Golpeé el lápiz de mi libreta de apuntes varias veces y observé a mi madre con el teléfono en la mano, caminar de un lado hacia otro. No sabía que estaba esperando o tramando pero tenía mucha curiosidad de saber de qué se trataba todo esto.
—¿Estás bien mamá?—le pregunté. Mi voz suave la sacó de sus pensamientos.
—Cla—Claro... estoy bien—se sentó a mi lado—. ¿Cómo te sientes del tobillo?
Mi tobillo estaba vuelto un desastre, al menos solo me lo envolvieron y me dijeron que guarde reposo. Mis actividades de ballet sí que iban a tener que esperar cuatro semanas.
—No es para tanto, pronto voy a mejorar.
—Tuviste suerte de que solo fue una pequeña torcedura.
—Fue tu culpa, te dije que no quería ir—dije con un tono con desganado —. Ahora tengo que caminar coja mamá.
—Detesto cuando haces eso. ¿sabías?—se alteró—. ¿No ves que lo que estoy haciendo contigo puede cambiar tu vida?. Puedes sacarle provecho al ballet.
—Lo sé mamá, pero debes entender cuando yo no quiero hacer algo. Ya estoy cansada de no ser una adolescente normal.
Acarició mi pelo.
—Cariño no tenemos dinero y estoy haciendo lo posible por sacarte adelante, deberías de ayudarme hacerlo.
Bajé la cabeza resignada y cansada.
—¿Quién es Vladimir?—cuestionó curiosa.
Al escuchar el nombre de Vladimir sentí ira al recordar cómo fue capaz de faltarme el respeto. Si lo hubiera dejado seguir hablando estaba segura de que iba a continuar con un lenguaje más soez. También estaba segura de que sería el tema de cotilla de las amigas de Hanna
—No es nadie importante—dije, dando por terminada la conversación. Pero ella no se rindió.
—Claro que es alguien importante— comentó con picardía—. ¿Acaso te gusta?
Gruñí.
—No, no me gusta, es un patán.
Arqueó las cejas confundidas.
—¿Qué te hizo él?—acarició mi mejilla.
— vamos cariño, puedes contarme.
—No se comportó como un caballero conmigo—. expliqué—. Pero ya, no quiero hablar de eso mamá.
Estaba muy apenada porque me había tratado como a una cualquiera, aunque yo no lo fuera. Era muy duro cuando todos te miraban como a un trofeo al que todos querían poseer, y luego cuando te tenían, te dejaban ahí, como diciendo: Hey miren, tengo este trofeo, finalmente lo he conseguido y puedo hacer lo que se me da la gana con esto. Yo no era un objeto al que todos podían tener ni presumir, yo era una verdadera mujer con dignidad y amor propio y merecía a un chico que estuviese a mi altura, porque jamás me iba a arrastrar por alguien que no valiera la pena.
—No debes sentirte mal por eso, si este chico te trató mal, pues no es para ti.
— me sonrió con ternura—. Tú te mereces a un verdadero hombre porque tu eres una mujer de alto valor, Alekxandra. Jamás seas débil como yo, tienes que ser una mujer fuerte y con dignidad.
Su voz estaba llena de misterio, podía sentir miedo mezclado con nerviosismo lo cual me dejó desconcertada.
—¿Mamá sucede algo malo?
Soltó una risa nerviosa.
—No, claro que no.—limpió las lágrimas que se arrimaron en sus ojos—. Solo es marina, sabes que no tenemos una buena relación y discutimos.
—¿De nuevo? No lo puedo creer—dejé caer las manos sobre la mesa, violentamente—. No puedo creer que todavía siga molestando desde la distancia. ¿Qué quiere lograr?
—Solo está ardida porque no puede aceptar que Alekxander se haya metido conmigo. Tu padre y su familia están en la ciudad.
No me sorprendía que mi padre estuviera en la ciudad, lo único que temía, era verlo después de tanto tiempo y sentirme triste por una persona que no había hecho nada más que abandonarme.
—Esa mujer está loca mamá, deberías de ponerle un alto.
le sugerí un poco irritada.
—No me dijo nada, solo me dijo que...—se le rompió la voz...— solo me dijo que no ibas a tocar la herencia de tu padre, que no eres digna de ser su hija... y me duele porque... si me pasa algo vas a quedar desamparada.
Se me arrugó el corazón al ver su congoja, así que tome sus manos.
—No te va a pasar nada mamá, deja de decir eso. Te dije que vamos a salir adelante, yo voy ayudarte.
—Perdóname hija—sorbió su nariz—. Te estoy asustando, cuando debería dejar que te apoyes en mí.
—Tu eres mi madre y siempre dejaré que nos tengamos una a la otra.
—Perdóname por ser tan exigente, mi amor. Se que muchas veces no me aguantas pero solo quiero lo mejor para ti.
Nos abrazamos por mucho tiempo. Anastasia me necesitaba y yo a ella. Ella era tan exigente y tan mandona pero la amaba como a nadie, era mi primer amor.
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—Agustín es increíble—me contó sonya entusiasmada—. Una noche me llevó a conocer a su madre.
Suspiré cansada.
—Me alegro por ti, Sonya, ya era hora de que formalizarán. Pero recuerda lo que te dije amiga.
—Estoy muy ilusionada pero tengo miedo Alek, tengo miedo de que pueda pasarle algo.
—¿Por qué lo dices?—me mostré intrigada.
Se sentó a mi lado.
—No lo sé —. Se llevó el cabello detrás de la oreja—. Agus es un tipo muy problemático Alek, trato de sacarlo de los problemas pero los problemas lo persiguen.
Se quedó observando mi expresión horrorizada, pues me estaba pensando lo peor. Por lo que Sonya me había contado, Agustín no era una perita en dulce. Era ese tipo de chico que casi no aportaba nada positivo a la sociedad. Muchas veces le aconsejé que se alejara de él porque habían amores que mataban y ella estaba muy joven para estar con una persona problemática.
—¿Te golpeó?—entre cerré los ojos—. ese tipo de hizo algo Sonya?
—¡No! ¡Claro que no! Él sería incapaz.
Me mostré desconfiada.
—Pues estoy más tranquila, aunque no del todo.
—Ay Alek es que es...— Suspiró, con exageración. —No hay nadie que me haga el sexo como él, ¿me he explicado bien?
Estallé en carcajadas.
—Sonya, por favor, solo lo has probado a él, se supone que no puedes decir eso.
—Sí, claro que puedo amiga.
Desvié la mirada hacia otro lado para no mirar al asqueroso e inmundo hombre que adelantaba sus pasos hacia nosotras. Vladimir.
—¿Qué hay Sonya?— saludó con una sonrisa de suficiencia. sentí su mirada clavada en mí, más no di mi mirada esquiva a torcer.
—Estamos bien— respondió seca.
— ya sabes, hablando cosas de chicas.
—Ajá— sonrió con coqueteria—. ¿Qué le pasa a tu amiga?
—¿Y todavía tienes el descaro de preguntar?
—¿Acaso me quiere tanto?—cuestionó, con una mirada entre maliciosa y divertida.
—Que gracioso. Te has convertido en un verdadero charlatán.
Me levanté abruptamente y mis libros cayeron al suelo, genial.
Odiaba necesitar ayuda de las personas, por mi condición.
Todavía no podía mantenerme de pie por tanto tiempo, ese esguince me dolía como el verdadero infierno.
—Déjame ayudarte
Se bajó a mi altura para ayudarme a recogerlos, con su segunda intención de mostrarse como un caballero ante mí, para "enmendar su error". Entonces yo no cedí, me quedé de pie con el semblante serio.
—¡Así te ves mejor... a mis pies! No te muevas, déjame apreciar tus dotes de falso caballero.
—Alek, ¿Quién es Vladimir? —susurró entre dientes, dándome la oportunidad de destruirlo con mis palabras hirientes.
Reí con malicia.
—Vladimir no es nadie, es solo un perrito faldero de Germán.
—Yo no le doy relevancia a tus insultos—levantó y me entregó los libros, transformó sus labios en un pico ridículo e hizo resonar los, lanzando un beso—. Yo sé que me necesitas Alekxandra, aunque intentes negarlo. Dicen que eres una niña caprichosa y pienso que estas frustrada, porque tus palabras no pueden hacerme sentir miserable.
La ira que sentí al escuchar esas palabras no fue diminuta, pero cooperé para mantener la compostura. Dicen que del odio al amor hay un solo paso, pero yo creo que del amor al odio no hay ni un solo paso ni una barrera.
Vladimir Petrov no sabía con quién se estaba metiendo.
Quería actuar como una joven educada, pero su charlatanería y altanería no tenían límites y ya me estaba colmando la paciencia.
—No le pongas asunto a ese imbécil Alek—me aconsejó—. solo se convirtió en un renacuajo más.
—No sé como pudo gustarme ese infeliz, no es más que un patán.
—¿Quieres que hablemos con el director del instituto? Podríamos reportarlo.
—Me parece una buena idea. Pero dudo mucho que el director nos ponga caso.
—No perdemos nada con intentarlo.
Caminamos hasta la dirección, con lentitud. cuando llegamos empujamos la puerta y nos encontramos con la secretaria. Era una persona mayor la cual inspiraba ternura por lo amable que era.
—Hola Chicas. —saludó la Señora Amanda—. ¿Puedo ayudarles en algo?
—Queremos hablar con el director Arthur, ¿Cree usted que se encuentren disponible?—inquirí con una sonrisa amable.
—El señor director no se encuentra disponible en estos momentos, está ocupado. Pero pueden esperar sentadas en esas sillas.
—Muchas gracias Amanda.
—A la orden.
Nos sentamos.
—¿Crees que puedas traerme un vaso con agua?
—Por supuesto que sí.
Sonya se retiró y yo me quedé sentada, esperando. Pasaron unos segundos y escuché que la puerta de la oficina del director se abrió, otorgando la oportunidad de ver a una persona que odiaba con todas mis fuerzas.
Tenía el conocimiento de que mi padre estaba en la ciudad y no me importaba en lo absoluto, pero verlo era diferente.
Estaba acariciando el hombro de su pequeña niña mimada. Iroshka. Era mi media hermana contemporánea.
—Espero que puedas adaptarte aquí cielo—acaricio su mejilla con delicadeza.
—cuenta con eso—le sonrió.
Una lágrima gruesa bajó por mi mejilla, y la mirada de mi padre captó mi presencia. Bajé la cabeza para que no pudiera seguir observando las emociones que causaba en mí, su falta de amor y su ausencia.
Era algo que no podía evitar, sentía que para él no era suficiente y que era mi culpa. Me preguntaba qué hice mal para no merecer su cariño y su atención, ¿Acaso era tan mala?
Sólo yo sabía lo que podía sentir en ese momento. Sentía irá, rabia, descontento. Sentía que mi estómago estaba revolcándose dentro, tenía ganas de vomitar. La respiración se había tornado entrecortada y las ganas de gritarle tantas cosas no cesaban, sin embargo, intenté controlarme.
—¿Puedes adelantarte cielo?
La chica afirmó.
Se adelantó hasta la salida, pero no pudo verme, porque me encontraba cabizbaja.
—¿Alekxandra?—pronunció en un hilo de voz.—Alexandra. —Volvió a repetir nuevamente.
Llegó hacia mí, se agachó a mi altura y puso su mano en mi barbilla, aparté su mano de mi cara.
Lo miré a los ojos indiferente
—No me toques, no vuelvas a tocarme.
Le advertí, molesta.
Mi papá y yo nos quedamos solos en un silencio incómodo.
—¿Estuviste llorando? —preguntó, buscando mi mirada.
—Eso no te importa—expresé con amargura.
—Yo soy tu padre y eso es algo que no va a cambiar. —me aclaró, simulando empatía.
Sabía que era falso, un falso intento de endulzar el oído.
—Tu no te mereces que te llamé papá me abandonaste.
se acercó a mí y me agarró suavemente por los hombros, me alejé sin dejar a torcer mi semblante indiferente.
—Lo siento mi niña linda, yo nunca te abandoné. Lo único que puedo decirte es que he estado ocupado.
Reí sin gracia e hice una mueca de amargura.
—No hay excusas cuando se trata de los hijos. —me incorporé—. Te dejo, porque yo también estoy ocupada.
—Espera—en su movimiento por retenerme lo logró. Sonya se acercó a nosotros y se quedó petrificada con la presencia de mi padre, aproveché que traía el agua y se la lancé en la cara.
—Suéltame— me liberé de su agarre. Se quedó sorprendido por mi acción pero no me importó.
¿Por qué me dolía tanto que mi padre no fuera como antes?
Estaba tan sensible aquel día, era como si el infierno había conspirado para que me lloviera sobre mojado.
Salí de la oficina como alma que llevaba el diablo, y lo hice tan deprisa, que no notaba que al caminar lastimaba mi tobillo.
—Alek, espera.
—Déjame solo por favor a Sonya—le pedí. Estaba rota y ella lo sabía.
El tema de mi padre no lo tocábamos para nada en nuestras conversaciones porque era algo muy deprimente, era algo que formaba parte de unos de mis traumas no trabajados.
Ya estábamos en la salida.
Intenté cruzar la calle, pero cuando me encontraba a la mitad, escuché las gomas de un auto rechinar en la pista. Cerré los ojos esperando el golpe que me llevaría al cielo o me iba a dejar inconsciente pero nunca llegó.
—¡Oye niña!—aquel hombre grosero.
me sobresalte, me había llamado la atención. Tragué en secó cuando vi aquellos ojos, detrás de unas gafas transparentes—. Fuera del camino si no quieres que te atropelle y te pase por encima.
Me amenazó. Me quedé estática con las manos en mi cintura esperando a que mi pisoteara con el carro.
—¿Eres estúpido o qué?—espeté colérica. Estaba tan molesta aquel día que no me importaba partirle la cara a cualquier estúpido que se me pusiera al frente. —Si no lo notaste el semáforo estaba en rojo idiota.
Sonya caminó hacia mí y me agarró del brazo.
—Alek, déjalos ir, no vale la pena —me suplicó, un poco nerviosa.
—Señorita salga de nuestro camino —dijo el hombre turco, cuyo nombre no recordaba.
Suavemente, dejé el agarre de Sonya.
—Bueno como no respetan las leyes del tránsito y me quieren quitar mi derecho, pues...—Con dificultad, subí a caminar en la parte delantera del auto y sonreí victoriosa al mirar sus caras enojadas. Cuando me bajé saqué una pluma de mi bolso y puede rayar un poco la pintura brillante del auto.
—¿¡Acaso está loca!? ¿¡sabe cuánto cuesta solo la pintura de este auto!?
—¿Sabes cuánto cuesta la vida? Para ser una pintura cara, no da la talla. Más bien parece una simple pintura barata.
—¿Y tú qué sabes de automóviles? Estoy seguro de que el auto vale más que tu miserable vida.
—Lo suficiente para poder descubrir cuando una cosa no es de calidad—sonreí fingidamente.
—Ali, ¿Cuándo nos vamos?—preguntó en un tono cansado—. Deja ese animal con dos patas en paz.
—Más animal puedes ser tú, no eres más que un infeliz —repliqué
—Yo te voy a enseñar la bestialidad del animal que llevo dentro.
Se desmontó del carro para hacerme quién sabe qué cosa. No me intimida en lo más mínimo, así que me quedé a la espera de lo que podía pasar. Le iba a romper su cara si no me trataba con la gentileza y el respeto que merecía. Este señor era un maleducado, y alguien lo tenía que poner en su lugar y ¿Quién más si no yo?