Debería uno allanarse a las consecuencias nefastas de la realidad. Lo que ocurre entre el aceptar o no, es el instinto de supervivencia que nos obliga a pecar contra ello. - Cleotilde Everlast. -
..........
Era como un maizal de mis días de juventud.
Tenía principio, pero no tenía fin. Y si lo tenía era peor. -
En Necromancer la mayor parte del planeta suele ser agua. Su ecosistema consiste en una biología de bosques, desiertos, estepas, montañas, ríos, lagos, etc. En cada continente habitan sus seres terrestres y alados. Entre ellos la raza terrestre hominis la cual es muy similar a la humana en toda su morfología y estructura anatómica. Derivada de una descendencia divina. Los del océano en sus profundidades son híbridos cual tritones y sirenas. Los alados viven entre las montañas con sus pájaros. Entre ellos se encuentran los gigantes. Que pueden ser bestias peludas de tres ojos, o ciclopes con la piel seca. Los hominis tanto en la tierra como en el océano habitan modificándose según su ecosistema.
Entre Necromancer y el mundo que conocemos lo separa una dimensión. Ello quiere decir que hay otros mundos. Entre ellos el mundo oscuro.
Esa fue la primera explicación de Mac y Cleo a Hermes. -
Luego de incidente la mansión comenzó su reconstrucción. Cleo Había dejado todo a cargo de una amiga de la familia Isabel McCull, quien era como una tía para ella tras años de amistad entre los Everlast y McCull.
- Hija no deberías ir sola – Le comenta La tía Isabel. – ¡Sabes que es muy peligroso! – Por qué no llevas unos guardias para que hagan una custodia.
Cleo respiró hondo y luego exhaló al ver a su tía postiza preocupada por el
asunto tan trágico. -
- Tía, no quiero poner a mas nadie en peligro. Todo esto es por ese maniaco que quiere una espada que no puede manejar. La tía no sabía que
decir.
- Esa espada ha venido desde tiempos inmemorables a la familia. No sabemos que puede suceder por ella. – Se preocupa, mientras se acerca a Cleo para abrazarla. Cleo llora nuevamente, por lo sucedido.
- Tía quisiera que todo esto fuera más fácil. –
- Debes ser fuerte. Te prometo encargarme de todo, pero por favor vuelve sana y sa–lva.
- Cuida de ellas, hasta que podamos regresar con sus almas. –
- Déjalo en mis manos. - Aclara Hermes un tanto confundido con eso de las almas. -
- Si pudiera te acompañaría mi hijita – Se entristece Isabel.
- No tía, no quiero verte llorar. –
- Es que, para mi tú y Mary, son como mis hijas. Ambas se dan un último
abrazo de despedida. Unas mariposas revoloteaban alrededor de ellas. En la tierra de Murias cuando sucede ello, es porque el vínculo se sostiene de sangre, y no se puede romper jamás. -
Cleo se aleja para corroborar todo lo que tiene la carroza con los caballos. Hermes se coloca en su espalda una mochila con todos sus efectos que venían de su viaje, con ello los de Inu. Isabel se acerca a él, la mariposa que estaba con Cleo vuela a su alrededor, y ella lo nota y lanza una simple sonrisa de confianza. –
- Señor Phileas, ¡Cuídela si! – Expresa ella. –
Él le devuelve la mirada al escucharla, y asiente con otra sonrisa. –
- No se preocupe. Está en buenas manos ¿Mac estás listo?
- Sí, señor Phileas.-
- No me digas señor. Me haces pensar que soy un viejo decrepito. Soy Hermes.
- Bueno, señor Hermes. – Le grita desde lejos Mac
- ¡Bueh! ¡Qué Remedio! – Cleo, ¿Tú?
- Ya casi estoy. – Ella carga un bolso más. Hermes frunce el ceño.
- ¡Ey! Es un viaje que tiene una cierta seriedad, ¿Qué diablos traes ahí?
- Eso no te incumbe. -
- Oiga señorita importante. No es un viaje de turismo. Espero no sea ropa
- ¿Qué dijiste? – Ambos se ponen como perros ladrando. –
- ¡Bueno! – Dice Isabel observando la situación - calculo que se llevaran bien.
La carreta parte por el primer camino rumbo Azaria.
- Señora MCull, encontramos otro cuerpo en estado de sueño. Está en perfectas condiciones, y sobrevivió gracias a una pared que contuvo los bloques que caían.
- ¿En serio? ¿Entonces tienen tres almas, y nos dos? - se dijo ella
- ¿Qué rayos ocurrió? – Se enfada Drake. – La bestia, había llegado, con uno de los jinetes que traía en su interior de un frasco de vidrio oscuro, tres almas.
- Señor, nos fue imposible conseguir la espada. Su poder es aterrador. Trajimos las dos almas que precisaba, y una más de alguien desconocido.
- Lo suponía – Drake camina hacia unas plantas a las cuales les da alimento. Unas plantas que devoran carne humana preferentemente. No te preocupes, han hecho un buen trabajo. Esas almas pronto serán parte del conjuro, y así podremos tomar la espada, sin importar su ubicación. El brujo Loge hizo su aparición. –
- ¡Señor! - toma la palabra Loge. Drake asiente. - Tú, montaraz de la muerte, dame las almas –
Le pide cautelosamente Loge. Luego hace su aparición Wotan.
- Tenemos las almas. Sí, tenemos las almas ¿Y la espada? ¿Y la espada?
- Wotan, silencio – Expresa Loge. – Señor las llevaré a los aposentos. Allí aguardaran para su uso especial.
- Bien, hazlo – Expresa Drake. El jinete aguarda esperando – Tú, has hecho un buen trabajo Heraldo de muerte. – Wotan necesitaremos su servicio como de otros jinetes.
- Debe pagarnos por nuestro trabajo. –
- ¿Qué dices? La orden Dragón no paga. – Expresa con arrogancia. El montaraz se acerca a él, y este con sus ojos color oscuro comienza a sofocar al esqueleto que cae rendido al suelo. – ¿Lo ves? Hasta los muertos me temen – Y levanta su mano hacia él, haciendo que se arrodille más todavía. – Luego con una sacudida de su mano derecha parte en pedazos al montaraz que se desvanece sin dejar rastro. – No te necesitamos, llamaremos más de los tuyos. Ustedes solo son repuestos de basura mal oliente que ya no forma parte de este mundo miserable. El palacio comienza a oscurecerse, y el salón se tiñe de plena repulsión en energías que son toxicas al humano normal. Aquel sitio estaba adornado por un corredor extenso desde una puerta principal a la cual al ingresar el pasillo poseía una alfombra de terciopelo violeta con adornos del color del oro. Diez pilares de cada lado y entre cada uno de ellos una estatua de dragón observando a quienes caminan por allí. Las paredes y pilares de color rojo tiñen el lugar al final de aquel un trono con forma de calavera de Monstruo, en la cual Drake se sentada como su silla principal de mandato. A su lado dos animales muy parecidos a las hienas de dos metros de altura encadenadas en sus cuellos al mármol cerca del trono devoran a quienes no
son invitados a su lecho. Ahora se encuentran entre ambas disputándose una un torso humano que ha sido devorado poco a poco por ellos. Un servidor de la raza Alverich, una raza de enanos de menos de un metro se acerca cuidadosamente a limpiar el desastre. Una de las fieras se percata de ello y lo ataca, éste quiere alejarse pero es inútil, su cuello es partido de inmediato. Uno de los soldados de Drake se acerca con cuidado a quitar el desastre. Drake se ríe.
- Déjalos que coman. Total, esa raza de inútiles enanos es escoria. El guardia personal de él, asiente, y retoma su posición. – El techo en su cúspide se notaba la negritud de la luna oscura. Un astro diferente que no posee luz, pues Los ancestros se la quitaron ubicándolo en el reino dragón en el cual siempre es de noche, y siempre hay niebla.
Alrededor sorteando el rio de sangre, se encuentra el laberinto de los caídos. Allí quien se entrometa debe sortear innumerables peligros de personas que han ingresado y perecieron perdiéndose en lo más oscuro. Hasta ser parte de aquel sortilegio del cual no se puede escapar bajo ningún aspecto. Todos lo que fallecen constan en sus cuerpos, que jamás regresan. Nadie documenta de ello, sino por quienes dicen haber salido, pero son pobres diablos que han caducado en su sano juicio. Ese laberinto es la entrada principal al rio de sangre. Solo se interpreta que el poder sortear y encontrar la salida, hará desaparecer al mismo para siempre transformando en llanura todo a su alrededor.
En las demás direcciones de la noche que marcan el terreno, las montañas malditas que escoden secretos de terror por quienes han querido sortearlas sin éxito. Dicen que posee vidas, otros que se esconden los gigantes peludos que forman el clan de Fasolt. Nadie puede ingresar al impenetrable mundo.
Por ello el fuerte de Drake estaba bien protegido. Y sus custodias y habitantes tienen el poder de ir y venir sin problema por esos peligros que son manejados por los brujos Loge y Wotan. Leales servidores de Drake y por la plenitud del mundo oscuro. –
Drake se acerca a la ventana del último piso de la gran torre llega al infinito cielo, luego de haber realizado su cometido. En ella siempre está mirando el horizonte.
- Vendrán por las almas – Confiesa riendo – ¡Si vendrán!, Y cuando sea ello, te atraparé, y tomaré la espada cortando tu preciosa mano, y la usaré sin problemas con tu sangre, y sus almas confundiendo su luz. Y el poder absoluto en el continente será solamente mío. Soy el gran rey de la Orden del Dragón. Del linaje que puede dominar toda la existencia. El dios del caos. El único que puede decir quien vive y quien muere. Azote de los desposeídos, pisaré los campos y yacerán bajo la palma de mi mano todos lo que se atrevan a darme batalla. Y luego iré más allá de Murias retando a todo ser sin piedad. Los ínvidos de mi fiesta personal serán acabados como lo he hecho siempre. Estarás orgulloso de mi padre – Observa la montaña, Drake, la cual se personifica una Figura de un gran hombre de barba entre la nieve y los matorrales, que se entremezclan con la neblina nubosa y el oscuro canto de los reptiles voladores que van y vienen con sus presas diminutas. Drake había transfigurado lo que una vez fue un lugar apacible y lleno de luz. Su poder viene muy a lo lejos de las tinieblas ofuscadas de los demonios con los cuales pacto con su sangre dañina y prometiendo la sangre inocua de los seres de la tierra. Su plan es el dominio total en la oscuridad en donde siempre sea de noche.
Cleo se mantiene descansado dentro de la carroza en cuanto avanzaban. Mac maneja los corceles y Hermes está a su lado en silencio hasta que ve un insecto muy parecido a una mosca con el tamaño de una mano. Estaban en medio del camino de uno de los tantos bosques tupidos del continente que se encuentra muy cerca en donde está el pueblo, y en el cual Hermes despertó luego del accidente. El camino es de tierra lisa con algunas piedras alrededor. Los dos corceles fuertes caballos de carga tienen unas piernas fortalecidas que les permite desplazarse en todo los terrenos posibles. La cría de los caballos en Tocasicha. – Todos los
caminos estaban marcados, otros eran solo senderos o huellas. Allí los mapas eran inútiles. -
- No se asuste señor, perdón digo Helmer, ¡No! - Se toma la cabeza con una mano por la equivocación al ver los ojos sigilosos sobre él de Hermes – ¡Perdón!, señor Hermes – Dios Hermes
- Así está bien, no hay problema. Supongo que no puedo evitar que llames señor. Dime Mac, y este continente Murias, Cómo surgió, o de dónde es?
- Le decía señor.
- ¡Bueh!
- Hermes.. que ese es un morca. Es un insecto muy parecido a las moscas, pero poco usual, solo se los ve en verano.
- Mi pregunta principal ¿Son peligrosos?
- Si no, nos acercamos al nido principal, no hay problema.
- Y.. estaba por preguntar Hermes.
- Si no acercamos nos atacaran con sus mordeduras. Tienen mandíbulas que cortan todo a su alrededor
- Como las hormigas. Parece que todo es un peligro por aquí.
- Eso mismo y no. No necesariamente Hermes. ¿Lo dije bien? Murias se formó con otros cinco continentes en la tierra. Somos parte de la creación de cinco dioses que se disputaron el mundo. Cada dios designo a sus subalternos. En
este caso En murias. La orden Dragón, la orden Fenrir del Lobo, y la orden de Everlast de la mariposa.
- Parece muy complejo.
- No tal así. Ambas mantiene un equilibrio, pero a veces hay disputas entre ellos. Bueno batallas con la orden del
Dragón
- ¿Y la espada?
- No conozco muy bien su historia.
- La espada pertenecía a mis ancestros. Mantiene el equilibrio y otorga la luz de poder – Expresa Cleo que despertaba tras u movimiento brusco del carruaje.
- ¿Por qué la querían? - Pregunta Phileas.
- Porque con ello la contaminarían de oscuridad. Drake y la orden del Dragón tienen según nuestras fuentes, la idea de tomar el continente. Como veras la luz, es oposición a oscuridad. Él, y nadie que este metido en sus reinos puede obtenerla, entonces necesita de la pureza incorruptible para lograrlo. No estoy segura pero de hecho las almas de mi madre y mi hermana por ser linaje de sangre, como la mía son las indicadas para poder tomarla. Mientras tanto. Sea lo que fuere no puede hacer nada con la espada.
- Se me hace muy compleja esta historia – Confiesa Hermes con una mueca dubitativa.
- A mí también.
- ¡Bueno! No es de extrañar. Parece que no tienes mucho entendimiento en el asunto
- No es eso. – Piensa Hermes – ¡Oye! ¿Qué quisiste decir?
- ¡Lo ves!. ¡Tengo razón...!
- Niña bonita de risos atontados, sería mejor que expliques de una forma más sencilla.
- Te puedo hacer unos dibujos como a los niños, quizás así comprendas.
- ¡Muy graciosa! – Expresa Hermes – Mac se ríe de ello. –
- Mira de este modo. Drake precisa la espada para dominar todo. No puede tomarla con sus manos, ni nadie de la orden Dragón, pues son un linaje, y los que no han pactado la oscuridad, entonces para ello posiblemente quiera las almas que son del linaje Everlast de la mariposa, para poder tomar las espada y luego contaminarla.
- ¿O sea que las almas en cualquier momento estarán listas para ser succionadas por él?
- Si pero también la espada para fusionar todo, sino no podrá.
- ¿Cómo explicas que el jinete o esa cosa que nos atacó no pudiera tomarla?
- ¿Te refieres al montaraz? Son almas de muertos mercenarios. Ellos especialmente no pueden tomarla con sus manos, en cambio los vivos sí. Ahora no comprendo ¿el por qué, tú la usaste y la misma blandió una luz? Cualquiera puede tomarla con sus manos sin necesidad pero no tiene poder. Es como recoger una barra de metal, pero la orden oscura del dragón no, entonces eso me inquieta más aún.
- ¿Cómo? – Pregunta Mac. Hermes respira exhalando con sus brazos cruzados y cerrando los ojos.
- Es claro, Mac. Ellos o él, saben que iremos allá.
- ¿Y tú seguro trajiste la espada?
- En efecto, no la iba dejar allí.
- Bueno ahora sí que estamos en aprietos
- ¡No tengas miedo héroe! – Le dice Cleo sonriendo- En Azaria están los refuerzos. Y no te pedí que me ayudes en esto. –
- ¡O vamos! Los dices ahora.
- ¡Lo he dicho siempre! - Se acerca Cleo a Hermes burlándose. –
- De todas maneras sabias que los acompañaría. No dejaría a un niño y una dama histérica en apuros, desamparados por estos bosques y con esas cosas como quiera que se llamen – Comenta Hermes. Mac retracta lo que comenta Hermes.
- Son morcas, muy parecidas a las moscas.
- Bueno, sí, eso. No los dejaría, y por cierto ¿por qué hay tantas?
- ¡Estemm!
Todos se miraron con un poco de asombro
- ¿No estaremos acercándonos a dónde pienso que estamos yendo no?
- ¡Señor Hermes!
- Mac no quiero tener que correr, por si algo me ataca. Tengo bastante con
éste lugar, y con ustedes.
- Cállate Hermes. Mac está haciendo su trabajo, mientras tú solo observas
- Quisiera pensar que tú también pudieses hacer algo al respecto más que dormir allí como una holgazana.
- Para tu información soy la guía de ustedes
- Perfecto, ¿Ahora dime que es ese enjambre guía turística?
Cleo al ver eso se asusta.
- Mac es mejor que des la vuelta - Cleo se lo expresa de tal manera, que su fisonomía, como su rostro están temblando del miedo. El muchacho trata de dar la vuelta con los caballos, pero es tarde. Las morcas comienzan a dar vueltas alrededor de ellos en círculos. Algunas descienden hacia los caballos y muerden a uno que pronto hace un movimiento brusco en dos patas y obliga al otro a correr en dirección recta. Hermes toma las riendas cuando Mac sale disparado hacia atrás con Cleo por el impacto del movimiento del animal.
Hermes maniobra y el enjambre se consuma al lado de la carreta en gran velocidad. Salen del camino y se dirigen en dirección a un grupo de árboles vetusto de raíces. Pronto van disminuyendo la velocidad al adentrarse al fango de un pantano en el interior. Las morcas se reagrupan en pilares como las moscas mismas cuando se encargan de destrozan cuerpos en descomposición.
- Maldita sea son demasiados. ¡Mac! ¡Mac! – tenemos demasiados de estos insectos. ¿Tienen alguna idea ustedes cómo detenerlos?
- ¡Señor!
- Ya te dije que no me digas..... ¿Qué? – Hermes se cruza de frente con un puñado de larvas que parecen salir de la tierra. – Hermes denota una expresión de terror y al mismo efecto asco ante ello, con sus manos temblando. Mac y Cleo se acercan a Phileas.
- ¿Estás bien? – Dice Cleo - Parece que nuestro héroe le dan asco las larvas.
- Pe ..¿Pero vean el tamaño de eso?
- Descuida, no nos atacaran. Se alimentan de raíces.
- ¡Estem! Pero – Y Hermes señala en dirección al cuerpo de un buey semi carcomido.
- ¡Eh! – Cleo se impresiona. –
- mmm ...No sé cuándo se volvieron carnívoros - Se sorprende. -
- Larguémonos de aquí. – Hermes toma nuevamente las riendas queriendo que los caballos se muevan, pero están casi atrapados por el lodo del pantano – ¡Genial! Lo que nos faltaba. Una morca se acerca y luego otra en dirección de ataque, pero Cleo le da con un garrote que lleva consigo guardado en su bolso.
- ¿Y eso?
- ¿Qué creías que era una princesa? Esto y otras bellezas llevo escondidas aquí. – De inmediato comienza el enjambre a establecer territorio y las larvas se agrupan acercándose lentamente.
- ¿Mac tú conoces el terreno? Tienes alguna idea
- ¡Bueno yo!
- Vamos, deprisa, no puedo con todos les grita Cleo que había descendido de la carreta.
- Iré ayudarla. – Hermes se arroja y saca su cuchillo largo cortando a cuanto se acercase.
- No está mal para un novato. – Sonríe Cleotilde. Que reanuda su defensa. -
- Lo mismo digo. – Se agita Hermes entre el ir y venir de los insectos. Mac mientras intenta mover la carroza con los caballos que se agitan constantemente. –
Ante la imposibilidad, Hermes piensa en una solución que podría dar efecto, si es como en la tierra.
- Mac, ¿Estos insectos son como las moscas?
- Si señor! – Se mueve mac con la carroza. –
- Bien – Hermes toma de su bolsillo unas cerillas que poseía, y sale del perímetro de ataque.
- Mac – ¿Tenemos algo de alcohol, o algún líquido?. –
- ¡Estem!
- Busca en el bolso principal, allí debe haber bencina. –
- Eso es perfecto – Dice Hermes. Mac se apura ingresando en el carruaje, hasta que lo encuentra.
- Lo tengo – Dice Mac –
- ¡¡¡Arrójalo!!! – Grita Hermes –
- ¿Ya veo?, ¿Vas hacer fuego? - Pregunta Cleotilde – Aunque no alcanzará con una fogata. –
- No pienso hacer una fogata – Hermes, recoje una cerilla, y la enciende sobre un pedazo de trapo vertiendo el líquido. La tela en llamas, y se propaga, y él corre en dirección al primer árbol que encuentra cerca de las larvas. – Ahora verán insectos asquerosos. – Deposita aquel trapo en llamas en un agujero, produciendo un fogón inmenso en cuanto aquel árbol comienza arder. El efecto produce que llegue a todo su interior, y pronto este se derrame sobre otro con un efecto dominó. Las morcas
y larvas comienzan a retroceder. Algunas son parte de las llamas y vuelan como bolas de fuego desmembrándose. -
- Hermes eres un desquiciado – Le dice Cleo – ¡Vas a incendiar todo el bosque! – Se enfada con enojo putrido en sus ojos enmarañados. -
- Debemos sacar a los caballos - Grita Mac –
- Oigan, si tenían una mejor idea me lo hubieran dicho. – Pronto tomó las cuerdas intentando calmar a los caballos, y movilizándolos hacia las afueras del pantano. – las llamas se pronunciaron hacia dentro lo que favoreció de deserción de las morcas y que se disipen. -
De inmediato las llamas consumen parte de los vetustos arboles sin hojas aclarando el campo del pantano. Desde un espacio lejano se desarrollan las
cenizas que van y vienen desde el aire. Hermes comienza a tener cierto dolor en su cabeza. Imagina un campo tal cual lo vivió hace un año. Trincheras de soldados que van gritando a esconderse en los agujeros. Una granada que cae al suelo y miles de partes humanas que se disuelven en fragmentos de cuerpos que aterrizan mojando con la sangre el rostro de Hermes Phileas, que estaba escondido; acurrucado en otro de esos huecos esperando la muerte en forma de pólvora, y disparando a cuanto pudiese. En un flash de tiempo al salir de ese tugurio de óbitos, el campo estaba en las mismas condiciones que el bosque. El silencio del aire, y las cenizas que venían en una dirección hacia otros sitios. Había sido una batalla despampanante en esa época en que solo era combatiente raso de campo en infantería. Recorrió ese sendero de destrucción. Un pantano en forma de bosque. Reconoció una mano, un cuerpo, una cabeza, unas entrañas. Ojos, sangre, rifles, pólvora, humo, llantos. Reconoció todo de tal manera que fue una fotografía de su mente que lo ha acompañado, y sería una de tantas de ellas. Se dijo asimismo ¿Es así como debe terminar todo?El mismo bosque, el mismo olor, otro destino.
- ¡Hermes! ¡Hermes! - Lo llama Cleo. -
- ¡Señor! Digo, ¡Hermes! . Ahora es Mac quien le dirige la palabra. -
- ¿Eh? –Hermes vuelve en sí -Lo siento - Ladea la cabeza - Estaba soñando despierto supongo. –
- ¿Todo está bien? – Le pregunta Cleo que se contiene a querer saber lo que le ocurre por ansiedad. -
- Sí, no te preocupes. Sigamos – Hermes se mantiene callado, hablando en sus adentros – ¿Cómo puedo recordar ello? ¿La guerra no deja nada, o no Leticia? ¡Tú si sabrías entender esto!
- Miren el fuego parece extinguirse - se complace Mac con lo que ves – Y desaparecieron la mayoría de las Morcas. –
- Si es perfecto. –Se regocija Cleo – ¡Hermes parece que tu idea dio resultado! - Hermes no le presta mínima atención – Vamos no es para tanto, podía haber sido peor – Expresa ella.
- Qué extraño verte felicitándome. –
- ¡No te felicité! - Se irrita Cleo – Solo dije que fue una buena idea. –
- ¡Ah! Cleo. Debes admitir que fue buena idea – Objeta Mac –
- ¡Bueno! – Lo mira a Hermes con cierta sonrisa Cleo. Al percatarse de que éste no devolvía la mirada, presintió que algo en su interior no estaba bien, y solo se remitió a observarlo con cierto agrado y curiosidad al mismo tiempo. -
- ¿Estamos bien ubicados no? – Prosigue Hermes saliendo del paso de los árboles y adentrándose en campo abierto.
- Seguramente Hermes – Recoge el mapa Cleo. – deberíamos ir en dirección al oeste, para retomar el camino que estábamos transitando para poder llegar a Azalea.
- ¿Seguro? No me parece que hubiéramos venido de por aquí. –
- Hermes no seas tan desconfiado – Se bien en qué dirección estamos avanzando. Recuerda que estas con una guerrera, y aparte de ello una gran guía. –
- Sí, eso es lo que más me inquieta, y me preocupa. –
- ¿Qué dices? - Se irrita Cleo como molestia acercándose lo más posible a Hermes con su vara para golpearlo.
- ¡! Ey!! – ¿Qué haces? ¡Eso dolió! ¿Qué también un bastón? – se alborota Hermes, en cuanto Mac se asusta con el ataque de Cleo. –
- Es evidente, mi querido Hermes. Una mujer como yo está preparada para todo. - Se jacta de su segura confianza ella. -
- ¡Uff! Este viaje sí que será largo – Expresa con forma de duda Hermes. – Bendito seas Mac que puedas aguantarla desde allí.
- Para tu información Mac es un caballero. No como tú que eres grosero, y poco recatado. – Y atina a querer golpearlo con la vara nuevamente. –
- Miren, ahí está el camino. –
- Bien hemos llegado. Ahora en dirección al Oeste. – Se levanta del asiento Cleo, y señala con algarabía el sitio al cual deben ir. Pronto con el movimiento se cae de la carroza hacia un charco de agua y tierra. Hermes se ríe con Mac, se detiene en su paso de caminar, y va hacia ella. –
- ¿Te ayudo? – Le pregunta con sonrisa graciosa de burla por la caída de Cleo.
- Claro – Le extiende la mano y Hermes la toma, empujando a éste al suelo; ensuciándose con el charco de agua que salpica su rostro que comienza a irritarse – Listo se jacta con felicidad. Estamos a mano cierra los ojos confortada devolviendo la maldad de la burla de Hermes. -
Mac mueve la cabeza negando, en un ademan de que ambos no tienen remedio. El humo que parecía insertarse de manera amplia sobre el bosque se estaba disipando y desaparecía como las morcas. En algún punto el trabajo de Hermes estaba bien, aunque por casualidad no se propagó el fuego.
Hermes se limpia la cara con un trapo que había allí y se instala dentro del carruaje en la punta observando el camino que dejaban atrás. Pronto su enfado se esfumó. Cleo y Mac se mantenían delante, afuera con las riendas para manipular a los caballos. Estaba el teniente, apartado con aquella imagen de su mundo del pasado.
- Hermes de nuevo estas muy distante – Le dice Cleo – ¿Hermes? – No tiene remedio – Argumenta a Mac, cuando estaban ingresando al camino de llanuras.
- Estamos en marcha – Dice el niño con plena confianza. -
- Perfecto. Según el mapa luego del camino tendremos un pueblo, metido en el bosque. Después sino me equivoco tenemos el sendero de montañas, y una vez que los crucemos estaremos en el pueblo de Azarea.
- ¿Es seguro que podremos llegar bien?
- Claro, tú confía en mí. Llevaré a los tres a Azarea, y luego pueden regresar a Tocasicha
- Si – Expresa un tanto decaído
- ¿Qué te ocurre Mac?
- No nada.
- ¿Vamos? ¿Seguro estás pensativo como Hermes?
- No es eso. Es que regresar al pueblo. Otra vez la vida aburrida de Tocasicha.
- Niño ¡Una batalla, o guerra no es un juego! ¡Es peligroso! – Replica Hermes a lo lejos. –
- Lo sé señor ¡Ohh! ¡Perdón!, Hermes – Jadea en su interior exhalando el oxígeno que aguanta. Mac tenía ese don de ser un gran estudiante, y
ayudaba a su padre en los quehaceres del negocio de abarrotes. Pero su vida estaba consagrada a ello. A ese tedio mundano de la ciudad en la cual los días parecen todos iguales y consecutivos. Había perdido a su madre en temprana edad por una enfermedad rara. Y para su padre él lo era todo. Con solo catorce años estaba preparado para la vida, sin embargo, no para lidiar con los avatares de las disputas de guerra entre clanes de un continente. Accedió a que fuera, con la condición de que debe regresar. Hermes pensaba en ello. El padre sin conocerlo descifró una confianza fuerte en ese adulto para pedirle que por favor cuidara a su hijo.
Hermes pensaba entonces en las palabras del padre de Mac:
- No te conozco peregrino extranjero, pero el hecho de lo que haya pasado en la mansión y como hayas defendido la casa con sus habitantes, me da a entender que no eres una persona cualquiera, y que conoces a la perfección estos menesteres, por eso te pido que cuides de Mac, para que no se meta en problemas. Es la única familia que tengo.
- Lo haré señor. No se preocupe. –
- Gracias. Esa es mi bendición en su viaje
Hermes al cavilar ello, no quería fallar a la palabra del padre de Mac
- ¡Yo puedo cuidarme Hermes!
- Mac cuando lleguemos a Azarea. Hablaremos, ¿Si? – Ahora solo quiero dormir un poco. – ¿Quiero pensar que no, nos vamos a perder no?
- ¿Qué te hace pensar que si? No te preocupes y duerme tu siesta
- ¡Tus palabras tan seguras son las que me preocupan! – Confiesa Hermes casi cerrando un ojo. De lejos podía oírse la irritación de Cleo.
A prisa a paso de trote para ganar tiempo antes que la noche los atrape decidieron apurar el paso. El sol estaba en su auge y por ser verano, no se ocultaba hasta largas horas que podrían ser en otro lado del hemisferio de noche. Cleo verificaba con su brújula, cuyas agujas estaban como desentonadas. De la llanura comenzaron a generarse dos muros de maizales.
- ¡Wow! ¿De quién será éste extenso campo?
- ¡Debe ser de alguna familia terrateniente! -Confiesa Cleo con dudas. –
A medida que iban marchando el maizal se extendía con infinidad. Cada vez más altos, de tal forma que no tenían manera de ver el horizonte. Hicieron una parada para verificar a las afueras. Cleo se puso de pie y colocó su mano en su frente como techo para poder ver el horizonte sin que los rayos del sol se lo impidieran.
- Solo veo maizales, y nada más. – Prosigamos. Hermes aún continuaba dormido en pleno descanso de siesta. -
- Hermes ¿por qué no vamos por otro lado? No lleva a ningún lado el maizal
- Me tienes harta con tu negativa manera de ver todo como un inconveniente
- ¿Y tú? No recuerdo haberte dicho que vengas. -
- Para tu información es mi problema también. Aparte de ello, ¿Vez algo diferente del maizal? ¡¡Pues no!!
- Claro que debe haber otro lugar, pero tu cerebro solo funciona en línea recta ¡¡GRR!!. – Se irrita Cleo.
- Oye Cleo ¿No sería mejor que dejases esto a quien sabe resolverlo?
- ¿Para qué? Lo arruinaras ¡Vamos Hermes! Te hago falta. No puedes vivir sin mí
- Lo único que me hace falta es una buena cama y un poco de licor. Diablos el padre de éste niño lo ha vaciado – Hermes saca su petaca y abre la roca intentando sacar alguna gota de ello.
- Eres un caso perdido. Dios quisiera que esto terminase pronto. Rescatar a mi hermana y madre y regresar todo a la normalidad, sin seres indeseables y estar en un pueblo tranquilo. -
- Pronto terminará. Mira hay un camino muy fuera por allá – Señala
- ¡No seas payaso! – frunce el ceño Cleotilde. Aparte no pienso pasar por ahí es un bosque tupido lleno de quien sabe que raras bestias. Bueno tenemos una aquí que puede hablar. -
- ¡¡GRR!! – Se enfada Hermes - Y yo no quiero estar allí para salvarte en tu mundo mágico – Le comenta con sarcasmo si llegas a ir ahí. -
- Perdone señor valiente ¿Sabías que existe una palabra importante de nombre caballero? – Pregunta como mirando con risa estrepitosa. – ¡Ahh no! Claro. El libro de su cabeza señor son solo páginas en blanco. -
- Si son esos que salvan a un vieja histérica – Confiesa Hermes levantando su nariz. Cleo cierra sigilosamente los ojos apuntando como una flecha a Hermes sacando humo de su cabello amarillo con pintas de marrón y rayos de sus ojos.
- Mmm. Mejor cierro la boca – Dijo por sus adentros con gestos erráticos de miedo. –
La discusión no duró mucho más de ello, y Mac intentaba no meterse en esos asuntos.
El suelo estaba repleto de pequeñas piedras que parecían entorpecer el viaje. Pronto se levantó una polvareda por el viento caluroso que provenía del lado de la pared izquierda de los maizales. Ambos se taparon sus rostros para evitar la
arenisca en sus ojos. Era muy potente, y el ruido de las chicharras se hacía prominente colmando la paciencia de los caballos que se estaban quedando exhaustos por el trayecto. Mac hizo una parada para darles agua y Cleo continuaba observando el mapa.
- Es extraño. Éste camino ronda el bosque, pero éste otro, que estamos no. Incluso el camino lleva al pueblo más cercano que se encuentra dentro del
otro bosque que linda con el que ya pasamos –
- Podemos continuar. El calor es abrazador – Expresa Mac. –
- Si, prosigamos. – Duda Cleo de aquel plano de la zona. –
- ¿No estaremos perdidos no?
- Para nada. No te preocupes, fui primera en mi clase de exploradora. –
- Oigan ¿Por qué tanto alboroto?
- Bueno parece que el señor bello durmiente ha despertado.
- Escuche una comadreja parlanchina que dice que es exploradora. – Bosteza Hermes, en cuanto se explaya refiriéndose a la persona de Cleo.
De inmediato Hermes recibió aventada a gran velocidad y fuerza en su frente como un rayo, y como ya era costumbre la botella de agua de Cleo semi llena, que como mensaje tenía su irritante cara. –
- ¡Hey eso dolió! – Se toma la frente con su mano como acariciando el chichón del golpe. -
- Perdona Hermes. Es que a veces suelo ser impulsiva. – Se coloca en pose femenina Cleo.
- ¡Ayy!– Persiste la lesión – Por cierto ¿Dónde estamos? Observa el perímetro Hermes.
- Es un camino de Maizales. –
- Si. Mac. No me había dado cuenta – Le expresa en forma sarcástica. –
¿Pero es el camino?
- En efecto querido Hermes. – Expresa con toda la seguridad Cleo chasqueando los dedos con su mapa en la mano.
- No sé porque tengo miedo de esto – Se acerca Hermes a decirle al oído a Cleo con ojos y muecas de desconfianza.
- No te preocupes, ya se lo dije a Mac. Pronto saldremos de aquí al pueblo. – Guiña un ojo Cleo. Hermes puede ver una mazorca colorada ¿Se pregunta asimismo si las hay?
- Eso espero. – Vuelve a su lugar Hermes en la carroza a mirar el camino que se va alejando.
Prosiguieron en una curva que le dio cierta satisfacción a Cleo y Mac
- Perfecto, aquí seguro podemos ubicarnos – Se alegra Cleo. Al girar el carruaje notaron que era el mismo camino con el maizal aflorando. –
- ¿Oh otra vez? – Se pregunta Mac refunfuñando – ¿Es que no tiene fin esto?
- Ambos se resignan continuando. –
- ¿Qué extraño, aún es de día? – Se pregunta Cleo al ver su reloj en las horas que pasaban. –
- Es el verano. – Expresa Mac. Ella le muestra el pasar de las agujas y marcaba las diez de la noche. – ¿Qué? ¿No puede ser? – Se asusta, en cuanto las chicharras gritan en el sonido del calor del sol abrazador junto a otros insectos. Hermes se había quedado profundamente dormido nuevamente –
- ¡Míralo como duerme!, ¡Como si no hubiera problemas! – Se comporta fastidiosa Cleo. Mac la mira – Lo siento es que me pone muy nerviosa esta situación. -
Hermes descansa muy plácidamente por el campo. Leticia corre delante de él.
- ¡¡¡Leticia!!!. ¡¡¡¡Leticia!!!! ¡¡¡Ven!!!
- Hermes rápido. Debemos salir de aquí
- Pero...
- No te preguntes. Es el tiempo. Es solo el tiempo. Tú corre lo que más puedas. Todo lo que puedas. – Ambos estaban corriendo a toda velocidad
en el campo de batalla, las bombas caían por doquier, y Leticia quedo detrás de Hermes.
- ¡¡¡¡Leticia!!!! – Grita Hermes. –
- ¡¡No Hermes continua!!
Hermes intenta volver, y una granada produce la explosión volando en mil pedazos ella.
- ¡¡¡Leticia!!! – Reitera Hermes con sus lágrimas –
- Solo corre, y el tiempo se abrirá mi amor. -
- ¡¡¡Leticia!!! - Despierta Hermes transpirado –
- ¿Hermes? – Le pregunta Cleo preocupada –
- ¡Señor Phileas! Digo Hermes – Se preocupa Mac. –
- No es nada. Solo un mal sueño. Nada más.
- Llamabas a alguien – Confiesa Cleo un tanto preocupada por la situación actual, y lo ocurrido en Hermes. –
- No es nada Cleo. Solo un sueño ¿Y ya llegamos al pueblo?
- No, incluso no entendemos que está ocurriendo. Parece que estamos en un camino infinito.
- Hermes pronto se da cuenta de un detalle. ¡Oigan! Hemos estado aquí
- ¿Qué quieres decir?
- Esa mazorca del maizal. Allí, a la izquierda. Cleo Y Mac miran en otra dirección. Oigan es a la izquierda. –
- ¡Es la izquierda!
- ¿La derecha? Su mundo es extraño – ¡¡Bah!! Olvídenlo. Observen ahí - Y
señala con su dedo índice. – Ese plantío de maíz ya lo había visto antes. –
- ¿A qué te refieres? – Pregunta Cleo asustada.
- Ya estuvimos aquí. – Dice Hermes. Mac cae en la cuenta al tener un acto reflejo y recordar ciertas partes de los maizales en una formidable memoria.
- ¡Es cierto! Y la curva recuerdo haberla pasado antes, y después.
- O sea que estamos dando vueltas en círculos. Para la carreta y descienden de ella los tres. Los caballos comenzaban a inquietarse. Pronto Hermes camino de un lado hacia el otro y Mac se acercó a los maizales introdujo su mano, pero vió que era imposible. Cleo intentó lo mismo, y sintió un picor inexplicable.
- ¡Ahh! Eso dolió.
- ¿Cleo estas bien? – Pregunta Hermes. –
- Si, quise introducir mi mano sobre ese plantío pero tiene espinas -
- Ten más cuidado – El maizal se extendía en metros y era impenetrable al respecto. Phileas palpo la tierra y al colocar su mano en el suelo todo se transformó en aquel campo, y Leticia corriendo a gran velocidad.
- Vamos Hermes, rápido. Hay que vencer el tiempo. Si vences el tiempo sales de él.
- ¡¡Leticia!!! –
- Tu solo corre, como si nunca lo hubieras hecho. – El suelo es mágico Hermes como todas las cosas y las personas a tu alrededor. No pierdas la calma. ¡Corre!
- ¡Pero Leticia! Recuerda que es mágico todo lo que encuentres, incluso yo que siempre estaré allí para ti. – Leticia se desvanece, en cuanto Hermes quita la palma de su mano del polvo del suelo. La voz recorría su mente. A gran velocidad, corre. Corre como nunca. –
- ¡¡Es imposible!! Se coloca en un modo de capricho Cleo. – No hay salida. – dice ella. Hermes estaba pensativo y se incorporó del suelo. El camino de las trincheras era el mismo del maizal. Y al final, si al final podía verse una lomada, y era solo cuestión de tiempo.
- Cierto ¿Hay que correr? ¿Solo correr? Ya ni sé lo que estoy pensando ¿Y si fuera solo una sensación?
- Todo es mágico – Dijo Cleo en un momento. Eso le hizo entender a Hermes por lo menos una idea de lo que estaba sucediendo.
- Escuchen debemos regresar a la carroza. Cleo quédate del lado del lado de adentro de la carroza aferrándote a todo lo que este el punta. Ata todo lo que puedas. Mac tu aférrate a mi lado, yo tomaré las riendas.
- ¿Cuál es la idea Hermes? – Se pregunta Mac
- Debemos ir lo más rápido posible por este camino al llegar a esa línea.
- ¿A toda velocidad?
- Sí, no podría explicarlo. Pero aquí hay algo raro con el tiempo. –
- Es verdad. Mi reloj marca un horario nocturno, y apenas hay un sol de tarde. –
- ¡Bien! Démonos prisa. – Todos se suben al carruaje. Cleo saca la soga para aferrar todo lo que pueda. Mac se coloca del lado de Hermes – Aférrate con una soga Mac, y tú también Cleo. – Uno, dos, Tres... ahora... - Hermes impulsa la soga con los caballos – ¡¡¡Arre!!! ¡¡¡Arre!!! ¡¡¡Arre!! – Los dos equinos se levantan en el aire, y escapan a gran velocidad. Tal así que comienzan a ver el paisaje avanzar más y más.
- Bien estamos en tiempo - Dice Cleo. Hermes sigue ajetreando a los caballos para que se muevan, y caen leguas y leguas. Al momento se ve que los animales reducen la velocidad
- ¡Rayos! ¡Vamos no paren! – Grita Hermes que sigue su curso ¡No se detengan! – Los animales continúan con su recorrido, y el paisaje retoma la velocidad. Cleo comienza a moverse de un lado para el otro por el impulso hasta golpearse la cabeza con uno de los bolsos.
- ¿Cleo estas bien? -Expresa Mac – El carruaje parece retomar velocidad, y Hermes sin preguntar está decidido a cruzar la línea.
- ¡Corre! ¡¡Solo corre!! ¡Sin parar! – Expresa Cleo – Casi sonámbula por el golpe. Estaba recostada entre el equipaje sin despertar. El carruaje volaba a la velocidad y los caballos estaban poseídos en su trayectoria. Prosiguieron sin parar hasta que el sol del atardecer se estaba poniendo y luego se retiraba. Mac veía con asombro lo que ocurría en aquel fenómeno meteorológico sin poder creerlo. El sol se iba y a su lado la luna en su
carácter de creciente se hacía a pie en una colina. Ya estaban cerca, y al cruzar la línea continuada del camino encontraron nuevamente la curva en la noche en la cual búhos hacen su aparición y las chicharras siguen su canto del verano. El carruaje disminuyó la velocidad con dos caballos extenuados. -
- ¡Oh No! – Exclama Hermes - ¡Estamos en el mismo camino! – Se fastidia
el teniente como abdicado de la situación.
- ¡Señor Hermes! ¡Vea allá! – Le indica Mac - Mire hay como una salida. Pronto en un último impulso Hermes toma las riendas y siguen trayecto nuevamente a paso veloz. El camino se va cortando como los maizales, hasta dar con una llanura de pastos, y al llegar en medio un bosque semi abierto. Redujeron la velocidad. Y en los contornos de los pastizales criaturas como roedores de tres ojos que lo ven todo iban y venían atrapando lagartijas y algunas aves terrestres. Phileas no dudo en preguntar a Mac que eran – Señor, son ratas. – Le expresa Mac.
Hermes titubeó con cierto pasmo.
- No suelen ser como las que conozco. Son más grande aquí, y tienen tres ojos
- Muchos animales los tienen. Son para una mejor percepción. Otras solo tienen uno, pero es mejor no hablar de ellas. – Dijo Mac- Los ciclopes tienen su lugar de destierro. -
- ¿Tres ojos? ¿Ciclopes? Creo que hay mucho para que me cuenten.
- Mire ya casi nos adentramos al bosque – Bosteza Mac. Del otro lado del carruaje los ronquidos de Cleo se extendían como alaridos. Ambos se dieron la vuelta para observar el espectáculo.
- ¿Crees que pueda descansar alguien en el bosque con esos ronquidos?
- Estem señor Hermes. Lo dudo. – Se sorprende Mac.
- Vamos a parar aquí justo en la entrada. Haremos una fogata. Los caballos ya tuvieron suficiente por hoy.
- Logramos salir de allí que era lo importante ¿Y la señorita Cleo?
- Déjala descansar. – Hermes sale de allí a recoger unos leños – Tu Mac quédate por si acaso. Cualquier cosa grita ¿Eh?
- Si señor – Dice Mac y hace el gesto de saludo militar que había visto en Takeda. Hermes sonríe y le devuelve el mismo.
Hermes sale de entre la maleza y comienza a recoger leños, a medida que va transitando se da cuenta que no está solo. Los ojos de la noche lo ven todo. Y muchos son los que se van detallando a medida que la posible presa se hace presente. Algo los observa pero no se acerca. Hermes se percata de ello.
- Hay alguien aquí- dice Hermes y lanza uno de los leños en dirección a unos arbustos, y pronto sale escapando una criatura, que luego es devorada por otra que esperaba bajo tierra. al ver eso Hermes se asusta por lo que veía. Era una criatura como las que él conoce y tanto pánico le teme. La seda de la tela que se iba expandiendo en el árbol aledaños a los arbustos. Con capacidad fugaz lo miraba desde lejos esperando que caiga en su trampa. – Sera posible. Este mundo es toda una trampa. Algunas luciérnagas iluminaron como faroles todo el sector. Hermes sacó su pistola ante la duda por si el peligro se acercaba a él. Él podía ser cazador, o presa. Pero quien lo esperaba sabía que debía ser una posible presa. Eran ocho ojos expectantes. Que aguardaban desde arriba. Y otros ochos ojos en su madriguera.
Al juntar todo lo posible, empezó a retomar camino. Sentía un pánico que solo le hacían sentir los arácnidos. Por esa mala experiencia de un recuerdo de la niñez que no lo dejaba descansar. Se movió rápido para salir de allí, pues todo asustaba en este plano del mundo. En ese instante meditaba ante el pánico, sobre su otro mundo de guerra, que era bastante distinto a éste, y si de alguna manera podría regresar. Todo comenzó con esa luz que como destello prohibía ver todo alrededor. Un ataque y su biplano en plena caída. Luego desperté, se dijo. Estaba recostado, a unos metros Takeda. No teníamos un solo rasguño, solo un leve dolor de cabeza. ¿Y mi avión? ¿Y el avión de Takeda? ¿Qué había sucedido con ellos?
Todo fue tan repentino se expresaba una y otra vez. Luego llegar un pueblo extraño, ir a un castillo, y de repente nos ataca un monstruo gigante y varios esqueletos con partes de carne en su interior cubiertos como si fueran parcas ambulantes en corceles cadavéricos. Y me encontré desenfundando una espada con una luz y luchando como si fuera un caballero cruzado en plena guerra de infieles ¿Qué es todo esto? Y ahora estoy en un viaje con dos individuos. Mi soldado Takeda está muerto, ¿Y estoy yendo a rescatar dos almas? Dos individuos son mis compañeros. Un niño, al cual me comprometí a proteger como si fuera mi hijo y una chica veinteañera que riñe conmigo como lo hacía Leticia en sus comienzos ¿Leticia cómo podría volver a verte? A veces te extraño como si fuera al último momento. Que increíble. Del miedo al bosque y su criaturas, pase a las arañas y luego a recordar todo lo sucedido, y luego a ti Leticia. Es difícil olvidar y más difícil recordar lo que se quiere. Pues es parte de olvidar también. A veces quiero recordar, pero me cuesta, y esos recuerdos vienen del olvido junto a los que no quiero en mi mente. Y lo maravilloso y aterrador se vuelve uno por sí mismo. Quiero tus besos pero, no tu partida. Quiero tus abrazos, pero no tus lágrimas, quiero tu sexo puro de vida, pero no tu dolor de sangre.
- Ya ni sé lo que digo. Debo regresar mejor.
El bosque, destacado vigilante del todo. Preponderante en su esplendor sigue controlando a este invasor; La presa que espera ser cazada mientras reflexiona en su vida, y lo sucedido. Cleo despierta bostezando con firmeza, luego estira todo su cuerpo.
- ¿Llegamos? Tuve un sueño en el cual salíamos del camino.
- Lo logramos. – Dice Mac sonriente. Fue una tarea ardua del señor Phileas
- Sí, no sé lo que paso. – Se rasca la cabeza Ella. –
Mac buscaba unas latas de comida. Y un abrelatas de gancho. Abre uno y se lo da a Cleo. –
- ¡Gracias Mac! – Sonríe ella. – ¿Y Hermes?
- Salió a buscar leños, para encender una fogata. –
- ¿Quee? – Se enoja Ella. Mac se asusta de su expresión. – ¡Éste hombre es un tonto! Es peligroso salir en éste selvatico sitio – El enfado la hace saltar de la carroza. Los caballos comienza a pastar, Mac les lleva agua. Ella comienza a mirar a todos lados como preocupada por si le pasare algo. -
- ¿Dónde se abra metido este tipo?- Ya me las va a pagar se pone de brazos cruzados con rostro de intranquilidad.
- ¡Ey! Tranquila Cleo. Tu héroe está aquí – Llegar Hermes con los leños que deposita en un suelo.
- Tú no eres mi héroe ¡Y trata de no preocuparnos! Mac estaba nervioso porque te fuiste
- Yo no estaba preocupado – Confiesa Mac que se extraña frunciendo el ceño. La que preguntó fuiste tú Cleo.
- ¡¡Cállate Mac!! - Y le arroja la lata de comida vacía luego de devorarla golpeando su espalda. Encima me ha caído mal la comida. – manifiesta de forma caprichosa. –
- ¡¡Ayy!! – Se lamenta del dolor Mac. -
Hermes se ríe, mientras enciende el fuego. Arroja todos los leños que tenía, más otros que había por allí. La idea era mantener una llamarada para el frio y los depredadores. De algo estaba seguro el teniente Hermes Phileas. No estaban solos. Y no se refería solo a criaturas malévolas y codiciosas de comida en su hambre. Algo más intenso los esperaba adentrándose en las profundidades de todos esos enumérales y tupidos cipreses y robles de forma extrañas que se configuran en dominarlo todo en su manifestación. En el insondable sitio hay recónditos secretos. Los hay en todos lados, y aquí en el continente murias se presentan en las retinas de Phileas
- Esta noche estará bien. Pero hay que estar alerta. Está lleno de peligros – Expresa Hermes que genera una gran fogata del lado de donde él venía a
fin de evitar que llegasen a ellos. El fuego resulta a veces un aliado incuestionable. –
- No pasara nada – Confiesa Cleo. Estoy segura que estamos a salvo.
- ¿Por qué me cuesta creerte? – Se dice Hermes en cuanto atiza el fuego. - Un coscorrón de parte de ella, como para dar concluido el día.
El abismal bosque los abraza en esta noche de luna creciente, y estrellas diseminadas. Cleo se sintió un tanto mal por el porrazo. Hermes descansaba plácidamente sin dormir. Al acercarse Cleo, quiso disculparse del golpe sin síntomas de hostilidad. Se dispuso a preguntar si del sitio del cual llegaba era diferente. Por lo menos en un sinónimo de paz, e interés. -
- Tal vez aquí todo te parece extraño. Incluso a mí a veces me cuesta comprender.
- Supongo que no tenemos otro remedio que reverenciar lo que no tiene explicación. Y sentarnos en algún rincón, aunque sea a tratar entender ello. No es quizás lo mío. Yo solo actuó, sin esa requerida explicación.
- ¿Siempre te has dispuesto actuar de esa forma?
- ¿Sin preguntas? Es mejor así ¿Para qué preguntar lo que ya se ha contestado?
- Eres una persona interesante.
- ¿Un ratón de laboratorio?
- Descuida no tengo razones para investigarte.
- Ya estoy acostumbrado. – Se resigna Hermes – Es mejor descansar, mañana será otro día largo. -
Cleo no dijo nada.
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Imagina que todo fuera como si supieras que nunca concluiría. En un bar con una copa de vino en mi mano, en el mundo que me vio nacer, lo creía como puras patrañas. Aquí la imaginación, tiene otro significado. Uno, no se rinde tan fácilmente me dijo una vez Cleo-