Chereads / Nigromántica - Un Amor mágico del otro mundo / Chapter 10 - Se ordena el ejército. La anciana de los portales. Alza tu poder.

Chapter 10 - Se ordena el ejército. La anciana de los portales. Alza tu poder.

¿Usted me trajo aquí, por qué?

La ciudad de Azaria, estaba amurallada entre cuatro pilares energéticos, destinados en cada rincón estratégico. Fueron colocados por la orden de la mariposa, ya hace milenios. Dentro de ella en el centro hay una estatua con los huesos de su fundador. El rey brujo de Finn Mac, sus seguidores los Fianna de Roí. Una tribu ya extinta que de alguna manera desapareció, sin dejar rastro alguno. Alrededor de la parte céntrica, se ubican casas petrificadas con el sello de la flor del cardo violeta, el alimento de las mariposas del mundo en el cual el continente de Murias es presente y fiel testigo. Tiene un número reducido de habitantes, y debajo de cada casa, un túnel conecta con las afueras llevando al lugar secreto. Allí es donde el tiempo se reduce como el espacio. Más allá de la ciudad y sus montañas, en el punto alto de la ciudad como faro, se ve el reino del norte en la cual las nubes plutónicas ocupan toda la región penumbrándola hasta la entrada del bosque seco sin vida, que linda su vez con los dominios del desierto.

Hermes, Cleo, y los demás se alistaron a las afueras de la ciudad. La primera en ingresar fue Cleo, cuando su mirada hizo que la gran puerta gigante rompiera su encanto y fue allí que todos junto a ella pudieron acceder, de lo contrario no podrían y serían destruidos en caso de no contestar las preguntas indicadas por el centinela que sentencia a los llegados. Éste era el sistema que posee el reino de la mariposa. La ciudad de Azaria en su origen fue la sede central del clan más poderoso cuando el rey brujo Finn Mac la creó, y las generaciones continuaron allí. Se eligió una familia a la cual se le daría la espada protectora de la luz.

Milenios atrás la espada de la luz venció al antepasado de los demonios en dragón Falkner. Una espada forjada por el corazón de la madre d la orden Mariposa, orden de luz y paz. Hace siglos que el hecho se había consumado con la ceremonia correspondiente. El rey Eriu del reinado de la mariposa, reunió a todos sus súbditos entre ellos los Everlast, los Banga, Los Donn. Everlast fue elegido para ello. ¿Y por qué querían sacar la espada de allí? Porque sabían que un día llegaría el momento de luchar. Muchos años antes de que todo sucediera el Clan Dragón se había instalado desde el mundo oscuro. El clan de los lobos de Fenrir, tenía su poder en menor medida. Pero la contraposición era entre la luz y la oscuridad de ambos clanes. Los Fenrir decidieron unirse a la mariposa, ante el carácter hostil del Dragón. Y así se han mantenido en orden hasta haces años que vienen asediando cada lugar en el continente, pues lo que buscaban era el poder del otro mundo. El mundo oscuro, y lo consiguieron con la figura de Drake y su despiadada elite de seguidores que lograron encontrar y dominar la gran fuerza que viene de una joya que el mismo Drake posee en su interior. En su corazón, y le provee todos los poderes demoniacos que sean de las tinieblas. Puede quitar vida a elección, y destruir con cada chasquido, pero los poderes de la luz, no han podido ser dominados por él, Azaria, y la familia Everlast tienen un carácter especial. Una vez eliminados. Todo el continente será suyo.

Azaria, entonces permaneció siempre sellada por la eternidad, y en Tocasicha se han resguardado los Everlast, hasta que todo comenzó a ponerse turbio.

Como es sabido un ataque de los poderosos montaraces quienes fueron dominados por Drake, y la gran bestia lagarto salamandra de las arenas del desierto de las tinieblas del mundo oscuro, destrozaron el castillo mansión, sin tener éxito alguno para apoderarse de la espada de luz, pero un humano venido de la tierra había empuñado la espada y su luz, sin saber que no se podía. Si miedo a morir, venció a los jinetes. De ello solo se desprende otra historia de aquel, hombre, y su rara sensación de ver las palabras del idioma que desapareció milenios atrás del cual hablan que alguien lo robó consigo.

Las almas de Mary y Lady Mont, fueron capturadas para poder completar junto con Cleo el poder que permita empuñar y contaminar la espada. Cleo, que dentro de sí tiene el dominio de ser una nigromántica. Y aún queda mucho por explicar en la tierra de Murias en el mundo Necromancer.

En ese mundo fantástico, existen varios continentes. Entre ellos el disputado Murias. Como se es sabido y hablan los libros, y hemos de narrar. Murias se compone de regiones por los puntos cardinales. Región Norte – Sur-Este –Oeste. Tres son las órdenes que lo dominan independientemente de las ciudades. Cada Orden se ubica en determinadas tierras. El norte, Oeste el dragón en el Este El Fenrir y Sur la Mariposa. Ahora puede que haya enclaves como lo es Azaria que está cerca del Oeste y el Norte. Es el único que existe, pues el anterior enclave De Bann, perteneciente al lobo fue tomado por el dragón.

Los orígenes de Fenrir y Mariposa son terrenales, pero los del dragón son del mundo oscuro (Dorch).

El mundo oscuro, es una tierra paralela al mundo terrenal de Necromancer. El mundo oscuro se lo conoce en su idioma original como mundo Dorch. Allí habitan reinos determinados por demonios de cada categoría. Es un mundo donde siempre todo es oscuridad. Siempre es de noche, y los árboles están secos, y solo hay desiertos con una arena color blanco y pastos pequeños de color grisáceo. El alimento proviene de las cuevas en las cuales hay plantaciones que mantienen su crecimiento, animales que son presas, y a veces cazadores. La luna a veces crece en menguante, y a veces es creciente. No más de ello. Los habitantes en su mayoría son bestias y monstruos que se pasan su vida devorándose sin mentalidad, ni raciocinio. Las minorías son demonios de clases determinadas. Algunos monstruos evolucionan ganando energía espiritual, para desarrollarse. Se los llama leth-thuigseach. Luego los inteligentes thuigseach. Y luego a demonios diabhal. A partir de allí los niveles de estirpe.

Debajo de la tierra existen bosques oscuros. Allí habitan los dearmad, o los olvidados. Engendros que no merecen ni la superficie. Y muy por fuera de ses mundo el averno o ifrinn, el infierno como lo conocen en el mundo cristiano o de los Necromancer. Allí nadie quiere llegar. Y por muy debajo de allí, y del cual son enviados los enjuiciados del Ifrinn, el tártaro como lo llaman los griegos o el mejor dicho An Tartar.

En Dorch, el reino del dragón fue un dominio menor, hasta que lograron poder, a través de alianzas y traiciones. Del mundo de Dorch, nace el Saphir Dorcha, la gema que posee Drake, con la cual consiguió los poderes ocultos que lo llevaron al dominio máximo. Comenzó primero con el mundo oscuro, produciendo rebeliones con las criaturas menos inteligentes los leth-Thuigseach a los thuigseach y todos atacaron a los diabhal. El sin ser uno de ellos se convirtió en el magnum, termino del más poderoso, y continuo abriendo el portal del mundo de Dorch al de Necromancer.

Y esa es toda la historia que Cleo le fue narrando a Hermes cuando llegaron Azaria. Hermes comprendía que no solo era una misión importante. Todo dependía del existo de vencerlo a Drake.

Hartman provenía de la estirpe del lobo Fenrir, no quiso mencionar mucho sobre su vida. Su clan había sido arrasado en una batalla abierta. Los lobos Fenrir son muy famosos por su ataque descolocado. Suelen pintarse la piel con marcas azules y salir a la batalla de forma desordenada. No tiene un magia específica, más la de los druidas que leen el destino a través de las piedras mágicas de los colores. Cinco piedras que tienen un color cada una. Cuando La tribu del bosque Bridei, estaba en pleno descanso fueron atacados. Había sido un golpe masivo en todos los poblados. Pocos lograron escapar de aquella masacre. Los druidas fueron asesinados, y su rey Talorc II fue decapitado, y su cabeza permaneció en una pica con la de toda su familia. En el suelo las pieles de los lobos. Hartman, segundo al mando fue herido y pudo salir con vida gracias a su capitán Drest, que fuera

asesinado ese día. Al despertar solo encontró la mirada de su hijo y su mujer. Les pidió que se fueran con los demás sobrevivientes.

- ¿Iras solo? ¿Qué harás? ¡Estás loco! Escapemos. –

- No. Ustedes deben irse. Deben escapar del continente, mientras puedan.

De alguna manera el clan de los lobos juntaría sus pocas fuerzas para una batalla.

La historia de Manni, en la escuela Nifghem. Fue destruida como todo el poblado de Drest. Los dos brujos encargados, robaron toda la documentación de la abadía de los magos. Cuando Manni se enteró de ello, supo que muchos de sus maestros y amigos habían perdido la vida. Y recogió la determinación de juntar fuerzas y unirse a quienes puedan ofrecer batalla en esta guerra.

Fue de hecho así como todos los seres que se vieron perjudicados se aliaron. Hermes entendió el concepto pues él, era teniente, y cuando una fuerza se haya superior y subyuga a las que se consideran inferiores no hay otro remedio que unirse y pelear hasta el final. Esa es la única respuesta y razón para vencer.

Una vez Hermes había leído unas palabras de un libro de la biblioteca de su padre. Era unos de los veranos que estaba pasando en la casa de campo. En esos tiempos, se labraba la tierra y de cierto modo se vivía en paz en el planeta tierra. Los conflictos eran inevitables, y el mundo en su vasta esfera estaba siendo descubierto con las colonias del continente africano, y las independencias de los países de las Américas. Todo cambia de alguna forma. Todo es una mudanza, y lo será por siempre, nosotros mismos mudamos de forma, de pensamiento, de costumbres, de cultura, etnia, religión, de vida.

Siendo muy pequeño Hermes no comprendía muchas situaciones, y al encontrar el libre se puso a leer, y decía:

.....que rendirse significa más que perder, es la derrota dolorosa de nuestro interior que no puede ser aliviada con cualquier consuelo. Que no se trata de ganar, sino superarse para el bien de todos, y de uno mismo. Es la verdadera victoria.

Y que las verdaderas batallas las ganan los pequeños seres, los que carecen de poder, y no tienen nada que perder. Son con esas pequeñas aptitudes de cada día, trivialidades de la vida que hacen que tengamos el verdadero éxito. Son esos que nos inspiran valor cuando tenemos miedo.

Hermes de alguna manera lo sabía desde que llegó al mundo en una familia tranquila, cuyo padre jamás le habló sobre su pasado, sin embargo, cuando lo encontró supo que su vida iba a cambiar para siempre en algún momento en el que el tiempo se lo revelara.

- Fue cuando crucé a la anciana en las tierras de los Cárpatos – Expresó, sentado éste en una silla frente a la ventana de una posada de buen estilo. Que entre sus paredes de piedras tenía colgado insignias de plata con formas de insectos. En la mesa a su lado un adorno de porcelana, y una taza de té de hierbas verdes. – El viaje ha sido extenso y aún no concluye

¿Me pregunto cómo estará todo por mi mundo? La guerra será del imperio Bismarck, o habremos vencido ¿Seremos nosotros los buenos, o los malos? Solo sé que estoy aquí luchando una guerra diferente, contra otros seres que jamás creí que existirían.

- ¿Creíste haberlo visto todo?

- ¿Hartman?

- El mismo, ¿Descansaste bien?

- Si, lo que se puede decir que sí. ¿Y tú?

- Sigo pensando en terminar esta misión. Me es difícil conciliar sueño.

- ¿Has lidiado bastante? ¿Qué fue de tu familia?

- Lo suficiente como para retirarme ¿Mi familia? Mi esposa e hijos escaparon al continente próximo con algunos refugiados. El continente de Milesia en donde fueron admitidos por los escitas, un pueblo dedicado al pastoreo. Aunque de todas maneras no estarán a salvo hasta que termine con Drake. Ya ha hecho bastante. – Aprieta su puño Hartman. En un instante parecía que sus ojos se estaban enrojeciendo, con algún cambio de su semblante al

querer sollozar por todo el calvario que tuvo que pasar. En cierta forma Hermes comprendía ese sentimiento de pérdida-derrota-desolación al tener que armar sus informes en los cuales manifestaba como perdían a sus compatriotas subalternos, y luego, armarse de valor para escribir las cartas a las familias de los caídos en batalla ¿Como si fuera algo tan simple? – Preguntaba en su interior una y otra vez.

Uno y otro, se mantuvieron en silencio, hasta que Mac ingresó tocando la puerta de entrada. –

- Señor Hermes disculpe. –

- Mac, ¿Qué tal? Ya te he.. dicho.. bueno olvídalo, de todas formas lo seguirán haciendo. -

- Solo venía con las buenas noticias. Un mensaje ha llegado, con los recados de que muchos pudieron escapar del pueblo de Tocasicha, entre ellos mi padre. Se han refugiado muy a lo lejos en la isla de Mann cerca del archipiélago de Tuatha en el sur de Murias.

- ¡Eso genial! – Se alegra Hermes conjuntamente Hartman. – ¡Podrás regresar!

- Si, ¿Supongo? Me quedaré aquí, no puedo regresar con mi padre. – Y suspiró Mac. -

- ¿Qué ocurre? No fueron en definitiva todas noticias buenas. La tía de Cleo, fue encontrada entre los escombros. – se lamentaba Mac. Hermes cerró los ojos con su rostro mudo sin cambiar de facción, por angustia. Hartman, respiraba hondo y exhalaba.

- Esa maldita guerra – Se dijeron. –

- Iré a verla – Dijo Hermes -

Inmediatamente se incorporó de su silla, y salió por la puerta. Mac iba a decirle algo, pero Hartman lo contuvo. –

- Déjalo, él sabe lo que hace. – Explicó, y ambos permanecieron en la sala de la habitación. –

Hermes buscó por todas partes a Cleo. Había recorrido la posada, primero en su habitación, y los demás sitios. Supuso que no estaría allí, ni tampoco en la central gubernamental en la cual se habían presentado como provenientes de Tocasicha. Caminó, y caminó hasta las afueras. Dio justo con la idea de que había un lugar en el cual podría estar en una situación así. Era el jardín de Azaria. Un jardín de flores silvestres de todo tipo. Allí nadie se presentaba, y Cleo podría estar sola.

- ¿Y qué harás cuando lleguemos a Azaria?

- Haré los preparativos, para la avanzada, y luego me tomare unos momentos para ir al jardín de Azarea. –

- ¿Jardín de Azarea?

- Es un lugar maravilloso, Hermes. Con mi familia solíamos ir allí de pequeña. Mi tía me hablaba de las flores y cada una lo que representaba.

Hermes supo que ese era el lugar correcto, y lo fue, cuando entre las puertas de enredaderas el perfume de las rosas coronaban la entrada, de allí los jazmines demarcaban un camino de muchas bifurcaciones, y Hermes avistó luego de mucho andar, a una dama sentada entre un grupo de flores de iris.

Al verla me fui acercando a ella. De cierta forma se había dado cuenta, pero no me miraba; tenía en sus manos un tallo de flor de iris y lo contemplaba. Sus ojos estaban colorados; recién sufridos. Ya no existían indicios de poder llorar en su semblante calmo.

Phileas llegó a ella, y se sentó a su lado. Miraba al frente y no decía nada. Solo estaba a su lado. Ella quebró en diminutas partes las palabras.

-¡Hermes! ¿Sabías que el iris es la flor de la sabiduría? – Comento Cleo, contemplando aquella pieza en su mano cuidadosamente. –

Hermes se mantenía en silencio.

- Simboliza, la elocuencia, la sabiduría, la comunicación, LA ESPERANZA, Y LA FE. – Se entristeció Cleo. Mi tía me enseñó de ello, y siempre las tuve en mi corazón como la tengo a ella. – Sin más remedio de lanzó a llorar sin consuelo. Hermes la abrazó fuerte.

- Lo siento mucho Cleo. Donde fuera que este. Ella, siempre estará orgullosa de su sobrina. Eres muy valiente.

- No me sueltes nunca Hermes ¡No te vayas!

- Claro que no me iré. Estaré siempre aquí contigo. –

Se mantuvieron así durante la tarde. Luego Cleo se levantó, y lo miró a Hermes.

- Venceremos a Drake. – Se dijo. Y Hermes asintió a sus palabras.

Los dos regresaron. Ella delante y él detrás, hasta la posada. La tarde se había pasado de forma tan veloz que no se habían dado cuenta.

El segundo al mando de las fuerzas de avanzada del ejército de la mariposa, se estaba preparando. Cleo recibió noticias y fue de inmediato a verificar.

- Señorita Everlast. Tenemos los grupos listos, en unos días comenzaremos el avance a las tierras oscuras de la orden dragón. – El capital Finn Meg indicaba con un enorme mapa sobre una mesa redonda, en la cual alrededor estaban los demás soldados de rango algo, y Cleo.

- Bien, llevaré la primera línea, del grupo a caballo - Expresa ella. -

- No, mi Lady, no queremos que usted sufra algún daño. –

- Se bien lo que hago, ¡Capitán! Tenemos tres flancos de ataque. El asedió por las montañas, el laberinto, y el cielo. Sabemos que por el cielo sería imposible, por lo que nos resta las montañas y el laberinto. Me encargaré de ello.

- ¿El laberinto? Señorita Everlast, es muy peligroso.

- Puedo manejarlo, no se preocupen. Necesito un grupo bien armado. – Hartman ingresó al recinto pidiendo permiso, junto a Manni, Macy Hermes

- El grupo de guerrilla del Fenrir están listos, para el ataque.

- Nosotros queremos ayudar - Explayan los demás. –

- Mac, prometimos a tu padre que regresarías sano y salvo – Dijo Hermes –

- No puedo quedarme de brazos cruzados, mientras siguen destruyendo todo. Ya no tenemos negocio, y por poco pierdo a mi única familia.

- Mac, Hermes, Manni . Ustedes no tienen que hacer esto – Aclara Cleo. -

- Cleo, deja de decir tonterías. Soy militar y tengo mis razones. Manni tiene las suyas, como Hartman, y tu Mac, estoy en desacuerdo, pero no puedo hacer nada para impedirte que vengas. – Estamos contigo Cleo a donde nos digas que debemos luchar, ¡iremos! – Expresó. El capitán de la orden, estaba mudo, esperando lo que Cleo dijese. Cleo se había emocionado por las palabras de Hermes, en el fondo de su corazón no deseaba que luchase, sin embargo estaba todo decidido.

- ¡Gracias Hermes! Gracias a todos. – En unos días completaremos los últimos detalles. Cleo clavó un cuchillo sobre el mapa en el centro del castillo en el cual se ubicaba en teoría Drake.

Luego de la reunión todos salieron de allí. El capitán se acercó a Hermes. –

- Estimado, perdone si molesto con mi intromisión tengo algo para usted, que nos ha llegado de una persona anónima.

- ¿A qué se refiere?

- Tengo mucho trabajo, a las afueras están los campos de llanos. Una gran pista de tierra. Vaya y lo verá usted con sus propios ojos.

Hermes, Cleo y los demás estaban confusos a que se refería. El capitán regresó al cuartel.

- Hermes ¡Ve a donde tengas que ir! – Expresó Hartman.

– - Te acompañaré – Dijo Cleo.

- Podemos ir – se ofrece Manni, Mac. –

- Ustedes dos tienen trabajo – Les dice Hartman. Vayan a prepararse. Tu niño ven conmigo, si vas a venir a una guerra debes estar alistado, y tu Manni, preciso que consigas unos elementos que serán necesarios. -

Enterado Hartman. Lo buscaré

Hartman, Manni, y Mac se fueron por otro camino, mientras Hermes y Cleo partieron al campo indicado por el Oficial capitán.

Hermes dudaba de que fuera aparecer allí ¿Qué es lo que realmente me espera?

Al ingresar a la pista, entre unas cobijas de lona una gran bestia estaba tapada en ello.

- ¡¡¡No puede ser!!! – Se alegró Hermes –

- ¿Qué es? – Expresó Cleo.

- No, ¡no puede ser! – Hermes fue corriendo hacia el aparato. –

- ¡Espérame Hermes! – Le gritó Cleotilde. –

Al llegar Phileas con sus manos y con una brusquedad grande quitó la lona y allí estaba su Biplano de guerra listo para la batalla. Con todo su equipo de montañista, sus metralla, y el símbolo de su escuadrón. Hermes se había alegrado. Cleo observaba confusa. –

- Hermes ¿Qué es eso?

- Es mi viejo avión Cleo. – Dijo alegre saltando, y ésta el avión de Takeda, en ello un poco se entristece por su subalterno – Era como debía ser – Expreso para sí hablando en voz alta. -

- Ahora entiendo. Las visiones me lo había detallado. Ese gran aparato que te lleva por los aires. – sonrió Cleo. – Y allí tiene picos, traje especial, y botas. Todo su equipo de combate, paracaídas, y alpinismo

- Me pregunto, ¿Si está en condiciones de volar? Vamos a verlo. – Se decide Hermes. Ven conmigo, Cleo, te llevaré

- No,! pero!– Duda ella.

- ¡No tengas miedo! – Asegura Phileas. – Toma ponte esto, una bufanda, y unos lentes gruesos. –

Pronto Hermes subió a Cleo en asiento trasero, y él delante. Comprobó el estado de los botones e interruptores. Estaba todo listo, como si no hubiera sufrido daño alguno.

- ¡¡Perfecto!!, - Se dijo - ¡¡Vámonos!!

- ¡AHH! ¡Hermes! – Se empeña el aire en acariciar suavemente el rostro de Cleo.

- Tranquila – Se ríe. – El avión comienza a tomar velocidad, y luego de una cantidad de metros despega hacia el horizonte sobre la montaña. Cleo cierra los ojos por miedo, y luego los abre, y se maravilla al ver la ciudad de Azaria a sus pies. –

- ¿No es hermoso? – Se alegra Hermes.

- ¡Es bellísimo! – Confiesa ella. –

Hermes empezó a realizar maniobras y sobrevolaba toda la zona. El motor hacia un ruido leve, el que siempre aceptó el teniente Phileas, que hacía mucho no volaba de esta forma, sino para combatir.

El vuelo se iba expandiendo como un pájaro que despliega sus alas. Pero lo bello de aquel arte inspirador del cielo era como los rayos del sol iluminaban a Cleo en su magnificencia. Y Hermes allí la contemplaba al ver por un espejo su belleza. Se sentía en paz consigo mismo, y con ella. Luego de muchos años de penas, y agobios, por fin se sentía en su interior, cual corazón la ventura y gozo de la vida. Sigue viviendo es lo que le dijeron, durante muchos años, y él no supo entender hasta ahora.

Hicieron un aterrizaje normal en la pista. Poco a poco las ruedas iban asentándose al suelo de tierra y el polvo del viento provocado por la hélice se iba desplegando en todas direcciones hasta que dejo de rotar y aterrizó por completo. Luego al calmarse la gran máquina, Hermes apagó los interruptores, y descendió de allí. Luego una vez en el suelo extendió sus manos para ayudar a Cleo que casi con

descuido al quitarse los lentes, se arrojó a él, provocando una caída. Ambos estaban abrazados en el suelo. Ella arriba de él entre sus brazos.

- ¡Ahh! – Dijo con dolor Hermes – ¡Cuidado! – Se expresó con un poco de enfado. Ella lo miró detenidamente, y luego él correspondió la mirada de Cleo.

Hermes dudo, no así Cleo, que estaba decidida. Poco a poco sus rostros se fueron acercando más. Sus narices parecían tocarse la una de la otra, y sus labios llegaron a palparse, hasta que se besaron sin más remedio, mientras sus corazones se conectaban y sus ojos se cerraban para sentirse en cuerpo y alma. Una electricidad hacia palpitar ese cariño bello que hace al comienzo del amor. De una u otra forma estaba hecho el uno para el otro.

Hermes había venido al mundo por Cleo, y Cleo, lo esperó por siempre, aunque no sabían de hecho que esto ocurriría, de alguna forma un universo se dispuso a unirlos.

Continuaron besándose y así se mantuvieron, sin decirse una palabra. –

- ¿Y ahora? – Pregunta Cleo. –

- Ahora es siempre – Responde Hermes. Y Cleo, vuelve a besarlo. Allí el polvo del viento se iba disipando, y la tranquilidad del tiempo expresaba su cariño entre dos personas de diferentes mundos a las cuales el amor unió. No importaba donde fuese, el amor es igual en todos los planetas, universos o dimensiones. Esa es la ley del todo.

- Deberíamos regresar – Se detiene Cleo, mientras acaricia con su dedo la mejilla de Hermes.

- No lo creo – Sonríe Hermes, y la toma entre sus brazos y la coloca debajo de ella, besándose nuevamente, en cuanto el sol proseguía su curso.

Luego de ello, dos figuras se tomaban de las manos y regresaban al poblado. Una se contemplaba con la otra, y esa era una bella comunicación de dos corazones que se fusionan en uno solo.

Lord Drake estaba firme visitando al general Hainser, quien fuera uno de sus alas de ataque en el mando, como en la defensa. –

- ¡Señor! - Saluda aquel, preparado y firme.

- Descanse oficial – Quiero que ordene las murallas, y reduzca las defensas - Ordena Drake que venía con sus dos brujos Loge y Wotan. -

- ¿Pero señor, por qué hemos de hacer ello?

- Solo quiero que el enemigo se sienta a gusto de que podrán tener una victoria. Quiero que lleven a la mujer Everlast al laberinto, tengo una sorpresa para ella, luego acaben con todos ampliando desde las afueras grupos de cuadrillas.

- ¡Perfecto señor!, sus órdenes serán cumplidas al pie de la letra – Comenta el general Hainser

Drake asiente y se figura se desvanece con la de los brujos Loge y Wotan. Tele- transportándose a las entradas del castillo.

- Quiero que preparen las almas de las Everlast, obtendremos a la chica, con la bestia del laberinto. Quiero que bloquen todos los indicios de luz que pudieran salir de ella. Hay que evitar cualquier tipo de nigromancia que pudiera acceder a sus muros.

- Mi señor –Expresa Loge, déjeme que prepare toda la escena, le aseguro que convertiré el laberinto en una dulce pesadilla. – Expresa abriendo su boca lanzando un aliento venenoso.

- ¡La quiero viva!, ¿Entendido? Sino no me servirá de nada. La espada está dentro de ella. –

- Señor – Déjemelo a mí -

- Cumple como corresponde Loge. Recuerda que tu corazón como el de Wotan están en mis manos. -

- Lo haré señor.

- Tu Wotan guardaras las almas en la sala central. –

- Tendré todo preparado para el ritual de dorchadas agus dorchadas (oscuridad y tinieblas)

- Que así sea. – Expresa Drake.-

Cleo y Hermes retornaban al pueblo. Se separaron cada uno en la habitación correspondiente. Cleo al entrar en la suya, encontró que había una carta firmada con un sello con sangre. Cleo supo que era de suma importancia, y decidió abrir la misma:

...Ha pasado mucho tiempo, y el tiempo para mí es importante. Tenías que verme y yo debo verte a ti. El descendiente de Úlster debe saber todo. Y debo darte algo importante, tú que ahora eres una nigromante. Ven pronto...sabes dónde encontrarme...

Kik

Cleo cerró tranquilamente la carta y la guardo en su bolsillo, luego se estiró en la cama a pensar.

- Realmente soy una hechicera. Nunca supe de estos poderes, y ahora soy un enviado de los brujos eternos. Una nigromante. Eso me da miedo – Cleo se miraba las manos, y veía todo tipos de situaciones, y sus ojos podían determinar fuerzas como sus palabras – No se usar este poder, y eso me da miedo. Debo ir con la sacerdotisa kik. Es la única que puede decirme la verdad de todo. Este asunto debe concluir de inmediato ¿Y luego? será la gran pregunta – Cleo, no podía evitar en el importante existo de la misión, todo estaba en sus manos, y hasta no hace mucho tiempo, solo era una dama cumpliendo los quehaceres de doncella. Y luego llegó Hermes con su amigo, al que él llama Takeda, luego nos atacaron y comenzó un viaje hasta aquí el pueblo de Azaria, y vivimos peleando y discutiendo, y no sé cómo, pero me enamoré de él desde que lo conocí y ahora conozco toda su vida y he sentido su cuerpo y sus labios. Y temo que pueda perderlo ¡Qué difícil

situación! – Ella ahora se acurruca en un costado de la cama mirando al mueble de la mesa de luz que está a su alrededor. Extiende su brazo y mano, al reloj al cual acaricia. – Ojala el tiempo no tuviera que transcurrir nunca, y me pudiese quedar allí, en aquel pastizal de la tarde con Hermes abrazados y eternizados en un beso. Eso sería mi petición. – Cleo se fue quedando dormida en puro silencio de sus pedidos anhelados.

La puerta de la habitación toco varias veces. Cleo despertó, y dio aviso de que pasen. Era una dama que le traía la cena. Cleo se dispuso a comer. Era carne asada, y unos vegetales con un jugo de naranja. No sabía si luego de cenar pudiese ir a ver a Hermes, que estaba en la misma situación. El conflicto y pronta salida en unos días al norte, a los dominios de Drake, tenía a todos muy nerviosos. Cleo concluyó que era mejor descansar. Hermes pensaba lo mismo que ella, recostado en su cama. En la otra cama Mac, ya estaba durmiendo. Y él solo podía mirar el techo y pensar. Luego se fue apagando en la noche hasta que el alba del día lo despertó con el toque de la puerta. Él, se levantó un tanto desordenado a abrirla. Mac continuaba descansando.

- ¡Ya va! – Al abrirla Cleo estaba del otro lado – ¡Cleo! ¡Qué sorpresa! Pero es

muy ¡temprano! – Dice rascándose la cabeza –

- No seas tonto – Le dice – Es mejor madrugar para los grandes – Comenta con soberbia ella –

- Es verdad – Y le da un beso Hermes. Ella sonríe sonrojada. –

- ¡Espera! Tengo que mostrarte algo. Ella toma la carta, y se la entrega. Hermes la lee sin entender mucho de la situación. – ¿Listo? Quiero que vengas conmigo, es importante

- ¡Pero Cleo!

- ¡¡Pero nada!! – Se irrita Cleo – ¡Es importante!

- Bueno, ¿Antes desayunamos? - Dice un tanto asustado por el rostro de mando de Cleo

- ¡Mmm! Bueno - Asiente ella. –

Luego de concluir, los dos prepararon un pequeño bolso y salieron. -

Cleo a raíz de la misiva recibida por la sacerdotisa, inquirió la importancia de su llamado y ella aparte de ello debía resolver asuntos que no solo la inmiscuían, sino también a Hermes.

En su letargo de hipnosis mental y sentimental, descubrió algo interno de Hermes que no pudo visualizar con totalidad. Ese algo podría ser fundamental. No obstante sus poderes no eran tales como para lograr descifrarlo por completo. Aquel discernimiento otrora pensamiento empírico era sumamente escaso.

Al concluir el desayuno con té y masas. Tomaron unos caballos. El posadero conocía muy bien a la familia Everlast. Cleo para Azaria era como una reina. Y su esperanza llevaba su nombre.

Cabalgaron hacia la puerta principal. La sacerdotisa suele mudar de lugar, o dirección conforme las estaciones del año. Y en el verano permanecía en el oasis del desierto que se encuentra al oeste de Azaria. Cleo releyó la carta varias veces. Las runas de Kik eran ininteligibles. Pues la clave era que no fuera descubierto su contenido interno.

Por medio de las dunas el viento en las arenas comenzó a expandirse. Eso redujo la velocidad del viaje. Como un tornado se avecinaba una tormenta de arena. Hermes conocedor en sus viajes luchando en el desierto advirtió a Cleo.

- Cleo. Debemos refugiarnos es se avecinan problemas.

- ¡Descuida! Es muy común que ocurran este tipo de situaciones. Debemos acelerar el paso – Explaya con decisión

- ¿Eh? ¿Te volviste loca? – Es una tormenta de arena ¡Terminaremos sepultados entre dunas! – Le grita Hermes tapándose con el codo el viento talante.

- ¡No seas tonto! Hazme caso ¡Se bien lo que ocurrirá! – Ordenó con decisión de mando. – ¡Vamos! ¡rápido! – tira de las riendas de su caballo.

- ¡Espero sepas lo que haces! – Se resigna Hermes en un apuro. - ¡¡¡Arre!!!

¡Arre!

Los dos volaban a la velocidad en la tierra. Cleo tenía preparada una sorpresa cuando sus ojos mudaron al color celeste y un aura cubrió todo su perímetro. Hermes se estaba quedando detrás.

- Hermes más rápido – Grita dándose vuelta El caballo galopaba a mayor velocidad.

- Vamos niña no me falles. No voy a lograrlo – Grita hacia Cleo. El viento los introdujo en un hoyo. Cleo delante no podía reducir la velocidad para completar su magia, e hizo un acto de fuerza para expandir sus poderes, lo que debilitaría su posición vital.

Al hacerlo, Hermes por extraña causa comenzó a viajar con mayor velocidad entre las arenas su caballo parecía danzar como si no tocase el suelo, lo que sorprendió a Cleo. En menos tiempo Phileas ingresaba al campo de fuerza de Cleo. De esa forma lograron traspasar quebrando al viento cortante de las arenas del desierto hasta cruzar del otro lado de la tormenta.

Al ver que solo la brisa los acompañaba redujeron el paso.

- ¡¡Cleo gracias!! ¡Me salvaste! ¡Eres mi heroína! – Se alegra éste.

- Mmm. No fui yo exactamente. Pero viniendo de ti, me quedo con el cumplido – Se ríe

- ¿Qué? ¡Oye! La próxima avísame si haremos alguna maniobra rara – se enfada.

- Tranquilo ¿No que eras muy valiente?

- Si, aunque no quiero concluir mis días tragando arena.

- Calma. Hay peores situaciones en la vida – Se ríe nuevamente Cleo.

Hicieron un trayecto bordeando la zona. Cleo conocía como de memoria el camino que estaba trazado en huellas de pictografías que solo ella podía observar. Allí a unos metros el oasis.

Al cruce antes de ingresar había dos estaturas firmes de dos hombres con lanzas vestidos de guerreros. Cleo se detuvo e hizo un gesto a Hermes que no entendía bien.

- Quienes son ustedes – Dijo una de ellas. Hermes se contuvo y luego no tuvo remedio que preguntar a Cleo.

- Cleo ¿Las estatuas hablan aquí? – preguntó rascándose la cabeza.

- No seas idiota ¡Cierra la boca! Estoy tratando de hacer que no permitan el paso. Hay que demostrar estatus, y ser dignos.

- ¿En serio? ¿estatus? – Se preguntó así mismo. -

- ¿Quién eres tú? – Preguntó la otra estatua a Hermes con arrogancia indemne.

- ¡¡¡Estemm!!! Soy el Sr. Smith, y ella es mi adorable esposa la Sra. Mmm Smith. Sí, eso está bien, y venimos de nuestro lujoso palacio para disfrutar de las arenas del oasis, ¿por cierto no tienen calor aquí? ¡Va! No lo creo son estatuas – Aclara Hermes con altanería en su mentira.

- ¡¡Hermes!! Discúlpenlo es que es mi marido es un idiota. Soy Cleo Everlast y él es mi marido el conde Hermes Phileas, y saca la carta de kik y la entrega como salvoconducto. Las estatuas abren al verla presienten la energía que emana de la pluma de la sacerdotisa, ambos concedieron el paso.

Al ingresar Hermes comprendía menos.

- ¿Por qué dijiste eso? – Se enoja Cleo regañando a Hermes.

- ¡Ey! Dijiste que hay que demostrar altanería.-

- ¡Y tú dijiste que estamos casados!. -

- Es que no te iban a dejar ingresar ¡Gr! – Se enfada más Cleo.

- No es mi culpa si tu mundo está lleno de orates, ¿Y desde cuanto hablan las estatuas?

- ¡Mmm! – Mejor sigamos, no quiero tener que reprenderte delante de ellos. Y por favor no hagas bromas con la sacerdotisa. Como buenos días, su piel está muy gastada, o como tratan sus años.

- ¡Ey! ¿Cómo sabias que iba a decir eso? –Pregunta Hermes asombrado. Cleo lo mira con reojo de desconfianza. –

Ya dentro del oasis, se veían palmeras y una vegetación oriunda de un paraíso. Unos guacamayos del tamaño de un humano sobre volaban. El oasis, parecía diminuto, aunque al ingresar se transformaba en una jungla exótica de criaturas dóciles. Este era el poder de la sacerdotisa que mantenía el equilibrio sobre todo un ecosistema que se gestaba con sus poderes. En el centro de aquel lugar de paz, una choza con varias efigies que tomaban diferentes formas. Allí se tallaban símbolos que pertenecían a la brujería olvidada, y debajo de ellos las palabras que Hermes podía ver en su mente.

Aiseirigh nan dearmadach (La resurrección de los olvidados)

Hermes entendía aquella lengua escrita, algo que Cleo al verlo leer sus labios supuso, y era la pregunta que quería hacerle a la sacerdotisa Kik. -

Si otra cuestión que explicar de ello, sortearon las efigies hasta la puerta de entrada. Un cobertizo de mimbre cubierto con paños de color blanco. Cleo palpó con sus manos la capa espesa, para sentir la energía. De no ser así no podrían ingresar.

Al abrirse la cortina de mimbre, Cleo y Hermes ingresaron a un sitio lleno de especias, y objetos propios de un brujo chaman. Vasijas con elementos naturales y no. Formulas en frascos, objetos y muñecos. Todos apilados en estanterías de tres plazas. Las paredes corroídas con adobe, y en las grietas algunas telas de araña. En el suelo de una tierra fija, un tapete persa con dibujos de líneas en cruces. Y sobre el final de aquella primera habitación en posición de yoga estaba una mujer con un velo en su cabeza que le cubría todo el rostro.

- Acérquense - Le expresa ella. -

Kik, poseía un airé parsimonioso. Su velo cubría de tal manera su rostro con una tela gris brillante que se extendía por su cuello descendiendo como si fuere un rio que desemboca en las líneas de su piel reseca y antigua. Su atuendo era de una toga del mismo color. De ser posible se misturaba con la alfombra del suelo y todo era una mitosis artificial. Delante de ella, delante de Cleo y Hermes la mesa rectangular en la cual se dibujaba un circulo con petroglifos, con unas piedras que ella recogía y lanzaba, produciendo un rebote en su efecto. La voz tenebrosa de sus cuerdas vocales eran cabales testigos de una posesión.

- Al lanzar las rocas del destino veo tu esencia transmitirse nigromante. – Kik acercó su mano a Cleo y con uno de sus dedos manchó de sangre su frente. Un agujero de color que solo haría efecto con la voluntad de la integrante del clan. – Deja que hierva en tu mente la sola idea de tu poder bruja de los tiempos y de los demonios. Tú que invocaste sin querer, deseando al peregrino del otro mundo. Tú que me lo pediste.

- ¿Qué debo hacer?– Se pregunta ella – Debo vencer, eso deseo. Proteger a los que quiero.

- Deseas vencer. Y aún no te has vencido a ti misma nigromante. Deseas proteger, y eres vulnerable. Abre tu mente a partir de hoy y para siempre. Deja que la luz de la espada se consuma en tu interior. Brilla tu alma. Solo ello.

La mujer quebraba el trance de cierta manera. Y volvía en sí. De su velo escapa un humo que ingresaba en las fosas nasales de Cleo que parecía desvanecerse. Hermes se contuvo, sin mediar palabra que interrumpiera el rito. Fue como si algo ingresara en Cleo poseyendo su cuerpo. Su cuerpo temblaba y la transpiración se ajustaba a los latidos de su corazón escapando por los poros fragmentados de la piel. La llegada de una serie de convulsiones la lanzó al suelo.

- Sostenla peregrino. Tú la debes proteger. Es tu misión desde milenios atrás cuando llegaste aquí.

- ¡No la entiendo! – Comenta Hermes en cuanto tiene a Cleo entre sus brazos que deja de temblar. Kik se ríe, y destapa su velo dejando al descubierto su rostro, lo que sorprendió a Phileas por completo.

- ¡No! ¡No puede ser!. Usted – La señala con el dedo sorprendido. – Usted es la mujer anciana del rio. Usted sabía que esto pasaría.

- Todas las cosas deben suceder de una u otra forma. Es un destino que ella te haya traído por mí. Su petición fue clara

- ¿Pero por qué? – Continua sorprendido Hermes sin saber que decir más escuchar.

- Porque tú ya has estado. Tú fuiste parte de la orden y robaste las reglas de la lengua que solo tu como enigmático guerrero puede ver en su mente escribiendo cada historia en los sucesos. Te lo diré francamente. Haz regresado a tu lugar para librar con ella la batalla.

- ¡Espera tengo muchas preguntas!– Confiesa, mientras Cleo despierta aunque sigue su trance. Kik sonríe

- No es tan complicado. No hay vuelta atrás, solo continuar ¿Puedes hacerlo?

- Mmm. – Hermes piensa

- Debes hacerlo – Kik la observa a Cleo. Y Hermes la ve a ella descansando y en su interior sintió esa llama de fuerza que le pide escapar. Esa calidez que abraza su corazón. Era Cleo que dentro de sí estaba.

- Debo hacerlo – Se dijo con valor Hermes. – Estaré con ella. Kik sonrió con el deseo de que su trabajo estaba hecho. Aún aguardaban dudas. Pero en Cleo y Hermes veía el futuro del amor.

En el centro del conjuro Kik se aseguraba de cerrar todas puertas que quedasen abiertas. Para cuando ella concluyó su tarea Cleo y Hermes descansaban. El agotamiento del trance los hizo introducirse en ellos mismos. Ese es el fin imperativo de la espada de la luz. El poder brillante sea el arma en cuerpo, mente y corazón.

La primera en despertar fue Cleo.

- Toma esto – Le dice Kik. Le ofrece un vaso con un líquido especial que estabiliza y calma el sistema nervioso. – Te ayudará a recuperarte Cleo. Qué bueno que al fin han salido de ti esos poderes. Cleo se veía sorprendida. Un impulso en su cuerpo bramaba en su magia.

- Kik. Yo no sé qué decir. Siempre nos has ayudado. Ahora estoy completamente segura de poder afrontar esta batalla.

- No digas más. Eres de la familia Everlast. Tu esencia te precede. El temor siempre existirá.

- Es cierto aún late en mí el miedo.

- El miedo es parte del proceso. Si no tienes miedo será mejor que ni te presentes contra Drake. Es por ello que te cité. Tus poderes existían desde siempre y la espada terminó de sellarlos, pero el miedo es un sentimiento plausible que no puede frenarse. Sin embargo también es un aliado. Es precaución, y es valor al mismo tiempo.

- ¡Entiendo! Podré manejarlo –Supone Cleo

- Podrás, y el miedo propio de obligará. En cuanto a él. – Lo observa a Hermes – Es tu otra parte. Como una fracción de ti y tú una fracción de él.

- ¿Qué quieres decir?

- Ustedes eran parte de una vida. Tu aquí, el en el mundo oscuro. El bien y el mal que durante mucho tiempo han compartido un vínculo. Lo bueno, lo deseable y respetable. Lo malo, lo trágico o maltrecho. Un ángel y un demonio. La orden no toleraba ello. No, no podía tolerarlo. Él fue parte de nosotros y escapó del mundo de Necromicom ya que la misma orden no aceptaba que tú en el bien compartieras una vida con el mal. Eran dos vínculos que fueron reencarnando. Y aquel antepasado se robó las palabras. Esas son las que sellan este mundo del otro. Pero dejó una sola frase que he guardado para abrir el camino del vorterix y traerlo de nuevo. Tú me pediste que lo trajera inconscientemente.

- ¡Hermes! –

- Lo extraño, y por ello te he pedido que lo traigas a mí. Es que él ha podido empuñar la espada. De alguna manera ese mal se ha ido limpiando a pesar de su naturaleza. Y ello es por ti. – la niña está en manos de la institutriz del consejo

- ¿Se refiere a Nela?

- Debe permanecer allí. Te habrás percatado de sus poderes.

- Lo he visto. Ella no es humana.

- Es de raza noble en el mundo de la oscuridad. Manténganla a salvo de Drake.

- ¡Bien! – Cleo en su despertar intuía sobre Nela y su historia. Pero su naturaleza no le permitía descifrar su memoria totalmente. Aunque las imágenes y lo ocurrido en ella y con ella, para lograr encontrar las piezas de su origen demoniaco y real, coincidían con la fuerza de Cleo y sus pálpitos visuales en los cuales Ella escapó de Drake y el encarcelamiento de sus padres.

Hermes estaba aún dormido, aunque su conciencia latía en las palabras de Kik. No estaba seguro de sí mismo. Cleo agradeció los dichos de la sacerdotisa, en tanto acariciaba el cabello de Phileas. Luego de una hora Hermes despertó, y junto a él la primera imagen fue de Cleo y sus cambiantes ojos, café y luego celeste.

- ¿Dormiste bastante? – Sonríe

- ¡Eh! ¡Sí! – la jaqueca de Hermes se podía notar con su sola expresión. Cleo le dio de beber la misma pócima que ella consumió.

Debemos regresar en breve.

- ¿Y Kik?

- Ha salido. Se ha ido de aquí

- ¿Se fue?

- Si. Ella muda su hogar como su vida.

Hermes se incorporó y traspasó la que fuera una puerta de mimbre del otro lado solo existía desierto. Unos caballos listos esperando bebían de una vasija grande agua suficiente. El oasis estaba desapareciendo y una nimia brisa se respetaba en el ambiente. No tardaron más que una hora para prepararse y salir de allí. Al tomar cada cual su caballo comenzaron el regreso.

- ¿No sé por qué? No me siento distinto al verla. Incluso no recuerdo lo que ocurrió. Pero algo en mí me dice que no todo está como debe ser – Expresa Hermes con cierto misticismo.

- ¡Ja! ¡Ja! Será porque hay algo malo en ti – Se burla ella.

- ¿Eh? ¡¡Va!! Deja de decir tonterías. – Se enoja de las palabras mofadas

– soy un humano en todas sus características

- ¡Si tú lo dices! – Ironiza Cleo, volteando los ojos hacia arriba con indiferencia. -

- ¿Cómo? – Pregunta extrañado frunciendo el ceño. -

- ¡Nada! ¡Nada! Apurémonos – Ordena Cleo con alguna risita guiñando el ojo.

Los caballos se movían a gran velocidad para poder cruzar el páramo de entre las hierbas que se iban amplificando. Muy lejos se esfumaba el oasis, volviendo un desierto de arenas con incontables dunas que se movían como las olas. El paisaje del viento golpeaba los rostros de los dos jinetes que apuraban la marcha. Debían llegar, y completar todos los recaudos para partir en breve a la batalla. Los consejos de la sacerdotisa venían en la mente de Cleo, que no paraba de pensar en ello, y luego en Hermes. No solo debía salvar la vida de su madre y hermana, debía vencer a toda costa de los contrario, no cabría fuerza que fuese capaz de detener a la maquina devastadora de Drake, y estando su presencia el agujero del mundo oscuro no se cerraría nunca, permitiendo el vínculo entre ambas dimensiones. Ese era un verdadero problema, pues un mundo no está preparado para la oscuridad plena. Todo moriría, aquí, pues el verdadero plan de Drake era luego de conquistar el mundo, absorberlo, desde la dimensión de la oscuridad, y todo estará acabado entonces.

Los pasos de las herraduras dejaban las huellas hasta cruzar a la ciudad de Azarea/Azaria. No fueron directamente a la posada, sino al cuartel. Allí en un palenque amarraron los caballos, había noticias interesantes para Cleo, y era seguro que precisaba darse de ellas para saber la situación. Hartman, Manni, y Mac, estaban allí para escuchar la información.

El Avance de Drake, se estaba complicando lo que mejoró la expectativa de ordenar las tropas. Lo que ocurre, es que el portal del mundo Oscuro estaba ampliándose con el paso del tiempo, y cada vez más monstruos hacían su aparición, lo que dio lugar a tomar la decisión de salir en breve de Azarea rumbo al norte.

- Bien, Señorita Cleotilde Everlast, esas son las noticias de nuestros mensajeros. –

- No tenemos opciones. No podemos dejar que siga abriéndose el agujero del mundo. De lo contrario... - Pausa ella sus palabras. –

- De lo contario, ese gran hoyo podrá succionar este mundo.

- ¿Fusionarse? – Pregunta Mac. –

- No, peor, aún – Dice Manni – Tragárselo -

- Transportando todo lo existe aquí, allá – Aclara Hartman -

- Que todos vayas a sus posiciones capitán – Ordena Cleo – Es hora de comenzar. –

- Enterado Srta. Everlast – El capitán se retira. Todos hacen una pausa. El ataque a la orden del dragón será pronto. Cleo, se quedó en la sala de operaciones, para ordenar la batalla entre flancos de ataque. Un grupo a pie, otro a caballería, y el tercer grupo en el aire. –

Lo esperado es que la contienda arranque con el grupo a pie de escuadras. –

- De eso nos encargaremos nosotros – Dijo Hartman – Tengo mi gente esperando. Iremos al cuerpo a cuerpo. –

- Quisiera ayudar – Tu Manni manejaras los faros de ilusión. – Dijo Cleo – Son el prototipo para crear las distracciones – Necesitaremos de todo el apoyo. – Yo conduciré la caballería hasta el laberinto, donde se desarrollará el combate. Debemos ingresar y romper las ondas de la entrada, parar hacerlo desaparecer. Otro grupo de tierra e infantería, ira luego de ello ¿Tu Hermes podrás?

- Esperaba algo un poco más arriesgado. – Confiesa Phileas. –

- ¿Qué dices?

- Déjame el aire a mí. –

- Es muy peligroso.

- Todo lo será. No te olvides fui teniente – Expresa con seguridad Cleo. Ella sin desearlo, asiente

- ¡Ten cuidado! – Cleo estaba firme en sus palabras que daban las órdenes. – Estarás con la línea de los alados.

- ¿Alados? – Preguntó Hermes desde su ignorancia. –

- Hombres que manipulan las aves de Garza. –

- Aves de Garza. ¡Cleo por favor! – Requería una explicación amplia. Cleo le explicó con detallada información que las Aves de Garza, eran pájaros gigantes que son manipulados como lo sería un caballo. Allí Los jinetes lanzan su astillero. Bolas de fuego. – A Hermes le costaba mucho entender, pero asintió con sus ojos en blanco. -

- ¿Podrás hacerlo? – preguntó con inseguridad dudando de él. –

- ¡Mmm! Parece interesante, pero prefiero mi avión

- Bueno, si estas más cómodo en ese carro metálico

- No te preocupes. Aún tiene su arsenal bien cargado. – Guiña un ojo Hermes. -

- ¡Quiero ayudar!

- Mac, ¡es muy peligroso! – Aclara Hartman. Hermes veía en el muchacho el deseo de ir.

- Si, Mac, Hartman tiene razón – Se lamenta para no lastimar a Mac. – Nadie podrá protegerte.

- ¡Hermes di algo! – Suplica Mac – ¿Acaso no hemos luchado juntos?

Hermes no podía decirle nada, no obstante recordaba al padre del muchacho, pidiendo que lo cuidara. Comprendía el ser una persona protectora, y no iba a dejar que se fuera de sus manos Mac. -

- Déjame pensar Mac. – Hermes se toma el mentón con la mano analizando el mapa estratégico - Puedes participar con Manni. Asístelo en todo lo que sea necesario. – Hermes sabía con su experiencia que estaría resguardando a Mac, observó a Manni que asintió para protegerlo de ser necesario. -

- Bien – Dice él, no muy convencido. Cleo tomo la idea de Hermes como algo bueno, alejando al chico de la batalla principal. Mac fue un gran aliado a la hora de realizar el viaje y pudo afrontar los peligros con determinación, pero siempre alguien estaría

Posteriormente de realizada la planificación. Hermes se disponía a ir a la posada. La tarde se completó tan pronto. El viaje al desierto para entrevistarse con la sacerdotisa, y los diferentes acontecimientos que se realizaron, no paraban de sumar interrogantes en su cabeza. Fue al campo en el cual estaba su viejo avión de combate. Pidió unos favores, que le fueron dados como una idea suya. Al llegar, se encontró con él. Era una maquina como todas en las cuales lo derribaban. Al acercarse a ella pasó dos de sus dedos por el fino metal que tenía cierta suciedad, dejando color negro en la llena de ellos. Esa línea era una característica de él.

- Bueno otra vez a pilotear – Hablaba Hermes a su avión – Solo que esta vez será en otro campo de batalla – ¿Me pregunto que estará pasando allá? No siento el agrado de regresar. No hay nada en esa guerra que me espere, solo el bar para tomas las copas de siempre. Dirán que el teniente Phileas ha desertado, ¿No lo creo? Tres pilotos fueron a una misión de

reconocimiento. Uno derribado, y dos desaparecidos en la bruma de una luz. Y aquí estamos.

Comprobó todos los circuitos, y el motor de hélice. La metralleta está en su lugar con la recarga de balas efectivas para el ataque. Las alas traseras estaban en su condición normal.

Cleo después de concluir sus tareas bélicas fue a ver a Nela. Desde que regresaron, no hacía otra cosa que dormir. Solo se había despertado para poder comer algún alimento

Al ingresar al cuarto la pequeña descansaba cómodamente. La miró detenidamente. Su ternura le hacía pensar que podría ser su hija.

- ¿Veo que duermes demasiado? No te culpo. El viaje ha sido extenso y te encuentras muy lejos de casa. La energía de la ciudad en tu carácter debe tenerte agotada. – Cleo depositó su mano para acariciar su cabello. Allí intentó ingresar en una suerte de trance para descubrir más sobre ella. –

- Nela quiere a su madre. Nela quiere a su padre. – Decía repitiendo todas las veces que fuera posible.

- Hay pequeña. Te llevaré a casa. Te lo prometo – Volvió acariciar su cabello, y la pequeña roncaba dulcemente que podría despertar a la ciudad – Hasta se parece a mí en ello – Se dijo Cleo ironizando sobre su persona.

Luego comenzó a pensar en Hermes...y se tocó el pecho en su corazón reflexionando los sucesos de su viaje..

"Tengo un poder en mi corazón. Siempre pensé que solo era un absurdo pensar que un corazón tiene poder. Inclinarse a ello me causaba gracia. Y lo entendí la primera vez que lloré desconsolada. Era una tristeza que no venía de mí, ni de mí pensar, no, era mucho más profunda. Como si me arrancasen el corazón y éste llorase a mi lado. Eran dos criaturas con un mismo dolor. Y no sabíamos que hacer más que compartirlo.

También he reído con eso que llama felicidad. Es gracioso saber que somos seres con muchas capacidades. Eso nos hace único ante el dios que lo mira todo".

Hermes tenía una idea para su máquina, y envío a solicitar algunos aditamentos. Tenía planeado desde un principio su ataque desde el aire. En el suelo. Un elemento interesante, al cual ajustó del lado de la metralleta. Eran lanzas con una punta filosa, con la particularidad de que aquellas, estaban hechas del metal con la cual se ha forjado parte de la espada. Fue una idea interesante, aunque Hermes no estaba completamente seguro de que funcionaría. Pero si existía tal poder en la ciudad con las barreras de metal que fortificaban e impedían la luz, no cabría mejor idea que usar armas que se dotaran de ello, incluso, expuso esa razón desde un principio con siempre razonamiento deductivo, lo que fue aclarado por Cleo. Las armas solo serán efectivas en su totalidad, cuando se elimine el portal del centro del laberinto que como la ciudad de Azaria, fortifica la ciudad del norte. Luego solo será una lucha entre la luz y la oscuridad.

Se deberá combatir fuera del campo de la ciudad, dentro será inútil. Recordó lo que Cleo le explicó. –

- Si vas a volar debes hacerlo sobre las afueras del campo gravitatorio de lo contrario tu avión podría fallar y estrellarse. Debes esperar a que el laberinto desaparezca. Por favor Hermes, se bien como actúas. No intereses heroísmos innecesarios.

- Lo haré. No te preocupes Cleo –

- Eso me preocupa, porque no harás caso alguno de ello Hermes no supo que decir, y la miró a Cleo.

- Si tu vida corre peligro, ¿No sé cómo actuaré?

Cleo, no podía expresarse.

- ¡Saldré unos horas Cleo! Pronto volveré – Dijo Hermes de camino al campo. Le dio un beso lo que alegró su pesar y nervios de su dama. Luego dio medio vuelta. Cleo veía como se alejaba.

- ¡Ten cuidado Hermes! – Expresó silenciosamente - ¿Hermes? – Grita Cleo.

Él se da vuelta.

- ¡Te amo mi Cleo! – Y Hace el saludo militar. Ella le devuelve el cumplido con el mismo gesto. -

- Y yo a ti Cleo

En su parsimonia meditación, contemplaba el horizonte desde aquel campo, allí permaneció sentado en un tronco en cuanto todas las hojas volaban desde los árboles que van envejeciendo y sin premura. El avión de combate está casi, listo. Y a unos metros el avión de su subordinado Takeda.

- Todos allá se están preparando. Hartman verificando su lanza, y la posición de sus hombres Fenrir. Manni controlando las holografías, junto a Mac. Un sentimiento me invade en esta batalla, quizás sea la última. Siempre he luchado sin temor a la muerte, y es la primera vez que lo siento.

Una persona se aproximaba a él. Pasaron varias horas desde que Hermes partió al campo de la pista. Phileas volteó a ver quién era. Cleo estaba aproximándose. Venía con un vestido rojizo, con sus bucles de su cabello amarillo, que se mesclaban con los rayos del sol.

- ¡Cleo! – Sonríe Hermes. –

- ¡Hermes! ¿Estás bien? –

- Sí, me retrasé un poco con el tiempo. -

- Supuse que deseabas estar solo, sin que nadie te moleste.

- Al contrario, me gusta que estés aquí conmigo. – Le toma la mano. Cleo acaricia la de él, y presiente la inquietud con sus dedos temblando

- ¿Estás nervioso no? – Pregunta Cleo. –

- Tal vez Cleo. –

- Lo sé, no hace falta que me digas. – Hermes agacha la cabeza y sonríe.

- Esa forma de leer de ti las mentes y los cuerpos

- ¡No te burles! – Se irrita Ella – Solo me preocupas. –

- No era burla Cleo. Solo que siempre he combatido, sin problemas. A veces los soldados, sabemos que puede ser la última vez aquí, o allá – señala el cielo – Sin embargo nos armamos de temperamento, y salimos al combate son problemas. Es pasajero, y yo, tu sabes bien, que no te he temido a la muerte, e incluso la he buscado por donde fuera, pero ella nunca venía. Como si no me quisiera con ella. Y ahora... - Hace una pausa Hermes. Cleo dibuja su rostro de pesadumbre y pena por Hermes.

- ¿Ahora? –

- Pienso que está esperándome impaciente. Quizás deba morir aquí en éste mundo. O quizás es hora. Pero eso sea algo diminuto.

- Solo es tu imaginación, Hermes. Todo va salir bien. – Y no es diminuto.

- Gracias Cleo, pero antes que verme a mí, solo quiero que tu estés Bien. Es mi deseo, y eso es otras de las tantas inseguridades.

- ¡Puedo cuidarme sola!

- Claro que puedes y confió en ti. Y te protegeré. Te juró que aunque la muerte conste allí intentando llevarme, no me iré hasta asegurarme que tú estarás bien, y seas feliz.

- ¡Hermes! No digas eso – Ella se arroja a su pecho sintiendo su corazón – Tu llegaste a mí por que debíamos volver a estar juntos. Siempre lo estuvimos y estaremos unidos. Nuestras almas nacieron para estar juntas, no importa el tiempo, el espacio, ni las vidas que deban pasar. Alguna vez lo que fue bueno y malo deben unirse nuevamente. No importa si eres humano, o demonio, yo no voy a dejarte. – Después de esas palabras. Se besaron, en

cuanto una luna que se disponía a salir, despedía al sol, y regresaron juntos a la posada. –

-

La luz del día estaba ocultándose, y las estrellas brillaban.

Se tomaron de la mano para acompañarse. Era en un sentimiento de equipo para que uno no perdiese al otro, y viceversa. Dentro de los caminos que llevaban a destino, los faroles alumbraban la nocturnidad. Como una hilera de ellos, iban indicando a dos personas que en una noche en Azaria se disponían a todo. Para Cleo y Hermes el tiempo se paralizó en tiernos instantes.

- La noche es perfecta – Se decía Cleo. Hermes contuvo el silencio de entre manos. Quería permanecer así. Solo gesticulo el agrado de la compañía de Cleo – lo demás deben estar ocupados con los preparativos ¿No crees?

- Si. Los entiendo. Es difícil acostumbrarse a la hora de iniciar un operativo. Incluso me continúa sucediendo. Siempre habrá un lugar para las preocupaciones.

- O la ansiedad – Cleo.

- Eso mismo – Asiente Hermes

Antes de poder ingresar a la posada, encontraron un lugar cálido en el cual poder cenar alguna comida ligera. Se dijeron al mismo tiempo que tenían apetito. Era un sitio rustico. Una taberna de medievo con algunas mesas, y sillas a su alrededor. Estaba atendida por un hombre muy parecido a ese amigo que tenía en el otro mundo Hermes del cual su último recuerdo fue una pelea en su bar con otros oficiales borrachos. Las cosas aquí son diferentes. Pidieron unas tortillas y agua solamente. Hermes al recibir su plato, no podía evitar pensar más allá de la batalla, sobre el bienestar de Cleo. Creía que su misión era bastante dificultosa para ella. No por falta de confianza, sino porque el hecho de la misión en especial y el laberinto, lo conformaban.

- Dime Cleo. ¿Cómo es ese laberinto? – Preguntaba. Necesitaba disipar dudas. Cleo masticaba un bocado y bebió un sorbo de agua.

- El laberinto es una conformación de paredes que recubren toda la entrada principal. No se puede destruir con artillería. Se extiende hacia las montañas. Pero no es un laberinto en el sentido de la palabra – Aclara

– son fortificaciones que tienen un estilo. Pero su ingreso y salida no son una complicación. El problema es que dentro, al llegar a su final está la puerta. Nadie sabe bien. Solo son especulaciones. El laberinto restringe el ingreso de cualquiera que no pertenezca a la orden. Si entrase un ejército, tal vez desaparecería sino descubre la puerta principal.

- ¡Es locura! Cleo podrías entrar y no salir nunca.

- Si, podría, pero no – Tengo la sensación de que puedo encontrar la puerta. -

No días tonterías – Se enfada Hermes – Sabes que es un suicidio.

- Hermes recuerdas ¿por qué empezamos éste viaje? ¿Recuerdas por qué eres militar? – preguntó intuitivamente. Hermes no supo que decir. – Nuestras vidas están conformadas por vínculos, momentos y decisiones. Son las que no hacen y hacen todo lo que nos rodea. Si queremos lograr que lo que estamos viviendo mejore por nuestro bien y el de todos, debemos tomar ciertas decisiones aunque ello signifique arriesgar la vida.

- Te entiendo – Hermes no quiso continuar

- Tú estarás allí en el aire resistiendo hasta que el campo de fuerza desaparezca ¿y crees que no me preocupa?

- Cleo se lo que hago. Conozco mi actuar

- Por eso temo. Porque conozco tu actuar. – Se preocupa ahora Cleo por la forma en que Hermes actúa en combate.

Al concluir la cena pagaron la cuenta y salieron de allí para dirigirse a la posada. Cleo se mantuvo en silencio. Era ella la que hizo una pausa. Tenía miedo de lo que sucediera con Hermes y luego de todos y ella. La sacerdotisa le dijo que ella podría.

"El laberinto es va a quebrar en tus manos cuando veas que tu corazón parezca que explotará"

Cleo no estaba segura, eran sus palabras. Ya estaban en la entrada. La puerta de bienvenida está abierta como descuido. El posadero no se encontraba allí. Al ir a sus habitaciones Cleo, ¿No sabía cómo despedirse? Lo habitual era un beso de buenas noches.

- Bueno es hora de irme- Contesta Hermes. -

Cleo no dijo nada. Hermes sonrió y al darse la vuelta y querer avanzar, Cleo sostenía su mano sin soltarla. Hermes compendió el hecho. Hoy y solamente esta noche Cleo no quería estar sola, sino con Hermes.

Nunca experimentó aquel deseo, sino en un fantasmagórico efecto platónico de su mente, pero Hermes era su par en sus vidas pasadas, era a quien había esperado. Leyó todo de él, el día que abrazó su corazón al hombre que amaba, y amará. Su mano se aferraba a la de Hermes, y no lo soltaría nunca. Ella lo fue acercando a su cuerpo, y pronto antes de abrir la puerta de la habitación sus labios se aferraron el uno con el otro entre sus miradas que se acariciaban con los semblantes de unos rostros enamorados. Luego se observaron, y con la otra mano Cleo abrió la puerta de su habitación, invitando a Hermes a ingresar por completo en su vida. En la plutonica penumbra, se dirían todas las palabras que formen versos de poemas de amor con el tacto de la piel, como única comunicación de cariño y afecto, y con ello terminarían de sellar esa magia que la princesa nigromante y aquel aventurero tenían en su corazón esperando.

Hoy permiten todo lo prohibido en la hechicería del placer, y ante los espectros del deseo de sus mentes. Nadie tendrá derecho si quiera la oscuridad o la luz de separar sus almas. Ni dioses, ni diosas, ni ángeles, ni demonios.

Cuando ella tomó su mano, percibió el calor que recorría los torrentes sanguíneos de Hermes y su estimulo, y fueron llegando las noticias al ingresar en la habitación y sentarse cada cual en una cama de uno para dos, sin soltarse las manos y

acariciando la piel espaciosamente y sin apuros de relojes. Así fue descendiendo Cleo, mientras Hermes la recorría.

- Estas segura – Le dijo con el permiso indicado, Hermes. Ella asintió con la mayor certeza de la mayor convicción y confianza de Cleo a Hermes.

Así en su primera vez y emoción, Cleo fue verificando todo lo que Hermes comprendía. Cada prenda fue desprendida, y ella lo copiaba a él, besos y caricias del ritual de cada parte que se iba despojando de las ropas. Ambos se alejaron unos centímetros y se miraron tímidos; se vieron el uno al otro desnudos, como llegaron al mundo y se fueron acercando nuevamente en el beso y el abrazo de las caricias. Y cada cual se trasformó en peregrino de la piel del otro, al transitar desde el comienzo de la boca, al sexo inmaculado y prohibido. La nigromante hizo que sus encantos se corrompieran, expandiendo en lujuria; pasión cuando ella recibió en su sexo el juego sagaz e intrépido de ese viajero que le regalaba el sentimiento del goce. Los ojos se Cleo se iban complaciendo al encantamiento, y fue el turno de ella de que las estrellas se expandieran en Hermes al tomarlo por sorpresa, y descender a su miembro acariciando con sus dedos de seducción fatal el pecho, y darle todo lo que el pide. Luego ella regreso de su viaje besando cada parte hasta el cuello. Varios fueron los movimientos y ella, era la diosa del evento. Luego él volteo su forma, y apretó fuerte desde su trasero para hacer más intensa la penetración. Y la llevó al suelo. Cuerpo a cuerpo continuaron moviéndose sin desprenderse.

Ambos se aferraron como una fusión, y Cleo encima de él, decidió moverse como una maldición produciendo su nigromancia y asegurando sus garras en la espalda de Hermes, mientras él, la besaba mordisqueando sus labios. Cleo comenzó a sentir la potencia de Phileas, que se movía más rápido en su andar presuroso. Sus ojos celestes estaban por llegar al éxtasis total, y con fuerza la sangre brotaba de la espalda de Hermes hasta un último esfuerzo en el cual ambos extenuados respiraban la satisfacción en un grito desesperado, al llegar al punto límite. Un respiro solo eso, y ella quedó totalmente abrazada a él besándose en cada

instante, hasta quedarse completamente dormidos en el encanto de la luna llena que reflejaba sus cuerpos llenos de amor en una unión fantástica.

Aunque aún no fuera acto presente del día. Cleo despertó, y fue hacia la ventana abierta de su habitación. Su cuerpo estaba entre una sábana que cubría su bella figura. Hermes dormía profundamente, y ella contemplaba los últimos destellos de la noche estrellada, y luego dirigía su mirada a él, y luego hacia el exterior del cielo, rogando que todo sea un éxito. Rogando porque su madre y hermana estuvieren bien, rogando por la vida de Hermes.

- Daré todo lo que soy con tal de que esto termine. -

En ese momento en que sus palabras se fueron mentalizando, el cielo recorría con las nubes que se iban entremezclando. No podía esperar por la ansiedad, aunque tampoco era preciso que ella se apoderase de su persona.

El contemplar lo que reste de la noche y el llamado del sigilo, mutó en una ceremonia de paz. Era esa pausa que tanto busca el ser humano, y que por fin puede encontrar conjugada para beneficio de ella. No necesito más que ello, para tranquilizar su mente y sus brujerías.