Cuando nos alejamos, sentí la desolación de no verla a ella, me sentí con esa inseguridad, por no poder ver sus ojos, y palpar sus labios.
- ¿Qué lugar tan inusual? Parece salido de una película de terror ¡Hay ruidos extraños! Sera mejor que me mueva rápido. Este lugar es muy extraño. Esos ruidos se hacen más intensos. Debo apresurarme. Hay telas por doquier. ¡Ahh! Mi brazo está atrapado. Voy a cortar esa seda.
Hermes se haya solo en un lugar prácticamente cerrado. Su más intenso miedo lo está dirigiendo a regiones que desconoce, y no es su típico sueño
Esas palabras se vienen en mi mente...
.....Agus meallaidh an damhan-allaidh thu agus tuitidh i ann an gaol leat. Cha bhith thu airson a dhol a-steach innte, ach nì i annad.
(Y la mujer araña te seducirá y se enamorara de ti. No querrás entrar en ella, pero ella si en ti. )
Las redes cada vez son más intensas, parece una red de muchas líneas que se dividen en un lugar y en otro. Podría regresar por el lugar que llegué.
Hermes da la vuelta, pero solo encuentra una pared; un muro inexpugnable que no lo dejar proseguir, y delante de él, todo un circuito de tejidos que se entrecruzan y se dividen en todas las direcciones. Luego la materia vertiginosa y
luminosa se expande de modo tajante. Él, realiza cortes en todas partes abriéndose camino como si estuviera en una jungla perdido. Como explorador va consiguiendo abrir camino en una caverna oscura que posee diferentes senderos que se subdividen, es como una trampa que lleva a un solo lugar en el cual alguien espera.
Unas gotas de agua caen desde unas formas calcáreas puntiagudas. Hermes levanta la cabeza y puede ver toda esa magnífica erosión, y desde allí una proyección entre la superficie de parte de aquel espacio que se mueve. Una silueta femenina y luego muchos extremidades que se desprenden de esa imagen con poca nitidez, y allí otros volúmenes de seda.
Pronto el camino se vuelve complicado. La configuración del terreno le prohíbe a Hermes continuar. Éste no interrumpe si andar, y prosigue. Sin mediar peligro. Allí una figura.
-Ven Hermes, sígueme - La imagen de una dama de cabello oscuro. –
- ¿Leticia eres tú? Espérame. – Phileas se mueve diligentemente, y con cierto dinamismo va sorteando las redes y las estalagmitas, de inmediato experimenta un dolor muy grande en sus pies. – Al tomar una pausa, y verse, nota que sangran. Y un camino de líquido coagulado va quedando detrás de su persona. Él, no presta atención y continúa. – Debo continuar.
- Adiós Hermes. -
- ¡Espera! – Hermes corre a ella y resbala entre las rocas y la seda que empaña el espacio, cayendo desde un plano inclinado, del cual había un abismo. – ¡¡¡Ahh!!! – Phileas cae y cae rodando por el suelo, levantando el polvo del espacio. Un hilo de la tela comienza a enredarlo, y el sigue dando vueltas hasta que el tejido amortigua su caída.
El sonido se produce con pequeñas gotas que caen con un mismo ritmo de melodía. Es la misma gota. Una y otra vez eternamente. Una de ellas cae en su rostro lastimado y lleno de tierra.
- Hermes. Despierta. ¡Hermes! –
- ¿Quién eres? – Pregunta con poca fuerza en su voz. –
- Soy yo. Hermes. Te espero.
- Cleo. – Eres tu – Hermes, veía el cabello extenso amarillo con sus ojos color café sonriendo. – Eres tu – Extiende su mano a ella y de repente se desvanece – ¿Qué ocurre Cleo? ¿Qué hago aquí?
Hermes se encontraba en posición vertical con sus manos y piernas amordazadas entre telas, y sedas y desde el techo de la caverna descendía una mujer de cabello oscuro corto y de ojos pequeños y contextura delgada. Llevaba un vestido corto negro. Su piel blanca. Y una sonrisa extraña. –
- Te he estado esperando Hermes – Tú me heriste, y no pude dejar de pensarte desde aquella vez.
- ¿Quién eres? – Se alarma Hermes
Ella se fue acercando hasta llegar a él. Cara a cara. Pasó su mano acariciando su mejilla. –
- Tu rostro es bello. – Te he estado buscando. – Luego se fue acercando más, y abrazó su cuello. Los labios de la mujer se unieron a los de Hermes. ella mordisqueo el labio superior de Hermes, pronto lo soltó – Siempre quise hacer esto. – Así pues se fue alejando; dio la vuelta y de espaldas comenzó a transformarse. Su cuerpo abría extremidades y un volumen sobresalía.
- ¿Qué demonios eres?
- Soy la mujer araña - Su rostro gira en una vuelta y comienza a transfigurar
sin completar la misma; parte mujer, parte araña, y pronto se fue acercando lentamente a él con unos aguijones. Hermes intentaba poder soltarse, sin
embargo fue imposible. Y ella se acercó terminando su transformación en un rostro de ocho ojos y dos mandíbulas que iban a su cabeza. Y el grito de Hermes que no secaba al recibir el primer golpe en su pecho abriéndose. El veía como su cuerpo se estaba desintegrando, mientras se alimentaba. El estado de Shock de Hermes fue tal que no podía entender nada, y pronto escupió sangre en el rostro de la especie que quitaba parte de sus huesos y carne.
- ¡¡¡¡Déjame!!!! ¡¡¡¡Déjame!!!! - El dolor consumía la mente de Hermes y pronto tomo su corazón cortando las válvulas y un mar de sangre escapaba- ¡¡¡¡AHHHH!! – El grito intenso. - ¡¡¡AHHH!!!
La transpiración de su cuerpo se extendió por toda su ropa.
- ¡¡¡Hermes!!! ¡¡¡Hermes!!! – ¡¡Despierta!! – Cleo movía el cuerpo de Phileas en una pesadilla. – nombraba a una mujer. – ¡¡Hermes despierta!!
Hermes, se levantó prontamente agitado con la respiración acelerada de su corazón, y muy convulsionado.
- ¿Estás bien Señor Hermes? – Le dijo Mac
- Sin duda, tuvo una fuerte pesadilla. –
- Le dará jaqueca – Expresa Hartman. –
- ¿Qué paso? – Se toma la cabeza inclinándose. -
- Estas aquí. ¡Con nosotros Hermes! – Comenta Cleo. – Bebe un poco de agua. –Mac le alcanza una taza.
- ¡Gracias! – Fue un sueño muy extraño. –Seguro que es real. No sé porque lo digo. Esa mujer Araña. – Se coloca de cuclillas Hermes. -
Luego de lo sucedido en el pueblo de Umbría. Y antes de llegar el alba. Todo el grupo salió de allí. Tomaron sus pertenencias y se dirigieron a las afueras. De una forma extraña la ciudad en pleno día estaba abandonada. Tal vez las opacidades fueron todas aniquiladas. En un abrir y cerrar de ojos se vieron los habitantes. Mac
habló con alguno de ellos, pero mencionaban que no sabían a qué se referían. Hartman, manifestó que de día el pueblo en una cara, y de noche es otra. Lo que ocurre de día, no ocurre de noche y viceversa. Lo que vimos anoche era otro pueblo, manifestaba Manni. Al irse. Llegaron al camino.
- ¿No tengo dónde ir? - Expresó Manni – Sé que no me tienen confianza – Pero también tengo mis motivos para ir por Drake. –
- ¿Tú con nosotros? Olvidado – Concretó cerrando los ojos enojado y cruzando los brazos
- ¡Por favor! –
- Olvidado, cuando mi padre me hecho de mi casa, intente lo mismo y no funcionó – Dice Hermes con palabras sinceras y una sonrisa como si la vida fuera simple. –
- ¡¡Hermes!!
- ¿Qué?
- ¡¡¡No ha salvado la vida!!!
- Es verdad señor Hermes. –
- Creo que lo que dice esa bella dama es muy cierto. –
- ¿Y tú qué dices?
- ¡Hermes! – Le grita Cleo en la cara con enfado – Esta decidido viene, ¿Y usted Sr. Hartman que hará?
- Estoy camino a Azarea/Azaria. –
- Puede venir con nosotros. –
- No es molestia.
- Bien. Somos una familia llena de cariño – Ironiza Hermes
- ¡Hermes! - Se irrita Cleo que le habla como ladrándole y Phileas le devuelve las palabras. Los dos como perro y gato.
- Será un viaje largo – Expresa Hartman
- Ni lo duden – Comenta Mac que lo mira a él y Manni.
- ¿También vienes de la guerra? – Pregunta Hermes.
- Si. La única manera de vivir aquí es luchando. Ojala no tuviera que ser así. Pero entre las opciones. La mejor suele ser la menos dañina.
- No existe otra – Agrega Hermes.-
Hermes se relajó luego de aquel sueño estaban recorriendo las zona de montañas y cerros por lo que el trayecto estaba convulsionado. Cleo se había quedado detrás de la carreta descansando. Manni estaba platicando con Mac sobre unos trucos de magia. En otro caballo Hartman. Pronto Cleo empezó hablar sola. En paisaje se dividía entre los árboles y la subida en los cerros arborícolas. Una gran cantidad de especies se iban presentando, en el trayecto. Las plantas parecían bambús que Hermes podía reconocer en un viaje a la tierra del Japón. Pronto recordó a Takeda. Los mismos se fueron acumulando. Eran cerros muy extraños con lugares y bosquejos todos de la misma raíz de bambú. Se arremetieron y los pájaros salían de aquellos volando en dirección a la derecha, luego algunas alimañas. Ratones almizcleros que corrían por doquier y se escondían en sus madrigueras. Algunos pequeños animales eran presas de unas especies de lagartos con cabeza de pez. Eso llamó la atención de Hermes, luego otras de la misma suerte ¿Peces con pies y pezuñas?
- No seas así. Todo se está destruyendo. Los pisos se mueven no hagas eso
- Cleo estaba situada en un lugar lleno de ríos de lava y todos los edificios se estaban desplomando. El cielo se había puesto de color rojo nítido, y oscuro, y por todos lados caían rayos. En el exterior de todo un dragón recorría cada sitio quemando todo a su alrededor, y las personas corrían asustadas. – Cleo solo decía lo mismo. No seas así. Detén todo. ¡¡Detenlo!!
- Ahora está soñando Cleo – Expresa Mac. –
- Despiértenla – Puede ser una pesadilla. La pobre estará asustada. – Expresa Hermes. -
Cleo se incorporó de esa pesadilla. Bostezó luego de ello.
- Hablabas sola.
- Sí, siempre lo hago – Se ríe ella que se acerca a la plataforma en la cual esta Hermes. – ¿Por qué lugar estamos?
- Es como un cerro de bosques de bambú.
- Es el sendero de las cañas. – Es bastante cerrado este lugar
- ¡Wow! Nunca lo he visto.
- ¿Lo conoces?
- No, solo he odio de él.
- Se dice que es un lugar lleno de cañas que llegan muy a lo alto, y lleva a las cuevas eternas de los reflejos.
- ¿Reflejos?
- Si, es una cueva muy adentrada en la cual se liberan todos los pensamientos nefastos que asustan a las personas.
- ¡Debe ser terrible! El hecho de tener en el interior de uno esos miedos.
- Allí se esconden monstruos y penumbras desconocidas.
- Una vez – Confiesa Cleo jactándose de cierta sabiduría – Tuve un encuentro con un hombre con una túnica negra. En su rostro había una máscara con un pico de nariz. Era como una parca. Se encargaba de transportar cuerpos a los cuales les quitaba la piel. Luego desapareció como si nada. – Expresó ella. -
- Esos hombres tengo entendido que son de la tribu de los médicos mortuorios del Rhindo – Piensa Manni. – Extraño nunca se han visto.
- No lo sé, pero es cierto lo que digo
- Supongo que soñaste todo ello. No creo que sea factible creer esa loca historia de que hayas visto a un médico de la muerte o como se llame. – Expresa con sarcasmo Hermes riendo
- ¡Es verdad!, - Aplica Cleo con ironía. - ¡¡¡¿Tampoco esa loca historia de la mujer araña de una pesadilla que sea real?!!! ¿Qué te ocurre Hermes? ¿Es que no tienes cerebro? ¡¡¡Ayy que torpe soy eso es obvio!!! – Cita Cleo
hablando sola, tocándose la frente con la palma de la mano. – ¡¡¡Cierto no tiene materia gris!!!
- ¡¡¡¡TU ERES LA QUE TIENE CEREBRO, COMADREJA PARLANCHINA!!!!! – al decirlo Hermes con su bocota, los ojos de Cleo se volvieron endemoniados, lo que no tardó un golpe en la nariz del pobre Phileas
- ¡¡Ahhh!! –Eso fue muy agresivo – Se tomaba la nariz con las manos. -
- Uh eso debe haber dolido – Expresó Hartman y Mac.
Hermes debería aprender a cerrar la boca delante de Cleo, pensaba Manni, aunque veía en ellos algo muy usual que es una química inconfundible. De hecho cuando Hermes, no estaba, Cleo preguntaba por él, de estarlo, lo observaba con una mirada activa y única. Hermes cuando Cleo caminaba pensando, la miraba como compenetrado en ella. Como si fuera lo único que existiera en todo el paisaje. Se entenderán tal vez, cavilaba.
En cuanto el surco del paisaje, pronto el camino se les concluyó en terrenos hostiles, pues había un cementerio de cañas que atravesaban todo, y no dejaban avanzar a nada que quisiera cruzarlo, era proseguir a pie, o retroceder para buscar otro modo de poder avanzar. Estaban por doquier. Al ser de gran tamaño, se hizo imposible el quitarlas del sitio. Intentaron idear algún otro plan. No podían dejar a los caballos detrás, por más que llevasen los bolsos. Cleo y Manni comenzaron a introducirse entre la maleza. Mac les pidió que mantengan cuidado mientras hacía guardia en la carreta, pues podría haber peligros. Hermes y Hartman ideaban algún plan, aunque nada resultaba como lo esperado.
Cleo sorteaba todo tipo de raíces, y postes verdes sin madurar, que se le atravesaban. No servía nada, pues con su sable en las manos iba cortando las malezas, pero parecía reproducirse instantáneamente. En un árbol muy cercano a ella, se iba movilizando muy cuidadosamente con cierto pitido una especie que se deslizaba sin problemas. Estaba quieta en un sector cerca de éste gran eje de la naturaleza con varias ramas que se bifurcaban, y se anexaban a los bambúes.
- Hay que encontrar una manera de poder continuar. Es muy misterioso. – Cleo, había dado con su sable cortando varias cañas, y regresaban en mayor cantidad. – Éste lugar no parece apropiado, ¿Pero cómo pasaremos?
– La inquietante criatura se iba acercando cada vez más, sin que Cleo pudiere percatarse de ello. Manni había regresado con los demás para verificar si tenían alguna idea, y comentarles de la topografía de ese terreno impenetrable. Cleo se mantenía paciente. Pronto advirtió en su cuello una cálida sensación que palpaba su piel. Comenzó a temblar sin poder darse la vuelta y ver por si misma lo que era. Al amarse de valor giró su cuello y su rostro empezó a dibujar una gran cabeza de serpiente del tamaño de un árbol. Un grito, alteró todo el terreno. Los pájaros de los arboles salieron volando de inmediato.
- ¡¡¡AHH!! ¡¡¡Auxilio!!! ¡¡¡Hermes!!!
Todos escucharon la voz de socorro de Cleotilde.
- ¡Es Cleo! – Dijo Hartman – Se alarmaron por el peligro, que venía en dirección al cementerio de cañas que se establecía como un fuerte.
- ¡¡Cleo!!! – Hermes salió corriendo hacia el sitio en el cual habían ido. Lo demás siguieron a éste. Phileas sacó su largo cuchillo y comenzó a cortar los bambúes, juntos y todo lo que se le atravesará. Solo podía oír los gritos de ella. Aunque quisieran avanzar no podían porque de una u otra forma volvían a crecer reproduciendo en más cantidades que se extendían y evitaban el paso. – ¡Manni utiliza algún truco, debemos llegar a Cleo! - Pide Hermes con suma urgencia - Manni intentó alguna magia, no obstante era inútil cualquier hechizo.
- Mi magia no funciona aquí. –
- ¿Qué dices? – Responde Hermes con su rostro perplejo. -
- Hay como un escudo protector. – ¡¡Debe estar encantado el lugar!!. –
- ¡Diablos! – Esto no puede estar sucediendo. – Comenta Hermes desesperado, que intenta pasar entre las arboleda de juncos. Hartman y Mac hacían lo que podían, sin embargo eran los mismos resultados.
- ¡Auxilio! – La gran serpiente empezó a enrollarse dejando diminuta a Cleo como constrictora. Cleo no podía tomar su sable ya que sus manos, brazos, piernas; cuerpo completo estaba atrapados, solo podía verse su cabeza, y en una media vuelta de movimiento la cabeza de la serpiente que abría su boca dejando al descubierto su lengua rosando se semblante con la saliva añeja del reptil. Cleo estaba asustada y pareció desvanecerse. En algún lugar lejos de allí la luz de una espada estaba resplandeciendo en una nitidez bermeja, y la mente de Hermes se envolvía en palabras
Agus bheir i air a' bhiast spreadhadh (Y ella hará explotar a la bestia)
- ¡Cleo! ¡Cleo! ¡Resiste! ¡Por favor! – Se asusta Hermes que no puede llegar a ella por mucho que quisiera. –
- ¡¡Hermes!! – Cleo veía que su cuerpo se debilitaba y pronto sería engullida por el reptil. Entre la adrenalina del miedo y el instinto de sobrevivir, Cleo comenzó a resistirse, pero sus huesos, y su carne se estaban agotando. Su rostro de desesperación se inundaba de transpiración que recorrían su cabello Amarillo, y se entrecruzaban con las lágrimas. – ¡¡Noo!! – Los ojos de Cleo se fueron decolorando, y pronto las pupilas se fueron dilatando. El blanco tinte de la conjuntiva se iba decolorando. Sus pupilas transformaron a celestes, y a su alrededor todo un color rojo sangriento como su expresión terrorifica. Su rostro se desfiguró y sus labios se hacían mortales con una risa macabra. En instantes, una energía espiritual la rodeó como un aura carmesí. – ¡¡¡Suéltame!!! ¡¡¡Tu!!!
¡¡¡Criatura débil!!! – La voz ronca de Cleo se iba configurando, y el reptil quería escapar – ¡¡Ya no puedes irte!! – Se ríe - ¡¡¡Ya no!! –
Todos escuchan una explosión potente en toda la región. Una luz cegadora arrasa con todo alrededor. Manni siente la presencia demoniaca, y como el escudo que irrumpía su magia se desvanecía. Entre las cercanías los bambúes estaban en llamas. La luz se iba apagando y la periferia solo dejaba la desolación de todo lo que fue destruido. El suelo lleno de arenisca, y el humo de la quema que produjo la explosión.
- ¡No! ¡No! Puede ser – Hermes imaginó a Leticia, en la figura de Cleo – ¡No Cleo! ¡¡¡No de nuevo!!! , ¡¡¡Nooo!!!- Grito desconsolado Hermes Phileas que se agachaba al suelo como lo hizo muchas veces en la trinchera golpeándolo con sus puños por la muerte que se acercaba a él para decirle que alguien se había ido. Salieron de sí, unas gotas de sus ojos que apagaban el nimio fuego de la yesca, y producía un humo que aliviaba el ambiente.
- ¡¡Hermes!! Cleo avanzaba a él - ¡Hermes! – Ella se acercaba y el levantó la mirada. –
- ¡¡Cleo!! – Fue hacia ella y la abrazó. – ¿Estás bien?
- ¡S!i – Ella lo miraba llorando – Fue todo muy extraño – Los demás llegaron allí. –
- ¡¡Cleoo!! – Gritaba Mac. –
- Señorita que alivio – Dijo Manni – ¿Pero que fue esta explosión?
- ¡Señorita Cleo! – Se alegró Hartman – ¡Qué bueno que está bien y, a salvo!
– Todo está devastado. –
- Podremos avanzar – Pensó Manni. –
- Trata Cleo de tener más cuidado. – Le dice Hermes –
- ¡Lo siento! ¿Lo que no sé qué ocurrió? No recuerdo nada de nada. Solo sé que una luz estaba a mí alrededor.
- MMM. Podría ser una magia extraña. El lugar estaba colmado de escudos, y ahora ya no lo están. –
- ¿Alguna protección que tengas?
- Realmente no lo recuerdo. Solo sé que me desmayé, mientras la luz se iba expandiendo. –
- No es extraño. El Clan de la mariposa, es sabio en la fuerza de la luz. - Expresa Hartman. -
- Lo importante es que estas bien Cleo – Expresa Mac –
- Señorita ahora podemos avanzar. De alguna manera fue buena idea. –
- ¿En serio? – dice ella alegre. – Bueno, creo que sí – Se encuentra risueña ella y orgullosa –
- Si, menos mal, por lo menos podemos avanzar. – Aclara Hermes con antipatía. –
- ¿Qué dices? ¡Cuida tu boca! Estuve casi a punto de ser devorada por una serpiente del tamaño de dos Hermes. ¿Y ahora que lo imagino? ¡Sería terrible dos de ti! – Se coloca un dedo cerca de sus labios como pensando.
–
- ¡¡CALLATE!! ¡Y YA LARGUEMONOS DE AQUÍ –
- Allá sigue el camino de los bambúes. – Expresa Hartman. –
El grupo prosiguió su andar pese a lo sucedido, aunque Cleo estaba segura de que algo más le había ocurrido. Durante lo que duró el trayecto, sopesaba intentando recordar el hecho. Hermes se había entrañado en ir delante caminando de acuerdo a su habilidad como combatiente para los campos en los cuales pudiera suceder que hubiera peligros que rondan. Mac, mientras verificaba el mapa para saber en qué región se encontraban ubicados exactamente.
- Bien, bien – Estamos atrapados en el camino de los bambúes. Luego de ello, deberíamos sortear la cadena de cerros, y tendremos allí el pueblo de Azaria.
- ¿Qué buscas Mac?
- Cleo, estaba estudiando el mapa. Aún nos queda un tramo grande para llegar a Azaria.
- Si, ¡lo sé! – Suspira Cleo. – Nos han ocurrido muchos hechos hasta entonces. Y temo por lo que pueda suceder después. –
- Ese tal Drake – Expresa Manni – Es un ser despiadado – Ha atacado varios lugares del continente arrasando con sus ejércitos poblados y ciudades. –
- ¿Tú lo conoces? – Pregunta Mac. –
- ¿Alguna vez mencione la escuela de Nifghem? ¡Ahh! El gran Manni de la escuela de Nifghem.
- Es una gran escuela de brujos. –
- ¡Era! Hasta que Drake llegó. Ahora solo es polvo. –
- Lo siento – Dice Cleo. Mac acompaña el sentimiento. –
- No es nada. Supongo que la guerra es eso. A todos les ha hecho daño. Ese hombre a caballo afuera, es de la tribu de la orden de Fenrir. Tengo entendido que ha sido devastada. Los únicos poblados que aún se mantienen con vida son los provenientes de la orden de la mariposa. –
- No entiendo, Drake sabe que estamos yendo a Azaria, y no envía a nadie por nosotros, para quedarse con la espada. –
- Él no puede tomar la espada, ni nadie que no provenga de la familia Everlast. Solo tu Cleo – Dice El enano Manni. Es por ello que no viene por nosotros. Ha intentado secuestrarte, y tampoco lo ha logrado. –
- Es verdad – Asiente ella. – Siempre por alguna razón logramos escapar. A pesar de los monstruos que nos acechan.
- Eso es obra de Drake. Antes estas zonas no existían esas criaturas. De hecho han sido traídos por Drake, y en lo que respecta a la espada y tu persona. Eso quiere decir que hay algo en ti – Comenta Hartman. – Algo que no le permite hacerte daño. Incluso las criaturas no te han malherido. – Sabe bien, lo que hace ese ser inmundo en su trama. -
- Nadie jamás ha podido empuñar la espada. – Dice Manni – Cuando la tomé era para ir contra Drake. – Pero no podía llevarla. Su poder se estaba haciendo más fuerte, por más que quisiera continuar la espada no me dejaría, y terminaría con mi vida. Su funda me permitió tomarla por poco tiempo. Pensé en desacerme de ella.
- ¿Eso es verdad? – Expresa con asombro de pregunta Mac
- Si – Dice Cleo, y luego Hartman asiente. – La espada tiene un dueño de sangre y no puede ser transportada por nadie que no sea su dueño. En pocas palabras habrías muerto en el camino sino te encontrábamos Manni.
- Es curioso – Comenta ella – Hermes pudo empuñarla –
- ¿No es sabido de donde es él? – Pregunta Hartman –
- Existen infinidad de monstruos en esta tierra. Algunos son de aquí, otros vienen del más allá. ¿O eso estimo? – Hace un comentario sin causa Hermes. -
- Bienvenido a la adrenalina de Necromancer. – Se ríe Hartman.
- ¿A qué te dedicas? Veo que pareces militar – Expresa Manni. –
- No, solo es un hobby. Soy un peleador. – Bromea Hermes. -
- Ya veo – Tomó el sarcasmo Manni – ¿Ganaste algún combate?
- Nunca.
- ¿Y por qué lo elegiste?
- Nunca fui bueno para asegurar elecciones. – Comenta Hermes sin dirigirle la mirada.
- ¡Nadie lo sabe, por lo que uno elige! – Manifiesta Mac con risas – Debo decir que el señor Hermes es un gran combatiente. De donde viene tiene un grado de algo llamado, teniente, que es como un deribado de capitán. –
- ¿Así que capitán? – Se pregunta Hartman. –
- No me extraña – Comenta Manni – Pelea muy bien, tanto con las manos como con la armas – Tiene una técnica desconocida. –
- Si, jamás la había visto – Explica Hartman. – Es claro que es un soldado, y como todo soldado debe ser reservado en muchos aspectos, incluso no me parece singular, que su mente juegue con los recuerdos de guerra. –
Cleo se establece mirando a Hermes con preocupación, intentando ceder algunas palabras para él. Hermes de alguna manera era parte de ella. Estaban en pleno viaje, pero Cleo sentía algo desconocido que podía ser más que una simple manifestación de deseos, o cariños, y estaba comenzando a nacer.
- ¿Y Por qué lo dices? – Le pregunta a Hartman. –
- Porque soy un soldado como él. Y sé lo que debe tener dentro de su corazón guardado, sin poder decirle a nadie lo que esconde allí. -
En cuanto Hermes escuchaba las voces de su grupo estaba atento al paso lento por la senda. Un polvillo se levantó cubriendo su rostro, luego en el abrir y cerrar de ojos, un camino de hormigas negras se iba desplazando en línea recta.
La imagen en Hermes fue latente, con su casco de combate y su bayoneta todos los soldados rasos empezaron su recorrida por un desfiladero. Iban agrupados en filas de dos como los hastatis romanos. Un compañero de él, Jhonny estaba armando un cigarrillo, lo miró para ofrecerle, esa fuera su última mirada cuando la granada cayó delante del grupo, y comenzó la balacera. Jhonny se desplomaba en el suelo, pero no dejaba de mirar a Hermes. El aserrín del tabaco cubría parte de su pecho que escupía sangre.
- Ese día me había quedado al lado de Jhonny, y él ya estaba muerto. Intente reanimarlo. – Vamos amigo le dije, pero era inútil. Luego el alarido de mi compañero Jaime, que venía hacia mí y me tomaba el brazo para llevarme a un lugar seguro. Jhonny seguía allí mirándome sin vida. Jaime fue grande al salvarme ese día. Así era nuestro grupo, nos protegíamos del enemigo, como los hermanos se protegen en ese mundo. Quisiera saber si algo de ello vale la pena. Jaime, nos dejó al mes, como muchos que se iban
retirando del mundo que conocemos para ir a otro que algún día iremos. Es mejor inventarse una esperanza para sobrevivir dicen las heridas.
- Hermes, debes entender que no estás solo – Le dice la voz de esa dama, con el nombre de Leticia.
- Tu estas allí, siempre intentando que no desaparezca mi alma, pero déjala, no tiene remedio alguno.
- Todos tenemos remedio. Debes vivir
- ¿Para qué sirve ello?
- Para que un ser no sufra, como sufrí yo por ti. –
- ¡¿Alguien?!
- Phileas, hay ojos que te observan muy cerca. Debes saber que alguien siempre estará allí para ti.
- Tú hacías todo fácil. –
- Lo hacíamos fácil. Hermes. Lo hacíamos.
Hermes dejó de mirar esas hormigas, en cuanto la voz que lo acompañaba se retiraba, y continuó avanzando. Sus nuevos compañeros seguían platicando sobre el asunto.
- ¡Parece que va llover! - Dice Hermes – Espero no sea como la última vez – No deseo correr contra nadie. - Las nubes se amontonaban en el cielo. Hermes tomó su cantimplora y bebió un poco de agua. Estaba caliente, por el calor constante que se estaba propagando. La humedad de todo ese ecosistema lo estaba trastornando.
- ¡Hermes! ¿Por qué no vienes aquí con nosotros, y descansas?
- No es problema Cleo, puedo resistir.
- ¡Pero Hermes! Debes parar un poco. –
- Ya te dije, estoy acostumbrado a ello. He caminado leguas, si vieras mis pies llenos de cayos y juanetes sabrías lo que digo
- ¿Has caminado mucho soldado? – Pregunta Hartman que se acerca a él a caballo. –
- Lo suficiente para sobrevivir a todo lo que se cerque a mí. –
- Haces bien, pero no hay nada mejor que un corcel. Ellos nunca te dejan
- De donde vengo, son necesarios, pero no tanto. Hay otro tipo de elementos. A mí me gusta más el aire
- ¿El aire? ¿Te refieres a un ave?
Hermes no sabía cómo explicarle, lo que un avión podría producir. –
- Digamos que un aparato me lleva por los cielos.
- Parece interesante ¿Y qué tal es el cielo?- Con curiosidad pregunta Hartman
- Es como ver a Dios, hablar con las nubes. Colarse con las aves y seguirlas y las más hermoso es saber que el mundo está a tus pies, y tú lo miras con júbilo en cuanto el viento golpea tu rosto y te saluda con un beso de mujer.
Hermes se imaginó en su biplano, un día de primavera llevando a su mujer. En el campo de flores el pasaba a gran velocidad, y Leticia levantaba las manos gritando soy libre. Los pétalos se esfumaban y flotaban con la propulsión del viento y todos parecía una bella lluvia de flores. Phileas sonrió por ese momento, Hartman no quiso interrumpir su pensamiento lacónico pero sentimental al final de cuentas. Esta vez Cleo, tenía las manos en las riendas de los caballos, se turnaban con Mac, y Manni anotaba algunas directivas de viaje. Hermes también hacia lo mismo pues poseía un diario guardado en su chaqueta con un bolígrafo, en el cual tomaba nota de los que sus ojos tocaban, lo que sus manos oían, y lo que sus oídos palpaban. Phileas aprendió que todos los sentidos sirven para decretar que si faltase alguno el otro lo ayudaría. Todos deben saber hacer todo, sin depender de nadie. Así también veía la vida Hermes. Esa era la manera de llevar todo el peso.
- Parece extraño, pero estos lugares me están agotando. Es siempre la misma
vegetación – Delibera Hermes. - Algo incomprensible, hasta que se acaba de comprender ante los ojos. -
- Es que todas las zonas a las cuales hemos estado viajando son bosques, montañas, y cerros. Azarea es una región de desiertos. Son muy diferentes a la ciudad de Tocasicha. -
- Si, hasta el momento. Tu hogar es un lugar lujoso para vivir.
- La zona del sur del continente de murias siempre ha sido la más beneficiosa.
- Aunque no lo creas Hermes. Todas las demás ciudades fueron en su esplendor grande urbes, luego de que vino Drake se terminó todo. Mejor dicho determinó
- Es una pena. Las guerras no dejan más que miseria y muerte en todo el mundo. Aquí, o en otro mundo siempre será igual.
- Es inevitable que las mismas no se gesten.
- Es inevitable en las personas que buscan poder. -
- ¡A veces el poder es necesario!
- ¿Para qué? ¿Cuántas muertes valen una pisca de poder?
Hartman no supo que responder, y se mantuvo en silencio, sin emitir alguna palabra en su permiso por no tener claro ello.
En medio del camino una persona estaba esperando. Se veía como la inmaculada figura de una mujer delgada de baja estatura parada cerca del poste de una caña gruesa que sostenía su peso. Ella estaba colocada a la izquierda, mirando a la derecha. Estaba silbando una canción, una melodía que parecía ser conocida de Hermes. Estaban a diez metros de esa mujer. Hartman, lo miró a Hermes, para que parasen y no prosiguieran, él, iría a verificar primero para cerciorarse de que todo estaba bien, y que no habría peligro alguno con esa dama misteriosa. Que estaba vestida de negro. Cleo se preguntó ¿Quién sería? De inmediato se acercó Mac y luego Manni.
- ¿Quién puede ser? – Pregunta Mac. –
- No lo sé, pero quédense ahí por precaución – Dijo Hermes dudando – Hartman irá a verificar. -
Hartman se acercó a ella. La dama con una mirada parsimoniosa silbaba al horizonte una melodía triste de la cual las aves se encatusaban. Los arbustos se movían conforme el movimiento del sonido. Así como si dominara las fuerzas de la naturaleza con ello. El hombre la observó, pero su caballo se detuvo a unos metros. No deseaba avanzar. Ella seguía con su bello canto cual sirena. Se mantenía apoyada con sus dos manos atrás entre la caña y su cintura, hasta que volteó la mirada a él, y dejó su música en silencio. El entorno se calmó totalmente. La tierra estaba calma; llana, y sin complicaciones, en el camino en los cuales en su contorno había una totalidad de cañas y arbustos de hoja grande que guardaban diminutos lagos de agua de la lluvia. Agua estancada que contenía un nimio espacio de vida con renacuajos que estaban en su etapa de ninfa.
-Buenos días – Cumplimenta – Espero no ser una interrupción.
-Buenos días – Saluda sin mucho entusiasmo Hartman.
-Disculpe la intromisión. Estoy aquí de paso. Tuve un inconveniente. Mi caballo fue
herido por una serpiente, y me arrojó al suelo y escapó. No tuve ante el hecho, manera alguna para poder llamarlo.
-¿Y no sabe para qué lugar pudo haber ido?
-Siguió el camino. Intenté seguirlo, aunque fue inútil. Perdí el rastro. Así que caminé.
Hartman estudiaba cada palabra que mencionaba frunciendo el ceño como era habitual en él.
Levantó la mano para que Hermes, y el grupo se acercasen.
- ¿Y qué hace aquí?
- Me detuve para esperar que alguien llegase y me diera transporte hasta llegar a algún
punto de civilización.
- ¿De dónde vienes?
- Vengo de Kokuka. Es un pueblo que ronda entre los acantilados.
- He oído de él.
- Sí, fueran tan amables – La mujer no parecía desesperada con aquel petitorio. De hecho su tranquilidad producía cierta molestia e inquietud.
El carruaje se acercó hasta dónde ella. Estaba en la misma distancia que el caballo de Hartman.
La mujer era bastante misteriosa. Un cabello color azabache, corto. Rasgos orientales. Vestido negro y zapatos negros. Baja estatura. Tez blanca. Mantenía cierta sonrisa que hacía que sus facciones de las mejillas se vincularan con sus ojos cerrándose con pulcra alegría.
-Es seguro – Explica Hartman. Que luego le comenta la situación en la que se encuentra
-Podemos llevarte – Expresa Hermes un tanto desconsolado, pero con la obligación de un hombre de no dejar una vida varada. La dama le sonríe. Cleo la observa con animosidad que roza la antipatía. Su rostro de un ligero desprecio era una evidencia notoria y suspicaz.
-¡Bienvenida! – Saluda Mac y Manni
-Es un gusto
-¿Y estas aquí perdida? - pregunta Cleo con poco ánimo y cara de escasos deseos de llevarla.
-Sí. Mi caballo se ha ido. Un ataque de una serpiente. Me arrojó al suelo
-¿Te golpeaste duro supongo?
La mujer se da vuelta y levanta su vestido en parte. Tenía unos moretones desde sus pantorrillas y su cintura.
-Tengo un medicamento aquí en el carruaje – dice Mac y va por él – Es para el dolor y
los golpes. Cleo no le gustaba la idea.
-¡Vamos Cleo! Debes ser mas hospitalaria – Expresa Hermes con un poco de burla.
-¡Callate! – Le grita ella.
-¡Perdón! No quiero ser una molesta – Se resiente ella con vergüenza
-No lo eres – comenta Hermes – puedes venir con nosotros. Cleo lo miró a Hermes de sus ojos se desprendían una electricidad tajante que helo con un poco de miedo Hermes. Éste tembló por sus palabras y los celos de Cleo.
-Gracias. Eres muy amable – Sonrió. Hermes deseaba que no dijese más nada, tenía a Cleo detrás de él como asesina serial – ¡Gracias a todos! Mi nombre es Song
- Hartman.
- Mi nombre es Mac, un placer - Sonrie él. -
- Manni
- ¡Mmm! ¡Cleo!
- ¡Hermes!
-Gracias – Y direcciona su mirada a él. Cleo parecía explotar, aunque no tenía remedio debían llevarla pronto caería la noche nuevamente y era peligroso para alguien sea quien sea estar allí en la intemperie. Era solo llevarla a su pueblo en Kokuka.
Al recibirla, Mac y Manni no podían evitar observarla a ella. Poseía una cierta belleza descomunal. Se mantenía callada y sin decir nada. Song se ubicó en la parte detrás de la carroza. Esta vez aceleraron el paso a campo abierto. Sin duda el bosque de Bambú comenzaba a concluir. Song les contaba sobre su pueblo, y el acontecimiento en el cual perdió a su caballo. Estaba alegre porque de alguna forma se sentía a salvo, de que alguien cruzase estas sendas tan desoladas. Es porque están aconteciendo situaciones muy peligrosas. Les mencionó que hay zonas devastadas por los ataques de la orden dragón, y que en su pueblo quedó casi desierto debido a ello.
- ¿Entonces que estabas haciendo exactamente?
- Para ser honesta, Debía llevar un mensaje a la ciudad que está a kilómetros de aquí por la salida que linda al desierto. Darles el aviso de que estén preparados. Drake cortó las vías de comunicación. Los monstruos del mundo oscuro han pasado y se encargan de trabajar para él atacando a quien sea. –
- ¿Y cuándo regresabas, una serpiente atacó a tu caballo?
- Eso supongo. Al arrojarme al suelo, caí de repente.
- Te encontrabas muy tranquila – Se pone en posición de disgusto. –
- En mi poblado, nuestro silbido es una conexión con las aves, ellas llevan el mensaje a lo mismo que saben leer su canto.
- Hubiera sido más fácil que hicieras eso con el poblado al cual debías enviar el mensaje.
- Cleo, ¿has hablado una vez con las aves? - Le pregunta Hermes. –
- ¡Claro que no! ¿Quién puede hacerlo?
- Por ello no lo hizo. Ella esta mencionando que solo en su tierra pueden hacerlo
- comenta Hermes como si fuera una obviedad. -
- ¡Cállate tú! – ¡también sabias que con lo que hemos vivido está lleno de peligros toda la región!
- Sí, eso lo sé – pero no tenía alternativa – Comenta Song –
- Su argumento es bastante sólido – Expresa Mac. -
- Dejen de discutir. Ya casi logramos salir de aquí – Expresa Hartman en su caballo. Hermes lo oía; él era quien ahora tenía las riendas de la carroza. El trote de los caballos se estaba prolongando, y a medida que avanzaban la polvareda no cesaba.
A partir de aquel nuevo integrante. Se remitieron a proseguir un camino que parecía indefinido. De ello pues, solo encontraron una gruta proveniente de un rio. Era como un manantial algo que atrajo a Cleo. Hicieron una pausa para investigar. Ese mini paraíso se abría a la derecha de las cañas. Lo que dio a suponer que alguien la produjo debido que la innumerable cantidad prohibían el paso. Si quiera a corte de machete se podría por el grueso de la corteza de cada una de ellas. Que si las enumeraran no cabría ni duda certera que serían una muralla digna de no poder ser asediada. Manni no tardó en acercarse y lanzar por medio de un hilo con un palo largo un anzuelo al agua, para pescar algún pez digno ser cenado, Mac fue con él para distraerse. Hartman había dejado su caballo, e investigaba todo el perímetro a fin de evitar toparse con monstruos. Cleo observaba las aguas en cuanto se descalzó, e introdujo sus pies para relajarlos con la frescura del agua que
calme con placer algunos ardores. Song se había acercado a Hermes que estaba sentado cerca de una orilla pensando.
- Disculpa. Te noto muy pensativo – Le comenta ella.
- Para nada. Solo quiero estar un poco solo.
- ¿Problemas?
- No – Se extraña por la pregunta Hermes – ¿Por qué los habría?
- A veces la soledad puede venir con algún problema.
- No lo veo así. A veces la soledad es una compañía.
- Bien dicho – Sonríe – Sabes a mí me gustaba estos momentos de paz. Me traen recuerdos de niñez.
- ¿En serio?
- Si, antes las órdenes estaban en paz. Y el poder solo era para beneficiarnos como seres humanos. Luego uno quiso poseer más de lo que tenía, y llegaron las disputas en el continente. Y así se han perdido vidas de forma que todo se ha vuelto un caos. – Confesaba Song. -
Un recuerdo le trastornó su mirada en la memoria cuando de pequeña su familia era arrasada por un ataque civil.
- No salgas de aquí por nada ¿Si? – Le advirtió su madre. La niña se había escondido en una suerte de sótano de paja en el cual cabían diminutos objetos. Desde allí los barbaros ingresaron y acabaron con toda la familia. Desde grietas de la madera penetraban gotas de sangre que caían cerca de ella que contenía las lágrimas de miedo y de odio encerrados en la propia impotencia. Esa imagen se crucificó en ella para siempre. Su corazón desde ese momento no pudo latir más.
- ¿Qué curioso? De donde vengo el poder es cegador de vidas y hacedor de muertes.
- Bien dicho. – Ambos guardaron silencio. -
Cleo que salía de aquellas aguas caminó unos metros al verlos juntos a Hermes y Song y se aproximó a ellos.
- ¿De qué hablan? – Preguntó con cierta curiosidad. - Hermes no respondía.
- ¡Hermes! ¿De qué hablan? – Pregunta nuevamente – Es mala educación no responder. Y Hermes estaba insumido en él sin importancia. -
- Nada importante. Solo estamos entendiéndonos – Dijo Song que se acercó más a él. Esto no le agradó a Cleo para nada.
- Bueno a ti no te pregunté.
- Y yo solo te respondí – Se ríe Song
- Oye no me interesa ¿Quién seas?
Ambas parecían no mirarse muy bien con ánimos de batalla. Cleo hizo un gesto mofado y se retiró lejos sin darles muestra de interés.
Manni y Mac regresaban cantando y dichosos
- Miren tenemos varios peces, y hoy nos daremos una gran cena.
En efecto armaron una fogata cerca de la carreta. Allí colocaron los peces entre piedras para que se cocinen bien. Todos se habían reunido alrededor en un círculo. Cómo exploradores.
- Listo. Esto esta delicioso – La primera en probar fue Cleo. Todo siguieron sus pasos.
- Luego de cenar debemos descansar. Sugiero hacer guardias – Expresa Hartman
- Yo puedo ofrecerme – Aclara Hermes.
- ¿Seguro? - Luego te cubriré más tarde - Promete Hartman.
- Te puedo acompañar ¿Si deseas? - Se ofrece Song. A Cleo mucho no le gustaba esa idea.
- Con uno solo despierto estaría bien – dice Cleo mirando de reojo a Song
- No me importa quedarme despierta.
- Hay que descansar sino al otro día se entorpecería el viaje. – Comenta enfadada Cleo – Me quedaré yo mejor que he descansado suficiente.
- ¿Qué ocurre si te he dicho que no hay problemas? – Se enfada Song.
- ¡Ya te dije que iré yo! – Se irrita Cleo.
- Basta me quedaré yo solo – Regaña Hermes.
- Tú, ¡¡¡Guards silencio!!! – Dicen ambas.
Hermes se quedó perplejo, Mientas ellas discutían.
Hartman, Manni, Mac se mantuvieron distantes con cara estupefactas.
- Definitivamente éste tipo tiene suerte – Acota Hartman.
Ambos asienten. Hermes decidió hacer la guardia al final de cuentas solo. La discusión de ambas damas las agotó hasta el cansancio.
Hermes se distanció un poco levantándose y alejándose.
- ¿Vas alguna parte? – Le dice Hartman a Phileas.
- Sí, pero no es de tu incumbencia.
- Cuando estés en apuros ven a visitarme entonces - Hartman.
- Perdona. Soy bastante obtuso a la hora del sueño. Cumpliré el relevo. –
- Descuida. -
La noche estaba tranquila. Eso relajaba a Phileas que admiraba la paz mental. Y las horas se fueron contando. Luego Hartman tomó el relevo. Y al final Mac.
Continuaron los aventureros camino al otro día del amanecer luego de desayunar tranquilamente. No había discusiones, y los últimos en incorporarse fueron quienes terminaron la guardia.
El último pastizal abría un camino paralelo en subida acompañando un desfiladero que se conectaba con una zona de rocas acumuladas. Era un sendero que conjugaba una pared de piedra por un lado y por el otro la nada misma del precipicio. Debían elegir, ya que el otro conectaba con una bajada que concluía en un lago. Hermes descendió de la carroza a revisar el camino del lago, en cuanto Hartman el del desfiladero. Hermes tuvo cuidado, pues el plano de declinación era disminuía la capacidad de equilibrio. Cleo quiso acompañarlo. Lo que recibió fue un no rotundo.
- ¿Hermes iras solo? Iré contigo. –
- ¡Claro que no! – Quiero hacer este reconocimiento rápido. Mientras más rápido mejor.
- ¿Por qué siempre haces todo solo? – prepara un rostro irritado Cleo
- Es más fácil. –
- Jamás te comprenderé – Sigue más irritada ella.
- Está bien. Es mejor para no generar problemas – Confiesa Song –
- ¿Y tú como lo sabes? – Se cruza de brazos Cleo, con una pregunta sarcástica a Song –
- Porque no tiene sentido, que vayan varios. Puedo ver que es un hombre confiable, preparado. – Se burlaba Song de Cleo. Algo que ella no podía tolerar – ¡Cuídate Hermes! – Grita. Éste solo saludó extendiendo el brazo y mano izquierda de espalda a la multitud.
- ¡Vaya eres muy popular con las damas Hermes! – Se ríe Manni –
- ¡¡Cierra la boca brujo!! – Se irrita Hermes –
Sin mediar presión comenzó a descender. A medida que lo hacía, un olor a cuerpo en descomponían se estaba manifestando de tal manera, que Hermes se colocó la palma de la mano en la boca y nariz, a razón de un hedor que producía arcadas al estómago hasta el punto de vomitar. Hermes continuó hasta tropezar con una piedra. Esto hizo que rodase hasta el suelo firme al dar la vuelta, estaba cara a cara con la cabeza de un caballo, y unos gusanos se desplazaban sobre él, la otra
parte del cuerpo había desaparecido, y un pus gelatinoso se desarrollaba en toda la tierra. Alrededor en el aire las moscas desesperadas por el alimento seguían su curso de descomponer al animal muerto. De la cabeza en adelante, un enorme lago. Hermes se incorporó y con su chaqueta se cubrió la boca de la asquerosidad que veía.
- ¿Qué estará haciendo éste idiota? – Se preguntaba Cleo – iré a ver. –
- Ha dicho que no vayas – Comenta Mac. –
- Será mejor que te quedes – Expresan Manni y Song. Hartman regresaba a galope –
- Es bastante complicado y hostil el camino ¿Y por el otro lado?
- Hermes fue a verificar. –
Cleo descendió de la carroza. – Y retomó el camino de Hermes. –
- ¡¡¡Hermes!!!
La voz de Cleo, se escuchaba a lo lejos desde arriba de la lomada inclinada de arbustos y piedras. –
- ¡¡¡Hermes!!!
- Estoy aquí Cleo – Gritó Hermes tosiendo por el putrefacto olor. –
- ¿Estas biennn? –
- Si. Te prohíbo venir – Hermes no deseaba que ella viera ese cadáver aterrador.
–
Lo que Hermes no sabía al respecto que detrás de su persona, en aquel lago unas burbujas se estaban condimentando, y salían al reflote. Era un movimiento de peces. Ello alarmó al teniente Phileas por la sola idea de que estaba en la orilla, con una cabeza de caballo, y un poco espacio para salir de allí. Las burbujas comenzaron a multiplicarse tanto así que las aguas se movían, y los peces se iban desplazando en saltos. Una imagen de un tentáculo estaba emergiendo, luego otro, otro. El rostro de Hermes se dibujó en un solo espasmo de miedo y sorpresa. Su cuerpo temblaba. Se colocó de espaldas a la pared a la cual había caído, entre
sus pies la cabeza de caballo, algunos arbustos y larvas que se introducían en las arenas del agua que con las grandes olas comenzaron a taparle los zapatos. Y frente a él, una cabeza gigante de lo que parecía ser un pulpo.
- Algo está ocurriendo – Dice Hartman que escucha el ruido ensordecedor de las aguas del lago. Cleo y los demás oyeron lo mismo. Manni, Song, y Mac saltaron de la carreta. Cleo estaba yendo al camino del precipicio.
- ¡¡¡Hermes!!! ¡¡¡Contesta por favor!!! – Aclama con preocupación Cleo.
Una gran onda expansiva se fue gestando como remolino en ondulaciones que sobrevolaban enviando un torbellino de chubascos del propio lago, y con ello infinidad de peces que eran arrastrados a las inmediaciones a la altura de la cual Cleo veía como llovían los mismos desde las alturas haciendo que ellos se alejaran. Hermes sacó su cuchillo y se dispuso a enfrentar situado en algún punto alejado, aunque ciertamente era imposible debido al espacio tan reducido entre esa bestia su cuerpo.
- Veamos, aún está fuera de mi alcance. Esto es una locura – Miró su cuchillo Phileas – Es mejor que busque otra salida. – Había algunas raíces que eran como lianas, por lo que no determinó si era seguro, pero no tenía muchas opciones. -
Los extensos tentáculos se estaban movilizando, y el pulpo tenía a su presa en la mira. Phileas ideo escapar escalando, ya que al ver su cuchillo, y semejante monstruo, no tenía oportunidad. Comenzó a escalar por ello. Sus compañeros fueron con Cleo entre el aguacero de peces que caían.
- ¡¡Hermes!! – Grita con preocupación Cleo -
- ¡¡Hermes!! ¿Qué ocurre? - Pregunta Hartman alzando la voz – Allí pudieron ver desde abajo la criatura que alzaba su gran cabeza amorfa. –
- ¿Hermes estas bien? – Habla Mac y Song. Todos estaban allí, viendo como intentaba escalar Phileas, en cuanto el cefalópodo iba acercando sus tentáculos hacia su cuerpo
- ¡Hermes resiste! – Manni creó una ilusión de luz para reflejar en los ojos de la bestia, pero el enojo de la brusca luminiscencia hizo que sus largos brazos llegasen hasta ellos como un martillo de juez bajando a golpear la base como sentencia contra ellos.
¡¡¡Aléjense!!! ¡¡¡Es muy peligroso!!! – Explaya con bramidos Hermes. El pulpo volvió a realizar su operación desvaneciendo el truco de Manni de incandescencia. Su tentáculo mayor estaba contra ellos. Hartman tomó su lanza y clavo sobre ella, causando dolor. Al penetrarlo quiso sacarla y no pudo. Hermes continuaba escalando, y el otro tentáculo menor tomó su pie derecho.
- ¡Te salvaré Hermes! – Dijo Cleo que sacó su sable atacando al tentáculo que arrojó a Hartman. Song tomó su navaja, pero era inútil queriendo ayudar a Cleo. Mac fue por la pistola de Hermes, aunque nunca había disparado un arma de fuego. Intentó atinar al molusco, sin poder hacer nada.
- Mac arroja el arma – Le dice Hermes.
- Sí, señor Hermes – Mac lanza la misma, aunque el temblor de otro tentáculo lo golpea en su cuerpo y lo arroja. El arma cae atrapada por Hermes que se sostiene con una mano de una de las lianas, mientras sube por el plano inclinado. Hartman retoma su avanzada con la lanza, junto a Cleo y Song. -
- ¡Resiste Hermes! – Expresa con desesperación Hartman que hacia lo imposible para ir hacia él.
Phileas, con su mano izquierda, tenía asegurado su revólver, y apuntó contra el ojo del Pulpo. –
- ¡Ya verás maldita bestia!. – Con un disparo certero, dio justo en el blanco haciendo que de alguna forma retrocediese. Un bramido de dolor se
escuchaba por todos los contornos y proximidades haciendo que los seres de la naturaleza se alejasen. El engendro se iba introduciendo en las aguas, lentamente derrotado – ¡Bien! ¡Es mi oportunidad! – Hermes retomó su andar escalando lo más rápido posible. Cleo se fue acercando al límite y desde arriba veía como Phileas iba trepando por este las rocas y maleza. –
- ¡Hermes! ¡Estoy aquí! - El rostro de Cleo de nerviosismo era claro en sus ojos que ven a Hermes como se reflejaba en el esfuerzo por ascender. Él, estaba llegando, y ella – Dame la mano, ¡¡pronto!! – Grita Cleo. – Hermes guarda su arma, y echa un vistazo detrás de si tomando un respiro.
- ¡No está! – Phileas continua, mientras Cleo, está allí con Hartman y Song para ayudarlo a subir. – Pronto ante el cansancio; agitado por el esfuerzo, estira su brazo, y luego su mano. Cleo se aferra con fuerza, Hartman se acerca a ella, y se estira para alcanzarlo a la superficie.
- ¡Vamos! Un poco más – Expresa Hartman. –
- ¡Dios no! – Grita Mac. El remolino vuelve hacerse presente, y como una catarata sale la gran cabeza de la bestia con un ojo ensangrentado arrojando tinta al exterior. Ella cayó encima de Phileas que terminó bañado de ella. Cleo no soltaba su mano. La bestia se fue acercando y con el tentáculo lastimado por la lanza de Hartman, se amarró a la cintura de Hermes que resistía.
- ¡¡Hermes!! – ¡¡¡Nooo!!! – Empujaba como podía Cleo que iba siendo arrastrada con él por la fuerza del tentáculo.
- ¡¡Cleo suéltame!! ¡Te llevará a ti también! - Le grita Hermes. –
- ¡¡No te dejaré!! ¡¡¡Ayúdenme!! -llora Cleo, intentando hacer fuerza; la criatura lanzó el tinte contra ellos y detrás los tentáculos pequeños. Pronto en la desesperación los ojos de Cleo, mudaron a un color celeste y una luz candente monopolizaba el alrededor haciendo que desistiera aquel monstruo. Hermes sin más remedio se soltó de Cleo, y ella veía como caía al suelo arrastrado por el pulpo. Hartman se lanzó con su arma, pero fue
inútil. Hermes estaba en poder de aquel leviatán, que lo había llevado al medio del lago.
- ¡¡Hermes!! – Gritaban Mac, Song, y Manni que fueron hacia su rescate para evitar que la bestia lo devorara. El cefalópodo seguía luchando y con uno de sus apéndices sostenía a Hermes que apenas podía recoger su cuchillo moviéndose de un lado a otro la extremidad.
- ¡¡¡HERMESSS!! – Cleo estiró sus brazos en dirección al pulpo y un rayo anaranjado golpeó a la bestia quemando su cabeza. La misma comenzó a bramar del dolor intenso y emprendió la retirada sumergiéndose con Hermes poco a poco. - ¡¡¡ HERMES!!! – Clamaba Cleo llorando -¡No, no puede ser! – Cleo se colocó de cuchillas, mientras las burbujas se desvanecían y sus ojos volvían a la normalidad. Hartman se sumergió en el lago con Song intentando rescatar a su amigo, pero luego de un lapso, había desaparecido por completo, llevándolo a las profundidades.
Al salir del agua, los rostros de Song y Hartman lo decían todo. Cleo los miró con las lágrimas que no paraban. –
- ¡Hermes! – Se dijo asimismo ella. –
Todos estaban frente al lago parados con una fuerte desazón, y tristeza. Manni con su magia intentaba verificar sentir a Hermes. Cleo. Hartman retomó su búsqueda, y Mac recorría los alrededores. –
- ¡Señor Hermes! – Se decía Mac, llamándolo como si pudiera escuchar sus palabras. –
Los sucesos del día solo fueron recorrer las orillas. No había resquicios en el cual pudieren ubicar el cuerpo de Hermes en caso de que hubiera sucedido lo peor.
Las minúsculas partículas de agua se iban acercando a las arenas y las piedras produciendo serenatas de oleadas, en cuanto Cleo se sentó en un suelo arenoso, observando el alba, abatida por ese incidente, durante todo el transcurso del día. Su mirada estaba penetrada en las aguas.
- Cleo, ¡Come algo! – Le expresa Song. –
Ella no presta mirada a Song, solo se mantiene firme allí sentada con sus rodillas llevadas al pecho. Song volvió a caminar por las orillas alejándose. Hartman estaba preparando el bolso, y Manni intentaba conectarse con algún indicio que pudieran hacerlo llegar a Phileas.
- Hubiera sido mejor que no viniera – Pensó. Depués imaginó sus peleas intensas, y esa simpática que estaba naciendo entre ambos. Primer su madre y su hermana. Atrapadas en un hechizo, y ahora Hermes era tragado por un
pulpo gigante. La pérdida estaba consumiendo su corazón, y ella no lo aceptaba el concepto de perder a alguien y por más que el tiempo fuera un lapsus corto, el vínculo que producía Hermes estaba creciendo. Mac, quien había iniciado el viaje, se acercó a ella. No mencionaba nada al respecto. – Sé, ¡Sé que está con vida!
- ¿Ehhm? – Se pregunta Mac. -
- Si Mac. Lo puedo sentir. – Confiesa ella con llanto y desanimo. Unas palabras de su padre que de pequeña, le había expresado que para mantener la firmeza hay que ser fuerte y continuar sin mirar al tiempo que se ha esfumado.
- Cleo debemos seguir – Dice Hartman parado de frente al lago y detrás de ella. No podemos hacer nada. Mac se resiente, y ella se pone de pie y camina al lago.
- El vendrá. Sé que estas bien- Junta sus manos en oración interna. –
Seguidamente disponen irse de allí sin mediar palabras que lo invoquen. El carruaje continuo por el camino que Hartman verificó y del cual también tiene sus hostilidades, pero todos estaban decididos. Llegarían al pueblo de Song, y después continuar lo que deban proseguir Cleo iría a Azaria, salvaría a sus hermanas, y buscaría a Hermes de ser posible. No se detendría por ninguna razón. Usaría todo su poder para regresarlo como fuere. -
Thug am biast e gu doimhneachd an locha, far am biodh e air a shaoradh le gaol bean an t-solais, nach urrainn stad a bhith a 'smaoineachadh air.
(La bestia lo ha llevado a las profundidades del lago, donde sería liberado por el amor de la dama de la luz, que no puede dejar de pensarlo.)
En alguna parte de las profundidades, un cuerpo iluminado sale a flote, y es llevado por una vertiente cuyo desnivel se abre otra ramificación que transporta a lo lejos por un rio conectado. El hombre escupe y respira tenuemente; se aferra a un madero de tronco húmedo, y es desplazado por la corriente, distanciándose del lago de mayor envergadura, en el cual el monstruo cefalópodo de las profundadas descansa.
Allí antes de que ese viajase, una lucha interminable se estaba produciendo en las profundidades de las aguas. Atrapado por unos de los tentáculos y casi de sin oxígeno. Una dama abrazó a Hermes quemando cada parte de las ventosas que provenían de las prolongaciones del monstruo marino que padecía un calvario al no poder sujetarse sosteniendo el cuerpo de Hermes ante el insufrible estimulo de dolor. Aquella extremidad se consumía en fuego, en la misma agua que actúa de némesis. La dama mística pulverizaba al pulpo y se llevaba el cuerpo de Phileas muy lejos, guiándolo a una nueva ruta segura.
Hermes se encuentra en terrible estado, luego de haber consumido ante el ahogo una cantidad de litros de agua que lo dejaron inconsciente hasta una orilla en la arena pura, de la cual un insecto en forma de escarabajo se mueve sorteando su cuerpo. Phileas esta acostado en posición fetal entre la tierra y la arena. El lodo rosa su rostro, y sus fosas nasales inhalan poco de aire y polvo, y exhalan una toz que lo hace lanzar una flema insistente. El escarabajo se asusta, y huye en dirección a una especie de forraje que había crecido entre las aguas y la tierra asentada; húmeda y pantanosa. En su afán de escapar ante el gigante humano, es devorado por un ave de cola verde extensa y alas cortas que parece un papagayo colorido que completa su alimento masticando, y lo transporta a un nido cerca de
su sitio de caza. El lodazal que se estaba conformando cerca de Hermes con su ropa mojada lo camuflaban entre la arena, y los pastizales. Un lagarto muy parecido a un cocodrilo se estaba dirigiendo a Hermes que continuaba inconsciente. Se aproximaba en movimiento con sus patas traseras y luego sus delanteras, y su lengua ofidia, escapaba e ingresaba en su boca palpando con su energía táctil y su visión de apenas un color violeta todo el sistema nervioso de Hermes. Como una visión de rayos x, potenciada, sabía que la carne estaba jugosa y no dudo en acelerar el paso. Al acercarse a él lo midió para dar el primer zarpado de una mordida en su hombro derecho. Se acercó un poco más, y posicionado extendió por última vez la lengua, para probar el sabor del sentido olfativo. Al lanzarse a él en la cabeza recibió un golpe con jun garrote que lo inutilizó completamente. Aquel gran lagarto estaba totalmente fuera de combate, y entumecido. Luego una vez más, evitando que escape a la maleza o a la ribera más cercana. Un golpe decisivo, y el animal, yacía muerto.
- Listo el alimento – Comentaba entusiasmado por la efectividad y victoriosa caza.
Luego se entretuvo observando el cuerpo de Hermes que respiraba. Ante el afán de atrapar al lagarto no se percató de que alguien estaba allí.
- ¿Estará muerto? - Se preguntó. Con una vara pequeña comenzó a picar su espalda. Éste se movió repentinamente lo que asustó al ser que estaba allí delante de él. – ¿Se encuentra bien?
Hermes comenzó a escupir, y apenas podía abrir los ojos. Tenía en si un cierto dolor de cabeza y cataratas hasta que sus ojos recobraron la visión al acomodarse.
- ¿Dónde estoy? – Se dice asimismo. –
- Estas en el límite con la montaña Morrigan.
- ¿Eh? – Hermes confundido alcanza a ver una pequeña sombra. Ese ser diminuto se iba aclarando, y con unos grandes ojos verdes. Un cabello verde, y una bata verde. Era muy pequeña. Una niña de unos pocos años.
- ¡Hola! – Miraba ella a Hermes. – Soy Nela. – Hermes se incorpora de inmediato.
- ¿Qué hago aquí?
- Estaba dormido – Expresa ella colocándose un dedo en la mejilla como gesto pensativo.
- ¿Cómo llegue? – Se pregunta Hermes – Lo último que recuerdo es una gran bola gigante semejante a un pulpo.
- ¿Un pulpo? – Pregunta la niña
- ¿Y qué es eso?
- ¡Olvídalo! Debo salir de aquí. -
Hermes al poder discernir lo sucedido volvió a desmayarse.
- ¡Señor! ¡Señor! – Nela le hablaba, pero Hermes no escuchaba. – ni modo. Se ha quedado dormido – gesticula moviendo los brazos en un ademán de no saber qué hacer o decir.
- Señor, nuestros últimos informes indican que la chica y la espada continúan camino a la colina.
- Bien. Eso me agrada. Van a las cuevas allí se las verán muy bien. Necesito que capturen a la chica junto a la espada.
- Señor – Se hacen presente los hechiceros –
- ¿Qué noticias me tienen?
- No tenemos novedades que puedan ser útiles señor.
- ¡¡¡No me hagan perder el tiempo!!!
- Señor. Déjenos terminar. Aun así estamos trabajando en un dispositivo que aloja el poder de las almas. Permitiría el uso de la espada sin esperar que la chica venga a nosotros con la espada o el agotable recurso de secuestrarla con ella.
- Eso sería esplendido podría ir yo mismo y arrasar con todo lo que haya alrededor. ¿Cuándo podrá estar listo? En breve señor lo tendremos.
- ¡Bien! Eso suena fantástico. – Se ríe Drake – No podemos continuar con el plan sin la espada. Sea como fuere la traeremos así tenga que arrasar todo éste maldito continente.
Los piden permiso para retirarse. El día se esfumó y Hermes en un sueño profundo sentía como una gota constante de agua rosaba su frente. Una y otra vez.
- ¡Algo más! Expresa Drake ¿Qué noticias tienen de la niña?
- Aún nada señor su poder de ocultarse es muy fuerte.
- ¡Quiero urgente que la encuentren! Ahora largo de mi vista. – Se enfada chasqueando los dedos.
Drake contempla su sala de hall central en soledad. Sus manos detrás pensando estrategias. Se mantiene quiero, y con su mano derecha rompiendo su postura, abre la palma y crea como encanto mágico una esfera de color oscura. Aquella se extiende como si fuera en espejo del otro lado un humano pálido se encuentra entre cadenas. Su rostro es tal que se siente en su interior los rasgos de la angustia y su color blanco y verde añejo. Allí aguarda expectativo las órdenes. Drake es transportado al otro lado. El mundo oscuro donde el día no existe. Los jinetes de la muerte van y vienen. Criaturas de maldad pura se disputan la entrada al mundo que conocen. Al presentarse éste. Cada una se va alejando de su poder que es nefasto. Se dirige a la ser en mazmorras.
- ¿Vas hacer lo que te diga? ¿Vas a dejar de resistirte con ese campo de inexpugnable? Si no lo haces tú compañera será destruida. Y tu niña. ¡Ahh! Pronto será nuestra y consumiré su alma ¡Vamos no seas tonto! Únete a nuestra causa.
El ser no se comunicaba. No prestaba atención a las amenazas. Solo miraba con resentimiento el rostro desdibujado de Drake. No tardó en carcajear aquel.
- ¡Sigan con su trabajo, ustedes! – Dicta la orden, y se retira caminando de cara a la salida del oscuro planeta del horror.
Todos y cada uno de ellos trabaja para mí, se menciona por sus adentros. Esos demonios son míos como su fuerza, se dice con total confianza. Luego se mantiene en total silencio y ya en su sala de palacio en infinita soledad camina a su trono. Al tomar asiento. Se coloca en posición pensativa, apoyando su mentón en la palma de su mano derecha.
- Es hora de atacar los pueblos del sur. Pronto chasquea sus dedos y uno de sus generales hace su aparición. Le indica con sutileza sin mediar palabra el próximo objetivo. Éste asiente, y luego se retira desvaneciéndose.
Drake es muy desconfiado en ciertos asuntos por lo que vuelve abrir el portal. Allí libera algunos de los jinetes de muerte. Algunas imágenes se filtran. Son los monstruos que intentan pasar desesperados al mundo. Drake se ríe de ellos.
- No se preocupen. Todos irán. Vayan criaturas mías. Vayan y multiplíquense en todos los sitios y de las peores formas que existan.
El causante de que en el continente existan esas monstruosidades no podía ser otro que quien domina el portal del mundo oscuro. Y todos obedecen a Drake cuya ambición es el dominio máximo, el poder máximo. No importa el costo. Se ríe al extremo de que su voz se oye por todo el reinado del dragón. Sus súbditos le temen porque su locura no posee límites. Disfruta la sangre y destrucción de todo lo que fuere vida. Pero tiene una ambición mayor y necesita la espada y el poder
de los demonios. Esa ambición que va más allá de un reino, o un dominio. Es algo que no puede ser dado a un mortal. Esa es la verdadera causa se dice.
- Ya despierta Phileas – Hay que regresar algún día.
Hermes estaba acostado del lado de una fogata separado con un montón de piedras. Al dar un bostezo, la pequeña le sonrió.
- Hola señor.
Él la miraba, ¿quién eres?-
- Soy Nela – ¿Cómo te llamas? – Pregunta con curiosidad
- Mi nombre es Hermes.
- Hola Helmer.
- ¡No! ¡Hermes!
- ¿Helmer?
- ¡Bahh! Olvídalo. Debo encontrar a mis compañeros. -
Nela dice es tarde Helmer – Piensa Nela confundida.
Hermes atinó a levantarse del suelo. Estaba sucio, y con pocas energías. La niña tomó con su mano la ropa del pantalón. –
- No debes irte Helmer –
- ¡Es Hermes!
- ¡Quédate! Debes comer algo con Nela – Le dice ella, con un poco de preocupación.
- Mis compañeros me están esperando.
- Hay muchos, muchos, peligros. Debes quedarte, debes – Repite Nela. -
- ¿Tú qué haces aquí sola? Eres muy pequeña ¿dónde están tus padres?
Nela no respondía. Hermes temió indagar mucho.
- Ellos no están, nadie está. –
- ¿Estás sola? ¿dónde vives?
Nela señala en dirección al noroeste. –
- Pero, si dice que es peligroso ¿Por qué no hay nadie contigo?
- Nela, no recuerda. – Nela apareció aquí sola. Y lloró mucho – inmediatamente Nela se puso triste – Nela extraña a Mama y Papa. – Y se contuvo con algunas lágrimas, y un fluido de tristeza que escapaba de su nariz. Hermes no sabía que decir. Se sentó en la fogata, y tomó un poco de la carne de pescado que estaba preparada. –
- ¿Puedo?
- Nela, dice que, Si – Expresa Nela en tercera persona. –
- ¿Cuántos años tienes Nela?
- Nela, mmm, tiene muchos años – Se refiere enviando la tristeza a otro punto. –
- ¿Tú conseguiste esa comida?
- A Nela le gusta atraparlos – Señala los pescados - ¡Sabe delicioso! ¡Una vez atrape muchos! – Se alegra un poco ella sonriendo. De cierta forma enternecía a Hermes su compleja forma de hablar en tercera persona. –
- ¿Y te cuidas sola aquí?
- Nela tiene miedo, pero los monstruos también le tienen miedo a Nela. – Pronto recuerda a su familia y se pone triste ella. Hermes la miró y le dijo.
–
- Debo encontrar a mis amigos.
- ¿Nela no sabe qué es eso?
- Son personas que están contigo, y hablan, te hacen compañía, juegan. –
- ¿Y esos amigos son buenos? Nela no entiende – Se rasca la cabeza Nela al oír a Hermes.
- Son los mejores. –
- Nela ¡¿No sabe si tiene amigos?! A veces ellos vienen y me hacen compañía,
¿Esos pueden ser amigos? – Y señala al árbol, un agujero en el cual se asoma un roedor muy similar a las ardillas. – ¡Hola! La saluda con
entusiasmo, y de inmediato se esconde nuevamente. Hermes ve esa imagen.
- Probablemente – Expresa Hermes, que ahora es él, el que se rasca la cabeza meditando la pregunta de Nela.
Nela piensa un momento. –
- ¿Y Nela es amiga de Helmer?
- ¡Hermes! – Se irrita un poco Hermes – ¡Estemm claro! - Hermes le hace una cara graciosa haciendo reír a Nela. Luego otra y otra.
– - ¡ji! ¡ji! ¡Jaja! - ¡Nela ve gracioso a Helmer!
Hermes se alegró de ello, ya no tenía necesidad de corregirla. La tristeza de Nela se estaba acallando y eso era bueno. La fogata se iba desvaneciendo, y nela se estaba quedando dormida. Eso alegró a Hermes. No sabía el por qué, aunque durante la guerra, solía a los niños y niñas darles un trato protector. En muchas oportunidades se ha encontrado en sitios destruidos por los bombardeos con civiles escondidos entre los basurales y escombros.
- No olvidaré jamás, aquel rostro de una pequeña llorando desconsolada al lado de su madre muerta. Veníamos escapando, y de alguna manera se percató de mi presencia, pero seguía a su lado. Sus mocos se escapaban como los de Nela, y su desesperanza era tal que derrotaba al más frio corazón. Es peligroso le dije, aunque no me prestó atención. El cuerpo frio de su madre estaba blanco, y sus ojos cerrados. La niña estaba con sus manos juntas arrodillada ante ella, y no tuve otro remedio que hacer lo mismo. De mi interior tome un relicario. Un collar con una cruz. Recé una oración por ella. Y estuve al lado de la niña. Se oían sirenas de auxilio por un lado, y algunos bombardeos por el otro con luces que se fueron esfumando. Le prometí a la pequeña que le daríamos sepultura luego de rezar. Y así lo hice. Tome el cuerpo de esa mujer desconocida; sentía la necesidad de darle sepultura, por lo menos por misericordia a la niña y al
alma de esa mujer. Nadie debe pasar por esto. Luego de encontrar un lugar indicado. Cavé con una pala que encontré por allí un poco bien hondo, y allí la introduje. La niña apenas podía decir palabra.
- ¿Le daremos una flor si? – Le dije. Ella me miraba – Esa flor es para que viaje feliz y siempre te recuerde – Era una mentira, pero todo lo que pudiese dar un ápice de ánimo era bienvenido. La niña de alguna forma dejó de perder lágrimas. Al enterrarla nos fuimos de allí Ella se despidió por última vez, y luego encontramos al grupo de enfermeros que venían muy atareados. Tenían otro idioma diferente al mío. Les expliqué la situación, y una de ellas abrazó a la pequeña. Supongo que era eso lo necesario, un abrazo. Luego me comentó que debían continuar. Se harían cargo, y yo debía regresar al combate. Me coloqué casi arrodillándome para llegar a la estatura de ella. Siempre me pareció que lo mejor era ser sincero y hablar a la par sin mediar estatura. Todos somos iguales. – Quiero que seas fuerte, pequeña. Muy fuerte para todo lo que la vida te deparé. no te olvides que puedes y debes siempre ser feliz – Esas son las únicas palabras que pude decirle, y me despedí de ella. Hoy en otro sitio extraño, me encuentro con Nela, y pienso que tiene mucho de aquella, a la cual al menos le hubiera preguntado su nombre.
Luego de suceder la noche, Nela descansaba como toda niña. En un crio comenzó a roncar. Hermes rememoró a Cleo. Él analizaba cada instante en un flash de recuerdos de ella ¿Qué estaría haciendo? Su voz se hizo eco en los oídos de Hermes. Su corazón le jugaba instantes difíciles. Juraba que no volvería a perder a alguien. Leticia había sido un golpe fatal de cual no pudo volver abrir su corazón. Pero alguien en sus ojos viajaba en su interior.
Cleo no podía conciliar sueño. Todos estaban descansando para poder salir temprano por la mañana. No tenía sentido seguir la búsqueda. De cara al cielo miraba las estrellas y escuchó la voz de él. ¿Dónde estás Hermes? Sé que no te
has ido. Sus ojos se iluminaban en la frescura nocturna. Cleo se lanzó a llorar en cuanto dibujaba a Hermes a su lado.
Phileas muy a lo lejos entrañó un mensaje oculto cuando mágicamente el brillo de unas luciérnagas crearon su figura.
- ¡¡¡Cleo!!
- ¡¡¡Hermes!!! ¡Eres tú!
- ¡Si soy yo!
- ¿Dónde estás? – Cleo intentaba tocar con su mano una imagen de Hermes.
- Estoy en algún lugar, pero estoy bien.
- ¡Hermes! – se lanzó a llorar Cleo – ¡¡¡Eres un idiota!!!
- ¿Queé? – le contesta con irritante rostro Cleo se acerca a él llorando con gotas que iluminaban el momento.
- Me preocupe mucho – intenta nuevamente poder abrazarlo. Hermes asiente con suma culpa
- ¡Perdona por preocuparte!¡Te encontraré! No te preocupes por mí, como un acto fantástico ambos al mismo tiempo se abrazaron. Sus corazones latieron de manera que cada cual podía sentir lo que el otro. Al soltarse sus manos se separaban y Hermes se estaba desvaneciendo como Cleo.
- ¡Hermes! ¡No! ¡Aguarda!
- ¡Cleo! - Hermes sonrió.
Cleo nombraba a Hermes hablando dormida, y lo mismo hacía Hermes nombrando a Cleo.
El rayo talante de la mañana produjo el movimiento de los caballos que habían tomado el camino del desfiladero que acompañaba un circuito de montañas. Luego de varios kilómetros en silencio se manifestó un problema grave. Cruzar todos esos obstáculos entre bosques y cadenas montañosas era suficiente como para tener que soportar otro inconveniente. Hartman quien estaba más cerca fue a verificar
cabalgando hasta la gran pared y un agujero totalmente oscuro. A detallar el relieve y la imposibilidad de avance retornó. La carroza venía detrás.
- ¡Hay problemas! ¡El camino concluye aquí! Ahora es como un túnel oscuro. Allí hay un letrero de precaución
- ¿Y ahora que haremos? – Pregunta Manni.
- ¡Qué extraño! Nunca había visto ese túnel – Dijo Song.
- Pues debemos ver ¿Qué haremos? No podemos quedarnos aquí.
Todos estaban confundidos. De hecho esperar tener alguna idea no era muy satisfactorio. Conversaron las alternativas, aunque no llevaban a ningún lado. La carreta apenas pasaba. Pero el lugar, tenía problemas de derrumbe por lo visto.
- Esta decidido, ¡Debemos continuar! – Expresa Cleo – Ya no podemos perder más tiempo
- Aguarda Cleo – Pide la palabra Hartman – ¿No sabemos que podemos encontrar allí? Ya perdimos a Hermes. Y como bien es sabido no solo indica que tengamos cuidado sino que estamos carentes de luz aquí en un reino de oscuridad. Eso es lo que fortalece al Dragón y su orden.
- Hermes se encuentra bien. No digas eso se enfada Cleo.- No me importa la oscuridad. ¡¡¡Debemos seguir!!!
Todos la observan a ella sin decir palabra alguna.
- Pienso igual que ella – Aclara Song. Se miraron entre todos dando un ademan positivo.
Y entonces entraron al túnel. -
Disipadas las incertidumbres ingresaron por el Agujero. La escases de luz, impedía un avance simultáneo por lo que no podían ganar tiempo como para adentrarse con mayor facilidad. A medida que se alejaban un punto ciego de la entrada se hacía más diminuto. Los caballos comenzaron a inquietarse por la falta de visión y aquel orificio se convertía cada vez más e una boca que se lo tragaba todo. Unos
murciélagos se exaltaban y fueron en dirección al grupo generando pánico entre ellos que se cubrían.
- ¡Cuidado! Vienen hacia nosotros – Advirtió Hartman. Los caballos se empezaron a mover temerosos y ante el miedo intentaron escapar dirigiéndose a lo profundo del túnel.
- ¡¡No vuelvan aquí!! – Grita Mac y Cleo. Manni intenta hacer con su magia una chispa que ilumine, sin embargo fue inútil.
- No entiendo. Como si mi magia no sirviera – Todo el lugar está bloqueado.
- No podemos alterarnos hay que seguir. Debemos pasar al otro lado. Allí estarán nuestros objetos.
Continuaron rumbos en medio de la oscuridad. Algo no parecía funcionar bien.
- Esto de no poder ver nada, me altera los nervios – Manni
- Lo mismo pienso – Expresa Hartman
- Si tuviésemos una antorcha, no nos complicaríamos – comenta y Cleo.
- ¿Tu Song que crees?
El silencio de no contestar acompañaba a la incertidumbre.
- ¡Song!.... ¿Hola?.... – Pretende llamar Cleo. -
Ella no contestaba. No tardó mucho el hecho de que posiblemente haya desaparecido.
- ¿Oigan? Y Song?
- ¡No está aquí! – dijo Hartman - ¡Rayos! Este lugar me tiene harto.
- ¡Debemos encontrarla! – Ordena Cleo
- No podemos separarnos – Manni le había manifestado
Solamente avanzaron unos metros. Solo lo necesario. Cleo empezó a palpar las paredes. Había visto un brillo interesante.
- ¡Oigan! ¡vean esto! – Informa Cleo – Éste brillo color celeste. – Oigan no se queden en silencio. No es bueno hacer bromas ¿muchachos? ¿Hartman, Manni, Mac? – ¡No dios! Esto no puede estar pasando.
Cleo ante la incertidumbre persistió.
- No debo dudar – Se dijo así misma. La determinación era la primera lección que tuvo en la academia.
Se guiaba con uno de los contornos de las paredes cuyas piedras se materializaban en esa brillantez celeste. Al palpar seguidamente una corrosión en su mano hizo que su tacto se pausará. Tenía su mano una seda pegajosa. Luego avanzó unos metros y una pared que cruzó la bañó en esa seda. Comenzó a sacudirse el cuerpo. Pero era bastante molesto. Luego el brillo fue clarificando la oscuridad. No podía creer lo que veía. Todo a su alrededor era una enorme red de telas. Y en un costado lejos unos capullos. Pronto se hizo presente un fluido que le atrapó el pie derecho. Sin mediar respuesta se mantuvo paralizada. Una baba se desprendía del techo. Era como un ácido que todo lo quemaba. En el susto Cleo se soltó de la red y comenzó a correr desesperada.
- Ya casi te tengo niña – Le manifestó la voz femenina. Cleo continúo escapando pero sus pies cada vez se volvían más pesados como si algo le impidiese seguir delante. Sin respuesta se desplomó en suelo. Un golpe en su cabeza le produjo una confusión en sí misma. Un mareo leve y la visión nublada en una figura femenina con ojos ensangrentados. La capa del brillo se expandió y allí pudo observar sorprendida lo que tenía en frente. Una enorme bestia mitad humano mitad araña.
- ¿Song eres tú? – Interpeló Cleo asustada
- No soy Song. Song es parte de mí. – Se reía y lanzaba por su boca fluidos. Se fue acercando lentamente. No te preocupes no te devoraré. Solo ven conmigo.
La mujer araña se iba compenetrando con cada paso lanzando en el cuerpo de Cleo todo tipo de seda. Pudo percatarse que la espada no estaba con ella. No era lo solicitado. No importa es una presa. Cleo pedía auxilio desesperada. En un instante pensó en el sueño en Hermes.
- ¡¡¡Auxilio!!! – Llamaba a quién estuviera presente - ¡¡¡Ayúdenme!!! – Gritaba Cleo sin ser oída por nadie más que la mujer araña. Ella se iba acercando muy sigilosamente. Sus extremidades se iban alargando, y palpando la suave seda, en cuanto iba cubriendo hasta llegar a la cabeza al cuello de Cleo. Frente a frente se compararon. La muera araña, que fuera Song, se acercó lo suficiente. De su boca al abrirse se extendieron dos colmillos que se iban extendiendo.
- La orden es no matarte, y llevarte a ti y la espada. Aunque admito que tu rostro ese jugoso, no creo que sea problema argumentar que he fallado. – Se jacta de burlarse de ella ¿Así que querías a Hermes?
- ¡Song! ¡No lo hagas!
- No soy Song. Song ya no existe – Sus colmillos se iban acercando. Una y otra vez al cuello de Cleo.
Ella cerró los ojos, y se vio en un espacio voluminoso, sin que nada alrededor pudiere tocarla.
- ¿En qué lugar me encuentro?
Era como estar en una dimensión paralela, y la espada estaba allí delante de Cleo que fue por ella. Su cuerpo estaba flotando entre estrellas que iban iluminando el espesor de todo lo que fuere oscuro. –
- Debo ir por la espada - Se dijo, y empezó a moverse como si estuviera nadando. – Ya casi estoy más cerca. – Si puedo verla. –
Pronto la espada se invirtió de su plano vertical, y uno horizontal apuntando hacia Cleo, que se detuvo. –
-¿Qué ocurre? – se contuvo a seguir yendo a ella. Una mano sostenía la espada. –
- El poder significa sacrificio – Aclaró la mano con una voz que provenía de una luminosa figura que se iba mimetizando con el polvo de las estrellas del espacio vacío en el cual se ubicaba Cleo.
- ¿Qué ere eres? – pregunta Cleo. –
- El poder de la luz es un sacrificio – ¡Quieres la luz tu nigromante! ¡Quieres fuerza!
Cleo no respondió. –
- ¡¿Qué buscas de mí?! – Preguntó Cleo con férrea forma –
- ¿Lo que buscas tú?
- Quiero a mi madre, y mi hermana. Quiero terminar con Drake, terminar con todo. –
- Para terminar hay que empezar nigromante. Tu poder apenas quiere nacer. No tiene remedio, ni determinación para ello. No podrás lograr nada. -
- ¿Qué puedo hacer?
- Te preguntaré una vez más. ¿Quieres la luz? –
Cleo lo consideró, no sabía en qué sitio estaba metida, solo que debía sobrevivir. –
- ¡Quiero lograrlo! ¡Quiero Poder! – Explicó Cleo. –
La figura asintió y con una estocada con la espada del Clan de la orden de las mariposas atravesó a Cleo desde su corazón hacia el otro lado. Ella cerraba los ojos anonadada, escupiendo sangre con un dolor agonizante llegando a su límite.
- ¡El poder es sacrificio! – Se acercó a su oído. - Y terminó de penetrar su cuerpo escapando toda la sangre que se expandía ese universo misterioso. Sus sentidos se iban acallando, y todo ese asombroso cumulo de estrellas desaparecía.
Cleo volvió en sí, cuando aquella bestia venía hacia ella. Sus ojos color celeste produjeron una energía que hizo retroceder a la mujer araña. Una vibración espiritual quebró la totalidad de la seda y todo el sitio se iluminó. Parecía que estaba poseída y extendió el brazo levitando hacia la criatura. –
- ¡Qué sucede! – Se sorprendió la bestia. - En un giro sorpresivo, La araña quiso escapar por el techo del túnel, y de los dedos de Cleo salió una electricidad chocante que golpeó el cuerpo de la bestia quemándola.
La misma se sumergió en el suelo y todo se transformó en fuego, en cuanto la nigromante extendía sus dos brazos y abría las manos en un círculo concéntrico generando una ráfaga de colores que hizo explotar el lugar completamente. Al consumirse las llamas. La bestia seguían aún viva y Cleo se iba acercando sin tener la necesidad de querer destruirla, y digo unas palabras en el antiguo idioma de los brujos perdido.
Del otro lado de la salida del túnel Hartman, Manni y Mac, encontraron la carreta.
- ¡Por fin hemos podido salir! - Confiesa Manni - ¡Cleo se ha perdido también! – Dijo Mac. -
Hartman regresa para ver si se encuentra ella, pero no pueden encontrar a nadie. Manni ayuda también en el proceso.
- No puede ser Ahora desapareció Cleo. – Se dijo preocupado. Al salir ambos. Mac les da la noticia. –
- ¡No está la espada de la orden de la mariposa! Solo su funda. –
- ¿Qué? – Se pasma Hartman con asombro. –
- ¡Eso quiere decir que Cleo ha estado aquí! – Solo ella puede portarla - Se desconcertaba Manni. -
- Pero se ha ido – Expreso Mac. –
- Todo es muy extraño. –
Cleo conformaba el conjuro y la araña se iba esfumando como un polvo. Song estaba en el suelo. –
- ¡Lo siento! – Manifestó Song – No puedo controlarla –
- ¿Quién eres?
- Soy una criatura del mundo oscuro. Drake, me ha traído para llevarte, pero he fallado, y me dejé consumir por el monstruo interno que domina mi alma. – Song se incorpora. Tú eres una nigromante y sabes que debes hacer. Ahora es imposible para Drake llevarte, y no tengo más nada que hacer aquí. Ve por esa persona. Te espera - Sonríe Song. -
- ¿Qué vas hacer? - Preguntó Cleo
Song, no dijo nada, y desapareció como polvo que se expandía con una brisa. –
Cleo se miró las manos sin comprender nada de lo que sucedida. Y la salida estaba allí a su ojos. Caminó a ella, hasta que fue tragada por la claridad del mediodía. Una arboleda la sorprendía con un mirador. Allí se acercó a ver todo el paisaje, que desde abajo se conformaba, y un diminuto ser se veía caminando con una niña de facetas misteriosas en una dirección. Ella fue allí. -