijo Mathieu-. Es azul, como ves. ¿Qué te parece?-
-Es grande…-
Mathieu suspiró.
-No era eso lo que esperaba oír-
-¿Qué querías que te dijera?-
-¿No te emociona?-
-No quiero saber nada-
-Mira, sé que la bruja no habló lo que esperabas. Pero quizás allí si lo encontremos. Ten un poco de ánimo-
-Quisiera no tener estas preguntas-
-Pronto las resolverás-
-No quiero saber las respuestas-
-No puedes estar así…-
-Ya no sé qué hacer-
Mathieu se rindió. Si insistía, sabía que no encontraría nada. Estaba seguro que las cosas estarían mejor si se callaba.
Le indicó a Alex que lo siguiera. El niño se movió con lentitud, pero a buen paso. Sin embargo, sus pasos parecían mecánicos, como que siguieran una respuesta programada. Su estado de letargo era grande.
Mathieu pensó que lo peor había pasado. Quizás el niño encontraría una solución cuando el viento le golpeara en el rostro. O quizás estaba equivocado.
Siempre tenía que tener en mente esa opción. Se dejó llevar, sin mirar al niño mientras caminaban. Sus pasos se hacían más pesados cuando el viento empezó a pegarles en la cara.
La arena se extendía de manera libre. Pronto la estaban machacando. La visión continuó hasta que la ciudad apareció de pronto.
Decir que era hermosa parecía un oxímoron. Es más, significaba la obviedad más grande. Alex contempló cómo se extendía sobre la arena como un cuadro, como un óleo que se impregna por todos lados y que surge cual protuberancia del suelo. Los edificios, altos y antiguos, mostraban un extraño orgullo. La vida se destacaba por todos lados. No obstante, se notaba que no era abundante.
-¿Qué es esto?-
Alex hizo la pregunta al aire. No esperó respuesta de Mathieu. Su amigo solo caminó a su lado, mientras entraban en la ciudad y observaban lo que había. Y era poco, pues podían darse cuenta de que la gente no aparecía. El niño creyó que nadie vendría. Estuvo pensándolo por un rato.
Por tanto fue raro cuando vieron a un niño caminar solo, marchar como hipnotizado. El niño parecía buscar a alguien, pero no lo hallaba. Sus ojos parecían perderse en una idea que no existía.
Alex trató de acercarse a él. Sin embargo, Mathieu lo detuvo.
-No vayas- dijo.
Alex no quiso protestar. Se quedó viendo al niño con calma.
-Parece muerto- dijo.
-Tiene una pena muy grande-
-¿Qué crees que puede ser?-
-Está desesperado. Un niño solo actúa así cuando está solo-
-Yo sé algo de eso…-
-No creo que sea lo mismo-
Pero Alex no le creyó. De alguna manera pudo ver que no era así. De pronto, sintió una extraña conexión con el niño. También, dudó que estuviera totalmente solo. Pocos segundos pasaron para que descubriera que era cierto.
Muchos niños empezaron a salir. Alex primero vio a una niña que se unía al primer niño. Luego vio más. Finalmente, el lugar se llenó de niños. Todos parecían sufrir de lo mismo.
-¿Dónde están los adultos?- la pregunta surgió de manera instantánea. Alex no pudo siquiera pensar en la respuesta.
-Esto no puede estar bien…- Mathieu se oía perturbado-. Quisiera pensar que no es así, pero… ¡Mira!-
Alex abrió los ojos de par en par. Los niños se empezaban a juntar. Pronto, se acercaban hacia ellos. Iban en masa. Eran como una avalancha.
Mathieu se aterró ante esa visión. Sin pensarlo, tomó a Alex en sus brazos, levantándolo. Salió corriendo despavorido.
Se perdió dentro la ciudad. Alex oía como los pasos iban aumentando...
La desesperación los hizo internarse por distintas calles. No obstante, terminaron sobre un techo. Mathieu trepó hasta allí con Alex a la espalda. El niño se quedó prendido de la vista. El viento le golpeaba en la cara.
Mathieu respiraba profundo. La visión de la ciudad pero sobre todo del mar se mostraba en todo su esplendor. Alex observaba para abajo, mirando si los niños estaban por algún lado. Luego de no ver nada, le preguntó a su amigo:
-¿Qué fue eso?-
Pero Mathieu no pudo responder. Además, ¿por qué lo haría? ¿Acaso tenía explicaciones para todas las cosas raras que miraban? Él se hallaba en un profundo estado de confusión. Su mente también pensaba muchas cosas. Era normal que se confundiera.
Es más, quiso perder la razón. Sin embargo, no podía. La cordura se agarraba de su mente. Alex miraba como su boca se contraía. El niño quiso volver a preguntar, pero, ¿importaba?
-Quiero que sepas que estoy bien- las palabras de Mathieu trataban de mostrar calma. Alex lo miraba sin creer en nada.
-Sugiero que te calmes- dijo el niño-. Esto no es normal. Yo no me siento bien, y tu tampoco-
-¿Se puede hacer eso?-
-Creo que sí…-
-Yo no sé. Después de ver eso, no lo creo-
-Pero tienes qué-
-¿Por qué?-
-Porque así debe de ser-
Mathieu miró al niño sin creerlo. Él sabía lo que decía. Hasta creyó por un momento que se parecía a él.
-No eres tú mismo-
-No sé quien soy-
-Claro que sí-
-¿Y qué sí sí? Lo que me ha pasado no es para ser yo mismo-
-Estamos jodidos-
Y con esa afirmación, se callaron. Luego trataron de bajar. No más no vieron moros en la costa, lo hicieron. La calle estaba vacía cuando sus pies tocaron el suelo.
Decidieron ver si no había sorpresas. Cuando se vieron completamente solos, se dispusieron a moverse. Estaban decididos a descubrir que pasaba.
Pero no tenían idea. Todas las especulaciones les parecían sin sentido. En el momento que venía idea, la descartaban por ser demasiado rara. Estaba claro que la imaginación no les bastaba.
-Considero que hay una toxina en el aire- dijo Mathieu-. Parece tener sentido-
-A mi no me lo parece-
-¿Qué piensas?-
-Que es muy raro eso de la toxina. Al fin y al cabo, nosotros no sentimos nada-
-Puede que sea con el tiempo-
-Ya habría pasado algo-
-Tal vez tengas razón….-
Pero Alex no sabía si la tenía. No le importaba, pero quería. Fue en ese momento en que se le ocurrió de nuevo la idea más loca.
-¿Qué te parece un hechizo mágico?-
-Estás loco-
-Es lo único que se me ocurre-
Mathieu lo sopesó por un momento. Pensándolo bien, tenía sentido.
8
La voz
La magia era un asunto bastante peliagudo.
Alex pensaba mucho en ella. Desde sus encuentros anteriores con seres que la practicaban y que se regodeaban en su uso, sentía una peculiar respuesta. Y no era exactamente repulsión, pues no sería sincero si eso dijera. Pero quizás en lo profundo lo pensaba.
Mathieu no parecía tan sorprendido. Él casi nunca se sorprendía. La existencia de seres extraños, de brujas, de magos enfermos, le parecía tan simple. No obstante, así tenía que ser, pues su misión lo indicaba.
Aunque ahora parecía estar pensando en otra cosa. Mathieu tenía cosas en la cabeza, muchas quizás. Pero la misión no lucía como algo tan importante.
Alex quería saber por qué. Mathieu, en cambio, lo sabía perfectamente. Estas visiones, estos hechizos, todo lo raro que experimentaban parecía mejor.
¿Olvidaba ahora su propósito? Obvio que no. Tanto tiempo no había pasado en vano. Aunque sentía que las cosas estaban cambiando.
El mundo tenía otro cáliz, otra luz que surgía. Mathieu no estaba seguro si todo lo que pasaba tenía que ver. Pero quería saberlo.
Eso lo motivaba. Quería encontrar la solución más rápida.
-Me encantaría que estos niños nos dijeran algo. Pero no dicen nada…-
-Esta magia parece ser muy poderosa. Ese silencio puede que oculte algo-
-O a alguien-
-Ojalá tengas razón-
Estaban agazapados detrás de un montón de basura. El olor era nauseabundo, las moscas volaban a su alrededor cual aves rapaces. No obstante, Alex no les prestaba atención.
El niño miraba hacia el frente. Sus ojos estaban pegados a la disminuida figura de un pequeño que vagaba. Solo no parecía tan raro.
-El niño parece mostrarse libre- susurró-. Como que el hechizo solo funciona por momentos-
-No parece ser esa la razón- Mathieu no se oía convencido-. Creo que cuando nos mira pasa algo-
Esas palabras estaban fundadas en alguien que sabía lo que era ver, pero ver con detenimiento. Mirando más de cerca, Alex parecía entenderlo.
-Quien quiera que los controla sabe bien lo que ven y oyen. Es posible que tenga bajo su control todos los sentidos-
-Aunque no creo que todos…-
Era obvio que no podía pensar a través del niño. Alex comenzó a notar que el pequeño carraspeaba palabras, sonidos que parecían surgir de la confusión pero que signifcaban algo. Mathieu lo dijo muy bajo.
-Está llamando a sus padres-
Alex suspiró.
-Cualquiera en su posición lo haría-
-Pero no es cualquiera. Él sabe donde están-
-Como…-
-Mira-
Y Alex lo notó. El niño miraba hacia una dirección. Lo hacía con movimientos bruscos, repitiendo una letanía desesperada. La voz comenzó a oírse mucho más clara.
-Tengo que llegar a la colina-
Alex sintió un escalofrío.
-Creo que tenemos que seguirlo-
Mathieu no reaccionó de inmediato. Cuando se dio cuenta, Alex corrió siguiendo al niño. Lo siguió por un camino estrecho, luego por una colina que apareció al tiempo en el borde la ciudad. Poco a poco se fueron alejando, dejando los edificios por un paisaje oculto que brotaba de los alrededores. Aquí las casas eran más viejas y la belleza de la playa no destacaba. No había había para mostrar, era todo desolación. Alex pensó que se perdía. Estaba creyendo que su final estaba cerca. La caminata finalmente se detuvo en la boca de un caserío.
Había poco menos de diez casas. Estaban abandonadas, como olvidadas por la memoria. Alex no vio a nadie vivo cerca.
-¡Oye!-
Sus gritos se oían desesperados. Sin embargo, el niño ya no estaba. Alex casi llora. Pero mejor decidió callarse. La garganta le dolía tratando de contenerse.
-¿Dónde estás?-
No obtuvo respuesta. Estaba todo callado. Estaría solo si en ese momento no hubiese sentido que lo tocaban.
Casi saltó del temor al sentir la mano. Cuando vio encima de su hombro, Mathieu estaba a su lado.
-No eres tan rápido- dijo.
-¿En serio dices esto ahora?-
-¿Te molesta?-
Alex bufó de la furia.
Eso lo calmó por unos segundos. Luego recordó donde estaba.
-El niño se perdió en este lugar- dijo-. Ya no sé cómo encontrarlo…-
-Quizás él no quiere que lo hallemos-
-Ni siquiera nos vio-
Pero Mathieu no respondió.
-¿Quieres que vayamos?- preguntó.
Y Alex asintió.
Empezaron a moverse. Sus pasos iban lentos, midiendo cada centímetro para no alertar a nadie. El silencio, la desolación del lugar y cierto miedo los hacían dudar. Mathieu incluso sacó su espada. La atmósfera se tensaba.
Esa calma no era natural. Alex estaba seguro que este lugar tenía algo que no era bueno. Y es más, creyó que era el centro de todo.
-Hay una presencia maligna en todo esto- dijo-. Puedo sentirlo-
Mathieu lo miró sin creerlo.
-Puede que estés en lo correcto-
Ese "puede" era duda. Pero Mathieu no estaba seguro.
-Mamá, papá. ¡Al fin los encontré!-
El niño sonreía. Pero a Alex no le gustaba esa sonrisa.
Lo encontraron dentro de una casita. Mathieu pudo detectarlo pues logró escuchar sus gritos de alegría. Sin embargo, no más entraron, se encontraron con una imagen desgarradora. Alex sentía que se desplomaba.
El niño estaba con dos personas. No obstante, personas sería decir poco. Esos seres estaban en otra dimensión, no lucían para nada como seres humanos. Y, sí daban esa idea, era puro espejismo.
Alex los miraba como sombras. Dos siluetas negras que, con forma humana, generaban en ese niño una extraña alegría. El niño se reía como que si mirara una visión reconfortante, pero tanto Alex como Mathieu sabían que no era cierto. Era el engaño más grande del mundo.
Veo que admiran mi espectáculo…
Alex se quedó completamente helado.
-¿Oíste lo que yo?- la pregunta del niño se elevó a través de las risas, cruzándolo todo.
-Desearía que no fuera así-
Pero no puedes evitarlo…
Ahora no cabía duda. Alguien les hablaba a su mente. La voz se oyó tan clara dentro de su cabeza. Era tan perturbadora que los torturaba.
-¿Qué demonios…?-
No maldigas.
Alex no sabía qué hacer.
¿Te asusto?
La sangre se sentía pesada.
-¿Quién eres?- Alex trató de preguntar.
Soy tu anfitriona.
Otra pregunta surgió de su mente.
-¿Eres quien buscamos?-
Tú sabes cómo descubrirlo.
Alex quiso morirse.
-No puedo creerte-
Tú sabes que no es así.
Y, extrañamente, lo sabía. Alex lo sintió muy dentro. Había algo en su interior que le decía que tenía, que era su destino. Por tanto, abandonó la casa sin decir mucho.
Mathieu se alarmó. Todo lo escuchó en su cabeza. Sin embargo, cuando quiso reaccionar, Alex ya no estaba. Salió disparado de la cabaña. Recorrió el caserío siguiendo al niño, rodeado por más sombras como los padres del niño. Todos eran adultos. Los adultos habían cambiado.
Quiso desesperarse en el acto. Afortunadamente para él, eso era imposible. Con una sonrisa, se dejó embargar por esa valentía que tenía dentro. Y siguió al niño sin tener siquiera un poco más de miedo.
¿Qué encontró luego de eso? Pasarían unos minutos para descubrirlo.
9
Silfa
Mientras Mathieu lo perseguía, Alex llegaba al lugar acordado.
Fue guiado por una luz. Ante él se aparecía como un resplandor rojizo, casi morado por el contraste. La luz apareció cuando salió de la casita, haciéndole señas hasta que lo condujo a donde quería.
-¿Qué es esto?-
Alex se quedó congelado al llegar al lugar. Estaba parado dentro de un claro, rodeado de plantas de bambú. En el centro, había un riachuelo. Dentro, bañándose completamente desnuda, una mujer lo estaba mirando.
El niño notó que era hermosa, más hermosa de lo que nunca vio jamás. Sin embargo, su belleza era mala, diabólica. Digna de la misma sombra.
Alex nunca creyó que vería algo así. Nunca en su vida lo pensó. Conocía el mal, quizás Lucano le contó acerca de su existencia, pero nunca se lo creyó. No, nunca lo hizo hasta que lo tuvo frente a sus ojos. La mujer sonreía mientras lo estaba mirando.
-No tardaste- le dijo-. Corres rápido-
-¿Quién eres?-
Ella se rió.
-¡Ah, la pregunta del millón! ¿Quién sería esa extraña mujer que tienta al pobre niño? ¿Por qué será tan mala?-
-¿Te lo preguntas?-
-¡Por supuesto!- la mujer fingió sorpresa- No creo que esté haciendo nada malo-
Alex obviamente no lo creía así. La mujer tenía que ser mala. Lo que sea que estuviera haciendo con toda esta gente, no tenía sentido. El niño sintió mucha rabia al tan solo pensarlo.
-Eres un monstruo- le dijo.
-Los monstruos son hermosos entonces-
-¿Qué?-
-¡Lo que oíste! ¡Lo que yo he hecho es hermoso! Esta gente está agradecida-
-¿Cómo puedes decir eso?-
-¿Acaso no viste la paz en los ojos de ese chiquillo?
-Él no pensaba…-
-Pero no necesitan hacerlo-
La mujer esbozó una enorme sonrisa al decir esto. Esta era tan larga que creó una horrenda mueca sobre su rostro. Sus cabellos, negros como la sombra, se movían liberando el agua que contenían después del baño. Alex la miró sin creerlo.
-¿Por qué estoy aquí?-
-Veo que te das cuenta-
-¿Qué me pasa?
-¿Quieres saberlo? ¿Acaso no me odias?-
-Te odio-
-Eso no suena bien para un monje-
-Yo ya no soy un monje-
-No, eres tú-
Alex se molestó.
-¿Qué quieres decir?-
-Quiero decir que tienes algo especial. Todas esas visiones que tienes significan algo. Eres alguien que cambiará al mundo. Y eso no me gusta-
-¿Entonces por qué me lo dices?-
-Porque no me queda de otra-
-No te entiendo-
-Ahora quizás no lo hagas. Pero en el futuro lo harás. Niño, tus visiones aumentarán. Verás más cosas que nunca, soñarás con eventos que nadie ha visto. Si no te cuidas puedes volverte loco…-
-...-
-No te deseo lo que pasará. Incluso te compadezco. Por lo mismo creo que te daré un regalo. Cumpliré tu deseo-
-¿Y cuál es ese?-
-La paz de esta gente. Silfa te lo regala-
Y eso fue lo hizo. La tal Silfa desapareció. La hechicera brotó del riachuelo y se elevó hasta los cielos. Salió cubierta por una nube de humo. Alex la miró surcar la distancia, pero sintió que algo lo cubría.
Era la oscuridad. Las sombras lo hicieron ver cosas. Alex se internó en un lugar que no conocía…
Estaba rodeado por sombras. Alex estaba metido dentro de un mar. Las olas se movían pesadas sobre él. La respiración le fallaba.
Trató de nadar. Pero era cubierto por las sombras. Estas no lo dejaban moverse. No podía escapar.
-No puedes…-
Silfa le hablaba.
-Nunca lo harás-
Lo llamaba.
Alex sabía que esto no era normal. No estaba siendo poseído. Esto era algo que le decía que tenía que mostrarse. Por lo mismo, sintió algo interno. Una luz que surgía desde dentro.
El niño comenzó a nadar. Los brazos se movían pesadamente, luchando. Al principio, no podía. Más luego todo cedía.
-Nunca podrás-
Ella seguía presumiendo.
-Eres débil-
-¡NO!-
Luz…
-¡ALEX! ¡VAMOS! ¡POR FAVOR, DESPIERTA!-
Sintió que le sacudían el pecho. ¿Despertaba? ¿Qué más le quedaba? Los ojos se abrieron a la mañana.
10
En busca de Melina
-Por poco te matas-
Alex sonreía.
-No deberías estarte riendo-
Pero no podía evitarlo. Alex sentía que su vida había recomenzado. Salir de ese mar, de esa sombra interna, lo había liberado.
Estaba más feliz. Las dudas que tenía se habían disipado casi del todo. Era cierto que aún tenía preguntas, pero se sentía en paz. Y eso era lo mejor.
Además, no tenía motivos para estar triste. Después de haber intentado vencerlo, la hechicera llamada Silfa le dejó su regalo. Cuando se despertó, Mathieu y él se vieron rodeados por mucha gente, por ojos que los miraban con curiosidad. La gente había despertado.
Al verlo, Mathieu decidió distraerse. Estaba demasiado confundido para pensar en él. Esta gente lo había salvado.
Registró sus historias en el libro. Al menos su experiencia no se había esfumado.
Luego de algunos días abandonaron la ciudad. Alex se sentía distinto. Por primera vez, les habían ayudado.
-Esta gente es distinta- dijo Alex.
-Les salvaste la vida-
-Yo no hice nada-
-Sí, claro-
Alex lanzó una carcajada. Trató de mostrarse sonriente. Pero la duda lo embargaba.
-¿Qué quieres hacer ahora?- preguntó.
-¿Me estás pidiendo opinión? ¿No sabes a dónde quieres ir?
-No. No lo sé. Pero creo que tú sí…-
-¿Aceptas las visiones?-
-Son parte de ti, ¿no? Creo que puedo vivir con eso-
-Entonces no te gustará a donde vamos-
-¿A dónde?-
-No lo creerás-
-Si no me lo dices no sabré nada-
-Tú lo sabes…-
Mathieu no lo supo al principio. Pero, al ver las lágrimas de Alex, lo entendió.
-¿Crees que está viva?-
Alex se sorprendió.
-¿Quieres ir?-
-Por supuesto. Le debo una. La dejé ir-
-Melina estará muy agradecida-
-Ojalá. No quiero que se enoje-
-No creo que eso pase…-
Mathieu miró al niño con extraña ternura. Nunca en la vida pensó en ser padre, nunca le interesó. Sin embargo, muchas veces las cosas cambian.
Creo que me he metido en un problema…
Alex vuelve a soñar
Luego de caminar todo el día, Alex estaba exhausto. Esa noche, contrario a lo que pasaba otras veces, deseó soñar. Le pidió al mensajero soñar con Melina, mirar tal vez donde estaba. Pensando en eso, se durmió con una sonrisa.
Pero Alex soñó otra cosa.
Soñó de nuevo con las luces. Alex las recordaba, tomando en cuenta exactamente lo que Mathieu le había dicho. Estas de nuevo eran coloridas, de muchos tonos, aunque poco a poco estaban cambiando. Después de unos segundos, Alex notó que se estaban volviendo humanos.
Aunque eso sería también decir mucho. Esos seres se miraban como humanos pero no se sentían como tales. Alex vio cómo soltaban un aura pesada, cómo un poder arcano que no sabía su proveniencia. Pronto se aterró al sentir semejante carga.
-Lo hiciste bien. Sé lo creyeron todo. El niño estaba sorprendido…- uno de los seres era un hombre delgado y con el cuello largo. Parecía una serpiente. Aunque por un momento Alex creyó haber visto al anciano del refugio-. Nunca debimos dudar de ti-
-Y nunca lo harán. Abraxas me tiene confianza- respondió otro de los seres, esta vez una mujer. Esa mujer.
-Silfa, no tengas esperanza. Nuestro señor nunca volverá. Yudah no ha cumplido con su trato- esta vez habló un tercer ser, un hombre alto, fornido, con el torso destapado y lleno de cicatrices-. Creo que lo perdimos…-
-¡No pierdas la fe!- exclamó Silfa.
-La fe es sólo para los que siguen al mensajero- la última en hablar fue otra mujer. La adivina de la cueva-. De todos modos, el niño nos puede servir de algo-
-Eso es cierto…- aceptó Silfa. Ella sonrió al decir esto.
Alex se les quedó viendo sin entenderlo. ¿Quiénes eran esos seres? Las siluetas comenzaron a desaparecer de nuevo. Ya no eran humanos, pero tampoco luces. Ahora eran bestias.
Mathieu escuchó cómo Alex gritaba mientras dormía. Apresuradamente se acercó a despertarlo. Al abrir los ojos, el niño le miró con horror.
-Alex, ¿estás bien?- preguntó- ¿Qué diablos soñaste? ¿Por qué estás así?-
Pero Alex no respondió de inmediato. Respiraba entrecortadamente, soltaba el aire sintiéndolo mucho. Finalmente, habló:
-Mathieu- dijo. Y su voz no mostraba otra emoción que no fuera el miedo-. Creo que he conocido a los dioses de mi religión. He visto a los Cuatro…-