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Chapter 24 - ¿Tráfico de humanos?

Cuatro semanas antes.

Emir narró:

Bahar estaba comiendo un aperitivo, una especie de delicia turca, así que aproveché para acercarme a ella. Caminé en su dirección y la agarré suavemente por el brazo. Ella me observó con confusión y desconfianza, pero no dijo absolutamente nada.

—Necesito hablar contigo —le informé en voz baja, mirando por encima de su cabeza para asegurarme de que no hubiera nadie escuchando. Volví mi mirada hacia ella, su semblante estaba tenso.

—¿Qué ocurre?— pronunció, mirándome con atención y expectativa de mi respuesta.

—Escucha— murmuré —necesito saber quién es el padre de tu hijo.

Se tensó y desvió la mirada de la mía.

—Pues no te lo diré, Emir. No sigas insistiendo, perderás el tiempo.

—¿Acaso no tengo derecho a saberlo? —repliqué— voy a hacerme cargo de tu hijo y necesito saber quién es el padre.

Rió sin gracia.

—Hablas como si estuvieras haciéndome un favor, como si yo te hubiera pedido que lo hicieras, como si estuvieras obligado a protegerme. Pero te diré algo Emir— me señaló— no tienes ningún derecho a saber con quién estuve acostándome y si lo que quieres es juzgarme, no tienes moral para hacerlo.

—No seas ridícula. ¿Crees que voy a perder el tiempo en eso? Con quién hayas estado no es mi problema, lo que importa es quién es el padre y qué tanto sabe de ese embarazo. Quiero tenerlo todo controlado, de lo contrario, hay cosas que pueden salirse de las manos.

—Él no lo sabe— reveló —Kemal y tú no me dejaron decirle sobre mi embarazo. No te preocupes, solo fue un rato, lo nuestro no era nada sentimental. Además, no es poderoso como tú.

Desconfiaba de ella, tenía la sensación de que no quería decirme quién era el padre del bebé, tal vez porque sería algo comprometedor para alguien.

Necesitaba saberlo, era obligatorio para tenerlo todo bajo mi control. Ya me sentía incómodo, no me gustaban las sorpresas y quería evitar a toda costa que alguien boicoteara mis planes.

Kemal narra.

Todos estaban reunidos alrededor de la mesa.

Era hora de anunciar el embarazo de Bahar.

Mi hijo, a quien Emir provisionalmente iba a acoger como suyo.

Emir no quería ser padre... Era contradictorio que quisiera hacerse cargo de un bebé que ni siquiera era de él, pero estaba dispuesto a decir que sí para poder tener control sobre el bebé. Bahar no quería formar parte de esa familia y él iba a hacer realidad su deseo de ser libre.

El plan era sacarlos del país para que diera a luz bajo mi cuidado, con la seguridad de que las personas seguirían pensando que era la esposa de Emir y que el bebé estaba con ella, de esta manera no la perseguirían ni intentarían matarla.

Si escapaba lejos con nuestro hijo, tendría que enfrentarse a la ira de esos hombres y no viviría más de una semana. Las cosas tenían que hacerse de esta manera.

Emir sabía que no estaba bien, que no estaba preparado para tener un hijo propio, pero quería ayudar a Bahar. Al final, todo lo que había sucedido era por su culpa, y sus desavenencias comenzaron por su irresponsabilidad, ya que a ella no le importaba que él fuera infiel, sino que no estuviera expuesta y en ridículo.

En cuanto a la empresa, ella tendría que renunciar a querer ser parte del patrimonio de su padre si realmente quería ser libre. Si seguía insistiendo en tener un puesto en la empresa, los ancianos la matarían, era un hecho.

—Quiero decirles algo— habló Emir y todos levantaron la mirada. Le dio la señal a Bahar para que se acercara a él. Ella lo hizo, muy nerviosa, se notaba en su postura.

—¿Qué sucede, Emir?— preguntó Melek, mi madre—¿ocurre algo malo?

—No— sonrió— queremos anunciar que... Vamos a tener un hijo... Bahar está embarazada.

Mi madre se levantó de donde estaba sentada. Estaba muy feliz, abrió los brazos para abrazar a Bahar. Bahar se tensó mientras sonreía falsamente.

—¡Qué bien! Felicidades, Bahar— habló Samira. —te deseo lo mejor y que puedas tener un hijo saludable — me miró, muy seria —pronto seremos tú y yo.

Bahar rió de forma maliciosa, conocía muy bien a Bahar y reía de esa manera cuando quería ser hipócrita. Era como una sonrisa entre angelical y maliciosa.

Mi estómago se contrajo de ira. No podía siquiera salvar a Bahar, no existía otra forma de hacerlo, y no sabía cómo, pero mi hijo iba a llevar mi apellido.

Mi hijo iba a ser un Demir... Esta farsa no iba a durar para siempre, pero lo haría cuando estuvieran a salvo.

—Espero con ansias ese momento.

Burak se quedó observando a la pareja y sonrió de oreja a oreja.

—Muy bien, me alegro de que así sea. Ya era hora. Espero que Bahar pueda madurar y ser una buena madre para tu hijo.

Bahar le dedicó una mirada llena de odio a Burak.

—Lo seré— dijo ella—no tienes que preocuparte por mi bebé.

—Atentaste contra tu vida, no eres una persona estable por eso lo digo— replicó.

—Burak, no hables de ese modo. Después de que uno se convierte en madre, las cosas suelen cambiar.

Acarició la pancita de Bahar.

—¿De cuántos meses está?— preguntó con emoción.

—Dos meses, mamá— contestó Bahar, mirándola con frialdad.

—¿Y cuándo será tu próximo chequeo?

—Dentro de un mes. ¿Por qué?

Dejé de escuchar sus voces cuando observé a Samira, y mi corazón se contrajo en mi pecho al comprender que esto iba a ser más difícil de lo que pensé. Iba a romperle el corazón cuando le contara que le fui infiel.

Emir narra.

—Me siento muy orgulloso de ti, Emir— dijo mi padre. —Si Bahar está embarazada, solo se centrará en su hijo y no querrá tener un puesto en la empresa.

—Concuerdo— dijo Melek, la madre de Bahar—. Hace cuatro meses, ella habló de tener un puesto en la empresa. Sin embargo, no lo permití. Fueron días difíciles. Aún no puedo creer cómo lograste convencer a Bahar de quedar embarazada. Ella no quería tener hijos y es difícil hacerla cambiar de opinión.

—No puedo negar que también a mí me tomó por sorpresa— dije y no mentía. Cuando Kemal me lo dijo, intenté buscar en mi mente como identificar al padre, pero era imposible, ya que no tenía herramientas para hacerlo. No era un esposo abnegado y no le prestaba atención a ella, ni siquiera me interesaba. Mis ambiciones eran mis prioridades, así que necesitaría investigar quién era el padre del bebé de otra manera.

Lo investigaría.

Tarde o temprano él aparecería, porque si Bahar iba a tener a su hijo, era porque estaba enamorada de él.

Cuando Bahar y yo nos acostamos en nuestra noche de bodas, quedó embarazada, y así mi vida se convirtió en una pesadilla.

Yo no quería ser padre, y ella no quería tener un hijo mío.

Antes de eso, intentamos ser un matrimonio de verdad, con besos y caricias, pero por más que lo intentaba, no podía desearla, ya que siempre la vi como un miembro de mi familia.

Eso la lastimó mucho, no porque me amara, sino porque ella sabía lo que nos esperaba. Las personas esperaban mucho de nosotros y lo que sentíamos no era suficiente; por eso nos sentíamos demasiado presionados.

Todo cambió cuando empecé a ser más maduro.

Cuando empecé a dejar de pensar en lo descolorido y miserable que era mi vida al lado de una mujer a la que nunca amé, y me centré en los negocios.

Me convertí en el hombre que siempre quise ser, con autoridad, y me gané el respeto de todos. Mi palabra era ley, así que expulsé a Melek de nuestra casa y a los ancianos, alegando que queríamos más privacidad. Ellos lo entendieron; era la palabra del hombre, la cabeza del hogar.

Sin embargo, Melek volvió a nuestra casa y mi esposa no mostró ninguna oposición, ya que se convirtió en mi enemiga por todas mis infidelidades y por haberla puesto en ridículo en las revistas de chismes.

Pero era mejor que no viviera en este infierno. Si ese hijo hubiera nacido de mí, le hubiera hecho la vida miserable.

Pero ahora todo era distinto, ese hijo no era mío, pero llegó en el momento perfecto para que el consejo se mantuviera en orden y no demandara tanta atención.

Deseaba con todo mi ser que esos viejos se fueran al otro mundo; así, esa maldita tradición desaparecería, y todo el mundo podría vivir la vida que tanto ha deseado y que por esta maldita tradición se les negó.

Pero había problemas; esas no eran las únicas personas de nuestras familias que tenían esas ideologías retrógradas. Los que pensábamos distinto éramos pocos, por lo que esto no se radicaría con el deceso de estos hombres.

—Debes decirle a mi nuera que se cuide mucho, no quiero que por su terquedad le ocurra algo a mi nieto. Debe estar siempre bajo reposo y observación, y procura que no intente atentar contra su vida nuevamente.

—Emir, tienes que poner de tu parte para que se establezca la armonía en este matrimonio. Ahora van a tener un bebé, y por su bienestar, deben hacer las paces —me aconsejó Melek.

—Mi hijo es un buen hombre— agregó Kerim, en un tono hipócrita, y yo tensé la mandíbula. —Tu hija debe dejar la histeria.

Melek aseveró con la mirada.

—Tenga mucho cuidado con la forma en la que se refiere a mi hija— le advirtió —Recuerde que ella es la hija de su socio, y merece respeto. Su padre está muerto, pero ella tiene a quien la defienda.

Lanzó una carcajada de burla.

—Supongo que se refiere a los hijos adoptivos de Murad, ya que no pudo siquiera tener hijos biológicos varones. Ni para eso sirvió, mucho menos sirve para ponerle límites a su hija.

Rodé los ojos nuevamente por esta próxima discusión acalorada, que iba a iniciar; pronto me iba a levantar, no me gustaba permanecer en lugares donde las personas levantaban la voz, y mucho menos cuando tenía mucho trabajo acumulado. Eso me estresaba.

—Yo le di una hija a Murad, una hija de la cual usted y su hijo se benefician. Ustedes tienen todo gracias a ella — señaló —. Usted no tendría ni la mitad de lo que tiene si mi hija no fuera la única heredera de mi esposo. Así que no le conviene hablar así.

—¿Cómo se atreve a hablarle de esa manera a mi madre?— habló Kemal, apareciendo en el umbral de la puerta. Ayudó a Bahar a sentarse en una de las sillas del balcón y luego nos observó a todos nosotros.

—¿Cómo se atreve a hablarle así a mi madre?— repitió Bahar.

Mi padre afirmó con una mirada furiosa.

—La pregunta es... ¿Cómo se atreven a cuestionarme así? Soy uno de los ancianos del consejo y tu padre político. En pocas palabras, deben guardarme respeto por obligación.

—Guarden silencio, ¿se han olvidado de que yo estoy aquí presente? ¡Ya basta!— intervino antes de que ocurriera una discusión. —Es muy atrevido que quieran manejar mi vida en mi presencia.

—Escuchen— habló Melek en respuesta. —Yo solo quiero que ustedes hagan un esfuerzo, ya saben, para que el bebé crezca en un ambiente sano.

Bahar rodó los ojos e hizo una mueca de desaprobación al comentario de su madre.

—Comprendo lo que quiere decir— repliqué—, pero Bahar y yo somos adultos, y más adelante vamos a definir cómo será nuestra dinámica. Deben ocuparse de sus asuntos.

—Tú— señaló Kemal a mi padre— no te voy a permitir que le vuelvas a hablar de esa manera a mi madre.

Kerim rió con burla.

—Ella no es tu madre. Tu madre te vendió y el padre que tanto admiras te compró por unos dólares...

Él se quedó en silencio, analizando todo lo que mi padre dijo.

—Papá, ya basta— le mandé a callar, pero prosiguió sin importarle mi advertencia, ya que era despiadado y malvado. Afortunadamente, Kemal era un hombre maduro y no caía en provocaciones.

—Es la verdad, por la verdad mueren muchos porque nadie es capaz de aceptar la realidad.

Kemal se movió para golpear a mi padre, pero Bahar lo agarró de la camisa para que no ocurriera una desgracia. Melek también lo sostuvo del brazo, y yo caminé en su dirección para detener los diálogos hirientes de mi padre.

—No eres más que un recogido, Kemal, ni siquiera el que dice ser tu padre te dio el apellido, y como no, si solo te compró para que protegerán a su hija. Él quería burlarse de él.

Melek comenzó a llorar.

—¡Mientes, eres un mentiroso!

—Tu vida siempre ha sido una farsa.

—¡Papá, cállate!— ordené con autoridad, sintiendo la tensión en mi mandíbula.

—¿Crees que tus padres murieron en un accidente automovilístico?— rió —Oh, pobrecito.

—Kerim, guarda silencio — le ordenó Melek con las lágrimas desbordadas en sus mejillas. —Kemal, no lo escuches, yo soy tu madre... Yo te amo, y eso es lo más importante, cielo.

—¿Mi papá me compró?

—Kemal— le habló Bahar sosteniendo sus mejillas y obligándolo a desviar la mirada en su dirección. —No lo escuches, cariño, no lo escuches. Mi papá nunca sería capaz.

Fruncí el ceño al observar cómo lo miraba a él y la ternura con la que le hablaba.

—Nosotros somos tu familia, aunque tu sangre no corra por mis venas.

Pero Kemal estaba furioso y no bajó la guardia; no soportó la ira y la burla de mi padre, y le dio un puñetazo en la mandíbula, dejándome atónito y estático. Bahar se quedó boquiabierta y Melek intentó pararlo, pero Kemal lo tiró al suelo y Kerim Evliyaouglu se le borró la sonrisa del rostro. Se colocó encima de su estómago y agarró a Kerim, que ahora yacía en el suelo, por la corbata y le dio otro puñetazo con una ira descomunal.

—Ninguna persona es más miserable que tú —gritó con los dientes apretados—. Eres un infeliz.

—Y tú eres un bastardo— mostró los dientes ensangrentados en una mueca burlona— queda demostrado el efecto que tengo en las personas.

—¿Quieres que te mate, infeliz? Así le haría de una vez por todas un favor a este mundo si te desaparezco de la faz de la tierra.

—Kemal, hijo— habló Melek —por favor, detente, hazlo por tu mamá.

—¡¿Tu lo sabías?! ¿Sabías que papá me había comprado?!— le gritó Kemal a su mamá.

—Eso es mentira, él solo lo dice porque quiere molestarte.

—El no te adoptó porque te quería, lo hizo para que protegieran a su princesa.

—Emir, ayuda a tu padre— me sugirió Bahar inquieta y escandalizada —lo va a matar.

—El se lo buscó— hablé en respuesta mostrándome desinteresado de lo que estaba pasando en mis narices. No sentía ninguna empatía por ese ser despreciable que yacía en el piso, lo único que podía sentir era odio y rechazo por todo lo que me había lastimado cuando era tan solo un niño.

—No lo digo por él, lo digo por Kemal. No permitas que se ensucie las manos con la sangre de tu padre —me pidió con mirada duplicante.

Con todas mis fuerzas, separé a Kemal de mi padre. Era tanta la ira que sentía, que fue una de las cosas más difíciles que hice y requirió toda mi fuerza.

Kemal me observó con molestia, acomodó su ropa tras desprenderse de mi agarré y se dio la vuelta. Bahar salió detrás de él. Los dejé solos; decidí que no iba a insistir, ya se iba a acercar para hablar. En ese momento, solo era un problema familiar.

Narra Emir

Estaba sentado en mi escritorio pensando, sobre todo en lo que iba a hacer para deshacerme de Murad, el padre del hijo de Bahar. Aunque nunca le había prestado mucha atención, no había visto nada fuera de lo común, ni había notado movimientos sospechosos de él.

En realidad, por primera vez me sentía inquieto. Tenía curiosidad por saber el paradero de ese hombre, y si estaba enterado del embarazo, ya que eso sería un gran problema. Sin embargo, por más que le preguntaba acerca de eso, no obtenía ninguna respuesta.

El pitido del teléfono de la oficina me sacó de mis pensamientos; era mi secretaria avisando que había alguien esperando en la puerta.

—Dile que pase —le pedí.

No pasaron dos minutos cuando Ali entró por esa puerta.

—Toma asiento, te estaba esperando —le dije—. ¿Qué tienes para mí?

—No le va a gustar lo que le diré —dijo tras sentarse en el escritorio.

—Dime algo ¿Mis sospechas eran ciertas?

—Anya Porizkova, no es Anya Porizkova, ella robó esa identidad, ella tenía otro nombre. La mujer de la que estamos hablando es una desconocida totalmente.

—No estoy entendiendo nada. ¿Quieres decir que Anya Porizkova no existe?

—Lo que quiero decir es que, ella no se llama ni Anya Porizkova ni Anastasia, su verdadera identidad es Elena Morozova. ¿Su historia? Se hacía pasar por una prostituta virgen para asesinar a personas que tenían deudas con las mafias. Era la amante del zar cherny, una traficante de muerte. Se hacía pasar por una bella prostituta virgen, era ese obsequio malvado para aquellos que traicionaban al zar Cherny.

—¿Y por qué ella se encontraba en la mansión Evliyaouglu-Yildiz en ese momento? ¿Acaso estaba escapando de alguien?

—No lo sé, Emir. Sospecho que tu tío Murad fue una de esas personas... Ella se infiltró en la mansión Evliyaoglu-Yildiz para asesinar a Murad Yildiz, pero todavía no tengo esa información.

Cuatro semanas después

Anya Porizkova mordió el anzuelo. Pensaba que yo era un estúpido adolescente que sentiría empatía por una mafiosa. Ella no contaba con mi astucia, ni contaba con que ya estaba exenta de mi protección.

El zar Cherny la estaba buscando y los Yildiz no iban a descansar hasta tenerla bajo tierra.

Oh Anastasia o debería decir Elena Morozova.

Dejé a Alek en la habitación con Zhera después de que ella reaccionó. Me dirigí a mi despacho, donde se encontraba Anya Porizkova.

Abrí la puerta y ella me miró, estaba desesperada porque no la dejé acercarse a Alekxandra y no tenía el conocimiento de cómo se encontraba.

—¿Cómo está mi hija? ¿Por qué no me dejaste estar con ella?

Reí sin gracia.

—Estable, no se esperaba tu fantasmal visita.

—Ya no puedo esconderme más. Mira, dejar a mi hija contigo fue lo más difícil que he hecho. Había querido pensar que tú no la lastimarías y la protegerías, pero debí protegerla no solo de esas personas, sino de tu mente depravada.

Exhalé.

—Alekxandra no se irá a ninguna parte —aseveré con frialdad—, ella es mía, dejó de ser tuya hace mucho tiempo.

—No puedes quedarte con Alekxandra, ella es mi hija. Entiende que mi hija no es un objeto que puedas poseer, ella es una persona, así que quiero llevarme a mi hija junto con Andrés. Te juro que te pagaré si es necesario.

—No lo harás, no te la vas a llevar. Porque tú no vas a salir de aquí. Elena Morozova.

Palideció ante mis palabras. Una persona tomó su pequeño cuerpo y lo apretó contra su pecho; cubrió su nariz con alguna sustancia, ella pataleó hasta que se desvaneció en sus brazos.

—Encierra a esa mujer —le ordené—, luego voy a decidir qué hacer con ella.

Narra Alekxandra.

Desperté al sentir un olor amoniacal en mis fosas nasales. Intenté ponerme de pie, pero su mano áspera me detuvo.

Pensé que todo se trataba de un sueño, pero al despertar y verlo supe que esto era real. Estaba muy perturbada por la escena que veía frente a mis ojos.

Miré al hombre que estaba sentado a mi lado, me encontré con esa mirada penetrante, aunque parecía preocupado.

—¿Estás bien? —cuestionó con preocupación—. Debes estar tranquila, no hagas movimientos bruscos.

Respiré hondo, agitada por la ansiedad que me daba no comprender lo que estaba pasando.

—¿Dónde está ella? —pregunté con desesperación.

Tocó mi frente para revisar mi temperatura.

—Estás ardiendo —dijo—. ¿Por qué tienes fiebre? ¿Por qué no me dijeron que estabas enferma?

—No lo sé, pero no me importa, Emir. Necesito hablar con Anastasia —tragué saliva y tomé aire—. Necesito verla y hacer muchas preguntas.

—Ahora no, ella no puede hablar contigo ahora. Por favor, tranquilízate.

Lo miré con desconfianza. ¿Y si era eso lo que él quería decirme? ¿Acaso él sabía que mamá estaba viva? ¿Por qué ella fingió su muerte?

—No está aquí —habló Emir—. Ella ya no está aquí.

Temblé ante el frío que había calado en mis huesos.

—¡Zhera! —grité. La mujer abrió la puerta y entró en la habitación. —¿Desde cuándo tiene fiebre?

—Desde hace un par de horas. Ha estado vomitando... Llamé a un doctor pero me dijo que se demora. Hay una tormenta en camino. Le di un calmante y la fiebre bajó, pero al parecer volvió a tener temperatura.

—Zhera, ella está ardiendo, no es normal.

Me miró.

Me agarré el bajo vientre al sentir ese dolor punzante dentro de mí, no solo en mi vientre, sino también en mi parte íntima. Una presión en la espalda baja me invadió, privando mi movimiento, y lloré entre quejidos.

—¡Duele, duele mucho! —grité al sentir cómo crecía progresivamente.

Emir frunció el ceño. Zhera se acercó y tomó mi mano.

—Respira profundo —me sugirió ella—. Todo estará bien.

—¡¿Qué es lo que te duele?! —exclamó con preocupación, desesperado por no poder calmar mi dolor.

—Me duele aquí —señalé. Me volví un ovillo, intentando expulsar ese maldito dolor invasivo, pero no pude, por más que intentaba pensar en otras cosas para dispersarlo.

Me miré las piernas y noté cómo un líquido rojo era expulsado de mi parte íntima y mi pantalón de pijama estaba... Yo estaba sangrando. Entré en pánico.

—¿Qué es lo que sucede? —Emir se alteró al observar cómo la sangre casi corría por mi entrepierna.

Grité aterrorizada al no entender lo que estaba pasando.

—Creo que es un aborto —dijo Zhera, posó su mano en la boca y sus ojos observaron a Evliyaouglu y endureció la expresión. Sus ojos se encontraron y ella le reprochó con la mirada, era decepción, sí.

Mi corazón empezó a latir apresurado al escuchar esa palabra "aborto", y tragué saliva. Pensé en todas las veces que me acosté con él, intenté recordar, pero por más que intentaba pensar en otro suceso no pude, porque este dolor me estaba torturando, ya que se volvía más intenso.

—Tenemos que ir al hospital —habló Emir después de un sepulcral silencio y miradas raras. Lo noté algo inquieto y eso sí que era una rareza, porque nunca lo vi con otra expresión que no fuera fría.

—¿Un aborto? Pero no estoy embarazada —hablé con rapidez, intentando convencerme a mí misma de que solo era una equivocación. Me entenebrecí por la noticia tan repentina y el temor que me dio tan solo pensar que un bebé estuviera creciendo dentro de mi vientre. No cualquier bebé, un bebé producto de mi sufrimiento, un bebé producto de una violación.

—Puede ser, o un derrame. Tenemos que detener ese sangrado porque puede ser mortal.

—Zhera, el doctor ha llegado —habló una voz femenina que pertenecía a Mónica.

Zhera se apresuró a abrir la puerta y un hombre canoso entró.

(…)

Me llevaron a un dispensario médico cuando el doctor les dijo que podía ser algo grave y que necesitaba atención inmediata, porque de otro modo podía desangrarme.

Emir habló con él y le ordenó llevarnos a un dispensario médico que él tenía cerca, porque, por alguna razón que desconocía, no podía aparecer en un hospital.

De igual manera, explicó que iba a conseguir cualquier cosa que necesitara o que hiciera falta.

—Le haré un ultrasonido de la pelvis para descubrir de dónde viene ese sangrado —habló el doctor—. Debemos intentar parar ese sangrado lo más pronto posible.

El doctor puso el transductor en mi vientre después de la aplicación de la sustancia gelatinosa.

—Bien —dijo—, aquí vemos un embarazo de un total de cuatro semanas.

—¿Qué? —murmuré con un hilo de voz.