Narra Sonya
Me obligaron a partir con ese hombre y estaba muy furiosa. No dejé en ningún momento de observar sus movimientos. Esos hombres me demostraron que eran capaces de todo.
Estaba muy asustada porque yo lo amenace y el tenía conocimiento de que yo sabía lo que le hizo a Alekxandra.
Ese hombre estaba jugando con fuego pero no le importaba quemarse y esto era tan raro. Me sentía como si estuviera en una novela turca de esas, cuando estaban en su auge.
Y Agustín no dejaba de llamarme para saber donde me encontraba, decía que estaba en los alrededores y no me había visto.
—Ya te dije que estoy cerca —le dije—. ¿Acaso no entiendas?
—Sonya no juegues conmigo. El GPS que instalé en tu teléfono dice que estuviste en una cabaña. ¿Donde díablos estás y porqué has tardado tanto? Ya llevo esperando dos horas, y si crees que me moveré de aquí estás muy equivocada.
—Pues no te pedí que te movieras— intenté bajar la voz cuando el anciano me observó por el espejo retrovisor—. Ya estoy en camino. Espera a que te llame, y ya no me llames más. ¿De acuerdo?
Colgué el móvil y rodé los ojos fastidiada por la insistencia de Agustín, mi novio celoso. Ya me estaba cansando, ya no tenia paciencia.
Quería dejarlo porque esto ya no era algo normal. Desde que instaló un GPS en mi teléfono celular comprendí que esto se trataba de una relación tóxica.
Demonios, eran tantas señales que ignoré, pero qué, de igual forma, seguían ahí, en mi cabeza, dando vueltas. Influyendo también que no podía dejar su insistencia por saber dónde me encontraba.
A Agustín lo conocí cuando un auto me estuvo apunto de atropellar. El me salvó y desde ese momento conectamos. Parecía ser un chico malo, sin embargo, cuando le conocí, las cosas cambiaron, porque descubrí que estaba tratando con una persona totalmente distinta. O eso era lo que él quería mostrarme y fingió ser.
Él fue una persona honesta conmigo. Desde el principio me habló de su pasado:
Me dijo que estuvo preso por el asesinato de un hombre, el cual sus compañeros ultimaron por diversión. Me dijo que no fue su intención y que después de dicho suceso se reivindicó nuevamente en la sociedad.
Le creí, pero no, contó la verdad a medias y descubrí que solo me engañó y que seguía en esos negocios; pero para mí era todo un reto estar en una relación con una persona así, sin embargo acepté, porque el amor todo lo puede ¿No es así?
Pero tarde me dí cuenta de que fue un error.
Mi mamá me aconsejó, me dijo que Agustín no era de fiar y que merecía a alguien que no tuviera problemas con las autoridades, una persona de valor. Yo pensé que ella era muy prejuiciosa y que yo era más de mente abierta. Pero no, solo fui una ingenua. Una chica joven inexperta que creía saberlo todo.
No se lo dije a nadie.
Decidí mantenerlo callado, me daba vergüenza que todos supieran que Agustín quería controlarme, me daba vergüenza que las personas me juzgarán hasta con la mirada. Tenía esa sensación de ansiedad en mi pecho, cuando me encontraba aún más cerca de él.
—Puede dejarme aquí — le sugerí —desde aquí yo puedo llegar sola.
Temía que Agustín estuviera por estos alrededores y me viera bajar del auto de un extraño y lo malinterpretara.
—El señor Evliyaouglu me ordenó que la deje cerca de su casa, no a dos cuadras más— declaró —. Yo solo recibo órdenes de él, usted no es quien para darme órdenes.
—Oiga, no sea grosero— le reproche. —Yo me bajaré aquí. Así como usted no está obligado cumplir órdenes de otra persona, de esa misma manera yo no estoy obligada a estar dentro de este auto.
Una sonrisa maliciosa curvó sus labios y presiona algún botón del tablero de su auto. Escuché como la puerta se aseguraba.
Me quedé estática, mi boca se secó y mis sentidos dejaron de funcionar y no le tenía miedo a ese hombre, no, ya ese miedo desconocido había desaparecido. Le tenía miedo a Agustín.
—Ya casi llegamos a su casa— dijo — coopere, solo faltan dos cuadras.
—Es un imbécil — farfullé iracunda y me recosté del sillón con los brazos cruzados.
Narra: Murad Yildiz.
Me estaba preparando para esto desde hacía aproximadamente cuatro meses.
Quería encontrar a esa mujer que ultimó a mi padre, no solo para vengarme, derramando su sangre, lo hacía para ganar créditos con el consejo de ancianos y que me tomarán en cuenta para ser el dirigente de la empresa de cosméticos Evliyaoglu -Yildiz, la cuál estaba en pleno apogeo.
Ese estúpido esposo de mi hermana solo había llegado donde estaba por el simple hecho de estar casado con Bahar y porque mi padre fue asesinado, de lo contrario no hubiera estado en ese lugar donde debía estar yo, y no iba a descansar hasta que esa empresa estuviera en mis manos.
Emir Evliyaoglu estaba respaldado por su padre, el cual también era un socio mayoritario de la empresa y los jefes del consejo de ancianos de la familia, por eso quería ganar crédito con ellos. Después vería qué hacer para deshacerme de ese maldito viejo decrépito que se atravesó en mi camino, boicoteo mis planes y los planes de Bahar.
Ella quería trabajar en la empresa de nuestro padre y esos hombres no la dejan ejercer su carrera, ni siquiera podía participar en la directiva. Su padre fue uno de los dueños fundadores y eso era muy injusto. Yo quería apoyarla y que todo fuera equitativo con la dirección. No solo era Emir, éramos Bahar, Kemal y yo, que aunque él y yo no fuimos hijos biológicamente de él, fuimos cuidados y queridos por ese hombre, y formamos parte de esa familia.
Por eso hoy iba a secuestrar a la hija de Anya Porizkova, alías Anastasia. Alekxandra Bezborodko: La pobre chica que no tenía que ver directamente con esta situación, pero que, de manera conveniente, estaba en medio, y la llevaría conmigo.
Anastasia fingió su muerte, de eso no me cabía la menor duda.
Y estaba siendo respaldada por alguien poderoso, en la clandestinidad; pero sospechaba que era el traidor infiel mediocre, esposo de Bahar.
Le decía porque creó un apego enfermizo con esa mujer.
Llegué a pensar que ellos se acostaban, que él estaba enamorado de ella; pero no, no lo estaba, ni siquiera le atraía físicamente. Solo vio en ella cariño materno. Siempre intentaba defenderla cuando Melek Yenko, mi madre, la trataba como una empleada más y le recordaba su lugar.
Mamá decía que ella se le insinuaba a su esposo, que una vez los vio muy cerca y que desde ese momento, le tomó resentimiento.
Esa mujer me arrebató el padre que la vida me dio, después de que mi padre Ahmed muriera de un ataque al corazón.
La vida es injusta, tal vez mi destino era no tener un padre.
Así que, yo la llamé, quería que ella sintiera miedo, sabía que ella se encontraba sola porque su madre decidió dejarla y salvarse ella, por eso fingió su muerte. Su madre la dejó sufriendo y llorando.
Lo que ella no se imaginaba era la clase de pecados que cometió su madre, y que, de una manera descabellada, los iba a pagar, aunque no estuviera relacionada con los hechos.
Los hijos pagan los pecados de los padres.
Una frase muy popular y llena de verdades.
Sabía que la hija de Anastasia no se encontraba en esa casa, la persona que envíe me lo notificó.
Me envió unas fotos y las tenía en mi poder. Esas fotos no me demostraban que Evliyaouglu se encontraba detrás de la protección de Anastasia, pero sí eran pistas.
¿Qué hacía Janet Macdonald en la escena del crimen?
Estaba más que claro, ella estaba detrás del nuevo juguete de Emir: La colegiala.
Para llegar a la colegiala, tenía que relacionarme con otra colegiala. ¿No es así?
Reí, acomodé el pasa montañas en mi cabeza y mi sonrisa se extendió en la comisura de mis labios.
Se bajó de un auto negro azabache con las ventanas ahumadas y soltó un bufido.
—¡Es un estupido!— vocifero y dejó caer la puerta con violencia.
Acomodé el adormecedor en el pañuelo y tomé la pistola, al observar cómo caminaba en dirección hacia una persona desconocida. El tipo era alto y rubio y estaba vestido ridículo. Pobres niñas pubertas relacionándose con hombres delincuentes.
—¿Qué diablos hacías bajando del carro de ese hombre?— le preguntó el chico, con violencia. Se acercó a ella y tomó su brazo bruscamente.
Ella se encogió en el lugar como una persona indefensa, la imponencia y su altura la habían intimidado.
—Agustin— protestó con inseguridad —. Me… me…lastimas
Agarró su barbilla con violencia.
—¡Demios Sonya! No puedo creer que me estés engañando por unos centavos que puedan darte.
Apretó más su agarré y yo solo lo estaba observando con algo de impaciencia, quería que se detuviera para cumplir con mi deber, yo mismo iba a raptar a esa belleza para que me diera respuesta. Ese tonto no se iba a interponer en mi camino.
—Deja que te explique — su voz sonó sofocada y temblorosa. —No… no… es… lo que tú… piensas.
—No sabes de lo que yo soy capaz Sonya, tu no me conoces— reveló y yo levanté las cejas. — ¿Quieres conocerme hoy ah?
La abofeteó.
—Agus por favor— tembló. Él la agarró del cuello y ella gimió al no tener aire.
—Vaya, Vaya, ya iniciamos con la tortura y ni siquiera la he raptado— pensé.
—¡No puedo creerlo, Sonya, después de que me juraste que solo te acostaste conmigo, te acostaste con ese hombre! ¿qué tiene el que no tenga yo?— la agarró de los cabellos y ella estaba llorando —. ¡Dime maldita perra! Pero te mataré, mereces morir por puta.
Era hora de entrar en acción.
—A su señal— dijo uno de mis hombres, que estaba en la otra camioneta. — a su señal lo cubriremos, no sabemos si tiene un arma.
—Debo interceder ya que no puede seguir torturando a mi testigo.—replique, con los dientes apretados.
—Murad, iremos nosotros, ya que no puede exponerse a ese antisocial.
Abri la puerta del auto haciendo caso omiso a la advertencia y sobe la pistola.
La chica estaba en el suelo y el chico le apuntaba con el arma.
—Moriras, Sonya, por Zorra —volvio a aseverar. Apretó el arma y cuando puso el dedo en el gatillo aparecí yo.
— Aquí el que se va a morir es otro— hablé yo en respuesta, de ese silencio que hubo. Miré a la chica la cual me observaba desconcertada y asustada, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Le dí un golpe a su nuca y cayó.
La chica grito al ver todos esos hombres armados e intentó correr, pero uno de mis hombres la tomó a la fuerza e hizo que se detuviera.
Pataleo hasta que acomodó el pañuelo y poco a poco la adormecido con la sustancia. La miré a esos ojos azules, antes de que estos se cerraron con lentitud y debilidad.
—A él lo vas a llevar al matadero y a ella a la habitación de arriba— ordené —. Espérame alla. En cuanto regrese diré qué haremos con ellos.
—El no tiene nada que ver Murad, mejor lo dejamos aquí. — replicó Mehmet, uno de mis hombres.
Negué.
—No te pedí opinión Mehmet, no te pago por tu opinión, así que reservala
(....)
Estúpido y cretino Murad; creyó que podía encontrar a lo hijos de Anastasia.
Como hubiera querido decirle en su cara que no ha sido más que un tonto toda la vida, y que su patética venganza no era más que un sentimiento de odio reprimido, por no obtener lo que deseaba. En pocas palabras: Dirigir la compañía.
—¿Qué pasa Emir?
Miré a Alek y relajé mi rostro.
Me acerqué un poco y tomé una de sus manos contra la mía.
Ella estaba más curiosa que preocupada porque ni siquiera podía imaginar lo que estaba pasando.
Una banda de hombres armados estaba a punto de irrumpir en su casa e iban a destruir cada rincón de ella. Si la hubieran encontrado ahí sin dudarlo la iban a torturar severamente, hasta la muerte. Las cosas retorcidas que le harían si la hubieran encontrado ahí no tienen nombre.
Me miró con atención.
—Ire, no te preocupes—contesté—. Pero no es porque lo ordenas tú.
Es para mirar de cerca tu fracaso.
Colgué el móvil.
—Debo irme— le avisé a Alek—. Es urgente.
—¿Pasa algo malo?— preguntó con inquietud.
—Solo es un problema de familia.
Acaricié su mejilla.
—¿No vas a hablar conmigo?
Su ceño se frunció ligeramente, estaba desanimada.
—No, no puedo ahora— respondí—. En cuanto venga mañana sí voy a poder hablar contigo. No te preocupes.
Asintió con la cabeza.
(...)
Conduje por las calles, con una sonrisa triunfadora hasta llegar donde se encontraba el cretino de Murad Yildiz. Parque mi carro en alguna parte de la calle y me encaminé en dirección a la entrada principal de la casa de Anya Porizkova.
Y cuando me aproximé ví tres camionetas grandes en fila; una tras otra, las cuales se encontraban vacías. Tal vez Murad quería asegurarse de que verdaderamente se encontraba ahí y no necesitaba tantas personas para raptar a una adolescente. Por una vez creí que eran más hombres.
La puerta principal estaba totalmente rota por un desastre, los alambres del aparato de la alarma estaban destruidos y la puerta se encontraba abierta.
Entre lentamente, y mis ojos se encontraron con los de Murad, el cual estaba hablando por celular y caminando de un lado hacia otro.
—Al fin llegas— dijo, tras colgar la llamada—. ¿Por qué tardaste tanto?
—Eso no es tu incumbencia. — contesté y fingí buscar a Alekxandra—. ¿Dónde está la chica Murad?
—No está aquí — respondió, furioso.
—Que perdida de tiempo, cuñado. ¿Para eso me llamaste?. ¿Crees que me importe que hayas encontrado a la asesina de tu padre adoptivo? ¿Acaso crees que quiero perder mi valioso tiempo en cosas que pasaron. ¡Por favor!
Resopló.
—Puede que ella no esté aquí y que esté escondida en alguna parte; no me extraña, con la clase de rata que es su madre. Pero... No pierdo la esperanza, como todo plan A tengo un plan B.
—¿A qué te refieres?
Sonrió con malicia.
—Tengo a Sonya Volvov.