Narra Emir
Le prometí a Alekxandra que iba a hablar con ella, pero por más que quería ir, parecía ser imposible.
No me importaba. Había una manera segura en la que ese hombre que me vigilaba me perdiera de vista.
—Prepara el helicóptero— le ordené a mi empleado — dile al piloto que se prepare.
El empleado me miró dudoso de acatar mi orden.
—Kerim Evliyaoglu tiene que aprobarlo—replicó— si no es así no podemos volar en el helicóptero. Además, debe esperar a que el clima mejore, no podemos volar con este tiempo.
—¿Acaso quieres quedarte desempleado? Muévete y prepara el helicóptero.
—Pero señor, su padre es el director de la empresa. No podemos hacer nada sin consultarlo con él.
Lo agarré por la camisa con fuerza.
—¿Crees que lo que mi padre diga me importa?— reí— soy el que va a dirigir la empresa dentro de poco, así que mi palabra tiene que ser ley por regla.
Lo solté con brusquedad y se tambaleó.
—El señor Evliyaouglu va a despedirme en cuanto se entere de eso.
—Voy a despedirte si no lo haces.... Pero puedo abogar por ti si me demuestras lealtad. No te preocupes, él no va a enterarse, y si se entera solo va a molestarse por unos días.
Si me iba en helicóptero podía decir cualquier excusa, nadie iba a sospechar nada. Existía solo una mínima probabilidad de que supieran donde me encontraba, sin embargo no era tan estúpido de viajar en el helicóptero hasta donde se encontraba ella.
Así lo iba hacer, era la única manera y no me importaba romper las reglas.
Narra Sonya:
Sentí que alguien me tiró un balde de agua caliente y pude reaccionar al instante de lo que parecía ser un desmayo temporal.
Cuando mis ojos se abrieron de golpe me encontré con esos ojos aceitunados, los cuales me observaban con interés y preocupación.
Recordé el infierno por el que pasé y mis huesos se encogieron de miedo al observar la severidad que trasmitía esa mirada a pesar de estar tan calmado.
—¿Por qué estoy desnuda?— cuestioné horrorizada al no saber qué había pasado conmigo los minutos que estuve inconsciente. Y que me habían quitado la manta que cubría mi cuerpo.
Él resopló.
—No se preocupe, señorita, yo jamás la tocaría sin su consentimiento —me aseguró, pero algo me hacía desconfiar, así que fruncí el ceño.
Estaba temblando. El aire frío que venía de fuera había calado en mis huesos.
—Mientras más rápido terminemos con esto, más rápido usted va a ponerse ropa nueva y seca.
Tragué saliva.
—¿Por qué lo mató?— pregunté con la voz débil —¿Por qué?
Mi corazón estaba demasiado roto y no podía respirar con normalidad. Saber que el amor de mi vida estaba muerto era una de las cosas más dolorosas que había experimentado.
Él frunció el ceño de manera inquisitiva por esa pregunta y su mirada se aseveró aún más.
—¿Por qué dejaría vivo a alguien que golpea a una mujer o tiene la osadía de querer asesinarla? ¿Qué tiene que aportar esa persona a este mundo?
—Él era alguien importante para mí, a pesar de todo lo que pasó— repliqué como si estuviera hablando con una amiga en vez de el secuestrador.
Entré en una especie de trance y ni siquiera me di cuenta de que dos lágrimas estaban invadiendo mis mejillas.
El hombre se acercó y me tendió una toalla seca para que me arropara mi cuerpo con esta.
—Estaré fuera esperando por usted— avisó —No intenté escapar por nada del mundo, no le haré un daño a usted. Solo quiero hablar acerca de algo importante para mí que usted sabe.
—¿Qué podría saber yo? No lo he visto nunca en mi vida, creo que usted me está confundiendo con alguien más.
Se acercó levemente a mí y mi corazón quiso saltar en mi pecho sofocado y aterrado, empecé a dar movimientos hacia atrás mientras él seguía mis pasos hasta que me acorraló y quedé estancada en la columna sin movilidad.
Su mirada se suavizó por completo y con sus ásperas manos tocó mis mejillas, me quedé estática, embelesada y perdida en su mirada.
—Jamás en mi vida podría confundirla porque no creo que exista alguien más cuya belleza se asemeje a la suya.
Tragué saliva intranquila.
—¿Cuál es su apellido?— cuestioné de golpe.
—Yildiz— contestó, con un aire sofisticado. A pesar de su severidad y la malicia que reflejaba, se veía totalmente distinto. Cualquiera que no lo conociera hubiera dicho que era una persona normal. Porque era demasiado encantador para ser un asesino.
—¿Eres turco?— quise saber. Ya estaba comprendiendo por dónde iba la situación, así que solo me tocaba investigar de quién se trataba y qué quería.
—Sí, lo soy— afirmó.
—¿Usted es pariente del violador que tiene a mi amiga entre la espada y la pared?— cuestioné cuando la ira que sentí me cegó al recordar a ese infeliz violador.
—Oh, creo que nos estamos entendiendo bien. ¿Por qué le dices violador?
—Eso no le concierne— bufé por lo bajo— será mejor que me deje ir, no tengo nada que decirle sobre ese señor.
—Hagamos un trato, usted me dice lo que quiero saber a cambio de su libertad. ¿Le interesa?
Asentí no muy convencida de que así fuera. Por más que dijera que me dejaría en libertad, podría ser una trampa. ¿Qué tal si solo estaba actuando y si le decía lo que quería saber me daba de baja al instante? No. Debía darme una prueba, debía demostrar que en realidad cumplía su palabra... Pero ¿cómo?
(...)
Me vestí con la ropa que encontré en alguna parte. Era un pantalón de mezclilla, botas para el frío y un suéter negro que me quedaba ajustado al cuerpo.
Salí de la habitación y me encontré en un lugar vacío, una especie de casa abandonada. En la habitación grande en la que estábamos solo había una mesa redonda y dos sillas de color caoba desgastadas e invadidas por el polvo.
—"Tome asiento"— hizo un ademán con la mano y yo lo miré, insegura.
Hice lo que me indicó y él no dejó de observarme con cierta curiosidad en ningún momento.
—"Dígame todo lo que sabe de él", ordenó, "dígamelo todo con lujo de detalle. Tenemos todo el día para eso, así que no pienso moverme de aquí hasta que tenga toda esa información."
Tragué saliva intranquila.
—¿Qué me certifica que usted me va a dejar libre si le cuento todo lo que sé? ¿Qué tal si es una trampa y usted me mata cuando le diga todo?
Resopló.
—Por desgracia, nada, solo tiene mi palabra, no puedo demostrarle eso ahora. Pero... Piense esto... ¿Cree que si no quisiera matarla no habría tirado de mi gatillo?
—Usted quiere información sobre esa bestia y yo quiero vivir, pero nada me garantiza que saldré de aquí con vida. No le diré absolutamente nada.
Por supuesto que no iba a ser tan estúpida como para soltar todo lo que tenía que decir. Además, jamás le diría dónde se encontraba Alek. No podía hacerle eso a mi amiga.
Tal vez él quisiera esa información, pero por más torturas y golpes que recibiera, no iba a hablar. Preferiría morir antes de traicionar la confianza de Alekxandra.
Narra Vladimir.
—¿Estás bien, hijo? — cuestionó mamá al verme con la mirada perdida.
—Solo estoy pensando, mamá — respondí— necesito silencio, déjame pensar un poco.
—Haré todo menos guardar silencio. Dime lo que te pasa. Sabes que la psicóloga nos aconsejó que hable contigo.
—También recuerda que la psicóloga dijo que sólo dijera lo que sentía cuando me sintiera listo, y esta vez no me siento así.
—Cariño, sabes que tu padre y yo nos separamos por mi bien y por el tuyo.
—Mamá, ya entendí lo que no podía antes, no es por esa situación que estoy tan pensativo. ¿Sabes?
Frunció el ceño y respiré hondo.
—Me gusta alguien, mamá, pero fui un completo idiota.
Sonreí con debilidad al recordar esos ojos verdes, los cuales me observaban de vez en cuando cuando ella pensaba que yo estaba distraído.
Alekxandra Bezborodko.
Hermosa, tanto por dentro como por fuera. Ni siquiera tenía la valentía de acercarme y saludarla, por lo nervioso e intimidado que me ponía cuando la tenía muy cerca.
Ella era de buena familia: mimada, caprichosa, orgullosa — reí — sí, orgullosa. Pero no era como las demás. Otra en su lugar hubiera perdonado mi osadía al instante, sin embargo, ella me disculpó pero no volvió a mirarme a los ojos con esa fascinación y eso era lo que me tenía mal.
Me gustaba muchísimo, pero fui un canalla. Me dejé llevar por mis sentimientos y emociones y la usé para poder canalizar la ira que me dio la separación de mis padres.
Mi padre Iván, un empresario, un hombre de valores, mi héroe, y mi madre, Sasha, una madre abnegada.
Mi familia era la familia perfecta, o al menos eso era lo que yo pensaba. Claro, los problemas de adultos en una familia funcional se llegan a saber cuando hay una solución radical, no cuando los problemas están en pleno auge.
Lo distinto de la situación fue que yo lo supe porque lo miré con mis propios ojos.
Encontré a mi padre en su oficina, sí, en su oficina, teniendo relaciones con una mujer de dieciocho años de edad. Él estaba aferrado a su… ni siquiera puedo terminar porque solo de pensar me dan náuseas.
Así que no solo tenía que lidiar con eso, tenía que lidiar con ese trauma que me dejó al ver a mi padre penetrando a una mujer. De por sí, eso ya es un acto asqueroso.
Desde hacía una semana, había estado en terapia psicológica. Le expliqué a la psicóloga lo que sentía, me preguntó algunas cosas y me dio las herramientas necesarias para poder superar aquello. Además de eso, había podido canalizar mis emociones reprimidas, aunque no era tan fácil, al menos lo estaba intentando.
Él me dijo que Alek le gustaba, pero que ella era muy cotizada y muy exigente. Me dijo que siempre miraba a todos por encima de los hombros y que se creía la gran cosa solo porque ella lo había rechazado.
Cegado por las emociones negativas que se estaban desencadenando en mi interior, me vi obligado a hacer eso y pensé en todo lo que me dijo él y que no sería tan malo. Después de todo, creí que estaba poniendo en su lugar a una niñita mimada egoísta. Y eso lo hacía parecer que no era una acción de la que me debería avergonzar.
—No te voy a preguntar lo que pasó, supongo que no quieres hablar ahora, pero cuando te sientas listo me gustaría que te acercaras a mí. Soy tu mamá, mi amor, y no quiero que te alejes. Siempre me vas a tener hasta que la muerte nos separe, cariño.
—Gracias, madre. Te amo.
—Yo también te amo, cariño, y espero que esa chica vea lo maravilloso que eres más allá de tus errores.
Escuché un toque en la puerta y fruncí el ceño con confusión.
—Iría yo a abrir, tú quédate aquí. Debe ser mi abogado, — me avisó.
Mi mamá se encaminó hasta la puerta y después de un largo rato escuché unas voces.
—Soy el detective Dominick Petrova...
¿Se encuentra Vladimir Petrov?
—Por supuesto—respondió. Al escuchar mi nombre, me levanté de la silla y me dirigí a la puerta.
—Soy yo —respondí cuando llegué al lado de mi madre. Estaba confundido. ¿Por qué diablo me buscaba la policía?
—Sonya Volvo está desaparecida. Su madre, Verónika Volvov, dice que hace cuatro semanas que no han sabido nada de ella.
Tragué saliva. Eso sí que lo sabía, la profesora Denisse lo dijo en la clase.
—Sí, lo sabía, oficial — respondí, en una especie de trance.
—De igual manera, Alekxandra Bezborodko está desaparecida. Encontramos algo en su casa que nos certifica que hubo violencia. Forzaron las puertas y ventanas y destruyeron prácticamente su casa, sospechamos que puede ser un secuestro. Algunas personas reportaron algunos estruendos dentro, pero cuando la policía llegó a la escena, los hombres se habían ido.
Mi mamá se llevó la mano a la boca y mi pecho se estremeció de miedo.
—La razón por la que estoy aquí es porque quiero saber con quién ellas estuvieron la última vez que se les vio, y para saber si ustedes tienen algo qué decir sobre ellas. ¿Alguna información?
—Bueno, oficial. La única información que tengo es que hace poco mataron a su madre, sin embargo, no sé quién ni por qué. Ella es una chica reservada, su única amiga también está desaparecida, y es la única que le puede dar información cien por ciento verídica, ya que son inseparables. Y no es un secreto que su amiga está saliendo con un chico sin escrúpulos.
—Agustin Volcova lo reportaron como desaparecido. Sin embargo, apareció muerto con signos de violencia. Tenía la cara desfigurada y estaba irreconocible, solo lo pudimos saber que se trataba de él por las huellas dactilares.
—¡Por Dios! Yo lo conocía —habló mi madre algo perturbada. Él era hijo de la mujer que limpiaba mi casa.
—Pudimos dar con sus familiares. Su madre ni siquiera reclamó su cuerpo. Solo desapareció junto a su hija.
—La última vez que vi a Alek fue la última que dejó de ir a la escuela, luego de eso jamás la volví a ver… Ni siquiera éramos cercanos y no coincidimos en ninguna parte.
—Bien, si ustedes llegan a saber algo sobre ella, no duden en llamarme —replicó— este es mi número, por si ocurre cualquier cosa.
Estaba preocupado por Alek. Ella era muy rara, cuando yo la observaba ya no tenía ese brillo en sus ojos, tal vez era por su madre asesinada, pero tenía la teoría de que algo más le pasaba. No era solo eso.
Una vez me la encontré en los pasillos y ni siquiera se volteó a mirarme, y sus ojos hermosos estaban rojos e hinchados. Supuse que tal vez estaba llorando por algo en los baños.
Sin duda, iba a salir a buscarla, tenía la esperanza de que iba a aparecer con vida. Y ojalá que así fuera porque no iba a poder soportarlo si algo le pasaba.
Narra Alekxandra
Tenía un antojo de comer algo dulce. Mi estómago ardía muchísimo, a pesar de que habían pasado dos horas desde mi última comida.
Acaricié mi estómago e hice una mueca de dolor. Me encaminé a la nevera en busca de algo dulce para saciar esta maldita hambre, pero no había nada.
Resoplé. Estaba algo estresada y con ganas de llorar.
¿Por qué tenía tantas ganas de llorar por eso? Vamos, es increíble que quería llorar porque no había nada dulce que llamara mi atención en la nevera.
Tal vez me encontraba demasiado hormonal por el inicio de mi periodo, así que no le di mucha importancia. Era normal que me sintiera así por el síndrome premenstrual.
—¿Qué estás buscando? — cuestionó una voz de manera repentina. Me sobresalté y grité con fuerza.
—¡Por Dios! No puedes aparecer así de la nada —le dije de mala gana, estaba muy furiosa.
—Lo siento, ¿sí? —sonrió levemente— ¿Cómo has estado?
—¿Por qué tardaste tanto para venir, me prometiste que llegarías al día siguiente? ¿Recuerdas la charla que quedó pendiente?
Asintió, no muy contento.
—Lo sé, sé que te dije que vendría... Sin embargo las cosas se pusieron difíciles. Siéntate Alek, y deja cualquier cosa que estés haciendo, porque esto es algo grave.
—¿Qué sucede? — cuestioné intranquila, imaginado todas las cosas horribles que le pudieran pasar a un niño de cinco años.
—No es tu hermano, es Sonya —dijo, tras ver mi expresión facial.
—¿Qué sucede con ella? — presioné. ¡Ya habla! ¡Por el amor de Jesucristo! — rodé los ojos con fastidio.
—Fue secuestrada por alguien peligroso.
Mi corazón latió apresuradamente, estaba atónita, estática y con un mal sabor en la boca.
—No, no puede ser posible, tu la envío con ese hombre debió de estar protegida por él.
El timbre de la puerta sonó y él no contestó a mi reproche.
—¿Quién es?— cuestionó.
Se movió, y yo también me moví hacia él quería que me respondiera, las lágrimas se desbordaron de mis ojos y temblé ante la incertidumbre de saber lo que estaba pasando con Sonya.
—¡Emir! ¡Joder! ¡Respóndeme maldita sea!— me aferré a su chaqueta fuerte, tan fuerte que quise maltratarlo para que me diera una respuesta.
El agarró mis manos con suavidad y me abrazó a su pecho.
—Ya, cálmate — sus brazos se enredaron en mis hombros— yo lo voy a solucionar, no te preocupes.
La persona que estaba detrás de la puerta se mostró insistente.
Él se separó de mí para abrir la puerta y cuando la abrió lo que pude ver me dejó perpleja y sorprendida. Era ella, parecía ser un fantasma, pero no, era de carne y hueso y lo supe cuando me observó, y sus lágrimas se derramaron.
Mi corazón no lo pudo soportar más, estaba muy asustada y petrificada por lo que mis ojos veían. Yo la ví, ella estaba inerte pero todo parecía haber sido una ilusión. Yo la enterré y la lloré.
— Hola Anya
—Si, Emir, soy yo... He vuelto por mis hijos.
Perdí el conocimiento, lo único que pude escuchar y recordar fue el sonido que hizo mi cuerpo al golpearse contra el suelo.