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Chapter 25 - ¿Quieres ser mi segunda esposa?

—¿Embarazada? —habló Emir, incrédulo por lo que pasaba frente a sus ojos— Debe ser una equivocación.—No, señor, ahí se puede ver claramente que hay un embarazo —afirmó con seguridad el anciano—. Debo detener el sangrado, de lo contrario podría ser mortal tanto para la madre como para el feto.Mi mente se nubló en el momento en que el doctor me dio esa noticia y mi corazón se apretó en mi pecho, desencadenando un sentimiento de ansiedad. Me sudaron las manos y sentí escalofríos. La palabra "embarazada" se repetía muchas veces en mi cabeza, dos lágrimas gruesas se me salieron y sollocé. Me sentí tan vulnerable y asustada. Pero unas palabras que alcancé a escuchar me hicieron salir de mi trance, esa horrible sugerencia de Evliyaouglu.—Puede abortar —dijo Emir llamando mi atención— todavía está a tiempo de hacerlo.Mi corazón latió apresuradamente, descontrolado de miedo por su tono tan frío y macabro. Había olvidado que la palabra empatía le quedaba muy grande y que una vez más quería decidir por mí pero esta vez no iba a dejar que asesinaran a esa vida que se formaba en mi vientre.—No lo haré —hablé yo con voz débil, capturando la atención de él—. No voy a abortar. Es una vida que está creándose dentro de mí y como cristiana que soy, debo respetarla.Tensó la mandíbula y me miró con severidad por lo que estaba diciendo. ¿Acaso no tenía una pizca de comprensión en su corazón? No, había olvidado que prácticamente estaría negociando con el diablo encarnado en el cuerpo de un hombre.—¡¿Estás loca?! —gritó— De ninguna manera dejaré que tengas a ese hijo. Ese hijo no nacerá, te lo digo desde ahora para que no te hagas ilusiones.Cerré los ojos y tensé la mandíbula al sentir nuevamente ese leve cólico, y posé mi mano en el abdomen. Estaba segura de que si medía el miedo que sentía con el dolor, daría el mismo porcentaje.—La decisión es de la paciente —interrumpió el doctor y luego me prestó atención— Si quiere salvar el feto, debo detener ese sangrado. No debemos perder el tiempo. Tenemos que intervenir cuanto antes.Asentí.—Alekxandra… —intentó persuadirme, pero de él ya no esperaba ninguna respuesta de apoyo, solo quería actuar movido por sus intereses.—Ya no quiero hablar contigo —le dije—. Sal de aquí, Emir.—Señor, le voy a pedir que se retire, está estresando a la paciente. Espere fuera mientras se le hacen los análisis pertinentes —ordenó el doctor.Sus puños se apretaron debajo de sus costados y me observó con una frialdad y con una decepción que me heló la sangre, y luego salió por esa puerta.Seis horas después...Me intenté quedar dormida después de que el doctor hiciera lo posible por detener el sangrado, pero no pude.Me explicó que tenía un coágulo en la placenta y eso provocó ese sangrado intenso. También me dijo que tenía que guardar reposo por la amenaza de aborto y que no debía hacer ningún esfuerzo brusco, pues pudiera desencadenar desprendimiento de la placenta.Mis párpados estaban pesados y mis nervios a flor de piel. ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso quería tener a ese bebé? No, no quería ser mamá, era muy joven para ser mamá, sin embargo no quería matarlo porque sería un pecado.Estaba tan frustrada y asustada, pensando que Evliyaouglu entraría por esa puerta y me haría daño. La última vez que me miró antes de salir por esa puerta me dio escalofríos.Seguía siendo una bestia, de eso no me cabía la menor duda. Solo había domado el monstruo que moraba en su interior porque me había doblegado ante sus deseos. Sin embargo, me hundí más con esta maldita sumisión porque aunque para empezar era su culpa que yo estuviera embarazada, también era la mía porque debí encontrar otra manera de sacarlo de mi vida. Pero estaba cautivada por esa maldita severidad y esos ojos azules, tanto así que no fui precavida y no fui responsable con mi cuerpo y mente. Hubiera podido inventar cualquier excusa para no acostarme con él, pero me pervirtió de una manera terrorífica y caí en mi propia trampa y lo peor de todo era que no había cambiado nada, seguía siendo el mismo hombre del principio. Déspota, vil, maquiavélico y egoísta.Cerré los ojos y comencé a llorar nuevamente al entender que no tenía otra alternativa, que nuevamente no podía pensar en mí, que nuevamente estaba con las manos atadas con este hijo no deseado. Un hijo que no pedí ni que deseaba criar. Todo era su culpa. Ahora él quería que yo me deshiciera de este bebé. Supongo que debió pensarlo antes de tocar mi cuerpo y querer estar conmigo a la fuerza.Intenté respirar profundamente, calmando está tensión que sentía dentro de mí pecho. Pensé que mi corazón estallaría por dentro, pero nunca lo hizo.Pensé en escapar, pero no tenía fuerzas para levantarme y corría el riesgo de volver a perder al bebé.Narra EmirEstaba muy frustrado y molesto. Yo sabía que era un maldito, lo sabía. Pero debió ser mi karma por haberme aprovechado de esa chica. Todo se me salió de las manos. No podía tomar decisiones y eso me frustraba mucho, no poder controlar la situación.—Emir —habló Zhera—, ¿cómo está la chica?Me quedé en silencio observando sus grandes ojos, los cuales me dedicaban una mirada preocupada, cargada de incertidumbre.—¿Por qué estás tan callado? —me miró con desconfianza—. La chica está embarazada, ¿no es así?—Si —me vi obligado a responder algo tenso mientras desviaba la mirada de la suya acusadora.—¿De quién es? —inquirió para asegurarse de que no estaba equivocada, pues en sus ojos podía percibir duda.Silencio.—Debí saberlo —concluyó.Su mano fue a parar en mi mejilla en una fuerte bofetada que me dejó aún la cara más volteada. Y las tres personas que se encontraban en la sala de espera se quedaron sorprendidas y toda su atención fue a parar a nosotros.—Solo tiene diecisiete años —me recordó en un murmullo, como si yo no lo supiera—. ¿Cómo pudiste acostarte con una niña? Estoy tan decepcionada de ti, Emir.—Cometí un error, estoy consciente de eso. Y lamentablemente no puedo hacer mucho —respondí.—A que te refieres? Supongo que es un aborto. ¿No es así? —preguntó.—Tomé una bocanada de aire. —No quiero esa cosa —dije—. No puedo ser padre de eso.—Si Evliyaoglu se entera de ese embarazo es capaz de hacerle daño a la chica, así que reza para que no se entere, de lo contrario estarás en la cuerda floja.—Ella me dijo que es cristiana y se niega a abortar ese bastardo que lleva en su vientre —enredé mis dedos en mi cabello con frustración—, no quiero hacerle daño, pero me veré obligado a. El punto es que si no lo quiere hacer por las buenas será por las malas.—Eres una bestia, Emir —me miró con decepción—. Por encima de mi cadáver harás que esa chica aborte a su bebé. La dejarás en paz y te irás de su vida. No es necesario estar en su vida para protegerla. Yo me quedaré a su cargo, tú puedes estar tranquilo.—¿No entiendes que no puedo dejarla? Alek es mía y no dejaré que nadie la proteja mejor que yo.Después de varias horas volví a regresar a la habitación. Estaba impaciente y deseaba que ella desistiera de tener a ese hijo. No podía arriesgarme.Abrí la puerta de la habitación y la encontré despierta.—El doctor me dijo que ya detuvo el sangrado —hablé—. Qué bueno que ya estás mejor.No me miró y yo me quedé pensando en cómo convencerla para que se olvide de sus creencias e hiciera lo que para mí era correcto. No quería actuar como un desgraciado y obligarla a abortar, pero yo no me sentía preparado para ser padre. Fue mi culpa, yo le hice esto, yo abusé de ella y no quería hacer otra cosa que ella no quisiera, en contra de su voluntad. Sin embargo, quería que por una vez en su vida se detuviera a pensar.—Si vas a decirme que aborte, te sugiero que te vayas.Tomé aire.—Alek, no quiero ser papá —revelé—. No quiero tener un hijo.—No lo seas —sus lágrimas se derramaron—. Mi intención no es jugar a la casa feliz contigo. Mi intención siempre ha sido escapar de ti. Eres un maldito, Emir. Todo es tu culpa. Tú me tocaste en contra de mi voluntad y ahora tengo que tener a este bebé porque no quiero deshacerme de él. Mi moral no me permite deshacerme de él.—Lo sé —admití—. Soy un maldito. Pero si de algo estoy seguro es que nunca lo harás. Nunca vas a escapar de mí. Tú eres mía, Alek. Lo que yo siento por ti es algo fuerte ¿Cuándo lo vas a entender, preciosa? ¿Cuándo vas a entender que estamos hechos el uno para el otro?Quise acercarme y acariciar su cabello, pero ella se removió.—No soy propiedad tuya —pronunció con frialdad—. ¡No soy propiedad de nadie!—Ese bebé se va a interponer entr nosotros, yo no quiero, y tú eres muy joven. Piénsalo bien por una vez más.—Eres un infeliz poco hombre —farfulló iracunda—. Tu crueldad no tiene límites. Estás vacío por dentro, eres un miserable monstruo... —estaba furiosa—. ¿Qué te hicieron? Eres el hombre más perverso que he conocido en mi vida. Pero tendrás que matarme si quieres que esté bebé no nazca.—Yo no me doy relevancia a tus palabras. Solo estás molesta porque te digo la verdad, no estás en condiciones de tener un hijo que, para empezar, ni siquiera te pertenece.—Tienes razón, él nunca me va a pertenecer porque no es un objeto, pero es una parte de mí y no tiene la culpa de ser hijo de un hombre miserable y troglodita.—Aunque no lo creas, yo... Quiero protegerte. Siempre he intentado hacerlo. Ojalá no me hubiera sentido cautivado por ti porque las cosas serían distintas. No te hubiera dañado tanto.Lloró nuevamente y dejó que yo acariciara su pelo.—Emir, por favor, déjame ir —me pidió, limpié una de sus lágrimas y me incliné para besar su frente.No podía complacerla en esa petición, porque las cosas que iban a pasar a continuación eran catastróficas. Por un lado, estaba Murad, Anya Porizkova, prontamente mi padre, él odiaba a los cristianos.Odiaba profundamente a los cristianos y no se mezclaba con ninguno. No podía permitir que él supiera sobre esto. El anciano podía tener más poder que yo.Lo hice, le besé en la frente. Sentí que mi corazón se sacudió y por primera vez en tanto tiempo me sentí vivo.—Te quiero, Alek —murmuré contra su piel—. Te quiero tanto que no puedo dejarte ir.Narra Sonya Volvov.Por más que intentó hacerme decir algo, no lo logró, me quedé en total silencio. Él ni siquiera se molestó, solo me dejó en total tranquilidad y se levantó lentamente de la mesa.Dios, era tan alto que me provocaba escalofríos. Sus movimientos superficiales eran imponentes e intimidantes. Estaba demasiado nerviosa por tener esos ojos aceitunados sobre mí todo el tiempo. Estaba totalmente hipnotizada pensando en cómo ese hombre podía estar tan tranquilo después de volarle los sesos a alguien.—Supongo que usted no me ayudará —habló con esa voz ronca y suave. Me dio la espalda y miré más de lo que debí; su espalda era ancha y por encima de su camisa se podía notar que su cuerpo era muy fornido. Sacudí la cabeza.—Ya le dije que no le diré nada —murmuré —si quiere volarme los sesos está en toda libertad de hacerlo.Escuché que rió.—Vaya, nunca pensé que fuera tan valiente —habló —es muy fácil hablar de morir cuando no es una pistola la que apunta —se giró en mi dirección—, pero dígame algo ¿De verdad no se atrevería a pedir misericordia de rodillas si es mi cañón el que la apunta?Temblé ante su tono serio y lúgubre. Sus ojos se oscurecieron de maldad y una sonrisa perversa desencajó su perfecto rostro, tragué la última porción de saliva que me quedaba porque la boca se me secó cuando inició a dar pasos hacia mí.—¿No me va a responder, Sonya?— cuestionó sin dejar de caminar en mi dirección. Intenté mantener la calma pero por más que lo hacía no podía; mi expresión facial y corporal me delataban lo horrorizada que estaba, porque estaba apunto de salir corriendo despavorida.Quedamos frente a frente, y tuve que desviar la mirada al sentirme nuevamente intimidada por su estatura.—Está temblando, Sonya— pronunció, levantó su mano derecha y quise gritar cuando la posó cerca de mi mejilla, sin embargo, suprimí el grito. Me tensé cuando sus dedos suavemente se pusieron en mi barbilla obligándome a mirarlo a esos aceitunados ojos —Su hermosura me tiene cautivado.Temblé ante esa confesión.—¿Qué es lo que quiere?— murmuré sin saber cómo respirar, aturdida por el temor.—Solo quiero que me diga lo que quiero saber, ni más ni menos.Estaba anonadada, perdida en esos ojos.—Y yo ya le dije que no le diré absolutamente nada —aclaré de una manera lenta—. Si me va a matar ya hágalo de una vez, no me torture más.Cambió la posición de sus dedos, su mano bajó hasta mi cuello y respiré sofocada.—¿De verdad quiere que la mate?— inquirió.Su mano en ningún momento se apretó en mi cuello, solo la dejó ahí torturando mi estabilidad, quería que me pusiera de rodillas y le suplicara por mi vida.—No quiero morir, pero si ese es mi destino estoy dispuesta a aceptarlo.Levantó una ceja y me dedicó una sonrisa misteriosa.—¿Cómo se le ocurre? Sería demasiado osado de mi parte silenciarla o desaparecerla de este mundo —expresó —no puedo privar al mundo de tu belleza.Su mano fue a parar en mi nuca, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Ese roce, ese toque de sus dedos calientes en mi piel hicieron que una corriente creciente tensionara mi vientre.Su otra mano se enredó en mi cintura.—Déjeme ir, no me toque —cerré los ojos —por favor, no me haga daño.—No te haré daño —murmuró, su mano se deslizó por mis caderas, y subió mi pierna en su cintura. Perdí el equilibrio, pero no caí en el suelo, porque su mano me contuvo. Se inclinó sobre mí y su pelvis hizo contacto con la mía, así que sentí un bulto creciente en su entrepierna. Estaba excitado.Estaba navegando en aguas peligrosas, de eso no me cabía la menor duda. Mis músculos se entumecieron de miedo, casi estaba apunto de desmayarme. Lo que no podía entender era por qué estaba sintiendo esto en mi vientre, esta necesidad de que fuera más allá. Ese contacto contra su pelvis era muy caliente y a pesar de que nuestras ropas estaban limitando el contacto, se sentía demasiado cálido.Él se había deshecho de Agustín, me secuestró, le quitó la vida al amor de mi vida, sin embargo, sentía alivio porque por fin me liberé de Agustín.Agustín quería asesinarme tan solo porque sospechaba que yo lo estaba engañando, cuando no era así. Por una parte me sentía aliviada, porque estaba segura de que le haría daño a mamá.Mamá, por favor sálvame —pensé. Mamá debió estar preocupada. Ojalá que estuviera bien, ojalá que su inteligencia la hubiera hecho actuar de inmediato y que hubiera podido escapar antes de que los mafiosos le hicieran algo.Ahogué un gemido cuando su mano apretó mi cintura, bajó la mirada a mis pechos y se lamió los labios.—Quisiera decirle tantas cosas, Sonya —reveló—. Empezaré por decirle que no está aquí solo porque quiero destruir a mi cuñado...Olió mi piel con pasión. Esa voz ronca me tenía anonadada y confundida, jamás pensé que se podía sentir miedo y deseo a la vez.—¿Y qué es lo que quiere?— tragué, pero por más que lo hacía al final sentía un nudo de ansiedad en mi garganta que no quería desaparecer.—¿De verdad quieres saberlo?— me tentó moviendo su pelvis levemente contra la mía —¿Quiere saber cuánto la deseo? ¿Quiere saber cuánto la he admirado en secreto?Silencio.Sus palabras me habían dejado sin habla y mi feminidad palpitaba desenfrenada, estaba mojada, podía sentirlo entre mis piernas.Gemí cuando su virilidad creció por completo e hizo fricción con esa parte sensible varias veces.—Solo quiero que me...— suspiré extasiada —dejé ir.Su mano dejó mi nuca y bajo hasta mis pechos, y luego los apretó con fuerza.Me removí, estremecida ante el tacto de sus dedos en mi piel.Quería cerrar los ojos y dejarme llevar por este placer que quería sentir, sin embargo agradecí a su lugarteniente que habló detrás de la puerta.Bajó la pierna y ayudó a levantarme. —Su esposa está al teléfono —avisó el otro hombre tras hacer su aparición en el interior de la habitación.—Dile que no puedo hablar en este momento —ordenó— estoy ocupado.Jugué con mis dedos y desvié la mirada normalizando mi respiración.—Es urgente, insiste en hablar con usted —volvió a decir—. Su hijo pequeño tiene fiebre.Abrí los ojos de par en par, sin duda todos eran iguales. Tenía a su esposa y se frotaba con su rehén, pero ¿qué debía esperar de un secuestrador?—Dile que iré en cuanto me desocupe —ordenó—. Que me espere en el hospital.El hombre asintió y se marchó.Cuando él se fue, su mirada volvió a estar puesta en mí.—Sonya, ¿usted quiere ser mi segunda esposa?—¿Qué?— cuestioné sin poder creerlo.Sonrió con malicia y se dio la vuelta, dejándome aún más confundida.