—Real. Duro… Izabelle.
Esas últimas tres palabras hicieron que el corazón de Elle latiera con frenesí dentro de su caja torácica. Su garganta se secó como un inexplicable temblor que corrió con fuerza a través de ella. La sensación de su cabello ligeramente húmedo al ser agarrado por él se sintió… se sintió…
—Y eso no es algo que puedas manejar sin importar cuánto te atrevas —continuó. Su voz permaneció baja, pero ella casi podía saborear la advertencia en ellas—. Así que, te daré otro recordatorio. No... Me toques.
Luchando con fuerza contra el impulso de tragar por miedo, Elle levantó un poco las manos, juntándolas frente a ella mientras esbozaba una sonrisa.
—Entiendo… entonces, creo que es mejor si atas mis manos. Mejor prevenir que lamentar, ¿verdad? —dijo, tratando de calmar su ahora caótico corazón.
El agarre de Sebastian en su cabello se aflojó y ella se relajó un poco. Aun así, no se atrevió a respirar aliviada. Al menos no todavía.