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Chapter 4 - Querida Alekxandra.

Nunca fui de esas chicas que le tomaban la palabra a una persona maleducada, pero ese día no me sentía así.

Aquella vez quería romperle la cara a ese infeliz.

¿Acaso todos los hombres eran iguales?

¿Todos eran cortados por la misma tijera?

¿Acaso estaba destinada a encontrarme con esa clase de tipos malos?

No quería normalizar esta situación.

No estaba de acuerdo con esta situación y estos comportamientos, pero el mundo era así y creo que en algunas ocasiones me iba a encontrar con cualquier persona arrogante e insana, pero también estaba segura de una cosa: Y era que siempre iba a establecer mis límites.  Y eso era lo que iba hacer en ese preciso momento.

Me agarró del brazo, con suavidad. Quise alejarme.

—Vuelva a repetir lo que dijo.

—No me toque. —le pedí, de mala gana.

Hice un nuevo movimiento para zafar su agarre, pero fue inútil, porque él era más fuerte que yo. Sonrió con diversión y se acercó a mi oreja, violando mi espacio personal. Tragué seco, incómoda con su cercanía.

—¿O qué si le toco?.— inquirió en un leve susurro.

El color y el sonido de su voz me hicieron encoger conmovida de una manera negativa, fue muy atrevido.

Me sentí acosada.

Levanté la barbilla y me encontré con su profunda mirada, y me quedé sin palabras. No pasó mucho tiempo para volver a recuperar mi compostura.

—¿Puede devolverme mi espacio personal, y de paso respetarlo?

No me soltó

—Cuide sus palabras conmigo, no sea malcriada.

—¿Cómo podría ser respetuosa con una persona tan grosera?— no respondió—. Parece que no tiene educación, ¿acaso en su país el nivel de educación es bajo?— reí irónicamente—. sí, claro, su educación solo funciona con los hombres, ya que para ustedes las mujeres no valen mucho en su país.

Endureció su expresión, a pesar de que le dije la verdad. Había visto cómo las mujeres son denigradas y perdían el respeto, por el simple hecho de ser féminas.

—Usted no es quién para hablar de mi cultura.

—Puedo hablar de lo que se me dé la gana. Ahora, si es tan amable de soltarme, necesito que me devuelva mi brazo.

Se lamió los labios, una sonrisa seductora los curvó y se pegó un poquito más a mi oreja. Me dejó una sensación de cosquilleo, cuando aspiró el aroma de mi cuello.

Me separé de él exaltada.

—¡¿Qué demonios cree que hace?! Le dije que me suelte, desgraciado.

—¿Está loca?

—No, pero estoy a punto de volverme loca y trapear la calle con usted.

Abrió los ojos con sorpresa y sonrió ampliamente, cruzándose de brazos.

—Estoy seguro de que a su madre no le gustará esto—. apreté los puños por debajo de mis costados—. Cuide sus palabras, porque puedo hacer de su vida un martirio, si me lo propongo. Creo que estaremos muy cerca de ahora en más.

—¿Eso es una amenaza?— respiré forzado—. Le recuerdo que yo no soy mi madre, y lo que sea que usted esté haciendo con ella me la suda.

Se mostró despreocupado sin dejar de mirarme. Luego se giró y se fue alejando lentamente, hasta darme la espalda. Desvíe la mirada y me aparté de la calle, mientras  ese idiota se iba en su auto.

Me quedé pensando en las palabras que me dijo

¿Cómo era eso de que pasaríamos más tiempo juntos?

Pude jurar que en sus palabras había algo más que la intención de molestarme. Mi intuición me decía que no iba a ser nada fácil lidiar con él, porque mi madre estaba haciendo negocios. Solo esperaba que en sus planes no estuviera incluida.

Algo me decía que este tipo buscaba otra cosa más, que ser el patrocinador de competencias de arte. O tal vez estaba juzgando mal y el hombre sí le gustaba, pero me daba mala espina.

—Alek, ¿Estás bien?  ¿Quién era ese tipo?

Miré a Sonya, estaba algo alterada y nerviosa.

—Solo es el patrocinador de la competencia de ballet, ese infeliz no tiene modales.

Frunció el ceño.

—¿Y qué es lo qué quiere? Pensé que iba hacerte daño. Ya estaba apunto de llamar a la policía.

—No lo sé, ni me interesa mucho. Creo que después de lo que le dije no va a trabajar con mamá.

—Y era algo importante.

—Creo que sí, ya sabes, estaba buscando una entrada más de dinero. Y creo que lo arruine, pero no iba a dejar que me falten al respeto.

—¿Puedo darte un abrazo?

Comencé a sollozar y asentí con la cabeza.

—Ni siquiera me ha llamado en un año y lo único que me dice es que estaba ocupado.

Acarició mí espalda.

—Hoy es el peor día de mi vida.

—Yo estoy aquí contigo, no te voy a dejar sola.

—Gracias amiga.

—¿Quieres ir a mi casa? Mamá no está y podemos relajarnos un poco.

—No puedo, tengo que llegar a casa. Sabes bien que mamá no me deja salir mucho.

Limpié mis lágrimas.

—Jamás he comprendido por qué Anastasia te sobreprotege tanto.

—Yo menos.

—Es raro.

—Creo que eso nunca va a cambiar, hasta que me haga independiente.

—Al menos Veronika no es así conmigo. Pero siempre se queja de mi Agustín— suspiró —. pero bueno, cada madre es distinta.

—Concuerdo—dije, un poco desanimada.

—No te preocupes por ese señor, no vale la pena estar triste por personas que no quieren estar en tu vida.

—Tienes razón.—me despedí con un beso.

¶¶¶¶¶

Cerré la puerta, tras adentrarme en casa y oí los pasos apresurados de mi madre.

Jamás había desaparecido tantas horas, y de seguro estaba muy preocupada.

—¡¿Dónde estabas?! Te dejé muchas llamadas pero nunca las respondiste. Le pregunté a Sonya y me dijo que le dijiste que ibas a ir a casa. No me hagas esto, sabes que me preocupo mucho por ti.

Me quedé quieta observando su ceño ligeramente fruncido y sus ojos, en una mirada entre molesta y curiosa.

Me quedé en silencio por un rato y tomé aire, para luego escoger las palabras correctas para decirle lo que me había pasado anteriormente.

—Se que me llamaste... pero solo quise darme un descanso. Hoy no ha sido un día fácil.— le expliqué con desgano—. Hoy me encontré con Alekxander.

Se me revolvió el estómago cuando le hablé de él. Lo odiaba con todas mis fuerzas.

—¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo?—se acercó a mí y me tomó de la mano para que nos pusiéramos cómodas en el sofá.

—Nada, sólo me dijo que estaba muy ocupado, y que por eso no me ha venido a visitar— expresó con molestia— y... me enojé y le lancé un vaso de agua.

Se mostró sorprendida.

—Por favor dime que es una broma.

—¿Te parece que estoy bromeando? mamá, hazme el grandísimo favor de no incluirme en tus jodidos proyectos con ese hombre.

Se mostró confundida.

—Estoy hablando de ese árabe infeliz o como sea que se llame su país. Te lo advierto madre, ese hombre no me inspira confianza.

Se comenzó a incomodar, pero eso era algo que era indiscutible para mí, no quería que ese hombre estuviera cerca por cómo se comportó, parecía ser el típico hombre oportunista millonario que le gustaba hacer favores a cambio de cosas muy caras, como la dignidad de una persona.

—Cállate Alekxandra, que hayas discutido con tu papá no quiere decir que vengas a pagar tus diferencias que tienes con él conmigo.

—¡No es mi papá! Te lo dije, ese hombre murió para mí. —me levanté del sofá—. no quiero que lo vuelvas a mencionar como mi padre.

—¡Alekxandra, detente!— me gritó—. te juro que voy a castigarte si te sigues comportando de esa manera.

—No me importa lo que hagas mamá, haz lo que quieras— elevé el tono de mi voz—. Aunque me castigues un millón de veces jamás lo aceptaré como mi padre, siempre será ese patán que me abandonó.

Se levantó para abrazarme, pero la esquive.

—No me toques Anastasia— se me rompió la voz—. Estoy al borde de perder la cordura, son tantas que me han pasado que estoy a punto de colapsar, solo... quiero estar sola. ¿Sí?

Bajó la guardia de inmediato.

—Está bien. — se rindió— solo ve, date un baño...

Suspiré.

—Buenas noches.

—Buenas noches Alek.

Aquella noche lloré hasta quedarme dormida.

Aunque quería hacerme la idea de que no me dolía, mi realidad era otra. Cada vez que recordaba que llevaba su sangre y su apellido, me enfurecía. Si hubiera podido escoger estaba segura de que hubiera elegido un hombre mejor, con quién compartir. Que siempre estuviera conmigo en las buenas y en las malas y no que se rindiera sin importar las circunstancias.

Desgraciado.

Por él tenía que aguantar las humillaciones que le hacían a mi madre. Mentiroso y patán. Claro, mi madre era aquella chiquilla inocente que cayó en sus redes, en sus mentiras. Y ahora el resultado soy yo, una chiquilla llena de odio hacia él, hacia el hombre que me privó de su cariño.

#

NARRA EMIR

—Hola Emir— saludó la mujer. Me giré paulatinamente al escuchar su voz, esa voz que no había escuchado por tantos años.

—Anastasia, me da gusto verte.

—¿Por qué estás aquí? Pensé que no volvería a verte.

Estaba muy nerviosa, como aquella noche en la cual ocurrió la desgracia. Se hacía muchas preguntas pero las respuestas navegaban en su cabeza. Tal vez tenía la esperanza de que la respuesta fuera una conveniente situación para su familia.

—Ambos sabemos porqué estoy aquí, soy un hombre de negocios.

—La última vez que te ví, eras un adolescente, así que no se con certeza qué quieres.

—Existe algo importante para ti que yo quiero poseer.

—No tengo nada valioso qué darte, estoy acabada.

—Tu hija es muy bella.

Frunció el ceño.

—Mi hija es menor de edad y tú eres muy mayor para ella.

—Anastasia, yo no quiero asustarte, pero Murad sigue vivo y te está buscando.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Estoy perdida, pensé que ese pasado era algo que estaba enterrado y que no volvería a desenterrar.

—Él ya te encontró, sabe de tus movimientos y de tu familia.

Silencio, todo se nubló para mi ex- institutriz.

——

Narra Alekxandra

Me flexione hasta abajo y volví a subir en puntillas. Cerré los ojos mientras la música de un piano envolvía mi cuerpo. Con la danza me olvidaba de todos mis problemas.

Por primera vez en mi vida me encontraba rompiendo las reglas.

Mi madre me advirtió que todavía no estaba lista para bailar pero quería olvidarme de todo ese estrés y no me importaba nada, tal vez ella estaba exagerando al decir que no estaba del todo bien de mi tobillo.

Seguí girando en círculos varias veces descontroladamente, el sudor caía por mi espalda y las hebras de mi cabello rubio estaban esparcidas en mi rostro. Al seguir girando me olvidé de la noción del tiempo y del lugar. Me detuve cuando sentí que mi cuerpo se estrelló con alguien.

Y esa misma persona me sostuvo por el brazo, privándome el control sobre mi cuerpo.

—Usted no pierde la oportunidad de aparecer en mi camino.

Tragué al mirarlo de nuevo, a sus ojos hipnotizantes. Levantó la mano para llevarla a mi pelo desordenado para luego quitar un mechón rebelde.

—Usted se ve... muy demacrada— continuó, soltó mi brazo para luego sacar un pañuelo de su bolsillo para secarse el sudor imaginario.

Respiré profundo.

—¿Qué hace aquí?— cuestioné alterada.

No respondió a mi pregunta, solo se quedó observando mi rostro fijamente, su mirada era misteriosa y siniestra como la de un lobo pasivo, esperando cazar a su presa.

—¿Su madre no le advirtió que no bailara?—el tono de su voz era pasivo, pero al mismo tiempo era intimidante.

Me comencé a enojar, aunque me daba pavor sentirme tan acosada por él, pero no demostraba las emociones verdaderas porque mi carácter era más fuerte que mis emociones.

—¿A usted qué le importa? Mire señor Evliyaoglu, no vuelva a poner sus sucias manos en mi cuerpo.

Levantó una ceja.

—Mis manos están más limpias...—me dedicó una mirada de desaprobación—, que ese cuerpo de usted señorita.

—No lo creo.

Se quedó quieto.

—Sí, es la verdad.

Levanté la mano para darle una bofetada pero él fue más rápido, me agarró la mano, para luego en un movimiento rápido, sostenerme de la cintura.

—Su cuerpo se ve sexy lleno de sudor—murmuró en mi oreja—. Y me provoca dejarlo aún más sucio con mis toques.

Me quedé estática ante esa confesión.

—Suélteme, por favor.

—¿No puede simplemente quedarse en silencio?—posó su mano en mi cabello recogido y quitó la pequeña pinza que lo sostenía—. Cuando habla no parece la mujer con clase que quiero tener.

Mi cabello cayó sobre mi espalda.

—Suélteme o voy a llamar a la policía— mis nervios estaban a flor de piel, no podía siquiera moverme, al sentirme tan cohibida.

Mi teléfono comenzó a sonar, rompiendo la tensión, así que aproveché para escaparme de su agarre.

Descolgué la llamada.

— Sí, Sonya—respondí.

-—Alekxandra.

—¡¿Qué sucede Sonya?!—pregunté alterada al escuchar los sollozos de mi amiga.

—Debes venir. Es tu mamá ... Le han disparado, fue un asalto... la están operando.

Sentí una punzada en mi pecho al recibir la noticia que me descompuso por completo, las lágrimas se arrimaron a mis ojos.

El patán se quedó observando con preocupación, al ver mi reacción.

—¿Qué le sucede?

—¡Callese!—exclamé. Sentía que el aire me faltaba. De pronto, sentí un bajón, iba a caer pero su movimiento fue rápido y me atrapó en sus brazos.

—Por favor, lléveme dónde mi madre—pedí entre sollozos, su semblante estaba preocupado.

—¿Qué ha pasado?—preguntó mientras me sostenía para que no cayera.

—Le han disparado.-Me cubrí el rostro con las manos y los sollozos se intensificaron más. No podía caminar, así que él me tomó en brazos para llevarme a su auto.

—No se preocupe, todo va a estar bien —acarició mi muslo, me aparté incómoda.

No podía dejar de sentir su mirada clavada en mi de vez en cuando. Tragué saliva nerviosa, me llevé el pelo hacia atrás por la frustración que sentía, al no saber qué estaba pasando con mi madre.

luego de que llegamos al hospital, me bajé de prisa de su auto, él también se bajó y me quedé observando confundida.

—¿Qué hace?—le cuestioné, al ver que se había desmontado del auto para entrar conmigo al hospital.

—Anastasia es mi socia —habló cortante, parecía cansado, pero él se lo buscaba, me caía mal y me debía una disculpa por haberse comportado de esa manera. El hombre estaba loco e iba a atropellarme.

Suspiré cansada. Cuando llegamos a la sala de espera nos encontramos con Sonya y comenzamos a llorar.

—¡¿Cómo pasó esto?¿dónde está mi madre?!—Sonya negó con la cabeza, la miré a sus ojos desesperada al ver que no decía nada, tiré de su chaqueta nerviosa—. ¡¿Qué ha pasado?!—volví a preguntar.

—Alek... tu madre ha muerto, no pudieron salvarla.

La solté de la chaqueta lentamente y sentí como caía en los brazos fuertes de un hombre, al cual odiaba con todas mis fuerzas.

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Desperté en la habitación de un hospital.

Las lágrimas empezaron a mojar ligeramente mi cara, al recordar que mi madre había muerto. Vi alrededor y ahí estaba él, sentado, en un mueble grande leyendo un libro de economía.

—¿Qué hace aquí?—pregunté en un hilo de voz y sorbiendo mi nariz.

Él levantó la mirada hacia mí, parecía que estaba enfadado. Pero no, no lo estaba.

—Soy Emir Evliyaoglu. — se presentó, como si yo no lo supiera—. Su madre y yo hicimos un negocio del que vamos hablar cuando esté más calmada.

Volvió la vista a su libro, y rodé los ojos.

—Es un idiota, ¿cómo se atreve hablarme de negocios ahora? Yo no tengo nada que hablar con usted.

—Ya le dije, es importante, si no lo fuera créame que yo no estuviera aquí.—se incorporó y se dirigió hacia la camilla en la que estaba sentada.

Me alcé las cejas.

—¿Se le perdió algo o qué?— enredó los dedos en mi cabello y desvié la mirada, las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos.

—Quiero hablar de las cotizaciones para darle cristiana sepultura a Anastasia—frunció los labios y me miró esperando una respuesta.

Ladee la cabeza riendo sin gracia.

—Yo no le pedí en ningún momento su compasión. Señor, largo de aquí.

Señalé hasta la puerta, llena de furia.

Torció los ojos.

— Mire, esto no es por usted, así estaba estipulado en él contrato, cosa que hablaremos cuando usted esté más calmada.

—Quiero ver a mi madre.

Sonya se adentra en la habitación y corrió abrazarme. Emir nos dejó solas para que tuviéramos un poco de privacidad.

—¿Qué pasó Sonya?

—Estábamos en tu casa, mi madre me había pedido que entregará unos pedidos—hizo una pausa y tomó aire—, tu madre quería disculparse contigo, así que te iba a dar una sorpresa. En ese instante en el cual yo había pasado, había alguien en la casa con un pasamontañas y le disparó, sólo a ella y sin piedad.

Rompí el llanto desconsolado al imaginar por todo lo que había sufrido mi madre, lo que más me dolía era que no me pude despedir de ella y que la traté muy mal la última vez que la vi.

—Alekxandra, tu madre te dejo una carta, me dijo que te la entregará a ti si ella moría, mientras yacía en el piso herida.

Sonya introdujo la mano en su bolsa y me la tendió. Me quedé en shock. Rompí el sobre desesperadamente. Desdoble el papel, su ortografía era perfecta.

Querida Alekxandra, mi hija preciosa, eres lo que más amo en este mundo. Tal vez hay cosas que no vas a entender pero todo lo hice por protección ya que si algo me pasaba te ibas a quedar sola con Andres, puesto que tu padre no los iba ayudar económicamente.

Te sugiero que le saques todo el dinero que tiene Emir, te cases con él y puedas vivir la vida que tanto anhele para ti.

No es por ambición, es porque lo necesitas, firme un poder, le di la custodia de Andrés

Emir Evliyaoglu.

Andrés no tiene el apellido de tu padre, así que no lo podía dejar desprotegido ni a él ni a ti. Quédate con Emir, él te va a proteger, se vienen tiempos terribles de los que no te imaginas.

Perdoname hija, por elegir por ti, se que siempre te molestó pero yo no tenía otra elección.