Marina estaba muy furiosa, sus ojos azules me observaron con desprecio, como si fuera poco un sacrilegio tenerla presente. Estaba a punto de acabar con la poca estabilidad que tenía.
Acomodó su cabello largo, con la elegancia que la caracterizaba.
Me miró despectivamente y luego observó a mi padre, sus ojos un poco entrecerrados y su mandíbula se apretó. Imagino que fue por la impotencia que le daba tener a un hombre irrespetuoso a su lado, al cual debía cuidar para que no se escapara de su lado. Un hombre mediocre que sí medía lo que hacía y no le daba su lugar que merecía.
Admito que se ganó mi odio por hacerle la vida imposible y miserable a mi madre. Siempre la hacía sentir mal, por el simple hecho de que su querido patán puso sus ojos en ella, y por los hijos que le dio. No soportaba la idea de compartirlo con nadie, y no entendía porqué actuaba de esa manera, pues mi padre ni siquiera se asomaba por la casa para saber de mí.
Sonya y su madre vinieron a mi lado para defenderme de aquella víbora, apunto de atacar.
—¿Qué haces aquí Alexander? ¡¿No te cansas de estar detrás de esta zorra?!
Alekxander no contestó y yo me molesté.
De inmediato, me moví con rapidez para golpearla, por faltarle el respeto a la memoria de mi madre, pero Alekxander agarró mi brazo con suavidad.
El padre abrió los ojos de par en par conmocionado por la discusión que estaba a punto de iniciarse. Y las pocas personas que vinieron al velorio de mi madre, estaban a la expectativa de lo que pasaría. Entre ellos: mis compañeros de ballet y los estudiantes de la profesora Nilia.
—¡¿Cómo te atreves a venir aquí y llamar zorra a mi madre?!—Le grité llorando, e intentando soltar del agarre de mi padre. Como no pude hacerlo me puse más furiosa —. ¡Suéltame, déjame en paz! ¡llévate a tu esposa de aquí para que no continúe faltando el respeto
—Eso es lo que era ella... una zorra que acabó con mi hogar—replicó frunciendo la nariz.
—¡Voy hacer que te tragues tus palabras vacías!— comencé a patalear, cuando mi padre consiguió agarrarse de la cintura—. Suéltame, no me pongas tus sucias manos encima.
El padre intercedió.—Señores, por favor, respeten que estamos en la casa de Dios. No es conveniente que hagan un escándalo.
—Marina sal de aquí.— le ordenó Veronika—. Te aseguro que si no sales en este mismo instante, yo misma te voy a sacar de los cabellos.
Le dedicó una sonrisa maliciosa.
—No te atreverías, desgraciada maldita.
—¿Quieres apostar?
—Marina, por favor, todos nos están mirando. Ve a casa. ——le sugirió Alekxander con un tono de voz tranquilo.
—¡Que todos escuchen!— se volteó al público que murmuraban entre ellos—. Esa mujer que ven ahí, esa mujer "cristiana"—, hizo comillas con los dedos, mostrándose sarcástica—, me robó a mi esposo, y no obstante eso, tuvo la osadía de darle dos supuestos hijos.
Me logré zafar del agarre de mi padre y le di una bofetada tan fuerte, que resonó en toda la iglesia.
—¡No tienes ningún derecho de estar aquí, hablando patrañas de mi madre!— lágrimas gruesas por el sentimiento de impotencia me embargaba —. El único culpable de esto, es tu esposo, si quieres insultar a alguien deberías de empezar por ese patán.
—Ya estuvo bueno—intercedió Sonya—. si no te vas por las buenas, te irás por las malas maldita.
—Jamás olvidaré éste día. — apretó los dientes—. Escúchame bien, mocosa, me las vas a pagar, tú y tu mocoso hermano me las van a pagar. Recuerda bien mis palabras.
Y Alekxander no me defendió, solo se quedó ahí como un pelele, demostrando una vez más que cada vez que se acercaba a mí, era para dejar una herida más profunda. Parecía que lo hacía porque le causaba satisfacción romper mi corazón; ni siquiera le importaba, solo estaba aquí por puro despecho, nada más. Alekxander tomó a Marina de la cintura y la obligó a caminar a la fuerza. Agradecí por eso, porque no lo aguantaba más se habían ido demasiado lejos.
Comencé a sollozar una y otra vez hasta hipar. Era un verdadero desgaste pasar tanto tiempo en un solo día. Era tanta la presión que mi pecho se contrajo de una manera atroz.
—¿Por qué me hace esto? Ya está muerta y...
—Tranquila, te aseguro que no volverá a molestarte cariño—. habló Veronika—todo estará bien.
—Yo solo quiero llorar a mi madre en paz, ¿acaso no me van a dejar hacerlo?
El padre me tocó el hombro en señal de apoyo
—Hija, el señor Jesucristo te ayudará a sanar y te va a dar el consuelo que necesitas, no pierdas la esperanza.
—Gracias padre—murmuré agobiada.
—Alek, te quiero mucho—me abrazó Sonya—. No estás sola, nos tienes a nosotras, ahora somos tu familia.
—Yo también las quiero mucho.
Nos encontrábamos en el Cementerio Novodévichi. Es el cementerio más famoso de Moscú. Forma parte del conjunto conventual del Monasterio Novodévichi.
Quería enterrarla en algún lugar que le gustara, pero Evliyaoglu había metido sus narices. Este hombre iba a ser como una piedra en mi zapato, no entendía razones ni límites y yo ya no sabía qué más hacer. Miré a la carretera y un auto color negro de marca desconocida estaba estacionado. Sus cristales estaban ahumados y a pesar de eso, sabía que eran sus hombres vigilando que todo estuviera en orden. Algo no me cuadraba aquí, ¿por qué tanto afán de supervisión? No tenía nada que ver con nosotros.
—¡Alek! ¡Hermanita!—Gritó Andres con alegría al verme, sin saber que su mamá estaba muerta. Corrió hacia a mí y me abrazó las piernas. Comencé a llorar otra vez y no tardé en observarme confundido. La hermana de Veronika llegó después detrás, parecía que el niño se le había escapado.
Me bajé a su altura.
—¿Qué te pasa hermana?— inquirió en un tono bajito—. ¿por qué lloras?
Me quedé en silencio observando a Angélica, buscando una respuesta, pensando que ella se lo había dicho.
—No pude decirle— murmuró Angélica—. Lo siento.
—No te preocupes es algo que me corresponde.
Se me estrujó el corazón al observar sus ojitos alegres, los cuales se iban a poner tristes en una metamorfosis repentina. Tomé sus pequeñas manitas.
—Andres hay algo que quiero decirte—quise mostrarle una sonrisa y solo me logré una mueca de dolor.
—¿Dónde está mamá?. — Abrí los ojos y tomé aire, Sonya abrazó a su madre sollozando por lo que vería a continuación. Esto era lo segundo más difícil que tenía que hacer y sentir en mi vida, me desgarraba por dentro, porque sabía que rompería su pequeño corazón. Así que debía ser cuidadosa con las palabras que le diría.
—Andres cariño... mamá... se ha ido al cielo.
Bajó la mirada y la volvió a subir, y yo cerré los ojos otra vez. Su mirada era de confusión total.
—¿Al cielo? ¿quieres decir que ya no va a estar con nosotros?—hizo un puchero.
—No, no estará con nosotros más— le expliqué con voz llorosa—. Dios se la ha llevado y se ha convertido en un ángel que ahora te cuidará... te cuidará desde el cielo.
—Pero podemos ir al cielo a estar con ella Alexandra podemos, ¿verdad?—sus ojitos se llenaron de lágrimas.
Lloré otra vez y lo abracé fuerte.
—¡Yo quiero irme con ella! Yo quiero irme con mi mamita—se separó de mí —. No es justo que se haya ido y no se haya despedido de mí. ¡Ella es mala! Muy mala.
—Andres por favor—gemí de angustia— no digas eso de ella, ella nos amaba.
—Ella no me quería— secó sus lágrimas con el dorso de la mano—, por eso me dejó con Angélica, porque nunca me quiso. ¡La odio!
— ¡Basta Andres! Por favor— le abracé otra vez y levanté su pequeño cuerpo en mis brazos—. No digas eso de mamá.
— Déjame Alexandra—gritó—. Déjame ir—le dejé en el piso. Miró a Angélica la cual lloraba a mares—. ¡Y tú, solo eres una mentirosa, me mentiste! Ni siquiera está aquí, me ha abandonado.
—Andrés por... por favor—respiré profundo—ella si te quería mi amor.
—¡No!—Salió corriendo.
—¡Andrés! ¡Vuelve aquí!—salí tras de él de inmediato.
Por más que quería hacerlo entrar en razón no podía, solo tenía cinco años y era difícil para él entenderlo de esa forma. Pero ¿cómo le decía que una persona le había arrebatado la vida a su mamá? Era muy joven para ser tan insensible con él y para descubrir la crueldad del ser humano. No quería romper más su corazón y era muy difícil lidiar con todo esto. Andres corrió muy rápido hasta tropezar con un pedazo de concreto adherido a la tierra. Corrí alarmada a levantarlo pero un hombre salió de la nada y se me adelantó.
—¿Estás bien?—lo cargó en sus brazos. —¿te lastimaste?—me quedé ahí, estática. Tragué grueso al verlo. Él se quedó observando con una sonrisa descarada en sus labios.
—Andres ven aquí.—le ordené con tranquilidad. Hice un ademán.
—Señor Evliyaoglu, llévame con usted—alcancé a escuchar a Andres decirle—. Ya no quiero estar aquí.
Fruncí el ceño con confusión asegurándome que no había escuchado mal.
—No te preocupes cariño, todo va a estar bien— acarició su cabello rubio.
—Devuélvame a mi hermano— le ordené asustada.
— ha dicho que se quiere quedar conmigo. ¿No es así campeón?
El asintió.
—¿De qué demonios está hablando desgraciado?
—Mamá dice que no digas groserías Alex— se animó a decir, con timidez, mi pequeño hermano. Emir limpió sus lágrimas y besó la coronilla de su cabeza.
—No tiene ningún derecho a llevárselo—repliqué nuevamente, al ver que se había quedado en silencio.
—¿Podemos hablar de eso más calmados, usted y yo después?— respondió, simulando estar cansado.
—No. No quiero hablar con usted, solo quiero que me devuelva a mi hermano, joder.
—No diga groserías delante del niño Alekxandra, le dará mal ejemplo.
Reí sin gracia.
—Usted no es quién para decirme lo que debo o no hacer.
—Si no quiere hablar conmigo, entonces me voy.
Caminó un paso adelante, le agarré el brazo con fuerza y eso le animó a detenerse.
—Espere. —se giró y me miró a los ojos, nos quedamos ahí observándonos por unos instantes. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal y le dejé el brazo libre al sentirme tan abrumada.
—No se preocupe por él, lo voy a distraer para que no se entristezca, le aseguro que estará bien.
Apreté los dientes furiosa. Él no tenía ningún derecho de quedarse con mi hermano, pues no era su padre y ni siquiera su padre tenía más derechos que yo. ¿Qué se creía él? Lo único que sabía era que si le hacía daño a mi hermano por querer pretenderme la iba a pagar muy caro.
—Mi hermano debería estar conmigo. Al menos respete nuestro dolor.
—Esta situación puede ponerlo ansioso y es muy pequeño para pasar por este tipo de cosas.
—¿Cosas?— me puse la mano en la cintura—. ¡¿cosas?! ¡Mi madre es la que está ahí! ¡No es una cosa, era un ser humano! ¡Y era mi madre, infeliz!
Chasqueó la lengua.
—Mire no me malinterprete señorita.
—No estoy malinterpretando nada, usted es el que me está martirizando la vida desde que apareció. ¡Déjeme en paz!
Andres se estaba asustando y escondió la cara en su cuello. Ignoró mi pedido y se fue caminando lentamente, hasta quedarse de pié por unos instantes, luego se giró y me dedicó una mirada misteriosa.
—Vaya mañana a la oficina, tenemos mucho de qué hablar. En cuanto Andrés, él se va a quedar conmigo hasta que hablemos y quedemos en un acuerdo. ¿Le parece?
Me quedé en silencio, bajé la mirada un poco y volví a subirla otra vez.
—Enviaré a mi chofer por usted a las diez de la mañana.
—Yo...
—La espero, no dejé de ir.
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Enterramos a mi mamá y lloré mucho como si no hubiera un mañana.
Ya nos encontrábamos en mi casa y Veronika se había quedado en casa junto con Sonya, le pedí que dejará a Sonya quedarse acompañándome por esa noche, la ausencia de mi madre me quemaba y necesitaba compañía. En cuanto a la situación de Andrés no me hizo preguntas, no tenía conocimiento de lo que mi madre le había confiado.
—Alek, ya se que este no es el momento pero no me puedo aguantar, la curiosidad me gana. ¿Que quiere ese hombre con Andrés?
Me senté a su lado y limpié las lágrimas que me quedaban. Vacilé un poco para contestar.
—Es mi infierno Sonya— revelé con la mirada pérdida.
—Lo que decía en esa carta, ¿es cierto o...?— dejó en el aire la pregunta.
—Ese hombre me quiere y no va a descansar hasta tenerme.
Sonya tragó grueso asustada.
—¿Qué vas hacer?
—No lo sé—dije, sorbiendo mi nariz—. Él tiene a Andres y... ya no se qué hacer. Temo por mi hermanito Sonya.
—Hablemos con mi madre, las cosas no pueden ser así.
—Se ha obsesionado conmigo Sonya y... mi madre le dio mi custodia.
—¿Es en serio?—se mostró indignada.
—No podemos hablar con tu mamá, sería una completa catástrofe. Mañana tengo que ir a verlo. Solo quiero tener a mi hermano conmigo y me dijo que si quedamos en un acuerdo me lo iba a devolver— le expliqué con calma.
Negó con la cabeza.
—Alek él quiere acostarse contigo por dinero, ¿serías capaz de hacerlo?
—¡No lo sé!— me levanté abruptamente. — tengo que buscar una manera de sacarme de encima a ese hombre.
Se acercó a mí y me puso la mano en los hombros.
—Yo te ayudaré Alek, no te preocupes.
—Gracias Sonya.
Me recosté en la cama intentando dormir pero por mas que lo intentaba, no podía, estaba pensando en todo lo que había pasado; en mi madre y en Andres, en ese hombre. Aquella noche tuve un sueño con aquellos ojos azules penetrantes. Soñé que me tomaba y que me poseía por la fuerza, y lo peor de todo, fue que me gustó.